Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Herman Kumara, Coordinador Nacional, NAFSO; Secretario General, del Foro Mundial de los Pueblos Pescadores (WFFP)

La crisis climática se está utilizando como una oportunidad para que los intereses creados propaguen falsas soluciones como el carbono azul, las llamadas «soluciones basadas en la naturaleza», los diques, la agenda 30×30, los canjes de deuda por océanos y otros. Con estas falsas soluciones, los agricultores, pescadores, pueblos indígenas y campesinos se ven desplazados de sus tierras, masas de agua y bosques originales, desposeídos de sus derechos consuetudinarios de tenencia, y se enfrentan a la perturbación de su pacífica convivencia con la naturaleza.  Reclamamos cautela contra la adopción de soluciones climáticas ineficaces como 30×30, los créditos de carbono, las Áreas Marinas Protegidas (AMP) y la Planificación Espacial Marina (PEM).

En su lugar, la atención debería centrarse en restaurar los legítimos derechos de tenencia tradicionales, consuetudinarios o indígenas de las comunidades pesqueras y redistribuir tales derechos allí donde hayan sido vulnerados. Los pescadores se encuentran entre los grupos más vulnerables durante las tempestades y ciclones y entre las víctimas de la crisis climática, ya que a menudo trabajan en aguas abiertas y están expuestos a los elementos. Es importante que el Estado proporcione sistemas de alerta temprana más accesibles y operaciones de búsqueda y rescate para garantizar la seguridad de los pescadores durante estos fenómenos. Los Estados deben dar prioridad a las soluciones climáticas centradas en la comunidad y basadas en los conocimientos y prácticas ecológicas tradicionales de las comunidades de pescadores a pequeña escala, en lugar de enfoques tecnocráticos y basados en el mercado como los diques,  el carbono azul y las soluciones de créditos de carbono para la conservación. El WFFP está luchando contra esta tendencia mediante el fortalecimiento de las campañas que buscan educar y advertir a los responsables políticos y a las comunidades contra las falsas soluciones y, en su lugar, presionar por soluciones reales que se desarrollen en consulta con las comunidades afectadas.

Voces desde el campo 2

Presentación de Tom Goldtooth IEN ante el Foro Permanente de las Naciones Unidas sobre los Pueblos Indígenas, abril de 2024

El año pasado solicitamos una sesión especial [del foro permanente de los pueblos indígenas de la ONU] para abordar las falsas soluciones climáticas, la economía verde y sus impactos sobre los pueblos indígenas. Esta petición incluía una moratoria sobre todas las actividades relacionadas con las falsas soluciones hasta que los pueblos indígenas afectados, desde el sur hasta el norte, puedan investigar a fondo los impactos y hacer las demandas oportunas…

Llevo colaborando con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático desde 1998. Nuestra red ha recopilado más de 20 años de pruebas irrefutables que demuestran que los mercados de carbono, la fijación de precios y los mecanismos de compensación del carbono no reducen las emisiones en origen.

Los mercados de carbono proporcionan el resquicio legal del que muchos de ustedes nos han hablado. Proporcionan un resquicio que la industria de los combustibles fósiles necesita para continuar con la extracción, la combustión y con una economía extractiva fósil que está destrozando la armonía de la madre tierra y del padre cielo. Hace tiempo que deberíamos haber exigido una moratoria permanente sobre las falsas soluciones que se están negociando en el artículo 6 del acuerdo [climático] de París. La CMNUCC tiene como objetivo finalizar estas negociaciones este año, después de 2 décadas en las que los contaminadores se han beneficiado causando violaciones de los derechos humanos, acaparamiento de tierras, divisiones y explotando a los Pueblos indígenas a través de los mercados de carbono y REDD plus«.

Vea todo el evento aquí.

