La nueva mayoría mundial: campesinos y campesinas en la ciudad y en el campo
Los campesinos y las campesinas del mundo, organizados en La Vía Campesina, adoptaron la promoción de la soberanía alimentaria como estandarte de las luchas conjuntas. Pero el logro de una verdadera soberanía alimentaria requeriría cambios estructurales radicales, que pasan por una reforma agraria genuina, revocar las políticas y acuerdos de libre comercio, apartar a la OMC (Organización Mundial de Comercio) de la agricultura, derribar los monopolios de los supermercados y el agronegocio sobre nuestro sistema alimentario y promover una agroecología real, entre otras transformaciones. Esto implica la construcción de un poder político favorable a estos cambios, lo cual no es tarea fácil en un mundo que avanza a bandazos hacia la extrema derecha.
Aunque pueda existir un cierto consenso entre las organizaciones campesinas del mundo y las de otros productores de alimentos rurales a pequeña escala, como los pueblos indígenas, los pescadores artesanales, los pastores nómadas, etc., con capacidad y voluntad de emprender acciones colectivas de masa, por desgracia la población del planeta tierra que sigue viviendo en zonas rurales ha descendido finalmente por debajo del 50%. En algunos países la cifra es muy inferior. Esto significa que los habitantes rurales no pueden cambiar el sistema alimentario por sí solos. La buena noticia es que el éxodo de campesinos y campesinas del campo ha terminado en su mayor parte en un mismo lugar. Se trata de la periferia urbana de muchas ciudades del mundo, o la mayoría de ellas, desde las favelas en Brasil o los shacktown en el Caribe, hasta los suburbios pobres que proliferan en Asia y Africa, los barrios latinoamericanos de Estados Unidos, o la banlieue (barrios marginales) en Francia. Los pobres urbanos son el segmento de mayor crecimiento de la población mundial.
Si visitamos cualquiera de estas zonas de miseria urbana, encontramos campesinos desplazados que han emigrado del campo, los hijos e hijas de los campesinos emigrados, y los nietos y nietas de los campesinos. Muchos de ellos o prácticamente todos siguen teniendo parientes lejanos en el campo. Si la ciudad en la que viven ahora está cerca de las zonas rurales en las que residen sus parientes lejanos, muchas veces van a visitar a sus parientes campesinos los fines de semana o en vacaciones, e incluso vuelven con huevos frescos, queso casero, verdura y fruta que comercializan de modo informal en su vecindad. Es típico que sigan siendo «campesinos» en cierto sentido, que crían gallinas y cultivan verduras y plantan frutales en sus patios y jardines urbanos. Debido a este «carácter campesino» tanto real como imaginario, casi podemos considerar a muchos de ellos como parte del «campesinado» mundial.
Al mismo tiempo, el campesinado que sigue hoy en el campo está atravesando un cambio generacional. Aunque hace unos años la mayoríacreía que casi se produciría un desplazamiento masivo de los jóvenes campesinos hacia las ciudades, la tendencia a menudo no ha sido permanente, sino más bien parte de un flujo circular, de idas y venidas. A veces se quedan en la ciudad un año o dos para acabar sus estudios, viviendo con una tía o un tío, y luego vuelven a la granja, o a veces trabajan en la ciudad para ganar y ahorrar dinero ocasionalmente. Esto implica que la nueva generación de campesinos y campesinas, en todos los países, está tan a gusto en el campo como en la ciudad. Conocen a sus parientes urbanos y tienen buena relación con ellos. Y tienen muchas habilidades en redes sociales, que son útiles para comercializar la producción de su explotación o cooperativa en la ciudad, o cuando necesitan ayuda para organizar una marcha o una protesta.
Estos dos grupos juntos, el «campesinado rural» y el «campesinado urbano» constituyen actualmente la gran mayoría de la población humana. Aunque prácticamente no existe ningún censo que sea útil para calcular sus efectivos, no sería exagerado afirmar que constituyen entre el 70 y 80% de la humanidad. Eso es mucha gente. Conjuntamente, pueden formar una circunscripción o una «correlación de fuerzas» capaz de transformar el sistema alimentario y muchos otros aspectos de la sociedad. Por supuesto que convertir ese potencial en realidad implicaría mucha educación política y trabajo de organización, y vencer a las fuerzas que dividen y confunden a la gente, como son las religiones y los políticos de la derecha fundamentalista. Con todo, este potencial debería ser algo esperanzador para nosotros, y una posible estrategia para un cambio estructural a mejor a largo plazo.