Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Las prácticas de recolección reflejan la estrategia de la comunidad por un uso sostenible de la tierra

Somneuk Buddwarn, comunidad Ban-Thap-Heua-Parak-Moo, distrito de Nayok, provincia de Trang, Tailandia

La comunidad Ban-Thap-Heua-Parak-Moo se sitúa en el sur de Tailandia y la mayoría de los residentes locales son familias de granjeros de pequeña escala. La práctica de recoger productos silvestres del bosque es un recurso importante de cara a la supervivencia alimentaria y supone un ingreso complementario. Según la estación, los productos más comunes que se pueden encontrar en el bosque son la pakria (un tipo de alubia), distintos tipos de setas, miel y brotes de bambú.

Las prácticas de recolección reflejan la estrategia de la comunidad por un uso sostenible de la tierra y su gobernanza, y los habitantes tienen que respetar y acatar las regulaciones y normas a la hora de recoger los productos silvestres del bosque. En esta comunidad, el territorio se gobierna a través de la propiedad colectiva. La mayoría del territorio se dedica al cultivo de multicereales sin usar productos químicos y se destina al consumo local y a los mercados. El monocultivo no se tolera en los residentes locales y grandes extensiones se destinan al cultivo de árboles que los autóctonos puede utilizar para sus casas o para cubrir otras necesidad y evitar así la explotación ilegal de los bosques locales.

Según Somneuk, la sostenibilidad social y ecológica es relevante en el uso de la tierra y el bosque, y durante muchas décadas las comunidades locales en la zona han demostrado que la gente puede vivir en armonía con los bosques y la naturaleza. Pero les preocupan las percepciones negativas que los funcionarios estatales tienen, pues creen que los habitantes del pueblo no pueden coexistir con el bosque y la naturaleza.

Escudándose en este prejuicio, el gobierno trata de separar a las comunidades locales de la naturaleza, tal y como resulta evidente en el plan modelo del bosque nacional que el gobierno militar introdujo poco después del golpe de Estado de 2014. El plan permite a las autoridades gubernamentales que confisquen las tierras de los habitantes locales y que desahucien a dichos habitantes sin necesidad de un proceso justo. Un reto urgente para el pueblo de Ban-Thap-Heua-Parak-Moo es que los funcionarios estatales se den cuenta y sean conscientes de qué entienden las comunidades locales por sostenibilidad y que su estilo de vida es armonioso con la naturaleza.

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«No significa no»


Jefe Joseph Chio Johnson, del Consejo de Mayores, clan Jogbah, distrito número 4, condado de Grand Bassa, Liberia

Durante los últimos tres años mi pueblo y yo nos hemos reunido con la empresa Equatorial Palm Oil (EPO) para debatir su plan de hacerse con nuestro terreno y convertirlo en una plantación de aceite de palma. Nos hemos reunido más de veinticinco veces y todas y cada una de las veces hemos dicho ‘No’ a su petición de nuestra tierra. Nos reunimos con su Excelencia la presidenta Ellen Johnson Sirleaf en 2014 y le rogamos que le dijese a la empresa que nos dejase en paz.

La empresa ha proseguido con las reuniones e insiste en que entreguemos nuestra tierra. El 3 de noviembre de 2015 les dijimos que no queríamos reunirnos más con ellos: para nosotros ‘No significa no’. La empresa dice que quiere ayudarnos a que nos ‘desarrollemos’. Pero cuando paso por su plantación veo que la gente allí no vive ni trabaja en mejores condiciones que nosotros. Veo cómo sus hijos lavan la ropa sucia en el arroyo y veo cómo sus mujeres cogen agua del arroyo cercano para cocinar con ella. La mayoría de la gente vive en cabañas de paja; algunos viven en casa con tejado de metal.
Estoy contento de que todavía tengamos nuestra tierra. Nosotros cultivamos nuestra propia comida. Con nuestra tierra siempre tendremos nuestra libertad y nuestra dignidad. No quiero su desarrollo, el que dejaría a mi pueblo y a mí sin tierra.

