Selingue, 23 de febrero. «En el norte siembran subsidios, pero nosotros cosechamos deudas», dice Ibrahim Coubaly, representante de la Coordinación de Organizaciones Campesinas y de Productores Agrícolas de Africa Occidental (ROPPA, por sus siglas en francés), durante la inauguración del Foro Mundial de la Soberanía Alimentaria Nyéleni 2007. Y añade: «hay que abandonar la política basada en la importación de alimentos.»
Ibrahim es uno de los siete oradores que dan testimonio de la situación en que se encuentran la agricultura, el pastoreo y la pesca en sus regiones, en una reunión en la que hace acto de presencia constante el fantasma del hambre en el mundo.
Aunque finalmente no llegó a inaugurar el acto, como tampoco lo hizo Hugo Chávez, Amadou Toumani Touré, el presidente de Malí, sus palabras estuvieron presentes a lo largo del encuentro: «El hombre que tiene hambre no es un hombre libre», dijo.
De hambre habló también Saaduta Abonbacrine, mujer representante de los tuareg, pastores nómadas, otrora temidos en la región. «Las mujeres no deben llorar entre mi pueblo -dijo- ni siquiera cuando están solas. Pero en 2005 viví una de las experiencias más duras. Durante 2005 la sequía fue fatal. Los pastores nómadas fueron los más afectados por la hambruna. Vi niños que sólo tenían hojas de árboles para comer cuando antes se alimentaban de carne y leche.»
Según Saaduta, antes de la colonización los pastores tuareg eran de las personas más ricas. Después de la colonización estamos entre las poblaciones que sufren las consecuencias de la sequía y el hambre. La culpa es del cambio climático y de las malas políticas. Y añade: «No nos rendimos».
Los discursos abarcan también la relación entre la situación política en regiones como Medio Oriente y la agricultura. El libio Ali Darwish, integrante de la organización Green Line, habló de la situación que viven los agricultores palestinos, sirios e iraquíes, a raíz del conflicto regional.
Ali hizo un pormenorizado relato de las consecuencias que tiene la construcción del muro que el Estado de Israel construye en Palestina, un muro tres veces más alto que el de Berlín y que ha sido gestionado por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
La historia de Palestina, aseguró, es una historia de guerra, ocupación, expulsiones y asesinatos. Los colonos israelíes, afirmó, han ocupado las tierras de los agricultores palestinos. Desde 2002 se ha realizado un trabajo sistemático por destruir la vida de los campesinos. El muro les ha quitado el 45 por ciento de la tierra y la inmensa mayoría de las fuentes de agua. Las carreteras que se han construido enlazan sólo comunidades hebreas.
En Siria, añadió Ali, la invasión israelí sembró más de 50 mil minas antipersonales y miles de bombas en racimo que no han estallado. Los campos de cultivo están preñados de bombas que no han estallado. Las cosechas de olivos y cítricos se perdieron casi en su totalidad. Miles de personas han quedado lisiadas.
George W. Bush -siguió el libio- decidió llevar la libertad a Irak. Más de medio millón de personas han muerto desde entonces. No hay un recuento del desastre agrícola en ese país.
Sélingué: villa de la soberanía alimentaria
Una aldea de chozas de barro pintadas de blanco y techos de palma es la sede del foro. Con la vista de una enorme presa a sus espaldas, fue levantada en menos de tres meses. Un inmenso auditorio circular, vestido con mantas con los nombres de organizaciones campesinas de todo el mundo, es donde se realizan las plenarias. Ikurriñas -banderas del País Vasco- al lado de banderas mexicanas y guatemaltecas, cubren algunas de las paredes.
Con el agua de la presa como telón de fondo, Nyéleni 2007 comenzó con un baile típico de mujeres de Malí. Entre los delegados hay hombres y mujeres de todos los tipos raciales que hablan decenas de idiomas. No faltan representantes de productores de los países desarrollados.
Jeremy Brown es uno de ellos. Vino como parte de una organización de pescadores de Estados Unidos. La historia que narra es triste. Una historia de desgracia sobre desgracia. A raíz del tsunami en Indonesia -cuenta- los pescadores de ese país fueron los primeros afectados y los primeros en responder solidariamente. Lo mismo sucedió con los pescadores en Luisiana, con el Katrina. En Indonesia sustituyeron los pequeños barcos por grandes granjas productoras de camarón. La pesca local en Luisiana se derrumbó.
Desgracia globalizada es también la que sufren los países del sudeste asiático a raíz de la firma de acuerdos de libre comercio y de las presiones de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Eso es, al menos, lo que asegura el representante de Tailandia. «Los productores rurales -dice- no podemos sobrevivir por culpa de esos acuerdos, que han beneficiado a las trasnacionales pero destruido a la gente». No se trata de acuerdos comerciales -asegura- si no de una nueva colonización del sur por el norte.
La independencia alimentaria
Ibrahim Coulibaly, presidente de la ROPPA, recordó que la consigna de luchar por la soberanía alimentaria fue lanzada por Vía Campesina en 1996 y que hoy es «mucho más que un eslogan de todos aquellos que quieren que el trabajo de la tierra sea un trabajo digno».
Hizo notar cómo es una paradoja el que Africa occidental, a pesar de sus importantes recursos naturales y de los conocimientos de millones de campesinos y agricultores, se ha convertido en una región netamente importadora de productos agrícolas.
Efectivamente, la lucha por la soberanía alimentaria ha debido abrirse paso en el mundo con muchas dificultades. En la fase de ascenso de la ola neoliberal, los promotores de la teoría de las ventajas comparativas y el libre comercio impulsaron como eje rector el de las políticas agrícolas el de la seguridad alimentaria. No era necesario -decían sus promotores- que los países produjeran su comida, bastaba con que tuvieran asegurados los víveres suficientes para alimentar a su población. La seguridad alimentaria se entendió como la disponibilidad y el acceso a los alimentos necesarios para satisfacer las necesidades nutricionales de la población. Sus impulsores decían que resultaba más conveniente para muchas naciones importar los alimentos de las naciones desarrolladas que los vendían más baratos, que producirlos localmente con mayor costo. Lo importante era tener el abasto asegurado.
Como reacción a esta política que condenaba a las naciones a perder su base productiva agropecuaria, organizaciones campesinas e intelectuales de muchos países con una producción agropecuaria suficiente, reivindicaron el principio de la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de un Estado para implementar una política agrícola sustentable basándose en la producción local, y en la protección y desarrollo de sus mercados, capaz de satisfacer las necesidades nutricionales de la población, y de proporcionar un trabajo remunerado aceptable para la agricultura familiar. Visto como un derecho, no puede estar sujeto a las leyes del mercado.
El debate entre ambas principios rectores está lejos de haber concluido. Dentro del foro hay quien defiende la idea de que, lejos de estar enfrentados, ambos principios son complementarios. Eso asegura, por ejemplo, una consultora de la FAO con muchos años de trabajo en Malí.
Hasta hace no muchos años, en los países coloniales se negaba la calidad de ser hombres o de ejercer ciertos oficios. Las luchas de liberación cambiaron esta oprobiosa condición. Hoy, esos mismos pueblos, como lo muestra el foro, luchan en contra de nuevas formas de colonialismo, aquellas que han hecho de la comida una poderosa arma de dominación.