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Visión global de la migración

«En estado salvaje, el ser humano se traslada en busca de agua y frutas para alimentarse, pero también para huir de animales feroces y preservar su vida. El hombre se mueve para sobrevivir. Con el descubrimiento de los primeros objetos, comienza la primera etapa de la evolución de nuestra raza. Ahora, el ser humano se mueve para organizar su alimentación (caza, pesca, recolección) pero también lo hace para protegerse de rivalidades internas».

Con estas palabras, Mamadou Cissokho, describe la resistencia de los campesinos en África Occidental, en un foro, en enero de 2018, y recalca la responsabilidad que tenemos todos y cada uno frente a la tragedia de las migraciones.

¡Desplazarse para alimentarse y sobrevivir!

Sea cual sea el continente, actualmente, las mismas causas producen los mismos efectos, con una magnitud inédita. El cambio climático arroja a las carreteras del exilio a millones de refugiados del África subsahariana, del sur de Asia e incluso de América Latina, pues la tierra ya no da alimento (sequía del suelo y pozos, destrucción de cultivos por reiteradas catástrofes naturales…). Los desequilibrios políticos, a menudo dirigidos por intereses neocoloniales e imperialistas, sumen a países y regiones enteras en  situaciones de inseguridad extrema, en conflictos y guerras de las cuales muchos intentan escapar (Centroamérica, Yemen, Siria, Sahel…). Dichas situaciones se agravan cuando el hambre asecha y se ponen en riesgo inminente a las poblaciones, como es el caso de Yemen. Sin embargo, es necesario, además, reconocer de manera urgente la responsabilidad del capitalismo desenfrenado y globalizado en el empobrecimiento y hundimiento de comunidades indígenas y campesinas de todo el mundo, producto del acaparamiento de tierras y la violación de los derechos consuetudinarios, la explotación, las normas y restricciones de acceso a los mercados,… Los acuerdos de asociación económica y demás tratados de librecambio, verdaderas traducciones y repeticiones de la ley del más fuerte, contribuyen significativamente al desarraigo físico y cultural de las poblaciones.

Además, en ese contexto, tan duro, hace falta recordar hasta qué punto la resistencia padece todo tipo de represión extrema y sangrienta, a manos del estado y la policía. 

«Los pueblos con escritura (los europeos) nos legaron manuscritos históricos en los cuales confirmaron haber hallado personas supuestamente  «sin alma», haber arrasado con todo [¿o todos?] lo que encontraron y haberlo vendido con total libertad. » (M. Cissokho)

¡Robo de tierras, destrucción de cultivos alimentarios y populares!

Este desarraigo encuentra su máxima expresión en el caso marroquí. Con el propósito de abastecer de tomates y otros cítricos, a bajo costo, a los mercados europeos, el Estado marroquí con el beneplácito de las instituciones europeas, facilitó, en la década de los noventa, la implantación de inversionistas españoles, franceses, holandeses (…) para expulsar a las familias campesinas instaladas en tierras supuestamente reales, en la región de Souss Massa Drah.  Estas empresas, además, tuvieron fácil acceso al recurso hídrico y a las instalaciones de riego como así también a las ayudas agrícolas otorgadas por el Estado.  La escasez de mano de obra era tal que todo se organizó para que miles de pequeños agricultores que vivían en las montañas del Atlas abandonaran las tierras familiares y se unieran a la base de producción agroindustrial. El fenómeno de explotación extrema y pauperización de dichos trabajadores nacionales, desarraigados, no solo perdura, sino que además empuja a hombres y mujeres a partir hacia horizontes cada vez más lejanos e inciertos.

Al mismo tiempo, los cultivos de subsistencia y los cultivos tradicionales (como es el caso del maíz, un ingrediente básico en la cocina marroquí) fueron abandonados forzosamente para servir mejor los intereses de la exportación y del capitalismo salvaje.

Se trata de una situación equiparable a la que padecen otras poblaciones del mundo.

Inseguridad alimentaria

Este hecho general se profundiza aún más con las condiciones de acogida de las poblaciones desplazadas. Los debates actuales en torno del Pacto Global, el proyecto de pacto mundial sobre la migración objeto de negociación actual en NNUU, pone de manifiesto el cinismo y la actitud criminal de los grandes tomadores de decisiones. No solo la represión en las fronteras adopta formas inhumanas en franca violación de la Convención de Derechos Humanos, sino que además los Estados «occidentales» desvían o supeditan la ayuda para el desarrollo a la puesta en marcha de controles fronterizos (es decir un refuerzo del dispositivo policial) en los países de origen.

¡Debemos preocuparnos! El cinismo y el rechazo de acoger dignamente a refugiados políticos, económicos, climáticos (…) supone la concentración de dichas poblaciones desfavorecidas en grandes guetos urbanos (megalópolis) o rurales (como en el sur de Italia), en campamentos de refugiados donde la inseguridad es atroz, donde reina la violencia, la ausencia de dispositivos sanitarios, la precariedad de vivienda, el trabajo forzoso y la trata de personas.

Así, por su propia naturaleza, el migrante pierde la capacidad y autonomía alimentaria y, en el mejor (¿?) de los casos, se vuelve dependiente del sistema agroindustrial, pues sencillamente no depende de la ayuda alimentaria, pero se autoabastece a través de ese mismo sistema.

«Trabajemos juntos por la repatriación de los recursos y del bien común en cada rincón del mundo. La fuerza del pobre, aquél que no pierde nada porque no tiene nada que perder. » (M. Cissokho)

¡Dignidad de los migrantes y soberanía alimentaria, una misma batalla!

La Via Campesina, sus organizaciones miembros y sus aliados encabezan la resistencia asociada a la lucha por los derechos y la dignidad de los migrantes, al combate en favor de la soberanía alimentaria.

Lo hacemos mediante la multiplicación de espacios de movilización contra las grandes multinacionales, contra el creciente control que ejercen sobre los recursos y la producción alimentaria en detrimento de los pequeños agricultores, contra las políticas y los tratados que los favorecen, … el movimiento campesino ataca la raíz del proceso de proletarización de las poblaciones y de desestabilización del principio democrático de soberanía popular.

Lo hacemos mediante la defensa del derecho al uso de la tierra y el agua, el reclamo del derecho a producir e intercambiar semillas tradicionales, el trabajo en favor del reconocimiento de los derechos colectivos, la libertad sindical, un verdadero estatuto para las mujeres campesinas, etc., la Via Campesina y la Declaración sobre los Derechos de los Campesinos dan respuesta a las causas de la migración.

¡Frente a esos muros que se erigen producto de una locura totalitarista, es menester tender puentes entre nuestros pueblos, entre los campesinos del mundo!

«¡En lugar de armas, empuñemos la solidaridad! » (M. Cissokho)

El sistema agroindustrial se nutre de la explotación de los más pequeños. Los hombres y mujeres, trabajadores migrantes y desarraigados son extremadamente frágiles y vulnerables frente a estos depredadores económicos y, al «consentir» a expensas de sus derechos, alimentan aún más el apetito del sistema que los aplasta.

En el seno de Via Campesina y de sus organizaciones, múltiples iniciativas de resistencia y solidaridad han visto la luz: formación y acompañamiento de trabajadores migrantes para exigir el cumplimiento de sus derechos, información y sensibilización de los consumidores, ocupación de tierras para instalar a los trabajadores o migrantes…

La Via Campesina y sus aliados preparan el camino de una soberanía alimentaria sin fronteras, para los pueblos y los campesinos.