Fotos y más información (incluida una petición para ayudar al clan Jogbah para proteger su territorio) disponibles aquí.

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Ley Montoro, ¿sentencia para la vida en los pueblos?

Daniel Boyano Sotillo, Colectivo El Huerto del Pozo, España

La Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local, conocida como Ley Montoro, en vigor desde el 1 de enero de 2014 sin el diálogo y consenso previo con las Administraciones afectadas, tendrá un efecto devastador sobre las poblaciones y los territorios rurales en España.

La crisis rural actual ahora se agudiza con esta ley que fomenta el expolio y expropiación encubierta del patrimonio de los Ayuntamientos, las Entidades Locales Menores, los Concejos Abiertos* y Juntas Vecinales, verdaderos ejemplos de democracia real. Los Concejos Abiertos por ejemplo son formas de organización social para administrar los recursos naturales utilizados de vecinos y vecinas. Estos consejos no se parecen ni al Estado ni al mercado, sino que han regulado de manera comunitaria, asamblearia y directa los sistemas de recursos durante largos periodos.

Debido a esta nueva ley, los montes públicos, los bienes comunales, forestales, aguas, sus potencialidades cinegéticas, micológicas y madereras serán administrados por las Diputaciones Provinciales a través de Consorcios de Gestión que ya se están articulando en los entornos de las Grandes Empresas constructoras y de servicios en busca exclusivamente del beneficio económico. Son 4 millones de Has rurales a nivel nacional por las que el Gobierno calcula recaudar 21.000 millones de Euros. Asimismo se estima que esta ley destruirá el tejido económico local, como traerá consigo 200.000 empleos menos en el conjunto de España rural.

Por todo ello, porque se lo debemos a nuestros antepasados, a la sociedad, a la naturaleza, y por nuestros propios valores morales; la sociedad civil organizada debe luchar contra este autoritarismo. Consideramos también que se debe garantizar la continuidad de las Entidades Locales Menores y su patrimonio, así como los Concejos Abiertos, Juntas Vecinales, y las Mancomunidades voluntarias de servicios, que garantizan la participación de la sociedad mediante democracia directa.

*Más sobre el Consejo Abierto aquí.
Firma contra la Ley Montoro aquí.
Campaña Este pueblo no se vende, aquí.

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Los habitantes del pueblo respetan unas normas colectivas

La señora Kusuma Kampin, comunidad Huaykontha, distrito de Lom Sak, provincia de Phetchabun, Tailandia

«Sabemos qué, cuándo y cómo recolectar del bosque. En general recogemos distintos tipos de setas durante la temporada de lluvias, brotes de bambú al principio de la temporada de lluvia y gusanos de bambú y vegetales locales en verano», explica Kusuma cuando se le pregunta por las prácticas de recogida de productos del bosque local.
Recoger productos forestales es todavía una fuente importante de alimento y supervivencia para los lugareños de la comunidad Huaykontha. Se trata eminentemente de alimento y de un pequeño ingreso en la economía familiar. No hay «reglas» escritas con relación a las prácticas de recolección, pero todos los lugareños tienen que respetar ciertas normas colectivas, por ejemplo: no recoger todos los brotes de bambú y dejar por lo menos uno para que siga creciendo; hacer agujeros en el bambú para extraer los gusanos, pero no cortarlo.

Huaykontha está situada en una zona polémica en la que los funcionarios del gobierno han acusado a los lugareños de invasión ilegal y tener asentamientos en el bosque, pero los autóctonos alegan que llevan viviendo allí desde mucho tiempo antes de que dicho terreno se declarase reserva. Desde el golpe de estado militar de mayo de 2014, los lugareños han sido sometidos cada vez más a amenazas e intimidación por parte de los funcionarios estatales. Estos han tratado de limitar el acceso de los lugareños a la tierra y a su explotación, especialmente de las tierras agrícolas, y han introducido duras penas para la recolección de productos silvestres del bosque. Sin embargo, debido a la alta cohesión de la comunidad y a las medidas de precaución (incluyendo una vigilancia regular del desplazamiento de los funcionarios en la zona), los autóctonos pueden seguir llevando a cabo sus prácticas tradicionales.

