Migración y agricultura
Ilustración: «Con o sin papeles, trabajadores unidos!» – Titom
La alimentación no sólo es esencial para la vida, sino también una expresión de nuestras culturas y sociedades. El sistema alimentario corporativo dominante despoja a los alimentos de su valor vital y social, reduciéndolos a una simple mercancía; el objetivo es poder sacar el máximo beneficio de todas las fases de la producción intensiva, el procesamiento, la distribución y, en última instancia, la especulación con alimentos en los mercados financieros.
Este sistema presiona para separar a quienes consumen alimentos de quienes los producen. Mientras que los pequeños agricultores continúan alimentando a más del 70% de la población mundial, el sistema neoliberal y sus políticas comerciales está obligando a campesinos y campesinas, pescadores artesanales, pastores y pueblos
indígenas a abandonar sus territorios, fomentando el desarrollo de explotaciones intensivas de monocultivo, granjas industriales, instalaciones de procesamiento alimentario y plantas de distribución, empleando a trabajadores agrarios como mano de obra.
De forma cada vez más frecuente, estos trabajadores agrarios son migrantes obligados a abandonar sus países de origen para escapar de la pobreza y el hambre. Cada vez más, debido a las políticas de inmigración racial y la militarización de las fronteras, los y las migrantes arriesgan sus vidas para cruzar fronteras sin documentación. Cada
vez más, los inmigrantes indocumentados son perseguidos y criminalizados, al mismo tiempo que se les explota (e incluso esclaviza) dentro del sistema de producción alimentaria, para el que resultan indispensables.
La lucha contra el actual sistema alimentario mundial es también una lucha por la defensa de los derechos de las personas migrantes. La lucha por la soberanía alimentaria es también una lucha que pretende devolver a los pueblos la libertad de decidir entre quedarse o dejar sus comunidades y territorios.