Alertan en foro alimentario sobre la crisis humanitaria por la migración

Selingue, Mali, 24 de febrero. El presidente de Mali, Amadou Toumani Touré, inauguró este sábado el Foro Mundial para la Soberanía Alimentaria Nyeleni 2007. La reunión comenzó oficialmente ayer viernes pero el mandatario llegó hoy. No importa, en este país pasa lo que pasa y no lo que se programa que suceda.

Vijai Jawandhia, delegado de la India, lo recibió con un collar elaborado con algodón, uno de los principales productos agrícolas de ambos países. «En nombre de los productores de algodón de la India -le dijo solemne- le entrego este collar contra el algodón subsidiado de Estados Unidos.»

La mesa de honor fue rodeada por un círculo en el suelo elaborado con hojas de mango recién cortadas. La mesa de honor fue adornada con una sencilla ofrenda: cuencos elaborados con guajes locales que en su interior contienen semillas de maíz de los más diversos colores y procedencias, de frijol y de arroz, y, a sus lados, papas.

Atrás del jefe del Ejecutivo se colocaron casi 30 representantes de organizaciones de pastores, campesinos y de pescadores provenientes de los más distantes rincones del planeta. La mayoría de ellos vestidos con sus trajes típicos. A todos saludó de mano al llegar al encuentro.

La presencia del presidente es un indicador de la importancia que da a la reunión. No hay allí financiadoras ni funcionarios gubernamentales de otras naciones. Se trata pues, de un gesto, nada despreciable. Más aún, cuando el mismo señor Toumani habló de recoger la mano que le daban los altermundistas presentes, sumándose a la lucha por la soberanía alimentaria.

En alusión a las palabras de José Bové, que habló sobre la migración de Malí en Francia, el mandatario recordó cómo Europa fue, durante siglos, un país que lanzó migrantes por todo el mundo. Estamos en contra de la migración salvaje, humillante -afirmó; estamos en contra del tráfico inhumano de hombres y mujeres, pero la inmigración es una oportunidad. Malí, dijo, tiene 4 millones de habitantes en el extranjero. El dinero que mandan es superior a lo que el país recibe por concepto de ayuda al desarrollo. Recibirlo no nos da vergüenza.

Explicó a los asistentes su proyecto sobre la migración, diferente al de la Unión Europea que desea frenarla a toda costa. Habló de formar la Casa de Malí en el Extranjero, no para evitar que sus ciudadanos partan a otras tierras a buscar empleo, sino para promover que tomen la decisión adecuada: que se queden o se vayan.

Al concluir la inauguración, los representes de los pueblos originarios presentes le solicitaron que Malí apoyara la Declaración sobre Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Le pidieron, también, que firmara personalmente su petición. La mayoría de los países africanos han tomado distancia del documento, por lo que de aceptarse la solicitud, habría un vuelco en esa dirección.

¿La esclavitud del siglo XXI?

Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) más de 200 millones de migrantes en el mundo viven en sus países de destino en pésimas condiciones. Este éxodo hacia los países industrializados del norte para buscar una vida mejor, deja a su paso una cauda de sufrimiento y dolor: familias dividas, desintegración familiar, comunidades rurales habitadas por mujeres niños y ancianos.

«Los Estados no tienen propuestas ni interés en solucionar la migración», asegura Carlos Marentes, organizador de trabajadores indocumentados en Estados Unidos.

«Hay una crisis humanitaria alrededor de la migración. Allí están los miles de indocumentados muertos en la frontera entre México y Estados Unidos y quienes fallecen tratando de llegar a Europa», puntualiza Eric Nicholson, representante de la Unión de Trabajadores Agrícolas de America. Y añade: «No se puede parar la migración. Sólo la derecha quiere detenerla. Nuestros miembros quieren traer a sus familias.»

«Nadie migra para sufrir sino para tener mejor vida», dice el representante de los kuna de Panamá al foro. Sin embargo, el resultado final puede terminar siendo distinto. «Hay -afirma- un nuevo tipo de esclavitud, la esclavitud del siglo XXI. La migración puede ser parte de ella.»