La llegada de foráneos para recolectar productos silvestres del bosque también supone una preocupación para la comunidad Huaykontha. Los foráneos recolectan con un objetivo comercial y lo hacen de una forma destructiva que degrada y agota el bosque, y además proporcionan a los funcionarios estatales la justificación para acusar a los residentes de las comunidades de destruir el bosque e imponer así las duras penas. Según Kusuma, «esta gente viene y va, pero nosotros vivimos en la comunidad, sus prácticas nos ocasionan muchos problemas. El papel del Estado debería ser el de proteger y apoyar el estilo de vida y la supervivencia de los lugareños, pero no lo hacen. Siempre creen que nosotros somos los criminales. Nunca tratan de entender que nuestro modo de vida es sostenible, ese es el problema».

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Aprendí a ser el portavoz del bosque

Jean François Mombia Atuku, Coordinador General RIAO, República Democrática del Congo

Pasé mi más tierna infancia en el río Congo. Me encantaba coger mi canoa y pasar de una orilla a otra. Y como los niños del bosque, conocía los árboles y las distintas plantas. Conocía hasta el más nimio detalle del río.

Me encantaba el río, pero también el bosque; por eso quiero defenderlo ante las amenazas que plantean las empresas de todo tipo que trabajan con las más absoluta impunidad en mi país, la República Democrática del Congo. Aprendí a hablar en nombre del bosque cuando trabajaba para las comunidades Pygmy en el pueblo de Boteka.
En todas las provincias bañadas por el Congo existe una gran presión sobre los recursos naturales, y las comunidades se enfrentan a amenazas serias a la hora de poner alimentos sobre la mesa de sus casas. Las empresas destruyen los bosques y los campos y especies muy nutritivas, como las orugas, van camino de extinguirse. Aún así estas orugas son la base de la alimentación de estas comunidades y desempeñan un papel cultural relevante en sus vidas.

La gente en nuestros pueblos vive principalmente de la agricultura, pero en los últimos años, se ha vuelto muy difícil la práctica de la agricultura dado que se ha robado mucha tierra a nuestras comunidades para entregársela a multinacionales como Unilever y Feronia. Tenemos que recuperar esta tierra o será aún más difícil alimentar a nuestra gente. La lucha de RIAO y de sus miembros es muy importante para parar las desigualdades y poner fin al colonialismo en los campos de la RDC.

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Los bosques no se reducen a plantar y talar, hay más

Vincent Magnet, Nature sur un Plateau, Limousin, Francia

Me llamo Vincent, tengo 40 años y trabajo como voluntario en una asociación local, Nature sur le Plateau. Esta trabaja en la meseta de Millevaches, una colina de granito de tamaño medio. Tiene pocos habitantes y está situada en el centro de Francia. Nuestro territorio tiene mucho bosque (54%).

Los bosques de árboles han reemplazado a los páramos como resultado del éxodo rural. Estos bosques de árboles toman dos formas: árboles caducifolios han brotado rápidamente y se han plantado monocultivos de vastas masas de árboles perennes (coníferas). Actualmente, se está llevando a cabo un masivo desmonte en ambos casos.

Existe un desconocimiento general sobre los bosques de árboles y los bosques en general, así como sobre la manera en que gestionarlos adecuadamente. Nuestra asociación propuso a los funcionarios locales que se asignase a la asociación una zona de cuatro hectáreas de bosque de coníferas públicas durante un periodo largo de tiempo. De esta menare se podría gestionar de distintas maneras y, a través de ellas, mostrar a la población local que los bosques de árboles no se reducen únicamente a plantar y cosechar.

Existen muchos argumentos a favor de tener bosques de árboles continuos, mixtos (caducifolios y perennes) sin que se produzca una tala sistemática total:

• Desde un punto de vista ecológico, al talar árboles viejos de aquí y de allí mantenemos el bosque como está y preservamos su biodiversidad. El pequeño espacio libre que se genera en el bosque lo rellenan rápidamente los árboles jóvenes que crecen por debajo. Se ha demostrado que los bosques perennes mixtos y estratificados son mucho más resilientes ante los distintos riesgos are (tormentas, plagas, sequías, enfermedades).