Voces desde el campo 3

Extracto de la Declaración del Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria en la COP 15 (Conferencia de las Partes) del Convenio sobre la Diversidad Biológica, diciembre de 2022

[…] Esta es la primera COP sobre biodiversidad desde que se ratificó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos (UNDROP), y los productores de alimentos a pequeña escala deberían ser respetados como titulares de derechos haciendo referencia a la UNDROP y a la UNDRIP (Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas) conjuntamente en el nuevo Marco Global de Biodiversidad y en el CDB (Convenio sobre la Diversidad Biológica). Cada vez que los gobernantes no respetan los derechos humanos y colectivos de los mejores custodios de la biodiversidad, incumplen su deber de proteger la biodiversidad.

Nos sentamos en estas reuniones como gente de la tierra, para la tierra, escuchando los llamados debates sobre la tierra y la vida, preguntándonos qué ocurrirá si seguís separando a la gente de la naturaleza con falsas soluciones. ¿Qué es la Naturaleza para cada uno de los aquí presentes?

Algunos proponen la DSI (Información de Secuencia Digital) para salvar la biodiversidad, como si se pudiera desmaterializar a nuestra Madre y recomponerla con la esperanza de que funcione mejor. Convertir la naturaleza en capital es cualquier cosa menos «vivir en armonía con la naturaleza». Las «soluciones basadas en la naturaleza» que se debaten aquí y en la COP sobre el clima ponen a la naturaleza en un libro de contabilidad y luego la venden a los contaminadores a expensas de la biodiversidad, la tierra y los derechos de los pueblos indígenas, los pequeños productores de alimentos y las comunidades locales.

Nos sentamos en estas salas para ser testigos de la codicia de un puñado de grandes países exportadores y sus empresas, que pretenden destruir 30 años de acuerdos multilaterales. Es fácil entender por qué los más poderosos y los menos responsables prefieren fijar objetivos hacia un supuesto «mundo positivo para la naturaleza» antes que hablar de la Madre Tierra. No hace falta encerrar la tierra lejos de sus cuidadosos custodios, como se propone en el objetivo 30×30, sino protegerla de la codicia empresarial y estatal […].

Cuadros

Cuadro 1

La Iniciativa africana de mercados de carbono

La Iniciativa Africana de Mercados de Carbono (ACMI) pretende «ayudar a dar forma y aprovechar el potencial de los mercados de carbono en África». Su comité directivo presume de lo más granado entre los partidarios de los combustibles fósiles, las grandes empresas tecnológicas y la agroindustria, como la Fundación Gates, que promueve la agricultura industrial y los transgénicos en África, y el Fondo Bezos para la Tierra de la multinacional Amazon. La ACMI afirma que «con unos créditos de carbono valorados en unos 2.000 millones de dólares en todo el mundo y con un potencial de crecimiento de 5 a 50 veces para 2030, los mercados de carbono de alta integridad podrían proporcionar importantes beneficios a la población africana y ser una fuente fundamental de financiación climática para el continente». Sin embargo, reconocen que «existe un gran escepticismo ante la posibilidad de que los créditos se utilicen para el lavado verde, una excusa para seguir contaminando» y que «algunas personas se preguntan si los créditos de carbono, en particular los grandes proyectos de uso de la tierra, están provocando que los africanos pierdan sus tierras para facilitar que los países ricos sigan contaminando, lo que hace temer una forma de recolonización en África».

A pesar de estas sorprendentes confesiones y de la falta de respuestas reales, la ACMI sigue adelante con su intento de ampliar y fomentar la aceptación de los mercados de carbono en todo el continente. Sin embargo, esta presión va en contra del principio de responsabilidad y justicia históricas, que exige que la financiación de la lucha contra el cambio climático se financie con fondos públicos de los gobiernos de los países desarrollados y no refuerce la espiral de la deuda en África.

