Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Cambo climático y pescadores artesanales

Fatima Majeed, Pakistan Fisherfolk Forum, Ibrahim Haidery, Karachi, Pakistan.

Nuestras vidas como pescadores y pescadoras artesanales se han visto profundamente afectadas por el cambio climático, que ha perturbado la temporada de pesca, aumentando el nivel del mar y reduciendo la disponibilidad de peces. El número de pescadores artesanales ha disminuido, al no poder sostenerse con la pesca como medio de vida. Sobre todo las mujeres, han tenido que ponerse a trabajar en pequeñas fábricas para ganar algo de dinero que las mantenga a ellas y sus familias.

En la mayoría de hogares de las familias de los pescadores artesanales de Pakistán, son las mujeres las que asumen las tareas, como la gestión de los gastos domésticos, la educación de los niños, la salud, y las alegrías y tristezas familiares. Los pescadores artesanales no consumen el pescado que capturan: es su fuente de ingresos. Cuando hay pocas o no hay capturas, su situación es peor que la de los jornaleros. Muchos pescadores artesanales y sus familias no tienen acceso a tres comidas regulares al día. La mayor parte de la comida que hay en la mesa corresponde a lo que los pescadores hayan podido traer a casa ese mismo día.

A través de sus campañas de promoción, el Pakistan Fisherfolk Forum (Foro de pescadores artesanales de Pakistán), que es miembro del Foro Mundial de Pueblos Pescadores, (World Forum of Fisher Peoples o WFFP) y la Red Mundial por el Derecho a la Alimentación y Nutrición (Global Network for the Right to Food and Nutrition), ha abogado por la formulación de una política pesquera sostenible a escala provincial, que mitigue los efectos del cambio climático. Además, demanda el cierre de varias centrales de carbón y embalses en Pakistán, y que se produzca energía renovable respetuosa con el medio ambiente que responde a las necesidades de las comunidades y los pueblos.

Voces desde el terreno 2

He Kai kei aku ringa – Alimentos producidos con mis propias manos (Food provided by my own hands

Moko Morris, Te Waka Kai Ora Aotearoa, afiliación tribal a los Te Ātiawa y Te Aitanga a Mahaki, Aotearoa, Nueva Zelanda.

Inspirado por La Vía Campesina, Te Waka Kai Ora Aotearoa (Autoridad Nacional Maorí Orgánica de Aotearoa) ha desarrollado un sistema indígena de verificación para los alimentos cultivados y producidos con arreglo a los valores tradicionales Maoríes. Hua Parakore– denominación de este sistema de verificación – significa literalmente “producto puro” o “kai atua ”- alimentos de los dioses. Hua Parakore da testimonio de nuestra profunda conexión con la naturaleza y nuestro modo de cuidar los territorios, los ecosistemas y la biodiversidad. Espero que pronto, al atravesar el país, se puedan encontrar con facilidad nuestras señales en las Marae (casas de encuentro) granjas, escuelas, guarderías, proclamando nuestro compromiso de cultivar alimentos con valores indígenas que cuentan nuestra historia y fortalecen la soberanía alimentaria.

Se ha presentado al Parlamento una nueva ley que propone una norma nacional única para los productos ecológicos. El objetivo de esta ley es la promoción del sector ecológico, pero ignora un sistema muy conocido y respetado como el nuestro.

La ley no contiene ninguna norma dirigida a mantener el espíritu de Te Tiriti o Waitangi (Tratado de Waitangi), que se firmó entre la Corona Británica y el pueblo Maorí en 1840 y que obliga al gobierno de Nueva Zelanda a respetar y proteger los derechos del pueblo Maorí. Esto incluye la protección de los derechos de nuestros taonga (tesoros), entre los que se incluyen nuestros territorios, así como Ngā Hua Māori (los productos de la naturaleza) y Kai Atua.

