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Ya es hora de cambiar nuestro modo de comerciar a nivel mundial

Los movimientos sociales, entre ellos La Vía Campesina, han luchado desde su creación contra el libre comercio, en particular contra la OMC, uniendo a organizaciones campesinas de todo el mundo. Nos hemos movilizado en ciudades como Seattle, Cancún, Hong Kong, Buenos Aires y Ginebra. Estas luchas han contribuido significativamente a la crisis actual de la OMC, que se encuentra estancada desde los acuerdos de Doha de 2001.

A pesar de estas victorias, el libre comercio sigue perjudicando al campesinado mundial. El Acuerdo sobre la Agricultura de la OMC de 1995 sigue autorizando las agresivas políticas comerciales de Estados Unidos y la UE, al tiempo que criminaliza la regulación de los mercados y el apoyo a los pequeños productores de muchos países del Sur. Además, han proliferado los tratados de libre comercio (TLC) bilaterales y regionales, que: han exacerbado la destrucción de la regulación del mercado y han abierto los mercados a las importaciones agroindustriales (incluidos los cultivos transgénicos); han promovido normas más estrictas sobre la propiedad intelectual (ADPIC+), incluida la ejecución con sistemas de sanción penal a los infractores; y han consolidado el control empresarial sobre la tierra mediante el desmantelamiento de la propiedad colectiva de la tierra. Todo ello ha reforzado el control de las empresas transnacionales sobre los sistemas alimentarios y ha agravado la pobreza de los campesinos.

Desde 1995, la dependencia del comercio agrícola internacional ha ido en aumento. No obstante, hay que recordar que esta dependencia sigue siendo muy relativa, ya que sólo el 15% de la producción mundial de alimentos pasa por los mercados internacionales. Sin embargo, las demandas formuladas por los representantes de La Vía Campesina para que los gobiernos abandonen la OMC son sistemáticamente rechazadas, incluso por parte de aquellos que comparten nuestros valores. Los gobiernos consideran impensable y potencialmente desastroso romper los lazos con el comercio internacional.

En junio de 2022, durante las manifestaciones contra la OMC en Ginebra, los movimientos sociales pusieron de manifiesto la extrema fragilidad de la institución. Los países del Sur siguen protestando contra las normas comerciales injustas, en particular el Acuerdo sobre la Agricultura. Este proceso ha sido liderado por India, que defiende su modelo de regulación del mercado. En medio de intensos conflictos geopolíticos, aumentan las críticas al orden comercial dominado por Occidente. Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos, en Ginebra se acordó, aunque por la mínima,  mantener la OMC. la Directora General de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, intenta salvar la institución con propuestas de reforma.  Sin embargo, la reforma de la OMC está condenada al fracaso por sus propias contradicciones internas, y tarde o temprano desaparecerá. Los movimientos sociales deben contribuir a su desaparición proponiendo un nuevo marco para el comercio internacional que los países puedan adoptar sin miedo al aislamiento. Esta alternativa ofrecería un sistema más equitativo en beneficio de las poblaciones mundiales.

El objetivo es crear una herramienta de debate y de negociación para los gobiernos, especialmente los del Sur, descontentos con las normas injustas de la OMC, animándoles a negociar un nuevo marco comercial internacional. Para lograrlo, este proceso y nuestras propuestas deben ser bien comprendidos y apoyados por las organizaciones campesinas y de pequeños agricultores y sus aliados. El proceso debe ser inclusivo, con un lenguaje accesible y una formación interna intensiva.

La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y de otras personas que trabajan en zonas rurales (UNDROP) sirve de profunda inspiración para este trabajo. Esta no solo respondió a un proceso interno dentro de La Vía Campesina para construir una herramienta apoyada por las organizaciones campesinas a nivel mundial, sino que fue un proceso diplomático con la participación de instituciones (como el Consejo de Derechos Humanos para UNDROP, la UNCTAD, la FAO y otros para el marco del comercio internacional) y de Estados (Bolivia tuvo un papel clave en UNDROP). La Asamblea General de las Naciones Unidas tardó 17 años en aprobar el UNDROP. Igualmente este trabajo sobre el comercio llevará tiempo. Somos campesinos, la paciencia y la resistencia son nuestras señas de identidad, y no nos asusta el largo recorrido.