Cuadro 2

Acaparamiento de tierras de la economía verde   

Para 2030, Shell pretende compensar 120 megatoneladas (Mt) de emisiones al año, lo que representa aproximadamente el 85% de las emisiones anuales de CO2 de todos los ciudadanos y empresas de los Países Bajos. En agosto de 2022, Shell participaba o había participado en 30 proyectos de compensación «basados en la naturaleza», en 17 países. Un análisis de la trayectoria de Shell hacia el objetivo de 1,5 grados muestra que es esencialmente la misma que su trayectoria hacia los 2 grados, pero con un plan añadido de «ampliar extensamente las soluciones basadas en la naturaleza», concretamente plantando árboles en una «superficie cercana a la de Brasil». Cuando Shell planta árboles, a menudo sólo planta una especie. Suelen ser eucaliptos de crecimiento rápido, que pueden dañar la biodiversidad de la zona circundante. Se necesita mucha tierra para compensar las emisiones de Shell. La tierra que eligen suele estar situada en el Sur global. Para ello, se utilizan tierras (agrícolas) pertenecientes a comunidades locales, lo que puede provocar violaciones de los derechos humanos y escasez de alimentos.

Más información aquí y aquí.

Cuadro 3

¿Qué es la agricultura del carbono y por qué es una solución falsa? 

La agricultura del carbono es un sistema de compensación por el que se paga a los agricultores para que capturen carbono con el fin de compensar las emisiones de carbono de una empresa, un país o un particular. Los sistemas de agricultura del carbono consisten en pagar a los agricultores para que apliquen prácticas agrícolas «climáticamente inteligentes» que supuestamente aumentan la cantidad de carbono almacenado en sus explotaciones. El cambio de prácticas se utiliza para verificar la creación de créditos de carbono que se venden a empresas o gobiernos a través de los «mercados de carbono». Aunque los compradores siguen emitiendo gases de efecto invernadero, afirman haber «compensado» esas emisiones. La demanda de compensaciones va en aumento: 82 países y el 44% de las 2000 mayores empresas del mundo se han comprometido a «cero emisiones netas». La mayoría de los sistemas de agricultura de carbono se basan en el carbono almacenado en los árboles mediante la agrosilvicultura y las plantaciones forestales, pero cada vez hay más sistemas de «cultivo de carbono en el suelo».

Las compensaciones de carbono del suelo son peligrosas para la justicia climática y la soberanía alimentaria porque…

Las compensaciones de carbono en el suelo aumentan el afianzamiento de semillas y productos agroquímicos insostenibles controlados por las empresas. Los sistemas a menudo fomentan o exigen prácticas agrícolas específicas que dependen de semillas y productos agroquímicos patentados, como el uso de plagicidas esoecíficos para controlar las malas hierbas en lugar de la labranza. Los algoritmos y la maquinaria agrícola digital necesarios para obtener créditos de carbono pueden requerir variedades de cultivos y prácticas específicas para funcionar.

Las compensaciones de carbono del suelo son una excusa para acaparar datos, aumentando el poder de las corporaciones alimentarias y tecnológicas que controlan las plataformas digitales que supervisan y comercializan los créditos de carbono del suelo.

Los regímenes de carbono en el suelo impulsan la consolidación y mecanización de las explotaciones, lo que supone una ventaja para las explotaciones más grandes, que pueden adoptar más fácilmente la tecnología y las prácticas y, además, generar grandes cantidades de créditos de carbono.

Los regímenes de agricultura de carbono aceleran la pérdida de conocimientos agrícolas tradicionales al enseñar que las prácticas tradicionales degradan el suelo y al encerrar a los agricultores en contratos que exigen prácticas «climáticamente inteligentes».

No todo el carbono es igual. El supuesto «carbono es carbono» que subyace a las compensaciones ignora la violencia, las consecuencias para la salud y los daños económicos y socioecológicos creados localmente en torno a las minas, la extracción de combustibles fósiles y las granjas industriales. Además, el carbono biológico del suelo no puede compensar la liberación de carbono fósil.

Los sistemas de compensación desvían la atención de las soluciones reales y desplazan las subvenciones públicas de la agroecología a la agricultura del carbono.

