Voces desde el campo

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Una casa de semillas local encabeza la lucha por la Soberanía Alimentaria en Palestina

Unión de Comités de Trabajadores Agrícolas, Palestina

En los Territorios Palestinos Ocupados, una casa de semillas local lleva recuperando semillas y biodiversidad como bienes públicos y patrimonio común desde inicios de la década del 2000.

Esta casa de semillas posiblemente sea uno de los ejemplos más significativos de apoyo a los agricultores y consumidores palestinos para alcanzar la soberanía alimentaria. Fundada en Hebrón en 2003 por la Unión de Comités de Trabajadores Agrícolas (UAWC), se trata de la primera y única casa de semillas de estas características en Palestina. En ella se conservan, protegen, almacenan y reproducen semillas de 45 variedades de cultivos hortícolas y cultivos extensivos de 12 familias de plantas (muchas de ellas en peligro de extinción), como por ejemplo maíz, cebada, trigo, coliflor, nabo, caupí, berenjena, calabaza, okra, tuera y pepino armenio. Todas estas semillas provienen directamente de agricultores palestinos y pasan por un proceso de verificación de 2 años antes de almacenarse y ponerse a disposición de otros agricultores.

La casa de semillas dispone de cuatro unidades distintas: una unidad de entrada, un laboratorio de pruebas, una unidad de secado y una unidad de almacenamiento, donde las semillas se almacenan durante 5 años como máximo. Para proteger este enorme patrimonio genético frente a posibles catástrofes, también se almacenan muestras de estas semillas a temperaturas bajo cero a largo plazo. Una vez documentado el rendimiento de las semillas en campo (porcentaje de germinación, crecimiento vegetativo y floración), la UAWC pone estas semillas a disposición de las y los campesinos palestinos de forma gratuita durante al menos dos temporadas cada año.

De esta forma se consiguen aumentar los ingresos de los agricultores. Además, estas semillas ayudan a las y los agricultores a luchar, por un lado, contra los efectos del acaparamiento de tierras por parte de las fuerzas de ocupación israelíes y, por otro, contra el calentamiento global, ya que estas variedades son resistentes a la sequía y no necesitan riego. A diferencia de las variedades híbridas que venden las compañías israelíes y multinacionales como Bayer-Monsanto, las semillas autóctonas se fertilizan con estiércol y no necesitan del uso de pesticidas químicos ni de herbicidas con glifosato.

«Antes teníamos que comprar las semillas a compañías israelíes a precios altos», indica Mahmoud Abu Kharatabel, agricultor de larga trayectoria y miembro de la Unión de Comités de Trabajadores Agrícolas. «Pero ahora, gracias al banco de semillas de la Unión, muchos de nosotros podemos plantar semillas que son entre un 90 y un 95% autóctonas», afirma con orgullo.

La casa de semillas trabaja con agricultores clave como Abu Kharatabel en un proceso de tres pasos. Una vez que los agricultores reciben las semillas, las plantan y las cosechan, se dividen las semillas recién obtenidas en tres grupos. El primer grupo se destina a las necesidades de los agricultores en la temporada actual. El segundo grupo debe almacenarse y plantarse de nuevo la temporada siguiente. Y el tercer grupo se devuelve al banco de semillas para que otros agricultores puedan beneficiarse de ellas y continuar construyendo la soberanía alimentaria y de semillas en Palestina.

«Cuando las y los agricultores tienen la propiedad sobre sus semillas y pueden reproducirlas, eso significa que pueden elegir qué plantar y cuándo hacerlo», explica Do’aZayed, coordinadora del banco de semillas de la Unión. «Y esa es la razón por la que  hemos abierto esta casa de semillas local». «La soberanía de las semillas es el primer paso para alcanzar la soberanía alimentaria», resume.

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Cuidar es también poder experimentar

Comunidad Niagui, Senegal

La ribera del río Casamance aloja kilómetros de manglares. Mariama Sonko nos muestra las estructuras de madera donde tejen los cultivos de ostras[1] que campesinas y campesinos djola de la región de Ziguinchor mantienen como parte de sus cuidados de la vida y su soberanía alimentaria. Es la comunidad de Niagui, en la costa atlántica de África, en Senegal. Estamos en la sabana, plenas de árboles y arbustos y humedales.

La gente de Niagui está muy involucrada en su soberanía alimentaria, con semillas que les permitan sembrar sus propios alimentos. Mariama Sonko, una de las comuneras que mantiene la tradición de custodiar las semillas, nos muestra hileras de vasijas de barro de diversos tamaños alineadas a las paredes de adobe de una casa en un barrio de la comunidad: “El barro regula la temperatura, algo fundamental para conservar las semillas. Hacemos ollas especiales, y al guardarlas ahí las intercambiamos con más facilidad. Las mujeres hacemos las ollas con sus tapas poniendo frases diversas a los costados para ayudarnos a reflexionar sobre las semillas y su importancia”.

Mariama Sonko aclara que no están en una idea de promover bancos de semillas, “porque lo más importante es la conservación a largo plazo de las semillas ‘activas’, es decir, semillas que todo el tiempo estén en los campos, y que sembrándose se intercambian entre cosecha y cosecha. Una variedad de arroz, de lo más sembrada en la región, es la variedad ‘brikissa’ que todo el tiempo se intercambia; y dura unos 50 días para sembrarla”. Con gran orgullo prosigue su relato: “fue una mujer de ésas que en la ciudad llaman ‘analfabetas’ quien comenzó a reconstituir las variedades tradicionales, porque entendió que las variedades ‘mejoradas’, convencionales, comerciales, erosionaban nuestras semillas tradicionales, mucho más resistentes y adaptables a las veleidades del clima y la humedad. Somos las mujeres quienes transmitimos los cuidados y saberes de nuestras semillas de generación en generación. Surgen de tener confianza en nosotras mismas.

Las semillas convencionales no le permiten a la gente observar, calcular, experimentar, porque vienen con recetas precisas que nos quitan posibilidades. Hablamos de unas veinte variedades de arroz, hay sorgo, maíz y mijo. Nosotras no queremos centralizar los cuidados. Promovemos autonomía, porque además las condiciones están cambiando, la fertilidad del suelo se pierde, hay falta de lluvia, demanda de semillas. Mantenemos las prácticas, pero las condiciones están cambiando”.


[1] Las campesinas y los campesinos tejen las ostras en hilos en armazones para cultivarlas en los manglares.