Es esencial un marco de comercio internacional basado en la soberanía alimentaria. Debemos construirlo, paso a paso desde abajo, convenciendo a los gobiernos y a las instituciones de la ONU de que ha llegado el momento de crear un comercio internacional por y para el pueblo.

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Mercados territoriales: Cadenas alimentarias que construyen comunidades más fuertes

Más allá del enorme poder y visibilidad de las cadenas alimentarias empresariales, los mercados de proximidad desempeñan en realidad un papel vital. Alejados de los focos empresariales, y con mucho menos apoyo y recursos, alimentan a gran parte del mundo y han demostrado ser mucho más resistentes a las crisis y las conmociones.

Un nuevo informe publicado por IPES-Food revela que los mercados y las cadenas alimentarias locales impulsan la seguridad alimentaria y la resiliencia, proporcionan alimentos nutritivos a las poblaciones más pobres, apoyan los medios de subsistencia, protegen el medio ambiente y fortalecen las comunidades. Entre los «mercados territoriales» existe una amplia gama de realidades en todo el mundo, desde mercados públicos a vendedores ambulantes, cooperativas, agricultura urbana, cocinas comunitarias, venta directa en línea y muchos más.

Aunque la agroindustria utiliza más de dos tercios de la tierra y los recursos agrícolas, y sigue pretendiendo que alimenta al mundo, los datos muestran que fuera de las cadenas empresariales se suministran enormes volúmenes de alimentos frescos, a menudo directos al consumidor: En el África subsahariana y Asia los pequeños agricultores y las explotaciones familiares producen el 80% de los alimentos, mientras que las cadenas mundiales sólo representan entre el 15% y el 20% del consumo total de alimentos. En Dhaka (Bangladesh), más de 400 mercados alimentan cada día a más de 25 millones de personas, y el 95% de los pobres urbanos de esta ciudad compran la mayor parte de sus alimentos en estos mercados de alimentos frescos. En México, los mercados al aire libre y tradicionales representan la mitad de toda la fruta y verdura que se vende al por menor: en Kenia, Zambia y Nicaragua, supera el 90%.

En contraposición con esto, hemos asistido en los últimos tiempos a la pandemia, la invasión de Ucrania, y la escalada de las crisis climáticas que conducen al caos de la cadena de suministro, la volatilidad de los precios de los alimentos, los estantes vacíos, y un aumento de los niveles de hambre. En tiempos de crisis, las cadenas alimentarias empresariales tienden a romperse, mientras que el suministro localizado de alimentos ofrece una solución mucho más adaptable y equitativa. Además, los mercados territoriales apoyan los medios de subsistencia de millones de pequeños productores y nutren culturas alimentarias sólidas y tradiciones terapéuticas diversas de forma más sostenible. Reúnen a la gente, abren espacios para la educación popular y fortalecen el tejido social. En todo el mundo está creciendo el interés por la variedad de vibrantes sistemas de aprovisionamiento de alimentos que existen más allá de las cadenas alimentarias globales y del control empresarial.

Sin embargo, los mercados territoriales están aportando estos beneficios a contracorriente de políticas y condiciones económicas desfavorables. En todo el mundo, la inversión y el apoyo gubernamental se han desviado hacia la agricultura industrial de exportación, el comercio mundial y las infraestructuras a gran escala. Mientras tanto, los mercados informales y los vendedores ambulantes carecen de servicios básicos como agua potable e instalaciones sanitarias, teniendo que afrontar normas sanitarias e higiénicas inadecuadas y orientadas a las empresas, así como al riesgo de cierres violentos y desalojos. A menudo, los mercados mayoristas se han visto privados de inversiones públicas. 

A escala global no se cubre el 70% de las necesidades de financiación de los pequeños agricultores, y en África menos del 10% tiene acceso al crédito formal. Al no disponer de instalaciones de almacenamiento adecuadas, se ven obligados a vender a precios bajos cuando hay exceso de oferta en el mercado. Los compradores institucionales, como escuelas y hospitales, carecen de capacidad de procesamiento in situ, lo que les obliga a recurrir a grandes empresas para suministrarse.

Está claro que es urgente invertir en los mercados territoriales. También existe un enorme potencial de fomento y apoyo de estos mercados por parte de los gobiernos, para que se conviertan en una piedra angular de la seguridad alimentaria, las economías vibrantes y la resiliencia climática en los próximos años.

Más información en el nuevo informe de IPES-Food : Alimentos con los pies en la tierra