Cuadro 4

Hundir algas para arreglar el clima: una nueva oleada de falsas soluciones

Mientras la Tierra arde, los inversores siguen encontrando formas nuevas y cada vez más inverosímiles de aumentar los beneficios sin reducir las emisiones de carbono. Los océanos están ahora en la línea de fuego: una nueva industria de algas -o «macroalgas»- está invadiendo costas y mares al amparo del Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático. A mediados de 2023 había más de 1.300 empresas dedicadas a las algas marinas comerciales, incluidas más de 200 empresas de nueva creación.

La nueva gran promesa lucrativa de la llamada «revolución de las algas» es vender créditos de carbono, fingiendo que las algas industriales capturan carbono. Aunque todavía no existe un mercado formal de carbono para el cultivo de algas, empresas industriales como Canopy Blue, The Seaweed Company y Running Tide ya están vendiendo compensaciones de carbono a empresas en el mercado voluntario.

Sin embargo, sus promesas no se cumplen. En primer lugar, las algas no capturan mucho carbono. Una vez hechas las cuentas, parece que los ecosistemas industriales de algas son en realidad emisores netos de CO2. Por tanto, el aumento de las superficies de algas industriales podría provocar más CO2 en la atmósfera, no menos.

En segundo lugar, el desarrollo de monocultivos marinos y el uso de insumos químicos podrían causar daños a los ecosistemas existentes que capturan carbono de forma natural y proporcionan medios de vida a las comunidades locales. Los riesgos potenciales de las plantaciones de algas incluyen la sombra sobre el lecho marino, las praderas marinas y las algas naturales, la alteración de las corrientes oceánicas locales, la contaminación de la diversidad genética y el robo de nutrientes vitales al plancton, afectando no sólo a los ecosistemas marinos sino también a los medios de vida costeros.

Por último, los financieros del carbono se sienten atraídos por el océano por su enorme tamaño, presentado como una inmensa mina de oro sin explotar. Pero los océanos no están vacíos. Las granjas industriales de algas tendrían que ocupar una parte importante de las costas mundiales, lo que privaría a las comunidades locales de sus derechos a vivir y trabajar en todas esas zonas costeras.

En tierra, la expansión de los monocultivos lleva décadas destruyendo los bosques y a sus habitantes. Si no ponemos fin urgentemente a la llamada «revolución de las algas», las plantaciones industriales de algas seguirán el mismo curso, destruyendo los ecosistemas marinos y marginando aún más a las comunidades costeras.

Para saber más, puede leer «El espejismo de las algas. El cultivo industrial de algas no enfría el clima y daña la naturaleza».

Cuadro 5

El proceso Nyéléni, hacia un foro mundial de la soberanía alimentaria 2025

Voces de nuestros aliados

Mariam Mayet, Centro Africano para la Biodiversidad, acbio.org.za

Del 10 al 11 de junio de 2023, representé al Centro Africano para la Biodiversidad (ACB), como parte del movimiento mundial por la soberanía alimentaria, en una reunión de activistas de movimientos sociales convocada por el Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria en Roma, Italia.

El principal objetivo de mi participación fue contribuir a la construcción de nuevas estrategias para transformar el sistema global hacia la justicia económica, social, de género, racial, climática y medioambiental, para informar y co-crear el Proceso Nyéléni. Se mantuvieron intensos debates sobre la necesidad de abordar y generar conjuntamente discursos en las intersecciones de las crisis de la biodiversidad, el cambio climático, la agricultura y los sistemas alimentarios, especialmente en el Sur Global, y de reforzar las alternativas al capitalismo, que nos está llevando a todos hacia el ecocidio.

Reflexionamos sobre el impacto de la pandemia de la COVID-19,  que en particular ha acelerado los procesos de desintegración del proyecto capitalista a través de: el fuerte aumento de la desigualdad en todo el mundo; la decadencia económica, la precariedad y la vulnerabilidad; el autoritarismo y el fascismo; el racismo; el feminicidio; y el conflicto y el malestar social. Nos comprometemos con el Proceso Nyéléni por ser fundamental para apoyar la resistencia activa contra la invasión extractivista/capitalista, que se basará en el análisis crítico y la reflexión continuos, y en la deconstrucción y el cuestionamiento de las narrativas empresariales y falsas sobre la transformación.