• Desde un punto de vista económico, siempre resulta más rentable cortar talar árboles viejos y de mayor calidad. El volumen de árbol incrementa a un ritmo superior en la segunda mitad de su vida y el material es de mejor calidad. Sin la tala completa, los bosques no tienen que volver a crecer desde cero cada vez, por lo que se produce madera de forma continua y permanente.

• Por último, desde un punto de vista social, el colectivo de asesoramiento de bosques de árboles crea muchos puestos de trabajo que se aceptan bien y además también se pagan bien. La creación de empleo en las industrias locales vinculadas a la Madera también puede generar rápidamente auténtica riqueza local mientras se preserva la calidad y la diversidad de los ecosistemas forestales.

Cuadros

Cuadro 1

¿Por qué son los comunales relevantes para la soberanía alimentaria?

Los comunales hacen referencia a formas de riqueza, capacidades, espacios y recursos que se usan, manejan y gobiernan de forma colectiva para el beneficio de muchos. En ellos se incluyen, por ejemplo, tierras de cultivo, humedales, bosques, pastos, laderas de colinas, arroyos, ríos, lagos, la costa y recursos vinculados. Las tierras de cultivo y de pasto pueden gestionarse de forma comunitaria, a pesar de los derechos de las familias a parcelas específicas de terreno, que se reconocen y se respetan como tales. También hay derechos de pasto para pastores. De forma semejante, los pescadores a pequeña escala no poseen zonas litorales, pesca o lechos marinos, pero estos bienes comunales son cruciales para su supervivencia. Los comunales a menudo están determinados culturalmente, y en muchas comunidades se contemplan las semillas, los alimentos silvestres y las hierbas, los peces, los animales y el conocimiento tradicional como bienes comunales. En cualquier parte del mundo, las comunidades agrícolas, silvícolas, pescadoras, marinas, nómadas e indígenas han desarrollado y puesto en práctica sistemas de compartir, regir de forma colectiva sus bienes comunales naturales y regenerarlos.

Los bienes comunales son fundamentales para la soberanía alimentaria. Los comunales no comprenden únicamente «recursos» físicos, sino que son igualmente relevantes las relaciones sociopolíticas entre las distintas comunidades productoras de comida y el valioso conocimiento sobre los hábitats, los recursos genéticos, las rutas migratorias (para peces y ganado), la capacidad de adaptación ante los desastres y los imprevistos, etc. Como salvadoras de semillas y bibliotecas andantes de conocimiento sobre la biodiversidad local y los sistemas alimentarios, a menudo las mujeres están conectadas más íntimamente a los bienes comunales que los hombres. Cuando los comunales se destruyen o se privatizan, la población local pierde el acceso a los entornos relevantes para buscar comida, cosechar, pastar, cazar, pescar y regenerar la biodiversidad. Los pueblos indígenas bien pierden por complete sus dominios ancestrales o tienen que seguir unas restricciones severas en relación a qué pueden recolectar de los bosques, los campos y el agua.

Los bienes comunales se ven amenazados constantemente por la minería, la extracción de petróleo y gas, la agricultura industrial, las presas y los regímenes de propiedad privada (también conocidos como «enclosures» [recintos/cercados]). Los bosques, pastos y humedales se convierten en monocultivos industriales o en propiedades de lujo; las fuentes de agua se desvían para alimentar el turismo, la energía y las industrias manufactureras; y el comercio-tratos de inversión proporcionan a las empresas el acceso a la biodiversidad y al conocimiento, permitiendo la biopiratería y socavando la autonomía de los pueblos indígenas y de las mujeres. Los recursos naturales se mercantilizan y se privatizan, se desmantelan las arraigadas prácticas locales del uso de los recursos de la comunidad y su gobernanza, y se niega el acceso de las comunidades a los propios ecosistemas que ellas mismas han alimentado y que las mantienen.

