Voces desde el campo 1
Timbulsloko: Un pueblo que se hunde en el mar
Susan Herawati, KIARA, Indonesia
Timbulsloko es un pueblo costero del norte de Java, situado en una de las regiones de Indonesia que se están hundiendo con mayor rapidez. La intrusión del agua del mar se registró por primera vez en 1990, marcando el inicio de una dramática transformación del paisaje y los medios de vida del pueblo. En 1995, la subida del nivel del mar era constante, y entre 2002 y 2016 aumentó una media de 18 centímetros al año. Acompañada del hundimiento de la tierra, esta subida ha dejado gran parte de Timbulsloko permanentemente bajo el agua. Más de 100 hectáreas de tierra y entre 400 y 1.300 metros de costa ya han desaparecido, junto con muchas viviendas.
No se trata simplemente de un desastre natural. La expansión industrial ha agravado la crisis. Tras la colada de lodo de Lapindo, que desplazó a las industrias de Java Oriental en 2006, éstas se trasladaron a Java Central, atraídas por los menores riesgos medioambientales y costes laborales. Demak, el distrito donde se encuentra Timbulsloko, se convirtió rápidamente en un centro industrial, lo cual, junto a la ampliación del puerto de Tanjung Mas, empeoró la situación. La industria extrae enormes cantidades de agua subterránea, lo que hace que la tierra se hunda aún más rápido. Esto ha hecho que las inundaciones se hayan vuelto insoportables, y Timbulsloko va desapareciendo año tras año.
Este lento desastre ha transformado el modo de vida de los habitantes. En los años sesenta, la costa estaba cubierta de arrozales, cocoteros, árboles frutales y granjas de hortalizas. Las familias se alimentaban de arroz, maíz y legumbres, y la agricultura era el sostén tanto de la dieta como de los ingresos. Pero cuando el mar se tragó la tierra fértil, la agricultura se hizo imposible. Los residentes se vieron obligados a pasar de la agricultura a la cría de camarones y chanos, y ahora la mayoría depende exclusivamente de la pesca, a menudo en condiciones precarias.
Las consecuencias son graves. La caída de los ingresos y la inseguridad alimentaria han abocado a las familias a luchar por sobrevivir. Lo que fue una próspera comunidad agrícola se encuentra ahora en la primera línea de la crisis climática, atrapada entre la subida del nivel del mar y unas políticas de desarrollo insostenibles que siguen hundiéndola aún más.
Voces desde el campo 2
La autogestión comunitaria de la tierra como vía hacia la justicia climática y de género
Massa Koné, UACDDDD, Malí
En Mali, la lucha por la tierra ha sido durante mucho tiempo una lucha por la dignidad. Durante décadas, las comunidades rurales, las mujeres y las organizaciones de la sociedad civil -lideradas por la Unión de Asociaciones y Coordinaciones de Asociaciones para el Desarrollo y la Defensa de los Derechos de los Desfavorecidos (UACDDDD por sus siglas en inglés)- presionaron para que se reconocieran sus derechos. Su persistencia dio frutos en 2017, cuando Mali adoptó una histórica Ley de Tierras Agrarias (LFA), seguida de un decreto de aplicación en 2018.
Por primera vez, se reconocieron legalmente los derechos consuetudinarios de tenencia de las comunidades rurales, creando un nuevo marco en el sistema de gobernanza de la tierra de Mali que protege el control de las comunidades sobre sus recursos. Un elemento central de este sistema son las Comisiones de Tierras Rurales, o COFOV (Commissions Foncières Villageoises).
Las COFOV son más que estructuras jurídicas: son espacios de democracia de base. En regiones amenazadas por la agroindustria y los proyectos extractivos, devuelven el poder de decisión a las comunidades, que establecen colectivamente las normas de uso, gestión y transferencia de tierras. Las mujeres, históricamente excluidas, asumen ahora funciones de liderazgo, transmiten conocimientos y salvaguardan la soberanía alimentaria. Su presencia reafirma que la justicia de la tierra y la justicia de género son inseparables.
Hasta la fecha, la UACDDDD ha apoyado la creación de COFOV en más de 380 pueblos mediante un proceso participativo de diez etapas basado en la legislación nacional y en décadas de lucha. Este enfoque da prioridad a las mujeres y los jóvenes, garantizando así una gobernanza de la tierra inclusiva, equitativa y pacífica. Es importante destacar que los COFOV no sólo defienden el acceso equitativo a la tierra, sino también la gestión colectiva de los territorios basada en la agroecología campesina.