Por ello, la ley actual profundiza en el programa colonizador y niega nuestros derechos. En lugar de reconocer, proteger y promover los sistemas alimentarios indígenas en Aotearoa/Nueva Zelanda que han alimentado a nuestro pueblo durante siglos, respetando la naturaleza, el gobierno promueve un sector de los alimentos ecológicos guiado por intereses comerciales y que creará un paisaje de monocultivos. Seguimos comprometidos con nuestro derecho a la alimentación y a la autodeterminación.

Voces desde el terreno 3

Reconocimiento legal de los sistemas consuetudinarios de tenencia de la tierra en Mali

Massa Koné, Convergencia Maliense contra el Acaparamiento de Tierras.

La ley del Suelo de Mali, Code Domanial et Foncier, en principio reconoce los derechos consuetudinarios de las comunidades a sus tierras, pero estas normas no se aplican en la práctica. Los títulos de propiedad que los inversores malienses e internacionales adquieren a los servicios estatales mediante el abuso de poder, la corrupción, la violencia, etc. prevalecen sobre los derechos de tenencia de las comunidades que han vivido en esas tierras durante muchos años. Después de años de movilización y promoción de base, el gobierno de Malí adoptó una nueva ley sobre tierras agrícolas (Loi sur le Foncier Agricole o LFA por sus siglas en francés) en 2017, acompañada de dos decretos de aplicación en 2018. Aunque el marco jurídico heredado de la era colonial concedía todas las tierras al Estado, la LFA reconoce que hay tierras agrícolas que pertenecen a las comunidades, lo cual es un logro histórico.

La seguridad y gestión de la tenencia de las tierras comunitarias está ahora en manos de las comunidades, a través de las llamadas Commissions foncières locales (comisiones locales de administración de tierras), que se establecen tras debate y validación por parte de las asambleas de los pueblos. Las comisiones se constituyen nombrando a un mínimo de siete personas, entre ellas mujeres, jóvenes y representantes de las diversas actividades agrícolas que se llevan a cabo en el pueblo. Así la tierra deja de estar en manos de unos pocos, es decir, los alcaldes de los pueblos, los líderes territoriales o líderes tradicionales, que eran los únicos responsables de ella. Además, los acuerdos llamados Conventions Locales pour la gestion du foncier et des resources naturelles (acuerdos para la gestión de las tierras y los recursos naturales), base de las normas que deben respetarse, son transcritos de modo colectivo y depositados ante las autoridades administrativas y legales. Las funciones principales de las Comisiones de administración de tierras son tres: (1) la gestión de todos los aspectos relacionados con la tierra; (2) la prevención y gestión de los conflictos; y (3) la expedición de certificados de propiedad de la tierra, que serán legalizados por las autoridades y ofrecen el mismo grado de protección legal que un título de propiedad.

Así pues, la LFA crea un espacio para que las comunidades gestionen sus propios recursos, sobre la base de los derechos colectivos y según las normas definidas por cada comunidad. Ello permite que las comunidades rurales se protejan frente al acaparamiento de tierras y la especulación, y abre espacios para el desarrollo de territorios de agro-ecología campesina. Pero la lucha no acaba aquí. Actualmente los movimientos sociales, las organizaciones campesinas y algunas organizaciones de la sociedad civil están apoyando la aplicación de la ley, en concreto mediante el acompañamiento a la creación de las Comisiones locales de administración de tierras, en un proceso que otorga a las comunidades un papel central. Además, actualmente está en revisión el Code Domanial et Foncier y es necesario proseguir con la movilización para garantizar que se alinee con la ley LFA, en medio de intentos de revertir los logros de la misma por parte de varios actores.

Cuadros

Cuadro 1

La misma historia con nuevas amenazas: la digitalización de tierras en Indonesia

La aplicación de las tecnologías digitales a la gobernanza de la tierra va en aumento por todo el planeta. Los defensores de la digitalización alegan promueve la eficiencia de la administración de la tierra y proporciona una mayor seguridad en la tenencia de la tierra (ver la Hoja Informativa Nyéléni sobre Digitalización). Mediante la utilización de imágenes de satélite digitales, drones, bases de datos electrónicas y tecnología de cadena de bloques, las tierras se cartografían, se catalogan y se registran, se almacenan los datos relativos a las mismas y se facilitan las transferencias de propiedad. Normalmente, estas tecnologías son impulsadas por proyectos financiados por donantes poderosos, cuyo fin principal es consolidar la privatización y mercantilización de las tierras y atraer las inversiones empresariales.

