Cuadro 1
El pasado 16 de Octubre de 2018, La Vía Campesina relanzó la Campaña Global «Semillas Campesinas patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad», en este marco llamó a la acción #AdoptaUnaSemilla. ¿Cómo participar?
Buscamos que cada campesinx o comunidad asuman el compromiso de adoptar una variedad de semillas, de cualquier cultura. Aquella que despierte mayor interés, por su identidad, territorio, o como parte de la afirmación de la vida y cultura campesina. Cada participante debe convertirse en guardián de esa semilla, garantizando su propagación. La idea es crear una gran red de semillas campesinas, recuperar semillas y ampliar la producción hacia la Soberanía Alimentaria de los Pueblos.
Como resultado de esta acción queremos millares de comunidades fortaleciendo la biodiversidad, recuperando variedades, garantizando así, la Soberanía Alimentaria y la capacidad productiva. Esta es una acción por la vida, para impedir que las multinacionales se apropien de las semillas campesinas, disminuyendo nuestra autonomía y biodiversidad. ¡Sin las semillas campesinas la Agricultura Campesina se torna rehén de las multinacionales!
Ustedes pueden comenzar con su comunidad e invitar a más personas ¡lo importante es dar el primer paso! Queremos conocer sobre su comunidad y la variedad recuperada, escríbenos a lvcweb@viacampesina.org
Nuestras Semillas Campesinas
La semilla campesina tiene un valor incalculable. Es sinónimo de autonomía de insumos y de toma de decisiones, pues si tenemos semillas decidimos cuándo y cómo plantar.
Las semillas son el enlace para la continuidad de la agricultura campesina y la producción de alimentos saludables para lxs trabajadorxs y consumidorxs. Solo alcanzaremos la Soberanía Alimentaria se las semillas están bajo la protección del campesinado, de las comunidades y pueblos del mundo.
¡Ampliar esta acción es garantizar el derecho de alimentos de calidad para el campo y la ciudad!
Cuadro 2
La lucha por los derechos sobre las semillas: nuevas amenazas al Tratado de semillas
El Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (o el Tratao de semillas) se adoptó en 2001 y entró en vigor hace 15 años. Se trata del único instrumento obligatorio de gobernanza multilateral e internacional que reconoce los derechos colectivos de los agricultores sobre sus propias semillas. El Tratado facilita y regula el acceso a las semillas –patrimonio común de la humanidad– almacenadas en bancos de genes públicos conectados mediante el Sistema multilateral, y garantiza su disponibilidad para las generaciones futuras.
El Tratado, pese a contener compromisos precarios y faltos de equilibrio, refleja una serie de relaciones de poder y visiones del mundo relativas a lo siguiente: (1) la necesidad de que la industria de semillas acceda sin trabas a las semillas campesinas, prometiendo a su vez el reparto de los beneficios, monetarios y no monetarios; y (2) la exigencia por parte de las y los agricultores campesinos de que se les garantice su derecho colectivo a guardar, usar e intercambiar semillas tanto ahora como en las generaciones futuras. La industria no solo ha fracasado estrepitosamente en mantener la promesa de repartir los beneficios, sino que además ha estado afianzando las leyes de protección de variedades vegetales que vulneran los derechos de los agricultores. En consecuencia, en el año 2013, las partes contratantes del Tratado decidieron crear un grupo de trabajo para mejorar el funcionamiento del Sistema multilateral y un Acuerdo Normalizado de Transferencia de Material (ANTM) obligatorio para acceder a los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura.
Nuevas amenazas
La reciente revolución tecnológica de la genómica ha hecho que la secuencia de información genética de las semillas resulte muy sencilla y accesible. La biotecnología avanzada ya es capaz de crear nuevas semillas simplemente con utilizar la información digital sobre secuencias (DSI) obtenida por las semillas físicas. Esta nueva tecnología altera la conexión entre el material (germoplasma) y sus resultados obtenidos (Desmaterialización). Crear nuevas poblaciones o variedades que empleen únicamente información digital sobre secuencias (DSI), que posteriormente serán patentadas, provocará un aumento de los casos de biopiratería y limitará de forma considerable los derechos de los agricultores sobre sus propias semillas. Es la forma más rápida de acelerar la erosión de la biodiversidad, y supone una verdadera amenaza para nuestro futuro.
El Sistema multilateral del Tratado ya ha quedado obsoleto como respuesta a la tecnología genética que está a disposición de la industria. Sus objetivos no están bien definidos y ya no queda claro si la DSI se encuentra bajo la regulación del Acuerdo Normalizado de Transferencia de Material, o si los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura, tal como se definen en el texto del Tratado, no incluyen la DSI. Si no se toman decisiones con rapidez o, al menos, se discute esta cuestión, la industria accederá libremente a la información genética sobre secuencias todo lo posible, aprovechándose de la ausencia de regulaciones.