Mientras el mundo se prepara para la COP 30, la experiencia de Malí ofrece una lección vital: la justicia climática no surgirá de promesas de arriba abajo, sino de comunidades que gobiernen sus territorios como bienes comunes. Los COFOV demuestran que es posible una transformación profunda si se capacita a las comunidades para gobernar sus tierras como un bien común, para el futuro de todos y todas.
Voces desde el campo 3
El poder sanador de la agroecología
Angie Belem Ruiz, Galaxias-UNICAM SURI, Argentina
Las galaxias de refugio agroecológico son granjas gestionadas colectivamente en Argentina, creadas en tierras recuperadas del agronegocio. Lanzadas en 2018 por UNICAM SURI, la universidad campesina del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE-VC), ofrecen refugio, sanación y trabajo digno a jóvenes, mujeres, personas de género diverso y migrantes que se enfrentan a la exclusión, la violencia o la adicción.
Llegué a las Galaxias cuando me condenaron a prisión por formar parte de un grupo de jóvenes que tenían problemas de adicción a las drogas en una villa miseria a las afueras de La Matanza, Buenos Aires. El tribunal me condenó a cinco años. En el juicio, un coordinador de las Galaxias le pidió al juez que me dejara cumplir mi condena en una de sus comunidades, trabajando la tierra en lugar de estar encerrada. Para mi sorpresa, el juez accedió, permitiéndome no solo vivir y trabajar allí, sino también tener a mis dos hijas menores conmigo.
Empecé aprendiendo a criar cabras con la Mabel, una campesina que me enseñó a ordeñar, garantizar la higiene, enfriar la leche y hacer queso. Más tarde, me ocupé de las gallinas ponedoras: alimentarlas, darles de beber, pastar y limpiar su gallinero. Hoy, en Galaxia La Dorotea, cuido ovejas y comparto responsabilidades con otros jóvenes.
Gracias a este trabajo, mi vida se transformó. Producir alimentos saludables y vivir en comunidad se convirtió en una terapia y una educación. Pasé de ser reclusa a ser coordinador, con responsabilidades organizativas y administrativas.
La agroecología me curó. Me devolvió la dignidad, profundizó mi vínculo con mis hijas y me mostró que la cooperación y la vida en contacto con la tierra pueden convertir la desesperación en esperanza. Para mí, las Galaxias son más que un refugio: son un camino hacia la libertad, al tiempo que curan a la Madre Tierra y construyen sistemas alimentarios justos y sostenibles.
Voces desde el campo 4
Dar poder a la gente
Movimiento de personas afectadas por las presas (MAB), Brasil
Durante los dos últimos años consecutivos, la Amazonia brasileña ha sufrido las peores sequías de su historia. Grandes ríos como el Madeira, en Rondônia, el mayor afluente del río Amazonas, que alcanza una profundidad de más de 20 metros, bajó a menos de 25 centímetros en 2024. A lo largo de este periodo, las comunidades tradicionales y ribereñas (en portugués; ribeirinhas) han visto comprometida su producción alimentaria y pesquera, así como su acceso a la sanidad, la educación y otros derechos.
La intensificación de la crisis climática y, en consecuencia, de los fenómenos extremos se ha producido a un ritmo más rápido que la respuesta estatal a la misma. Por ello, sin dejar de presionar a los gobiernos, las poblaciones afectadas organizadas en el Movimiento de Afectados por Represas (MAB) de la región empezaron a organizar sus propias medidas de adaptación, basadas en el principio de atender primero las necesidades de la gente y en un formato colectivo.
En Rondônia, como resultado de la lucha por la justicia climática, los afectados han logrado la construcción de más de 800 sistemas, redes de captación, filtración, almacenamiento y distribución de agua, construidos por la gente en un esfuerzo colectivo.
Las poblaciones que históricamente han contribuido menos al calentamiento global y protegen nuestros bosques no sólo son ahora las que pagan el precio más alto, sino que también tienen que desarrollar soluciones sin contar con las mismas condiciones. La respuesta a la crisis que vivimos pasa por dar poder a la gente y transformar la sociedad y el desarrollo desde la base. ¡Agua para la vida!