El lugar de la alimentación infantil en la soberanía alimentaria
En nuestro trabajo político de concientización, educación y movilización por la soberanía alimentaria, ¿cuánta importancia le damos a tematizar la alimentación de nuestras hijas/os y las niñas/os que nos rodean? ¿Es acaso éste un tema menor de interés sólo para quienes somos madres? A continuación ofrecemos algunas reflexiones sobre por qué el tema de la alimentación de nuestras niñas/os y su participación activa y por derecho propio en nuestro movimiento es vital para el futuro de la soberanía alimentaria.
De la desnutrición a la obesidad infantil – el discurso dominante
El discurso público sobre alimentación e infancia ha estado dominado por un abordaje médico-científico: por décadas la preocupación principal ha sido la desnutrición, así que el debate ha girado principalmente en torno de las medidas antropométricas como las estadísticas sobre índice de peso para la edad, índice de talla para la edad y la carencia de vitaminas. Recientemente, el índice de sobrepeso empieza a robarse la atención de la opinión pública debido a su dramático aumento. El último Informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de FAO dictamina que mientras los índices de desnutrición seguirán bajando, el índice de sobrepeso va a aumentar. El tema de la obesidad infantil probablemente se convertirá entonces en el tema prioritario en la agenda política de las agencias internacionales.
La obesidad y el sobrepeso solían considerarse problemas de los países de ingresos altos. Sin embargo, la prevalencia de estos trastornos viene en aumento en los países de ingresos bajos y medianos principalmente en zonas urbanas. En África en número de niñas/os con sobrepeso u obesidad se ha duplicado: de 5.4 millones en 1990 a 10.6 millones en 2014. En 2014 cerca de la mitad de las/os niña/os con sobrepeso eran de Asia; mientras que en México se calcula que cerca del 30% de las niñas/os tienen sobrepeso.
¿Cuáles son los factores que explican esta pandemia? Hay distintos abordajes. Por un lado, las instituciones y agencias internacionales propagan un abordaje individualista, moralizante que sutilmente culpa a las familias por no alimentar bien a las niñas/os, y por ponerles a ver televisión o internet en lugar de hacer ejercicio. En este discurso, el estilo de vida urbano, con sus tiempos, tipos de trabajo y relaciones sociales, cambia los hábitos alimentarios por unos más modernos, ligados a al supuesto desarrollo. La solución que plantea este abordaje se enfoca en informar y educar mejor a los consumidores para que elijan los alimentos más sanos en las estanterías de los supermercados y en incentivarlos a hacer ejercicio.
La geopolítica de la dieta “occidental”
Evidentemente este abordaje no pregunta por los determinantes históricos, políticos, socio-económicos y culturales que condicionan el tipo de comida que se produce y los factores que le dan forma a los hábitos alimentarios de las comunidades. Es un abordaje que desconoce relaciones de poder, de opresión y discriminación. No pregunta quién decidió y cómo impuso la dieta urbana o “occidental” que es rica en grasas, azúcar, carbohidratos refinados, carne y productos animales pero pobre en vegetales, legumbres y granos gruesos al mundo entero. El aumento en el consumo de estos productos está estrechamente relacionado con las políticas agrícola practicada por las principales potencias agrícolas mundiales. Estas políticas establecieron una serie de incentivos (subsidios de producción, investigación pública, ayuda para la exportación) que llevaron a concentrar la producción en cereales básicos (trigo, maíz, arroz) y en oleaginosas. Por otra parte, La liberalización del comercio agro-pecuario y pesquero, así como el fomento de las inversiones extranjeras en toda la cadena alimentaria han jugado un rol central en la expansión de las corporaciones transnacionales a lo largo de toda la cadena alimentaria. A través de este sistema alimentario global corporativo la dieta compuesta de “comida chatarra” o comestibles ultra-procesados – como las papas fritas, la pasta, las hamburguesas y las bebidas azucaradas – se ha propagado a grandes velocidades por todo el planeta.
La dieta “occidental” se impone no sólo gracias a factores duros como los geo-políticos y económicos, sino que necesita también de la superestructura cultural para producir los cambios de hábitos alimenticios y culturales funcionales al sistema alimentario corporativo. El caso de la publicidad agresiva para cautivar a niña/os y jóvenes y formar desde temprana edad su gustos y costumbres alimentarias,habla por sí solo. Ver más abajo el cuadro sobre Colombia.
Los comedores escolares y la agricultura campesina
El principal punto de encuentro hasta ahora entre la alimentación infantil y la soberanía alimentaria se ha dado en el campo de los comedores escolares y las políticas públicas de fomento a la agricultura campesina. Los programas públicos de alimentación escolar han sido parte de la política social en varios países del mundo. Si bien se ha demostrado el efecto positivo de estos programas tanto para que las/os niñas/os atiendan regularmente la escuela como para mejorar su estado nutricional, su cubrimiento sigue siendo relativamente bajo y se calcula que apenas alcanza un 15% de la población infantil. Países como India, Brasil y África del Sur cuentan con importantes programas de alimentación escolar. En el caso de Brasil, la política pública de alimentación escolar busca garantizar el derecho de las/os alumnas/os a alimentos sanos y, por este motivo, se concibió en conexión con la política pública de fomentar la agricultura campesina local estableciendo una cuota obligatoria de abastecer cada escuela con mínimo 30% de alimentos provenientes de campesinas/os. Esquemas similares a éste existen a nivel municipal en Europa y Estados Unidos. Ver más abajo la experiencia en la isla mediterránea de Cerdeña.
El significado de la alimentación durante la infancia
Una alimentación sana y nutritiva es vital para el buen desarrollo y crecimiento de las niñas/os desde su gestación. Quizás es en esta etapa de la vida cuando la alimentación comporta mayor trascendencia en la vida de los seres humanos: no solo sienta la bases de todo el desarrollo físico y espiritual posterior; sino que le da gusto, aroma, sabor, color, textura a los más profundos lazos que a través de los alimentos nos unen con nuestras familias y comunidades, así como con nuestra tierra natal.
A pesar de este trascendental significado, es poco lo que el movimiento de soberanía alimentaria ha reflexionado y actuado con respecto a la alimentación infantil. ¿Será porque ésta no se percibe como un tema masculino y de poder, sino más bien de la esfera femenina y reproductiva? El caso es que la interpretación sobre esta dimensión de la alimentación se encuentra en manos de las instituciones y los profesionales de la salud, y más recientemente es uno de los campos preferidos de “inversión” de grandes iniciativas corporativas de nutrición como las que patrocina la Fundación Gates. Surgen entonces varias preguntas: ¿cómo entendemos la alimentación infantil desde una perspectiva de soberanía alimentaria? ¿Cómo construimos esta perspectiva en diálogo con las niñas/os mismas, con maestras/os, cocineras/os, campesinas/os, vendedoras/es, parteras, promotoras/es de salud y otras personas encargadas de nuestras prácticas alimentarias y de salud comunitaria? ¿Cómo abordamos entre madres y padres una repartición equitativa del cuidado reproductivo de alimentar sana y nutritivamente a nuestras/os hijas/os? Es hora de darle a la alimentación infantil en nuestro movimiento la importancia que se merece.