Una visión de nuevos horizontes

Sélingué, Mali, lunes 16 de febrero de 2007. Luis Hernández Navarro, enviado.

Trucos de la tecnología moderna, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, no asistió a la inauguración del Foro Mundial para la soberanía alimentaria Nyéleni 2007, pero estuvo presente a través de un mensaje videograbado que se proyectó esta noche a los delegados.
El mandatario venezolano recorrió así un camino seguido previamente por los zapatistas mexicanos. En 2003, durante las jornadas de protestas contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) celebradas en Cancún, México, el subcomandante Marcos y la comandancia indígena del EZLN respondieron a la invitación de Vía Campesina enviando un saludo grabado.

Chávez se excusó y lamentó su ausencia en el Foro, que, dijo, fue resultado de razones de Estado. Reconoció a Vía Campesina el haber lanzado a los cuatros vientos, desde 1996, el concepto de soberanía alimentario, recogido después por la revolución bolivariana.
En el mensaje, el presidente explicó cómo el concepto de seguridad alimentaria contenido en la constitución de su país había dado paso al de soberanía alimentaria. Habló sobre la reforma agraria puesta en marcha “para desmontar la estructura feudal y capitalista” y acabar con el latifundio. Platicó sobre las nuevas instituciones y leyes creadas para atender al campo, la fundación del Instituto Agroecológico Latinoamericano, la importación de maquinaria desde diversos países y la instalación de una fábrica de tractores, que hoy manda a Bolivia y Nicaragua sus vehículos, y los programas para irrigar tierras de cultivo.
Según el mandatario, “no puede ser que a estas alturas, comenzando el siglo XXI, continúen más de 800 millones de personas pasando hambre en este planeta, que tiene todos los recursos necesarios para producir alimentos para todos. Más de 16 mil niños mueren de hambre cada día en el mundo. Eso es un crimen.” El “capitalismo, el imperialismo y el capitalismo –advirtió- le ha infringido un daño enorme a los sectores rurales.” Por ello, aseguró, “debemos crear estructuras socialistas” pues “dentro del capitalismo es imposible lograr objetivos tan nobles como el de la soberanía alimentaria, imposible.”
Chávez recordó el lema del Foro: “Ya es tiempo de la soberanía alimentaria”, para agregar “ya es tiempo de la soberanía plena de nuestros pueblos, ya es tiempo de que se hagan realidad los viejos sueños por los que lucharon nuestros libertadores y nuestros mártires, en África, en Asia, en América Latina, en el mundo. Ya es tiempo de la soberanía alimentaria.”

La realidad real

Al caer la tarde en Sélingué, las carretas, jaladas por un burro, llenas de cargas de leña, se dirigen presurosas a las casas. Las vacas dejan de pastar y son conducidas por jóvenes pastores a las granjas para pasar la noche. La cálida brisa cargada de un fino polvo de color terracota sigue soplando sin detenerse. Las altas y espigadas mujeres con canastas de plátanos, papayas y manzanas en la cabeza suspenden la venta del día. Los muchachos se refugian bajo la sombra de los muros de adobe y escuchan música en sus radios de transistores.
Con los primeros rayos de sol comienza la ordeña de las vacas. La mayoría de la leche es para consumo familiar. La venta local tiene grandes dificultades. El litro de leche se vende en 250 francos, pero la leche en polvo reconstituida proveniente de Europa vale solo 100. Los suelos, erosionados por el uso, no pueden sostener todo el ganado, todo el tiempo. Para alimentarlo sus dueños deben comprar piensos elaborados con desperdicio de algodón. El hato se ha reducido dramáticamente en los últimos años.

La vida de los campesinos de Sélingué es muy parecida a la de la mayoría de los campesinos del mundo. Sus problemas son similares: competencia desleal, presión sobre la tierra, falta de tierra, mercados insuficientes. Este es el entorno donde se realiza el Foro.
“Hemos venido a Sélingué porque queremos partir de la realidad cruda y dura, dice Paul Nicholson. Se podía haber hecho este Foro en un hotel, en una capital del mundo. Habría sido más fácil y más barato. Pero aquí estamos construyendo nuestro futuro, nuestras casas. Nos estamos alimentando con la comida de aquí. Es un esfuerzo ímprobo, fatigoso, de una ambición enorme. Ambicionamos construir un nuevo horizonte de lucha y esperanza. Y lo estamos haciendo aquí.”
Paul sabe de lo que habla. El es agricultor en un caserío en la región de Vizcaya, en el país Vasco. Y podría convertirse en preso político. Desde Brasil se le acusa de haber participado junto a 2 mil mujeres en el destrozo de Aracruz, una multinacional de celulosa, el pasado 8 de marzo. La empresa pide entre ocho y treinta años de prisión para él.

