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Biodiversidad agrícola y agroecología: diálogo campesino, familiar, artesanal e indígena con la naturaleza

Campesinas, campesinos, los que cultivan, pastorean, habitan los bosques, pescan artesanalmente, pueblos originarios y más proveedores de alimentos rurales y urbanos a pequeña escala, se consideran parte de la biodiversidad. Según muchas cosmovisiones ancestrales, existe una conexión mutua entre la naturaleza, la Madre Tierra y los seres humanos como familia, no estamos fuera de ella. Esta relación ancestral de interacción mutua configura la existencia de cada cual en una “co-evolución”. Las prácticas campesinas que cuidan la biodiversidad no sólo vienen determinadas por las necesidades alimentarias, materiales; también por la espiritualidad, la cultura, la salud y las emociones.

Pese a las presiones asociadas con la modernización, allá donde las cosmovisiones y prácticas tradicionales siguen vigentes, la biodiversidad sigue respondiendo a esta conexión mutua. En lugares donde estas prácticas se habían perdido y hoy se recuperan, la biodiversidad se regenera en nuevas formas. Estas prácticas y cuidados de comunidades y familias campesinas (sistemas de saberes de quienes proveen alimentos a pequeña escala) son el núcleo de lo que la comunidad internacional denomina “biodiversidad”.

Esta biodiversidad agrícola sustenta las estrategias campesinas ancestrales para la subsistencia, la salud y la autonomía —y es fruto de ellas. Manifiesta la creatividad y los saberes campesinos y su relación con el entorno natural. Siendo un tejido de relaciones dinámicas, la biodiversidad agrícola encarna un mosaico en constante cambio entre personas, plantas, animales, y otros organismos, el agua, el bosque, el “medio ambiente”. La biodiversidad agrícola puede considerarse el resultado de la interacción —en todos los ecosistemas y a lo largo de miles de años—, de la diversidad cultural y la diversidad biológica.

Algunos sistemas de producción muestran una extraordinaria diversidad de cultivos, animales y especies asociadas. Quienes proveen alimentos a pequeña escala no sólo desarrollan y sostienen la mayor parte de la biodiversidad del planeta: también proporcionan la mayoría de sus alimentos.

Pese a los retos que plantea la fuerte tendencia a la homogenización de modos de vida y hábitos alimentarios, y las presiones sobre los territorios, existen importantes acciones locales de resistencia. Hay un amplio abanico de iniciativas,  como la mejora de la diversidad de los huertos domésticos en zonas rurales y urbanas, la promoción de cultivos agroecológicos, la restauración de manglares, el desarrollo de protocolos de pesca sustentable y la gestión del agua. Estas y otras prácticas contribuyen a promover la soberanía alimentaria y nutricional, a conservar y proteger las funciones de los ecosistemas.

La agricultura agroecológica, de base campesina, practicada por quienes producen alimentos a pequeña escala, es una herramienta esencial para construir soberanía alimentaria y defender la      Madre Tierra. Las comunidades comprometidas con producir alimentos para sí mismas y para otros, de un modo independiente, ajeno a las corporaciones, saben que cuidar la biodiversidad y practicar la agroecología es una forma de vida y el lenguaje de la naturaleza. No es un mero conjunto de tecnologías o prácticas de producción y tampoco es aplicable del mismo modo en todos los territorios.

Porque la agroecología se basa en principios semejantes en todas partes pero que requieren particularidades y cuidados respetuosos propios del entorno y la cultura local. Así, la biodiversidad agrícola es fundamental para la autonomía y la agroecología. La autonomía alimentaria que permite una agroecología campesina desplaza el control de los mercados globales y promueve autogobiernos comunitarios.

Así, pueblos originarios y comunidades campesinas disminuyen el uso de insumos comprados, que vienen de fuera. Siendo quienes alimentan al mundo, controlar sus semillas nativas es fundamental para la soberanía alimentaria. Las conversaciones milenarias entre personas y cultivos perpetúan la innovación, la investigación, la selección y cría de cultivos y ganado propios. Esas comunidades no producen materias primas o mercancías para la exportación, sino que son quienes producen la mayoría de alimentos, cuidan la biodiversidad y los territorios.