Hoy en día, las amenazas de los comunales se ven exponencialmente aumentadas por las crisis alimentaria, financiera y climática. Los estados, las empresas y las instituciones financieras las esgrimen como oportunidades, buscan aumentar su control sobre la riqueza natural. El mayor riesgo lo corren las tierras, los bosques, el agua, así como los recursos genéticos y el conocimiento, que tienen un gran valor a la hora de producir comida, regenerar la biodiversidad, garantizar la fertilidad del suelo y preservar la vida. Defender los comunales es una estrategia crucial para construir la soberanía alimentaria.

Cuadro 2

Productos forestales en Camboya

Las comunidades rurales en la provincia de Pursat, Camboya, se han organizado para proteger sus bosques, tierras de cultivo, arroyos, estanques y tierras comunales de las plantaciones de la agricultura industrial, las presas y la extracción de madera llevada a cabo en los últimos veinte años. Protegerlos es crucial para proteger la biodiversidad de la que dependen sus vidas y su subsistencia.

Aunque cultivan arroz y vegetales, y crían aves de corral y ganado, gran parte de su comida, de sus plantas y hierbas medicinales, y de sus utensilios domésticos provienen de los bosques locales, de las masas de agua y de los bienes comunales. La dieta tradicional rural está muy vinculada a los productos temporada y muy ligada a las prácticas culturales que se concibieron para proteger el entorno local y reforzar la solidaridad de la comunidad. Las inundaciones estacionales y los cambios medioambientales generan distintos tipos de peces, vegetales, frutos, setas, brotes y hierbas, que están disponibles a lo largo del año. La pesca, la recolección de frutos silvestres, setas, brotes de bambú, hierbas y atrapar insectos comestibles y arañas sigue siendo un recurso común para cubrir las necesidad alimentarias de la familia. Los productos silvícolas también son importantes para su empleo en el hogar y para los ingresos del mismo, por ejemplo, el bambú, el mimbre, la miel, la resina y el azúcar de palma.

En algunas zonas, los residentes locales identificaron 18 tipos de frutos silvestres, cuatro clases de resina, 13 tipos de setas, 36 clases de raíces/hierbas/vides, y 14 tipos de flores/brotes/hojas silvestres. Además, también identificaron seis variedades de árboles de madera dura de gran valor y 13 variedades de árboles ordinarios que pueblan los bosques en sus áreas. Según la gente local, todas las variedades de árboles naturales, plantas y hierbas o céspedes (como el bambú) son esenciales para nutrir el ecosistema y son fundamentales para mantener y regenerar la biodiversidad.

Destacados

Destacados 1

La importancia de los bosques, hierbas silvestres, las plantas y los bienes comunes en la soberanía alimentaria de los pueblos y las comunidades

Los Pueblos Indígenas hemos vivido en armonía con la Madre Tierra desde hace miles de años, dependiendo de ella para nuestro alimento, refugio y medicinas, pues somos partes integrales de ella y no sus dueños. La tierra está poblada de árboles de toda clase que le dan vida y fuerza. La tierra es raíz y fuente de nuestra cultura, es nuestra madre que es la guardiana y la que custodia de todo lo que existe. Por eso es la importancia de los bosques, hierbas silvestres y las plantas que son bienes comunes para nuestros Pueblos y comunidades teniendo en cuenta sus cuidados por medio de nuestros Conocimientos Tradicionales.

Los Bosques son una farmacía

Los bosques nos proporcionan las hierbas y plantas que nos sirven para curar enfermedades, plantas que desde tiempos inmemoriales han ocupado un lugar excepcional en la vida de los pueblos., teniendo en cuenta que más del 25% de los medicamentos modernos proceden de plantas de los bosques tropicales.


Hábitat para plantas y animales

Las selvas y bosques tropicales tomaron entre 60 y 100 millones de años para evolucionar y se cree que son el ecosistema más antiguo y más complejo en la tierra, albergando más de 30 millones de especies de plantas y animales. Eso es la mitad de la fauna de la Tierra y por lo menos dos tercios de sus especies vegetales, mas sin embargo nos ha proporcionado todo lo necesario para mantener el mundo. Los bosques son ecosistemas imprescindibles para la vida teniendo en cuenta su función protectora, reguladora y productiva para nuestra Soberanía Alimentaria.