Durante las protestas los manifestantes destruyeron miles de brotes de eucaliptos que eran clonados. El objetivo de la acción era denunciar las miles de hectáreas que posee la trasnacional para el cultivo de eucalipto, acacia y pino, para fabricar celulosa blanca, dejando sin tierra a las poblaciones indígenas.

“Es una lucha contra el modelo de los monocultivos, contra el desierto verde, contra el modelo empresarial de la agricultura que expulsa a los campesinos y destruye el medio ambiente. Aracruz –asegura- es una empresa asesina: expulsa pueblos indígenas y campesinos, ocupa enormes territorios.

El desmarque del Foro Social Mundial

Como Paul, muchos de los delegados asistentes han participado en acciones directas contra grandes empresas agroindustriales o para recuperar tierras. Algunos han pasado temporadas en la cárcel. Otros no pueden estar aquí porque fueron asesinados, puestos en prisión o se inmolaron como forma de protesta.

También como Paul, muchos de los presentes consideran que la dinámica de los Foros Sociales, como el de Porto Alegre, está en crisis porque no ofrecen alternativas de acción real para cambiar las cosas. “Esto no es un Foro Social al uso donde se viene para el bla, bla, bla… -asegura Nicholson. Aquí venimos para buscar una acción común. Estamos construyendo una convergencia para una acción política, con una visión de largo plazo. Estamos construyendo una visión de nuevos horizontes. Hay que forjar nuevos modos de movilización, de organización social, de convivencia. Su novedad es que aglutina muchos movimientos diferentes que confluyen en la lucha por la soberanía alimentaria como alternativa al modelo neoliberal.”

Algo similar piensa el investigador estadunidense Peter Rosset, uno de los más reconocidos pensadores alternativos sobre la cuestión rural. “Una diferencia importante con respecto al FSM es que está reunión tiene un propósito específico, dice. No se trata se sentarnos a charlar a ver qué sale sino que se trata de ir a fondo sobre el asunto del campo y la alimentación, y pasar de la defensiva a la ofensiva. Hemos estado a la defensiva: en contra de la OMC, contra los transgénicos, contra los tratados de libre comercio. Ahora es necesario tomar la ofensiva. Eso significa organizarnos bien en torno a lo que queremos y trazar estrategias para obtenerlo, es decir, en torno a la lucha por la soberanía alimentaria.

Aquí hay obispos, dirigentes campesinos, organizadores de trabajadores agrícolas, pescadores, pastores, cooperativistas, ingenieros agrónomos, ambientalistas, estrategas, feministas, intelectuales e integrantes de ONG, pero “no hay estrellas”, asegura Paul. Y, ciertamente, las personalidades del movimiento más conocidas en el exterior, como el mismo Paul o José Bové o Joao Pedro Stedilé, se mueven en la reunión con sencillez y humildad.

¿A qué apuestan con este encuentro? Nicholson responde con preguntas: ¿Hasta cuándo podemos seguir con esta destrucción social de la vida? ¿Hasta cuándo es posible aguantar la privatización de los recursos naturales, la globalización mercantilista de la vida? El hambre está aumentando: 856 millones de personas. Muchos son campesinos, no pobres urbanos. Esto es inaguantable. Y lo vamos a cambiar. Hay que construir una nueva visión, no campesina, sino societal, de ciudadano, para el cambio. La llave para los cambios en el futuro son los recursos naturales y es la alimentación.”

Peter Rosset coincide con esta visión. “Hay –dice- una buena posibilidad de que cuaje un movimiento internacional en torno a la soberanía alimentaria, si sumamos los sectores perjudicados por el sistema en todos los países, que son muchos. Existe una real coincidencia de intereses entre ellos, y ayudar a que se unifiquen es nuestra apuesta.”