Para lograrlo es fundamental:

● Respetar los derechos colectivos de lxs que mantienen y mejoran la biodiversidad agrícola y alimentaria campesina, y defienden sus saberes y la integridad de sus cultivos a través de la utilización de los principios agroecológicos y  el intercambio, crianza, y sobre todo la reproducción propia de sus semillas, razas de ganado y peces.

● Reforzar nuestros sistemas y redes alimentarias rurales-urbanas interconectadas y colectivas y los mercados locales, promoviendo la biodiversidad agrícola y la agroecología.

● Promover una reforma agraria integral.

● Lo más importante es fomentar y garantizar la libre determinación de pueblos, comunidades y colectivos rurales y urbanos que cuidan la biodiversidad y la integridad de sus territorios, y a fin de cuentas una vida con justicia y dignidad.

De todo esto dependen la soberanía alimentaria, un medio ambiente sano, pero sobre todo,  nuestro futuro.

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El despojo planificado de la biodiversidad

La Revolución Verde impulsó a las corporaciones en su control del cultivo de alimentos.

Instó a los campesinos y las campesinas de distintas partes del mundo a buscar “la productividad agrícola en lo que hoy es el Sur global”. Los promotores decían estar preocupados por “llenar los estómagos hambrientos”, e insistían en que la agricultura tradicional era redundante.

Los ejecutivos de las empresas y los diseñadores de políticas públicas gubernamentales ignoraron la enorme labor y la continuidad de siglos que supone la cuidadosa relación que los pueblos mantienen con la Naturaleza, con sus tierras, bosques y aguas, con las semillas y su infinita transformación. Esta relación es la responsable de “la increíble biodiversidad y las proezas culturales que nos trajeron cultivos como el trigo, el maíz, el arroz y las papas”.[1]

La Revolución Verde sustituyó lo anterior por “tipos radicalmente estandarizados, supuestamente de alto rendimiento”. Las nuevas semillas, como vieron los agricultores, requerían un paquete de fertilizantes químicos, pesticidas y riego para crecer bien”.[2]

Esto “encontró una profunda resistencia por parte del campesinado, las comunidades locales y la sociedad civil en general”.[3]

Pese a la resistencia, el daño estaba hecho. Llegó la era en que los institutos de investigación asumían el papel de desarrolladores internacionales de cultivos y semillas agrícolas, sustituyendo los saberes y estrategias milenarios de las comunidades agrícolas reales del mundo e impulsando una narrativa corporativa que sigue vigente: que los campesinos no saben lo que hacen, que sus estrategias de cultivo son erróneas, que sus rendimientos son realmente pobres. Esto abrió espacio para los híbridos e incluso los OGM. Los efectos fueron devastadores para el campesinado y los pequeños agricultores. Para quienes dependían de semillas nativas y métodos tradicionales de cultivo o cuidado de sus animales.

La agricultura industrial pasó a imponer soluciones tecnológicas para aumentar los rendimientos con gran cantidad de agrotóxicos. Disminuyó variedades y las especies implicadas en el cultivo de alimentos, o las razas de ganado que antes eran normales.

Según la FAO, desde 1900, se ha perdido un 75 % de la diversidad fitogenética “a medida que los agricultores del mundo abandonan sus múltiples variedades locales y razas nativas por variedades genéticamente uniformes de alto rendimiento… Hoy, un 75 % de los alimentos mundiales se genera a partir de sólo 12 plantas y cinco especies animales”.[4]

La Revolución Verde no es la única culpable, aunque hubo enormes pérdidas repentinas durante su aplicación. Los acuerdos de libre comercio, los derechos de propiedad intelectual, la actitud incisiva de la agricultura por contrato, y las modas de los lujosos cultivos para la exportación (bayas o moras o frutas del bosque, aguacates, agaves, tomates y otras variedades de invernadero) son también responsables. Ahora la biología sintética pretende sustituir todo el proceso agrícola.

Resistir a la agricultura industrial y sus monocultivos implica enormes esfuerzos si las comunidades quieren seguir independientes. Pero frenar estos esquemas es crucial para la biodiversidad y la soberanía alimentaria.