El Programa para Acelerar la Reforma Agraria en Indonesia (One Map Project), financiado por el Banco Mundial, es un buen ejemplo. Se trata de un programa de 240 millones de dólares USA adoptado en 2018, que se centra en un cartografiado generalizado de las tierras y los bosques, así como en un registro de la propiedad de la tierra y la expedición de títulos de propiedad individuales. Los datos y mapas se incorporan a un registro catastral y catastro digital, llamado e-Land. Según el Banco Mundial, e-Land proporcionará acceso a la información sobre tenencia no solo al público y las agencias del gobierno, sino también a “bancos comerciales, mediadores del mercado inmobiliario y tasadores de tierras”. Por definición, el proyecto persiste en las políticas del Banco Mundial en Indonesia y en otros lugares de impulso a los mercados inmobiliarios y creación de un entorno facilitador de los negocios.

Las organizaciones campesinas, como Serikat Petani Indonesia (SPI) señalan el hecho de que el proyecto no resuelve los principales problemas de tenencia de la tierra en Indonesia, a saber, la concentración extrema de la propiedad de la tierra y la falta de protección de los derechos tradicionales sobre los bosques. A menudo las comunidades indígenas y campesinas son excluidas de los mapas digitales oficiales. Por ello, la SPI y las comunidades locales están elaborando sus propios mapas con la ayuda de herramientas digitales como GPS, para impugnar los mapas oficiales y las reclamaciones de tierras por parte de las empresas, y reivindicar sus derechos. Así pues, en lugar de apoyar la reforma agraria, el proyecto ha abierto un nuevo frente para las comunidades y organizaciones sociales: la lucha por los datos digitales.

Cuadro 2

Gestión comunitaria del bosque para la salvaguarda de la biodiversidad y el clima

La gestión comunitaria del bosque es una herramienta extremadamente eficaz para la salvaguarda del bosque. La utilización de la biodiversidad por parte de los pueblos indígenas y otros pueblos de los bosques se basa a menudo en el conocimiento ancestral, y promueve la biodiversidad de los bosques en los que viven. Un ejemplo, es el caso de los pueblos indígenas Ngobe de la región Sur de Costa Rica y norte de Panamá: tejen fibras forestales y sus sombreros y cestos son de gran calidad. Utilizan una amplia variedad de fibras de palmera y lianas del bosque: una mujer Ngobe puede usar y conocer decenas de plantas forestales con las que elaborar distintos productos tejidos. Así, para sus cestas rústicas de larga duración, usan lianas de “cucharilla”, para sus sombreros rápidos y rústicos usan lianas de “estrella”, para los sombreros elegantes usan fibras procedentes de tres o cuatro palmeras del sotobosque. Preguntamos a una de las mujeres qué ocurrirá si agotan las lianas y las palmeras. Nos contesta: ¡No! Cortamos las lianas en luna menguante para que no se sequen cuando las entretejemos, y únicamente recogemos algunas hojas de las palmeras y sólo durante la fase adecuada de la luna, y durante la temporada de lluvias organizamos un festival de las lianas y toda la comunidad participa con los jóvenes recogiendo del bosque las lianas que usamos”.

Los sistemas agro-forestales de los pueblos Bribri y otros pueblos indígenas de Costa Rica son verdaderos vergeles, que incorporan una rica variedad de frijoles, calabazas, distintas variedades de banano y cacao, maíz, arroz y una amplia gama de especies arbóreas que de modo sabio y preciso regulan la luz del sistema. Integran el conocimiento ancestral con los bosques primarios, formando un impresionante marco de biodiversidad y agro-diversidad. Además, no sorprende que un estudio que analizó más de 500 experiencias de gestión del “patrimonio común” llegara a la conclusión de que “muchos de estos grupos mostraron rasgos fundamentales para la mejora del bienestar del grupo y obtuvieron resultados beneficiosos, tanto en términos económicos como de mejora de recursos, entre ellos las cuencas hidrográficas, los bosques y la gestión de plagas”.