Sin embargo, ese escepticismo no es compartido por las mujeres de Africa Occidental presentes en la reunión. En muchas de sus comunidades los jóvenes sólo piensan en emigrar a Europa, cuentan. Sus familias no lo ven mal, a pesar de los peligros que acarrea: las remesas permiten a quienes se quedan una vida mejor que la que tienen aquellos en la que no hay parientes trabajando en el extranjero.

¿Qué deben hacer las organizaciones campesinas y de pequeños agricultores del Norte y del Sur frente a la migración? Imposible ignorarla. Es en el campo donde tiene su origen, es el campo uno de sus destinos originales. ¿Qué actitud tener ante los programas temporales de empleo promovidos por los estados? ¿Apoyarlos o rechazarlos? ¿Qué hacer ante las demandas de legalización de los indocumentados?

Los programas de empleo temporal en países como Canadá legalizan una ciudadanía de segunda clase. Esto lo asegura Marta Robbins. No es migrante sino funcionaria de la Unión Nacional de Granjeros de Canadá (NFU, por sus siglas en inglés). A los trabajadores migrantes -dice- se les reconocen mucho menos derechos que a los ciudadanos de esos países. Por ejemplo, sólo pueden permanecer en ese país por un periodo máximo de ocho meses. Al terminar su contrato deben salir.

El Programa de Trabajadores Temporales canadiense, en el que participan jornaleros mexicanos y del Caribe, ha sido presentado por el gobierno de ese país como un ejemplo mundial de lo que debe ser este tipo de convenios de colaboración para regular la contratación de migrantes. Marta niega que la experiencia sea ejemplar. «No es ningún modelo», puntualiza en la mesa de trabajo sobre este tema.

El tamaulipeco Tirso Moreno, organizador de trabajadores agrícolas en Florida, Estados Unidos, coincide con ella. Los trabajadores temporales que en la tierra del Tío Sam regulan su estadía por el programa H2A, no tienen los mismos derechos que ya tiene el movimiento laboral, asegura Tirso. Su presencia repercute en los trabajadores locales, que ven disminuidas sus prestaciones. Además, añade, los trabajadores temporales no pueden cambiar de empleador, aunque los trate mal, y no pueden acogerse a los beneficios de la legalización. Por eso muchos prefieren quedarse como indocumentados.

Otra es la perspectiva del representante de los pequeños agricultores de España presente en la reunión. Explica cómo ellos han optado por contratar temporalmente a los trabajadores agrícolas que sus socios requieren en sus explotaciones en sus lugares de origen. «Es complejo -añade- pero llevamos 10 años haciéndolo. La mayoría de nuestros representados tienen trabajo en sus granjas para unos cuantos días, no para seis meses. Comenzamos con la pizca de la fresa y terminamos con la de la uva. Buscamos que sus actividades se escalonen. Por supuesto, nuestras explotaciones pueden convertirse en un lugar de paso. No queremos incentivar a que vengan a gente que no tenga trabajo. Nos topamos con que los trabajadores tienen una enorme desinformación de su situación legal».

Patrick Herman, uno de los delegados franceses, difiere del español. Los países ricos, explica, no pueden prescindir de la migración. No sólo porque esa mano de obra se necesita para mantener funcionando la economía sino porque su vulnerabilidad presiona para que los salarios de los trabajadores bajen. Es una ficción, afirma, que la economía sumergida en la que laboran los migrantes y la formal estén separadas. Por el contrario, ambas están estrechamente vinculadas.

Más radical aún, una representante de un colectivo catalán que trabaja con indocumentado, sostiene que ningún ser humano es ilegal. «No queremos que todo mundo tenga papeles. Queremos -dice- que los papeles sean innecesarios, que no se separe a la gente entre quienes tienen papeles y quienes no los tienen.»

La migración pues, es hoy uno de los grandes temas que cruzan la agenda de organizaciones sociales alternativas y de gobiernos, la economía y la política de regiones enteras. Ha cambiado el rostro del planeta. No hay forma de darle la vuelta, como lo recuerda el foro de Sélingué.