La DSI presenta nuevos desafíos a los movimientos sociales, que deben idear estrategias más novedosas para oponerse a esta nueva forma de captura. Por ahora, queda claro que el principal beneficiario del «patrimonio común de la humanidad» de los bancos de germoplasma es la industria de las semillas. La mayoría de los países desarrollados son cómplices de esta nueva amenaza, ya que trabajan codo con codo con la industria para apropiarse de los recursos fitogenéticos existentes para la agricultura y la alimentación, a través de patentes. Sin embargo, un Sistema multilateral eficaz y un Acuerdo Normalizado de Transferencia de Material eficaz beneficiarían a los campesinos que deseen gestionar de forma dinámica su biodiversidad.
La Vía Campesina y sus aliados han mostrado su rechazo y han denunciado los nuevos intentos de la industria para que la biología sintética y la genómica esquiven las directrices del Tratado de semillas e incumplan el artículo 9 del Tratado de semillas sobre los derechos de los agricultores a guardar, utilizar, intercambiar y vender sus semillas. No solo en el Tratado, sino también en el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD), en sus protocolos y en la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura, denunciamos con firmeza esta estrategia de la industria, que ya parece haber quedado clara a los países en vías de desarrollo y a otras organizaciones.
Hacemos un llamamiento a las Partes contratantes del Tratado y a otros espacios de toma de decisiones a que intervengan y consideren las obligaciones de los regímenes de propiedad intelectual privada como derechos económicos, y que al mismo tiempo respeten la aplicación real de los derechos de los agricultores que pertenecen al ámbito de los derechos humanos.
Existen dos formas generales de impedir que unas pocas corporaciones trasnacionales se apropien de toda la diversidad agrícola y controlen la cadena alimentaria: (1) garantizar la preeminencia de los derechos campesinos sobre los derechos de los obtentores de semillas y propietarios de patentes, y (2) defender el derecho de los pueblos a definir por sí mismos qué es lo que necesitan para garantizar su soberanía alimentaria.
Las negociaciones en el último órgano rector del Tratado mostraron que el bloqueo por parte de los países industrializados significa que no quieren discutir esta cuestión, sino solamente posponerla, lo que supone una amenaza al multilateralismo que caracteriza al sistema de las Naciones Unidas, y en especial EE. UU., que presidía la sesión y ejerció influencia sobre los procedimientos de discusión. Ahora, esta cuestión se podrá tratar en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, y La Vía Campesina y sus aliados ejercerán una enorme presión para defender los derechos de las agricultoras y agricultores familiares y de las generaciones futuras.
Cuadro 3
Los derechos de las campesinas y los campesinos, y nuestra lucha por las semillas
El Artículo 19 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y de Otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales (UNDROP, por sus siglas en inglés) reconoce el derecho de las campesinas y los campesinos, así como de otras personas que trabajan en zonas rurales, a mantener, controlar, proteger y desarrollar sus propias semillas y conocimientos tradicionales.
Según se indica en ese mismo artículo, los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales tienen derecho a: (1) la protección de sus conocimientos ancestrales; (2) la participación equitativa en los beneficios obtenidos por el uso de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura; (3) la participación en la toma de decisiones sobre cuestiones relativas a la conservación y al uso sostenible de los recursos fitogenéticos; (4) la conservación, el uso, el intercambio y la venta de sus propias semillas o material de propagación obtenidos en sus fincas.
Además, la Declaración UNDROP apela a los Estados a que garanticen que los campesinos tengan disponibles semillas de calidad y en cantidad adecuada en los momentos más idóneos para su siembra, a precios asequibles. Las y los campesinos necesitan tener autonomía sobre sus semillas o sobre otras semillas de especies y cultivos que deseen sembrar y estén disponibles en sus localidades.
Según la Declaración, es responsabilidad de los Estados tomar las medidas necesarias para apoyar los sistemas de semillas campesinas y fomentar el uso de estas semillas y la agrobiodiversidad, de forma que se garanticen una investigación y un desarrollo agronómicos que integren las necesidades de los campesinos y de otras personas que trabajan en las zonas rurales. Esto significa que se debe incluir a las y los campesinos en la definición de prioridades y en la realización de acciones de investigación y desarrollo; su experiencia se debe tener en cuenta.
Por último, la Declaración UNDROP recuerda a los Estados que deben garantizar que las políticas de semillas, la protección de variedades vegetales y otras leyes de propiedad intelectual, los sistemas de certificación y las leyes de comercialización de semillas, respeten y tengan en cuenta los derechos, las necesidades y las realidades de las y los campesinos y de otras personas que trabajan en las zonas rurales.
