Cuadro 1
Soberanía alimentaria en la interfaz rural-urbana #1
La interfaz entre lo rural y lo urbano puede encontrarse en la lejana periferia, en los repartos, banlieues y barrios marginados de los centros urbanos del Norte, y en las favelas, barrios desfavorecidos, barriadas pobres y cinturones de miseria que rodean las grandes ciudades del Sur. Pero se encuentra, además, en diversos pueblos y ciudades repartidos por el paisaje mundial. Es tan omnipresente que a veces es fácil no reparar en ella.
Por añadidura, el capitalismo ha creado, desde la revolución industrial, una brecha entre el medio rural y el urbano al someter a la población rural y sus economías a la lógica de la capital metropolitana. El actual sistema alimentario capitalista sigue extrayendo riqueza del campo en forma de alimentos, energía, agua, materias primas, mano de obra y, cada vez más, a través de la especulación del suelo y la «financiarización». En lugar de centrar nuestra atención en el potencial liberador de esta interfaz rural-urbana, el capitalismo acentúa las desigualdades y aumenta las fricciones entre ambos medios.
La interfaz entre lo rural y lo urbano es doblemente importante para la soberanía alimentaria: primero, proporciona lugares donde productores y consumidores pueden construir relaciones de mercado alternativas como mercados de agricultores, consejos de política alimentaria y redes de Agricultura Sostenida por la Comunidad. En segundo lugar, proporciona espacios sociales donde productores y consumidores pueden politizar esas alternativas mediante la elaboración de nuevas formas de ciudadanía alimentaria como los bienes comunes y las alianzas políticas.
Estas alianzas políticas entre comunidades rurales, periurbanas y urbanas son fundamentales para la consecución de la soberanía alimentaria. ¿Por qué? Porque bajo el neoliberalismo, el campo se ha «ahuecado» perdiendo la mayoría de sus instituciones públicas (y a muchos de sus agricultores). Esto deja a las comunidades rurales vulnerables ante la extracción masiva de riqueza por parte de empresas, el empobrecimiento y muchas formas de violencia estatal, paramilitar, y entre pandillas.
Soberanía alimentaria en la interfaz rural-urbana #2
En los países industrializados, los agricultores familiares son ahora una minoría tan pequeña de la población que les resulta imposible ejercer el poder político por sí solos. En el Sur, los campesinos y campesinas, pescadores y pastores, todos y todas ellos históricamente oprimidos, se encuentran dispersos a grandes distancias con malas comunicaciones y poca infraestructura, desconectados de las ciudades donde se toman las decisiones políticas estructurales.
Aún así, los lugares y espacios de la interfaz rural-urbana proporcionan un laboratorio para la política de oposición y prefigurativa, sello distintivo de la soberanía alimentaria. Por un lado, siguiendo la estela de las luchas agrarias, en las zonas urbanas y periurbanas están surgiendo demandas políticas por el desmantelamiento empresarial, el derecho a la alimentación, la redistribución de la tierra y el acceso a mercados justos. Por otra parte, alternativas como la permacultura y la agroecología muestran a los consumidores cómo podría llegar a ser nuestro sistema alimentario si se eliminaran las barreras políticas que impiden su adopción masiva.
El denso tejido social de la interfaz rural-urbana puede ayudar a articular el poder heterogéneo (si bien a menudo fragmentado) de los movimientos sociales, vinculando la soberanía alimentaria a luchas como el movimiento municipal, y los movimientos en pro de la justicia alimentaria, ambiental y de género. Las posibilidades de aprendizaje mutuo y de convergencia entre estos movimientos ofrecen una oportunidad para que la soberanía alimentaria sirva de motor para transformar los sistemas capitalistas en los que se integran nuestros sistemas agrícolas y alimentarios.