Regulan nuestro Clima

Las selvas y bosques tropicales, almacenan agua como una gran esponja. Los árboles de la selva extraen agua del suelo del bosque y lo liberan de nuevo a la atmósfera en forma de niebla y nubes. Es bien sabido que los árboles absorben el dióxido de carbono que exhalamos, y proporcionan el oxígeno que necesitamos para respirar. La deforestación es de hecho considerada como el segundo de los principales impulsores del cambio climático, que en gran medida afecta negativamente nuestras vidas en los territorios, como por ejemplo, la pérdida de biodiversidad o la escasez de agua, provocando un desplazamiento forzoso de nuestras poblaciones hacia otras regiones de nuestro país y por consiguiente la perdida de nuestros derechos.

Para los Pueblos Indígenas y comunidades locales somos conscientes de que nadie quiere lo que no aprende a reconocer, para proteger su espacio ambiental el hombre tiene que quererlo y para quererlo tiene que conocerlo. Nosotros, nuestras comunidades, tenemos toda la libertad de usar lo que la madre tierra nos brinda, sin pero sobrepasar lo necesario y al mismo tiempo cuidando de ella. En nuestros mares debemos pescar lo necesario, en nuestros bosques debemos cortar lo necesario, por eso sabemos la importancia de nuestra tierra, territorio y recursos naturales – nuestros bienes comunes – por sin ellos no somos nada y no hay Soberanía Alimentaria para el mundo.

La Madre Tierra contiene nuestra memoria, ella acoge a nuestros antepasados y requiere por lo tanto también que nosotros la honremos y le devolvamos con ternura y respeto los bienes que nos brinda. Por es importante transferir a nuestras generaciones futuras nuestros Conocimientos Tradicionales en el cuidado de la Madre Tierra para que nuestros Pueblos sigan percibiendo sus beneficios.

Taina Hedman, Consejo internacional de tratados indios

Destacados 2

Soberanía alimentaria maorí

El papel que los mares, los peces, la vida marina y las costas desempeñan para los maoríes [Los maoríes son un conjunto de diferentes grupos tribales con identidades distintas] de Aotearoa/Nueva Zelanda está interrelacionado y es esencial tanto para nuestra cultura como para la economía y la identidad, y no puede desvincularse de ella. Como muchos pueblos indígenas en todo el mundo, los maoríes sienten una gran conexión histórica y contemporánea con todo lo que les rodea. Nuestros antepasados nos han transmitido nuestras historias y han pervivido gracias a la tradición oral de los cuentacuentos.
Tangaroa es nuestro dios del océano, al que reconocemos en las oraciones que pronunciamos antes de acometer cualquier tarea relacionada con el mar. Los regalos que nos proporciona el océano son numerosos y variados – el pescado nos proporciona sustento, nutrientes y supone un activo económico; la conchas son un material para nuestras herramientas, instrumentos musicales y ornamentación; históricamente, la vida marina como las ballenas, las rayas marinas y los delfines han proporcionado a los viajeros de los océanos las rutas y son también sus guardianes. Como otros pueblos indígenas hemos comerciado entre nosotros y con otros visitantes y éramos los responsables de mantener nuestra propia soberanía alimentaria.