Cuadro 4
Ilegalizar nuestras semillas en latinoamerica
Los gobiernos latinoamericanos buscan homogenizar legalmente las semillas. México, Honduras, Costa Rica, El Salvador, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, Perú, Brasil, Paraguay, Venezuela, han propuesto y discutido leyes de semillas. Muchas de ellas son resistidas por comunidades, organizaciones y pueblos. Estas leyes siguen sin reservas los lineamientos definidos por las grandes transnacionales de las semillas: Bayer-Mosanto, Corteva-Agriscience, ChemChina (Syngenta), Vilmorin&Cie-Limograin.
Las agencias de Naciones Unidas, como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo o la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, son organismos importantes que actuan en favor de estas normativas, preparan leyes modelo y enseñan a los gobiernos a implantarlas.
Las leyes de comercialización definen los criterios que se deben cumplir para que las semillas lleguen al mercado. Éstas pueden comercializarse sólo si pertenecen a una variedad que cumpla con tres requisitos importantes: deben ser «distintas», «homogéneas» y «estables». Las leyes de propiedad intelectual constituyen normativas que reconocen que una persona o entidad, alguna empresa de semillas, es propietaria exclusiva de una semilla con determinadas características y tiene el derecho legal de evitar que otras personas o entidades la utilicen, produzcan, intercambien o vendan. Existen dos tipos principales de sistemas de «propiedad intelectual» para las semillas: las patentes y la protección de las obtenciones vegetales, que le otorga derechos a quien «obtiene» una variedad, aunque su condición actual venga de miles de años. Los acuerdos de comercio e inversión son una herramienta utilizada por las compañías para forzar a los gobiernos a adoptar y promover derechos empresariales sobre las semillas.
Estas leyes buscan ilegalizar los sistemas locales, campesinos e indígenas de uso, intercambio, producción y mejoramiento de variedades locales. Permiten que las empresas definan políticas nacionales sobre semillas, investigación y agricultura. Crea un sistema de certificación y fiscalización controlado por corporaciones privadas. Obliga a comunidades y pueblos a aceptar normas fijadas por las transnacionales y que les fiscalicen organismos privados si desean continuar intercambiando semillas «legales». Posterga, minimiza o elimina cualquier preocupación por conservar la diversidad agrícola. Pretende normar tradiciones milenarias de uso e intercambio de semillas. Impone estándares industriales a la agricultura, facilitando la privatización semillera. Pretende calificar y clasificar todas las semillas, aun las locales y nativas, para que se respete la propiedad empresarial sobre las semillas. Así, quien produzca semillas será fiscalizado, no importa qué semilla produzcan o cómo la intercambien.
Poema
La misión de las semillas
Una semilla de vida llegó en los brazos del viento del norte,
Nacida de una fruta grande y carnosa,
¡De gigantescos brotes de sueños y lucha!
Mujeres quemadas, mujeres asesinadas,
Mujeres resistiendo, mujeres conquistando sus derechos.
Semillas multiplicadas, resucitando la utopía en cada paso,
Recurrir a la tierra de este inmenso mundo.
Hoy, las semillas somos tú y yo,
Listxs, esperando para caer en el regazo de la madre – tierra,
Escucha…. ¡está rogando por ello!
¡Cada grano de tierra es una boca clamando por justicia!
¿Quién puede soportar el silencio de la tierra improductiva?
Cementerio vivo de la esperanza, sembrando el odio y la exclusión.
Las semillas son tú y yo
Y el arado -nuestra organización- ya ha hecho surcos en la tierra,
Vayamos a dormir en la tierra,
¡Vamos a dejar que ella nos cuenta el secreto de la misión!
Vamos a sentir la lluvia: cada compañera y compañero que se une a la lucha.
¡Que dentro de nosotros crezca el sueño y el compromiso!
Y cuando sea demasiado grande y ya no quepa en nosotros,
¡Entonces estallaremos y no seremos más semillas!
Seremos militantes, que como plantas creceremos y encontraremos
Un gran sol rojo, brillando en lo alto – ¡la nueva sociedad!
Y sentiremos su beso en nuestra boca.
¡Entonces ya no seremos plantas, nos convertiremos en frutos!
Y nos alimentaremos, con nuestra lucha, con nuestras conquistas,
Nosotrxs mismxs y a quienes amamos
Y hasta el día que muramos, como frutos maduros….
Y estos frutos caerán como lágrimas, tocando la tierra, y se transformaran en semillas.
Y así eternamente…
Hasta el día en que no haya más el azadón maldito ni hoz de dominación,
Amenazando los brotes de la tierra.
En este día, él suspirará aliviada e inmediatamente sucederá el nacimiento:
Comeremos,
Brindaremos,
¡Bailaremos con nuestras arpas y guitarras!
¡Y cantaremos con la voz del corazón!
Porque nuestros ojos, llenos de ternura, finalmente podrán ver,
La semilla – ¡misión transformada en cosecha!
(poema de Daniel Salvado)