Cuadro 2
Los mercados locales de alimentos y los vínculos urbano-rurales en Ecuador*
Si las personas no comen alimentos locales saludables, desaparecerán las semillas locales de calidad y la biodiversidad comunitaria, clave para la producción agroecológica. Así, en los últimos cinco a diez años hemos promovido un proceso para forjar relaciones directas y mutuamente beneficiosas entre los agricultores y las organizaciones de consumidores urbanos para fortalecer los sistemas alimentarios locales. En la práctica, esto ha dado como resultado el empoderamiento de los agricultores, el aumento de sus ingresos y el fortalecimiento de su capacidad para negociar con los compradores. Los consumidores obtienen acceso a alimentos locales saludables a un costo menor, mientras que apoyan la producción agroecológica.
Los productores de varias comunidades se han unido al movimiento Canastas Comunitarias (un modelo similar a la Agricultura Apoyada por la Comunidad en Estados Unidos, CSA siglas en inglés) y han comenzado las ventas directas y los mercados y ferias de agricultores agroecológicos. Las Canastas y las redes de alimentos alternativos fomentan relaciones más beneficiosas y transparentes entre las organizaciones urbanas y rurales; sensibilizar a la población; y brindan oportunidades para abordar temas como las relaciones de género y las políticas apropiadas para la seguridad alimentaria, la inversión rural y la biodiversidad. En palabras de la agricultora Lilian Rocío Quingaluisa de la provincia de Cotopaxi: «Trabajar directamente con los ciudadanos urbanos es una gran cosa para nosotras como agricultoras. Significa que tenemos mejores ingresos, no tenemos que trabajar en la tierra ajena, somos más independientes y podemos pasar más tiempo con nuestras familias y animales». Otra agricultora, Elena Tenelema, añade: » Las Cestas eliminan el abuso por intermediarios. Segundo, nos dan un ingreso garantizado, que podemos usar para mejorar nuestra salud, para la educación, o para comprar animales. La gente de la ciudad conoce y come nuestros productos. Esa es una de las cosas más importantes por las que luchamos como agricultores indígenas».
Se reconoce cada vez más este tipo de promisorias iniciativas de mercado local en el ámbito político del Ecuador y la Constitución las reconoce en el marco de la Economía Social y Solidaria. Pero el fomento de sistemas alimentarios directos y recíprocos no es una tarea fácil, sobre todo ante la agricultura industrializada y la distribución de alimentos, y aún queda mucho trabajo por hacer.
Debemos crear un diálogo productivo y vínculos entre las instituciones públicas, la sociedad civil, las ONG, las universidades, los institutos de investigación y las comunidades rurales y urbanas. Esto incluye la colaboración con redes urbanas influyentes y organizaciones de consumidores. Necesitamos estar constantemente al tanto de las innovaciones en las relaciones urbano-rurales, incluyendo la agricultura periurbana y urbana. Como dice Pacho Gangotena, agricultor y agroecologista, «creo que el cambio social en la agricultura no vendrá de arriba, de los gobiernos. Vendrá de miles y millones de pequeñas familias campesinas que están empezando a transformar todo el espectro productivo. . . Somos un tsunami que está en camino».
* Pedro J. Oyarzún & Ross M. Borja, Tierra Fértil: Desarrollando la Agroecología de abajo hacia arriba, Capitulo 4 – Mercados Locales, Semillas Nativas y Alianzas para Mejorar los Sistemas Alimentarios a través de la Agroecología en Ecuador, 2017.
Cuadro 3
Retrosuburbia; paisajes productivos desde la perspectiva agrícola
La permacultura es una de las pocas corrientes dentro del movimiento de soberanía alimentaria que ha atraído suficiente activismo y esfuerzo en torno al potencial de los paisajes y habitantes suburbanos de ser parte de la solución a problemas complejos que caracterizan a los sistemas alimentarios modernos y globalizados. La comprensión de las ciudades con suburbios extensos como un producto del automóvil y la energía barata es correcta. Al contemplar un mundo restringido y limitado por el clima y los recursos, la mayoría de los comentaristas urbanos han asumido que los suburbios son la forma menos adaptada y que serán reemplazados por patrones más compactos que hagan un uso más eficiente de la infraestructura urbana, en particular del transporte público.