Más información: Baltodano J. Y Rojas I. 2008. Los Ngobes y el Bosque. Asociación de Comunidades Ecologistas La Ceiba- Amigos de la Tierra.CR. 64 pp. www.coecoceiba.org
Pretty J., 2003. Social Capital and the Collective Management of Resources Sciencie #302, Dic 2003, 1912-1913 (Capital social y gestion colectiva de los recursos)

Destacados

Destacados 1

De la reforma agraria a los derechos de los pueblos pasando por los territorios: una breve historia de la lucha de los pueblos por los recursos naturales

La lucha por la tierra ha sido un pilar del movimiento de soberanía alimentaria desde su aparición en la década de 1990. En esa época, las organizaciones de campesinos y campesinas y de los sin tierra de diferentes regiones del mundo se movilizaban contra la concentración de tierras en pocas manos y las grandes explotaciones agrícolas (a veces denominadas latifundios), que a menudo eran herencia de la época colonial[1]. En 1999, La Vía Campesina lanzó una Campaña Mundial para la Reforma Agraria (GCAR) con el fin de fomentar políticas de distribución de la tierra basadas en los derechos humanos y oponerse a los enfoques que promovían que los mercados eran la mejor manera de asignar la tierra a los usuarios más «eficientes» y a los usos productivos. Las demandas de los movimientos rurales de   una reforma agraria integral también cobraron fuerza a nivel internacional y culminaron, en 2006, con la declaración final de la Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural (CIRADR) [2].

Hacia finales de la década de 2000, dos importantes acontecimientos cambiaron el marco de las disputas por la tierra. En primer lugar, el movimiento de soberanía alimentaria se reunió en el Foro Mundial de Soberanía Alimentaria en Sélingué (Malí). Diversos grupos de pequeños productores de alimentos, como comunidades indígenas, pastores y pescadores artesanales participaron en aquella histórica reunión. Estas organizaciones tenían historias y preocupaciones diferentes a las de algunas de las organizaciones de campesinos y sus exigencias no se centraban necesariamente en la reforma agraria. La noción de «territorios» surgió del debate como un marco más holístico, capaz de captar la estrecha y multifacética relación que las diversas comunidades y pueblos tienen con su entorno natural, incluidas las tierras de cultivo, el agua, la pesca, los pastizales y los bosques. En segundo lugar, la crisis de precios de los alimentos y la crisis financiera, que comenzaron en 2008, desencadenaron una nueva oleada de acaparamiento de tierras, que también afectó a regiones que hasta entonces no habían sufrido altos niveles de concentración de tierras (por ejemplo, el África occidental). Esta nueva fiebre por la tierra fue recibida con una feroz resistencia por parte de las comunidades y las organizaciones de pequeños productores de alimentos en defensa de sus territorios, incluidos sus sistemas de tenencia colectiva y consuetudinaria. En 2011 se reunieron de nuevo en Sélingué  organizaciones de todo el mundo en una Conferencia Internacional de Campesinos para detener el acaparamiento de tierras. Esto marcó un momento importante en la creación de un movimiento mundial contra el acaparamiento de tierras, basado en las exigencias de reforma agraria, aunque también reconoció con más fuerza las demandas de los movimientos y los grupos que no se sentían cómodos con el lenguaje de la reforma agraria. En 2016, los movimientos sociales y sus aliados se reunieron en la Conferencia Internacional sobre la Reforma Agraria en Marabá, Brasil, donde aprobaron el concepto de Reforma Agraria Popular, inicialmente propuesto por La Vía Campesina Brasil y que integra las demandas de distribución de la tierra en políticas más amplias para transformar la economía y la sociedad, incluyendo a los trabajadores urbanos. [3]