Impactos en la soberanía alimentaria de los maoríes

Desde 1840 la soberanía alimentaria de los maoríes se vio afectada por distintas leyes y prácticas que la colonización británica trajo consigo. Aunque la Ley de la preplaya y los fondos marinos de 2004 (en inglés) ya no existe, tuvo un impacto sobre la soberanía alimentaria de los maoríes al cambiar nuestros derechos a las prácticas culturales como la recolección de conchas. Los maoríes tuvimos que demostrar continuamente que habíamos usado una parte de dichos espacios desde 1840. Uno de nuestros retos fue que la recolección de conchas solo se contemplaba en ocasiones concretas como reuniones formales o luto y no como una actividad del día a día. Las prácticas sostenibles de los maoríes también contemplaban que los crustáceos solo se cogían en determinados periodos del año, para facilitar que creciesen nuevas poblaciones. La recolección de moluscos no sería continuada y era muy difícil cumplir con los requisitos de la Ley de la preplaya y los fondos marinos. Desde 2011 este ley quedó derogada por la Ley de la zona marina y costera (Takutai Moana) 2011 (en inglés). Se cree que esta ley equilibrará los intereses consuetudinarios de los maoríes con los intereses de todos los ciudadanos de Nueva Zelanda. Según esta ley, los maoríes debemos solicitar que se reconozcan nuestros intereses consuetudinarios y tenemos hasta 2017 para presentar dicha solicitud. El reto es ver cómo se compensan los intereses de todos.


Los mercados locales maoríes: la morrallas

El sector pesquero es un sector relevante dentro de la economía maorí actual y es una parte esencial de la manera en cómo nos sentimos conectados con nuestro medioambiente. Actualmente estamos en la temporada de pesca de morralla (en inglés) y por tradición sabemos que cuando algunos árboles están en floración la morralla es abundante. Como cosecha estacional, la morralla es muy codiciada y proporciona un recurso bienvenido a la hora de alimentar a nuestras familias y de estimular a corto plazo el flujo de efectivo localmente. Sin embargo, las tensiones en auge han surgido en los lugares en que algunos maoríes consideran que este recurso únicamente debería dedicarse al sustento familiar, mientras que otros prefieren apostar por ampliar cada vez más y vender en los mercados locales. El impacto aquí se produce en que los recursos de morralla se agotan rápidamente. La soberanía alimentaria maorí tiene por tanto una fuerte conexión con la economía local maorí y cuando se mira a escala nacional tiene el potencial de recuperar parte de la soberanía alimentaria maorí de la que disfrutamos hace muchos años – pero esta lleva aparejados unos compromisos que tienen que afrontarse si un recurso estacional como la morralla tiene que ser gestionada de manera sostenible en el futuro.

El futuro de la soberanía alimentaria maorí

La soberanía alimentaria maorí actual se ha desarrollado de una de individuos locales o grupos, que han mantenido y desarrollado los enfoques tradicionales con relación a la soberanía alimentaria, a una de empresas grandes de propiedad maorí. En ambos ejemplos existe una absoluta vinculación entre las tradiciones maoríes y los valores como kaitiakitanga (administración) y mauri (fuerza vital), que proporcionan un asesoramiento y reglas que ayudan a mantener los recursos naturales. Somos conscientes de que no podemos confiar únicamente en recursos estacionales y nos hemos dirigido hacia maneras de sacar partido a mayores escales de la producción alimentaria.
Estamos volviéndonos más innovadores y buscamos oportunidades para aumentar el desarrollo sostenible. Una oportunidad es el Partenariado de crecimiento económico Crown-Maori ‘He Kai Kei Aku Ringa‘ (comida en la punta de mis dedos) entre el Gobierno y los negocios maoríes que pueden emplearse como vehículo para reforzar el desarrollo sostenible maorí en relación a los recursos naturales. Esta colaboración implicará a todas las capas de la sociedad para mostrarles el proceso y enseñarles cómo alcanzar nuestros objetivos, desde las bases hasta los gobiernos nacionales y foros internacionales. Un foro internacional útil podría ser el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, que puede vincularse con los mercados locales a través del Mecanismo de la Sociedad Civil.

Anaru Fraser, International Council of Indian Treaties

Boletín núm. 24 – Editorial

Bosques, recolectar comida y los comunales

Ilustración: Iwasaki Kan’en, Herbario, 1830

Entorno al 75% de la población pobre mundial vive en áreas rurales de países en desarrollo. La mayoría sobrevive gracias a la agricultura de subsistencia, la pesca artesanal y/o al pastoreo nómada y muchos no tienen tierras, trabajan como mano de obra temporera en granjas, plantaciones, piscifactorías y la industria. Sus necesidades alimentarias diarias se cubren principalmente con la producción local, la recolección de comida, la caza y la pesca – a menudo realizada por mujeres—en pequeñas granjas, zonas de pastoreo comunales, y en bosques, arroyos, ríos y lagos. El acceso reducido a estos ecosistemas o el descenso en la cantidad comida que se reúne en estos ambientes conducen al hambre y a la malnutrición aguda.