Aunque la presunción de que el futuro restringido por la energía y los recursos reducirá la asignación de espacio para vehículos privados es razonable, considero que la idea de paisajes con mayor densidad poblacional es una respuesta necesaria e inevitable pero viciada por muchos motivos.
Uno de los motivos es que los paisajes suburbanos tienen suficiente tierra y acceso a la luz solar, agua y nutrientes para cultivar grandes cantidades de verduras, frutas y criar ganado pequeño para los habitantes de la zona. Explotar este potencial largamente desaprovechado podría reducir masivamente la huella ambiental total, aumentar la actividad económica local y la resiliencia, y mejorar la conectividad y la salud social. También podría llevar a la conservación de tierras cultivables de primera calidad para cultivos de primera necesidad, tanto a nivel local como global. El desarrollo de mayor densidad orientado a mantener ciudades con mucho movimiento diario sería poner el carro de la «sostenibilidad» delante del caballo (de la seguridad y soberanía alimentaria).
Lugares como el delta del río Rojo en Vietnam (antes de la industrialización) tuvieron mayor densidad poblacional que los suburbios de Australia, y vivieron prácticamente en autosuficiencia. Aunque estos lugares son casos especiales; muy fértiles, llanos, con sistemas de irrigación extensos, nuestros suburbios tienen infraestructura para suministro de agua que hacen de las ciudades de Australia los paisajes irrigados más extensos. Tenemos superficies duras por donde corre el agua de lluvia; podrían ser labradas y convertidas en suelo potencialmente productivo. Tenemos casas individuales que se pueden reacondicionar para tener acceso al sol, porque, en general, están a suficiente distancia de las casas vecinas lo que permitiría producir energía solar. Hay muchas maneras de readaptar los suburbios, gradualmente, a un mundo que va hacia la reducción energética, a fin de llevar una vida frugal pero plena y abundante.
Dada la velocidad a la que nos acercamos a este mundo que va hacia la reducción energética con menos, y la calma con la que se considera seriamente la planificación y la concienciación, debemos asumir que no habrá estrategias adaptativas dependientes de una planificación a gran escala y de largo alcance, antes bien serán las personas las que orgánica y gradualmente, mediante el hacer, den respuesta a las situaciones que se vayan presentando. En un edificio de muchos pisos la readaptación requiere de mucha negociación con propietarios y otras partes interesadas, y las soluciones son técnicamente complejas. En los suburbios, la gente puede comenzar a cambiar su casa y hacer cosas sin que toda la sociedad tenga que ponerse de acuerdo en un plan.
De manera que los suburbios se prestan a esta estrategia gradual, adaptativa donde alguien hace algo por aquí, y aprendemos de ello, sin necesidad de una gran hoja de ruta. A lo largo de la historia, ha habido personas que creían tener un plan para hacer que todo funcione…¡desconfíen de esas personas!
En términos prácticos, las casas grandes suburbanas, habitadas por una, dos o tres personas, que a menudo no están, se readaptarán al trabajo desde casa. Sus habitantes emprenderán negocios desde casa, tomarán el garaje doble, se desharán de los coches y lo transformarán en taller, y luego convertirán los patios traseros en lugares de producción de alimentos. La calle, un lugar muerto hasta el momento, volverá a ser un espacio activo, porque habrá gente. Esta recreación de la vida suburbana activa no distará mucho de la vida que existía en la década de los años 1950. Habrá casas más grandes -familiares o compartidas- en donde habrá quienes tendrán inquilinos que ayuden a pagar la renta o la hipoteca, o a hacer las tareas que haya que hacer. Soy optimista respecto de la forma en que los suburbios se pueden readaptar para adecuarse a los desafíos del futuro, para que sean productivos y resilientes en términos agrícolas, al tiempo que alberguen más personas sin necesidad de seguir construyendo y pavimentando el planeta.
Mas información: David Holmgren, retrosuburbia.com