La apropiación de tierras a nivel mundial volvió a situar a la tierra en un lugar prominente de la agenda internacional. Entre otras cosas, dio un nuevo impulso a la iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) para elaborar un documento internacional de referencia sobre la gobernanza de los recursos naturales. Las organizaciones de pequeños productores de alimentos reunidas en el Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria (CIP) lideraron la participación de la sociedad civil en las negociaciones que tuvieron lugar en el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA). En 2012, se aprobaron las Directrices sobre la gobernanza responsable de la tierra, la pesca y los bosques (Directrices sobre la tenencia). Basadas en la CIRADR (Conferencia Internacional sobre reforma agraria y desarrollo rural), dichas directrices aclaran las obligaciones de los Estados, a saber, respetar, proteger y garantizar todos los derechos de tenencia legítimos (sean o no reconocidos legalmente), dando prioridad a los grupos más marginados. Además, contienen disposiciones para la protección de los sistemas de tenencia consuetudinaria, así como para la restitución y la redistribución. [4]  Las Directrices sobre la tenencia se complementaron en 2014 con las Directrices para garantizar la pesca sostenible a pequeña escala, que también hacen hincapié en el carácter colectivo de los derechos de muchas comunidades. [5]

Estas directrices internacionales han brindado a las organizaciones sociales la oportunidad de avanzar en sus luchas a nivel local, nacional y regional. Han logrado considerables avances en varios países y han presionado para que se reconozca internacionalmente y de manera explícita el derecho humano a la tierra para la población rural. Esto se logró finalmente en 2018 con la adopción de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en zonas rurales (2018)[6], que complementa la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas y el Convenio Nº 169 de la Organización Internacional del Trabajo. Sin embargo, las Directrices sobre tenencia de la tierra también fueron adoptadas por actores que consideran la tierra y los recursos naturales conexos sobre todo como un activo económico y financiero globalizado. En este contexto, «derechos seguros de tenencia de la tierra» o «seguridad de tenencia» implica otorgar derechos de propiedad exclusivos, por lo general en forma de títulos de propiedad individuales. La Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra (ILC por sus siglas en inglés) es una emblemática manifestación de un enfoque que considera que los proyectos de «inversión» relacionados con la tierra son necesarios, reconociendo al mismo tiempo que es preciso paliar el impacto negativo sobre la población local. La inclusión de la tierra en el Programa de Desarrollo Sostenible de 2030 y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se ha producido en este marco.

Destacados 2

Tierra y territorios hoy en día: nuevos desafíos y luchas más amplias

Si bien la tierra y los recursos naturales se han vuelto a incluir como cuestiones fundamentales en la agenda mundial, la desposesión de comunidades y poblaciones ha alcanzado nuevas cotas. Hoy en día, las luchas de los movimientos sociales por los territorios deben adaptarse a un nuevo contexto que se caracteriza por una serie de acontecimientos:

  • Financierización: La crisis financiera que comenzó en 2008/09 ha puesto de manifiesto el gran poder del capitalismo financiero y también la consiguiente desposesión y destrucción de los medios de vida en comunidades de todo el mundo. Las transacciones de tierras y todo tipo de proyectos de «inversión» (agricultura industrial, infraestructura, etc.) se gestionan a través de redes de inversión opacas, paraísos fiscales y centros financieros extraterritoriales. Los nuevos instrumentos financieros, como los derivados, permiten nuevas formas de extracción de riqueza y especulación por parte de actores corporativos y financieros[7].  La financierización ha llegado acompañada de nuevos niveles de concentración del control de los territorios en manos de unos pocos actores poderosos (por ejemplo, la empresa de agronegocio Olam, con sede en Singapur, posee y gestiona más de 3 millones de hectáreas de tierras y bosques en todo el mundo), y además pone en tela de juicio las reivindicaciones tradicionales de la reforma agraria, como la exigencia de distribuir las tierras en desuso. Esto se debe a que el valor de la tierra como activo financiero está desvinculado de su uso y a la tierra que produce se le dan otros usos para generar rentabilidad financiera. Esto también se aplica a los bosques y océanos, que se han convertido en activos para diversos planes de mitigación del cambio climático en el marco de las denominadas economías «verde y azul». Como consecuencia de la financierización, el control efectivo de la tierra y de otros recursos naturales está cada vez más en manos de actores financieros que no son necesariamente visibles para las comunidades y pueblos afectados. Entre ellos figuran fondos de pensiones, fondos de inversión, bancos, compañías de seguros y empresas de gestión de activos como BlackRock, la mayor empresa financiera del mundo. Por consiguiente, la lucha por la tierra y los territorios debe abordar también cuestiones de justicia financiera, como el cese de la evasión fiscal, el cierre de los paraísos fiscales y el fin de los flujos financieros ilícitos.
  • Digitalización: Las tecnologías digitales desempeñan un papel fundamental a la hora de convertir tierras, zonas de pesca y bosques en activos globalizados y, por consiguiente, son un elemento fundamental de la financierización. Los gobiernos, las instituciones internacionales y el sector empresarial promueven la digitalización como un nuevo «remedio mágico» que servirá para lograr una gestión más eficiente de los recursos naturales y garantizar la seguridad de la tenencia para las comunidades. Si bien los movimientos en pro de la soberanía alimentaria y las organizaciones de pequeños productores de alimentos aún tienen que debatir en qué medida se pueden utilizar las tecnologías digitales de manera emancipadora, es evidente que el programa de digitalización que impulsan las empresas no hace sino perpetuar las desigualdades estructurales y los desequilibrios de poder.[8]
  • Auge del autoritarismo y crisis de la democracia: Las luchas de los movimientos sociales y las comunidades indígenas se encuentran cada vez sometidas a mayor presión por los regímenes autoritarios, racistas y chovinistas que tratan de apropiarse de la demanda de tierras para sus propios fines, por un lado, y los nuevos niveles de apropiación de los espacios de gobernanza por parte de las empresas, por otro. Como consecuencia de estos acontecimientos, se ha llegado a un nivel alarmante de erosión de los derechos humanos y la democracia a nivel nacional e internacional, y por eso las ideas fundamentales que enmarcan las exigencias sobre tierras y las campañas han cambiado. En el plano internacional, un mayor poder empresarial, la incapacidad de las instituciones de las Naciones Unidas para proporcionar asesoramiento útil y de confianza ante las diversas crisis y el aumento del autoritarismo de la derecha han provocado una profunda crisis del sistema multilateral de las Naciones Unidas. Todo ello ha tenido graves repercusiones en la puesta en marcha de los logros importantes antes mencionados. [9]