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Soluciones Basadas en la Naturaleza: una cortina de humo  de las empresas, que no detendrá la pérdida de  biodiversidad

El concepto de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN) surgió de grandes organizaciones de conservación como un modo de promover la financiación de su propia visión de las áreas protegidas. Aunque utiliza la palabra naturaleza, la visión de las SBN promueve la idea de “capital natural ” es decir, un enfoque capitalista de pago por los servicios prestados por los ecosistemas. Esto suele ir de la mano con la mercantilización y financiarización de la  naturaleza.

Más recientemente, la fuerza motriz de las SBN procede de la necesidad de hacer que la naturaleza sea una solución climática. Esto está motivado por la escalada de los objetivos climáticos llamados “net-zero” (cero emisiones de carbono netas) donde el “neto” es el carbono emitido, menos el carbono retirado de la atmósfera. Es decir, se necesitan árboles, suelos y tierra que proporcionen compensaciones de carbono y remociones de carbono para permitir a las corporaciones la expansión de sus ingentes planes de emisiones y remoción. Esto conlleva varios peligros: acaparamiento de tierras, mayor mercantilización del carbono y de la naturaleza, cercados de tierras, imposibilidad de detener el caos climático y la destrucción de la naturaleza.  También permite a las corporaciones beneficiarse de los nuevos sistemas de mercado basados en la naturaleza.

Simplemente la superficie necesaria para que las SBN sean una solución para el clima constituye un peligro para la biodiversidad. El informe más influyente sobre ‘Natural climate solutions’[5] alegaba que las “soluciones basadas en la naturaleza”[6] podrían ayudar a mitigar hasta un 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030. Una inspección más detallada de los cálculos de ese documento desvela que son técnicamente problemáticos, nada plausibles, y políticamente irrealistas.[7] Por ejemplo, sugiere que habría una superficie de  678 millones de hectáreas   potencialmente disponibles para reforestación. ¡Esto es el doble de la extensión de  India, o más de dos tercios de la de Estados Unidos! El estudio sugiere también que harían falta hasta 10 millones de hectáreas de nuevas plantaciones de árboles para hacer que las SBN fueran rentables y por consiguiente, merecedoras de que las empresas las promovieran.  

Aunque solo se lograra una pequeña parte de los compromisos de emisiones netas cero de las corporaciones por medio de “soluciones basadas en la naturaleza”, eso implicaría una expansión y profundización significativa del control corporativo de la tierra.  Esto se debe a que las emisiones de las corporaciones son tan ingentes que necesitan imperiosamente encontrar bosques y tierras para alegar que están compensando sus emisiones.

La definición del concepto de SBN  es ambigua, con muy poco análisis político detrás. Por consiguiente, cualquier cosa puede definirse como soluciones basadas en la naturaleza, desde plantaciones en monocultivo hasta agroecología. La empresa brasileña Suzano, el primer productor de pulpa de madera, es por ejemplo una de las que están beneficiándose de la imprecisión en la definición de las SBN, para promover que sus plantaciones genéticamente modificadas son soluciones basadas en la naturaleza que combaten el cambio climático.

Las organizaciones conservacionistas y las corporaciones también están renovando la desacreditada imagen de marca del régimen REDD+ que desdeña el papel de las comunidades locales y los pueblos indígenas  en el manejo de los bosques y ha provocado enormes divisiones y el desplazamiento de las comunidades forestales, llamándolo SBN.


[1] GRAIN, Financiar la agricultura industrial o financiar la agroecología? Una disyuntiva nada simple

[2] and [3] Ibidem

[4] FAO, Qué está pasando con la agrobiodiversidad en inglés.

[5]  Griscom et al, Soluciones climáticas naturales, PNAS, Octubre  2017. vol. 114. no. 44. 11645–11650, en inglés.

[6]  La organización Nature Conservancy los llama Soluciones climáticas naturales.

[7] REDD-Monitor. Compensar las emisiones de combustibles fósiles con la plantación de árboles y las “soluciones climáticas naturales”: ciencia, pensamiento mágico o simplemente publicidad? 2019, en inglés.