Bosques, campos, laderas de colinas/montañas, humedales y masas de agua —que comprenden ríos, arroyos, lagos y mares- son fundamentales para las vidas, las culturas y la economía de las comunidades rurales de todo el mundo. Hay fondos fundamentales de la biodiversidad y literalmente preservan la vida. La comida, el agua, la fibra, el combustible, las plantas medicinales y las raíces, la madera, la hierba, las hojas, la resina y otros materiales que proporcionan son las únicas redes de seguridad con las que cuentan las poblaciones rurales en los tiempos de adversidad. E incluso en los tiempos de bonanza, en las comunidades rurales que no son pobres, los alimentos silvestres -que se recolectan, cazan y pescan– suponen un componente importante de las dietas locales y tradicionales; los productos forestales no madereros (PFNM) y los recursos marinos son importantes fuentes de ingresos suplementarios.

Muchas comunidades —especialmente de pueblos indígenas- tienen bosques sagrados o espirituales, que también albergan las fuentes de los ríos y arroyos locales. Proteger el bosque significa, por tanto, proteger las fuentes acuíferas de las comunidades. Los bosques son espacios relevantes para la educación y el conocimiento local: los niños y niñas aprenden cuál es el valor de las plantas, los animales, los venenos y las medicinas al ir junto a los mayores al bosque.
La demarcación entre bosque y tierras agrícolas a menudo está difusa por los cultivos itinerantes: campos que no están plantados se convierten en bosques, jardines vegetales y huertos de árboles frutales a menudo se plantan e los bosques pues aseguran condiciones de crecimiento propicias. Se asemeja a lo que sucede en las comunidades costeras y marinas, que veneran el mar como fuente de toda la vida y tiene elaboradas reglas socioeconómicas para proteger los ecosistemas sensibles. En este caso también lo niños aprenden el valor de los distintos tipos de peces y de los recursos marinos y cómo tienen que aprovisionarse de ellos, con respeto y de manera sostenible. Las cosmovisiones de los pueblos indígenas en todo el mundo respetan la naturaleza como a los padres que dan y alimentan la vida, y enseñas a los pueblos y a las comunidades a vivir en armonía con la naturaleza.

Estas prácticas y los propios ecosistemas a los que dan forma se encuentran cada vez más en peligro porque los inversores, las empresas y los especuladores intensifican de la demanda en las tierras de cultivo, los bosques y las fuentes de agua y, también, por los cambios en tiempo y los patrones de precipitaciones debido al cambio climático. La conversión de paisajes naturales distintos en agricultura industrial y acuicultura, y el consumo intensivo de energía de los asentamientos humanos destruyen las funciones cruciales de los ecosistemas, como la de recargar acuíferos, mantener los nutrientes del suelo, la captura de carbono y compensar los ciclos naturales, y esto acelera el cambio climático. Exacerban la desigualdad de acceso a las tierras y a los recursos naturales tanto entre las comunidades como entre hombres y mujeres. Las comunidades locales se ven reducidas a parcelas de tierra más pequeñas y menos fértiles y se ven obligadas a confiar en una base menor que explotar para obtener comida e ingresos. Las reservas de agua dulce se ven monopolizadas por la industria y los ricos, lo que crea y aumenta la escasez de agua, generando conflictos entre la población local con relación al agua, los productos forestales y los comunales. En concreto afecta a los derechos de los pueblos indígenas para controlar, usar, administrar y preservar territorios ancestrales.

Proteger y regenerar entornos naturales diversos y las distintas formas de alimentarse y vivir en armonía con estos entornos son elementos esenciales de la soberanía alimentaria. Resulta igualmente relevante que son una forma directa de resistencia a la mercantilización y la financialización de la naturaleza y ante los mercados capitalistas.

Shalmali Guttal, Focus on the Global South