  • Convergencia de las luchas agrarias y ecológicas: Actualmente, el mundo se enfrenta a una profunda crisis ecológica que se manifiesta con mayor fuerza a través del calentamiento global (provocado por el hombre) y en la drástica pérdida de diversidad biológica. Evidentemente, esta crisis tiene importantes consecuencias para la soberanía alimentaria. Los movimientos agrícolas y las luchas por la tierra y los territorios deben recoger estas cuestiones de manera más amplia. Una demostración de la pertinencia de las cuestiones ecológicas en nuestros días es el hecho de que los debates relevantes sobre la tierra se han alejado de los espacios «tradicionales» de gobernanza de la tierra y tienen lugar, cada vez más, en otros foros, como los relacionados con el cambio climático, la biodiversidad, la degradación de la tierra y los suelos, etc.[10]  Aunque las organizaciones de pequeños productores de alimentos han logrado integrar parcialmente las Directrices sobre la tenencia de la tierra, las Directrices del Marco Estratégico y el UNDROP en algunos de los principales debates relacionados con el tema, el marco normativo de las cuestiones relativas a la tierra sigue siendo muy limitado. Por ejemplo, algunos de los grupos de la sociedad civil que han participado activamente en cuestiones climáticas y sobre diversidad biológica se centran en exigencias específicas y limitadas, como las salvaguardias para proteger los derechos de las comunidades indígenas o la formalización de los derechos de las comunidades sobre la tierra. Las organizaciones de pequeños productores de alimentos que luchan por la soberanía alimentaria no están (aún) bien representadas en estos foros, dominados por ONGs especializadas y sus conocimientos «expertos». Las organizaciones de pequeños productores de alimentos del CIP luchan actualmente por un reconocimiento más amplio del papel de la población rural como guardianes de los ecosistemas que necesitan un control efectivo de sus territorios.
  • Incidencia en el modelo de producción: En la actualidad, los debates más intensos sobre seguridad alimentaria se centran en la necesaria transformación del sistema alimentario y de la agroecología. Teniendo en cuenta la profunda crisis de legitimidad del modelo del agronegocio, claramente insostenible, los movimientos sociales y las OSC han conseguido grandes avances, especialmente en el CSA[11] y la FAO[12]. La tierra y los territorios son fundamentales en estos debates, pero rara vez se les concede la importancia que merecen en este contexto. Además, a pesar de la crisis de legitimidad del agronegocio, hasta ahora se han producido pocos cambios reales. El agronegocio propone una agricultura climáticamente inteligente y el uso de nuevas tecnologías (biológicas y digitales) como supuestas soluciones diseñadas para aumentar su poder. El agronegocio se ha servido de la crisis ocasionada por la COVID y de las limitaciones que ha supuesto para los movimientos sociales y las organizaciones de las comunidades indígenas en cuanto a su capacidad de movilización. Así, el agronegocio ha aprovechado el momento para consolidar su poder en muchos países[13] y en la narrativa dominante a nivel internacional. [14]  
  • La pandemia de la COVID-19 y las respuestas: Aunque la crisis provocada por la pandemia, y las respuestas de los gobiernos ante la misma, han desvelado las profundas desigualdades de nuestras sociedades y la profunda crisis del sistema alimentario industrial, los debates y las medidas de respuesta se han centrado en gran medida en los aspectos sanitarios. Aunque se ha reconocido ampliamente que las actividades extractivas, incluido el agronegocio, son responsables de la destrucción de los ecosistemas, y que ésta conduce a la emergencia de nuevos patógenos, las respuestas internacionales y nacionales se han centrado en salvar a las grandes empresas y en mantener las cadenas de valor mundiales.  Algunas organizaciones campesinas han establecido el vínculo con la concentración de la tierra, reclamando reformas redistributivas como parte de su respuesta frente a la crisis, a la recesión económica y a la escalada de desigualdades que probablemente acarreará,[15] pero todavía no ha habido una respuesta amplia por parte del movimiento de la soberanía alimentaria sobre el modo de incorporar la tierra y los territorios en el orden posterior a la pandemia.

En esta época de grandes perturbaciones y cambios, es importante revivir y resituar (al menos parcialmente) las luchas por la tierra  y los territorios en el nuevo contexto. Esto exigirá construir a partir de las “viejas” estrategias y a la vez buscar nuevas vías adaptadas a las circunstancias actuales. Durante los últimos años han empezado a surgir convergencias más amplias de las luchas por la soberanía alimentaria, los derechos de las mujeres y la justicia ambiental, social y financiera, que ponen en contacto en modos nuevos movimientos y demandas, y podrían conducir a nuevas estrategias de generación de poder  para lograr un cambio sistémico.  En algunos países, la  “emergencia“ COVID  ha promovido la solidaridad y la organización local, combinándose ayuda directa y acciones de apoyo con demandas políticas orientadas hacia un cambio transformador. 

El momento actual proporciona una oportunidad  importante de reflexión profunda, colectiva y orientada a la acción, porque ha expuesto más claramente que nunca las inmensas injusticias y desigualdades de los sistemas alimentario y económico actuales.  También es un momento de reconfiguración de las relaciones de poder que va a determinar la medida en que los movimientos sociales y la movilización de los pueblos van a ser capaces de hacer avanzar el programa político de la soberanía alimentaria.  


[1]              En muchos países, durante casi toda la segunda mitad del siglo XX ha formado parte de las luchas sociales la organización contra la concentración de tierras y para exigir la redistribución de la tierra. Por ejemplo, numerosos movimientos revolucionarios en Asia, incluso después de la descolonización, giraban en torno a la tierra.

[2]              Disponible aquí.

[3]              La Declaración final de esta Conferencia aquí.

[4]              Ver las Directrices sobre tenencia. El Grupo de Trabajo del CIP sobre tierras y territorio ha elaborado un Manual para las comunidades, con el fin de orientar a las organizaciones de base en el uso de este instrumento internacional.

[5]              Puede consultarse aquí.

[6]              Puede consultarse aquí, véanse en particular los artículos 5 y 17.

[7]              Para más información, aquí.

[8]              Para más información, consultar el boletín Nyéléni num. 37 sobre Digitalización del sistema alimentario.

[9]              Un ejemplo es la Cumbre sobre el Sistema Alimentario prevista para 2021 y cuyo proceso orientado a los intereses corporativos han denunciado más de quinientas asociaciones de todo el mundo. Ver aquí.

[10]            Esto ha ocurrido al mismo tiempo que la FAO ha renunciado en gran medida a su liderazgo en las cuestiones relativas a la tierra y no tiene una estrategia clara para la aplicación de las Directrices sobre la tenencia de la tierra en consonancia con la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (UNDROP). De esta manera, se deja la puerta abierta para que otros actores asuman el papel principal, como el Banco Mundial y las plataformas de múltiples partes interesadas, como la CDI.

[11]            El Comité de Seguridad Alimentaria y Nutricional participa actualmente en dos importantes procesos normativos a este respecto: 1) las negociaciones sobre las Directrices voluntarias sobre sistemas alimentarios y nutrición; y 2) la elaboración de recomendaciones de políticas sobre enfoques agroecológicos y otros enfoques innovadores.

[12]            Tras la celebración de dos simposios/conferencias internacionales y una serie de simposios regionales de la FAO, el Consejo de la FAO (órgano ejecutivo de la FAO) aprobó oficialmente los Diez Elementos de la Agroecología en diciembre de 2019.

[13]            Entre los ejemplos más flagrantes se encuentra el hecho de que se permitan los organismos genéticamente modificados (OGM) en Ecuador y Bolivia y la creciente deforestación en Brasil.

[14]            Ver, por ejemplo aquí.

[15]            Ver, por ejemplo el Plan de emergencia del MST para la reforma agraria popular.

Boletín núm. 41 – Editorial

Mucho más que tierra – Territorios y Soberanía Alimentaria

Ilustración de Luisa Rivera / www.luisarivera.cl

La tierra ha sido siempre un bien muy codiciado. El control de la tierra y de los recursos ligados a la misma, ilustran las relaciones de poder en un país o región y son un indicador de las injusticias sociales existentes. Esos recursos, que han estado en el corazón del movimiento por la soberanía alimentaria desde sus inicios, al mismo tiempo son fundamentales para los derechos, los medios de subsistencia y la identidad de los pequeños productores de alimentos.

Este número del Boletín Nyéléni es la segunda edición de este año dedicada al tema de la tierra. En los antecedentes históricos analizamos cómo han evolucionado las disputas relacionadas con la tierra en los últimos decenios, comenzando por las demandas para reformar la agricultura hacia un marco más amplio, que reivindique la estrecha y polifacética relación de los pueblos y las comunidades con sus territorios.

A pesar de los constantes desafíos que plantea la lucha de los pueblos por la tierra, en este número celebramos importantes victorias y destacamos la ingeniosidad de las comunidades de todo el mundo para hacer valer sus derechos y gestionar sus territorios. Las organizaciones sociales están encontrando maneras de incluir en sus luchas ciertos problemas emergentes, como por ejemplo los desafíos del cambio climático y las tecnologías digitales. Ante la digitalización agresiva, la financierización y el autoritarismo, así como del creciente solapamiento de las cuestiones agrarias y ecológicas, señalamos la necesidad de que los movimientos intensifiquen y reorienten sus estrategias.
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