Entendemos perfectamente que el capitalismo, aunque agonizante, está de hecho redoblando la extracción y la desposesión -buscando voraz y constantemente nuevas fronteras que explotar-, especialmente en África, rica en recursos biológicos y minerales. La reunión de Roma representó un importante punto de partida para el Proceso Nyéléni, que se considera una oportunidad para fortalecer y apoyar espacios democráticos y progresistas arraigados en organizaciones y redes democráticas de masas, que impulsen la transformación sistémica del sistema alimentario mundial.

Destacados

Destacados 1

Hay que acabar con la narrativa de la «economía verde”

Los tiempos que vivimos son tiempos de lucha de la Madre Tierra por mantener la vida ante el capitalismo financiarizado. Un sistema en el que nuestra Tierra y toda la vida que hay en ella -en el subsuelo, en bosques y mares, así como el cuidado y la salud en nuestros hogares y comunidades- se está convirtiendo en mercancía para el beneficio de las empresas transnacionales y la industria financiera.[1] Esta lógica está impregnando las tres convenciones de «Río» de las Naciones Unidas que se establecieron para frenar la amenaza existencial que suponen para la humanidad el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la desertificación.

Los movimientos de justicia reclaman desde hace tiempo que los países históricamente industrializados y las clases adineradas dentro de ellos, como principales responsables de la crisis climática, proporcionen los recursos necesarios para ayudar a resolverla. La financiación es una parte crucial de la exigencia de reparación y pago de la deuda climática. Sin embargo, a pesar de que la investigación ha demostrado que se necesitan billones de dólares para financiar la lucha contra el cambio climático, la financiación real, pública y democrática movilizada no llega a los 100.000 millones de dólares americanos. En su lugar ha entrado en escena la financiación privada depredadora con una serie de nuevos y confusos instrumentos financieros como los pagos por servicios ecosistémicos, los bancos de carbono, los créditos de carbono, las compensaciones basadas en la naturaleza y los canjes de deuda por naturaleza. Algunos bancos esperan que el mercado voluntario del carbono, en el que los agentes financieros pueden comprar, vender, comerciar y especular con el carbono, alcance el billón de dólares en 2027, lo que reportará ingentes beneficios a los inversores.

Mientras tanto, el nuevo marco mundial para la biodiversidad ha reclamado la movilización de 200.000 millones de dólares de financiación para la biodiversidad de aquí a 2030, y algunos abogan por los mercados de compensación de biodiversidad. Igual que la actual financiación del clima basada en el mercado, se basarán en una «financiación mixta» en la que el dinero público se utiliza para » reducir el riesgo» de las inversiones (garantizar unos beneficios «adecuados» a los agentes financieros privados). Nuevos mecanismos como los canjes de deuda por naturaleza permiten a los países vender de hecho sus territorios protegidos a los bancos y a la gran industria de la conservación a cambio de una reestructuración de la deuda. Se les denomina «innovadores», pero la única innovación es extraer más beneficios de un planeta moribundo cuando las inversiones en industrias extractivas están siendo cuestionadas, y entregar el control de cada vez más territorios terrestres y oceánicos a inversores financieros privados sin supervisión democrática. Iniciativas como el compromiso 30X30 de la ONU, de conservar el 30% de la superficie de la Tierra para 2030[2], se están aplicando de modos que impulsan la desposesión de las comunidades y crean nuevas formas de especulación empresarial.

La normalización y expansión de estos planteamientos, que muchos consideran beneficiosos, plantea un serio peligro para las personas y el planeta.

  • Primero: el sector financiero busca, por encima de todo la rentabilidad de las inversiones. Esto implica en muchos casos la expulsion de las comunidades locales de sus tierras, caladeros y territorios para destinarlos a lucrativos proyectos de carbono y conservación. Algunas veces las prácticas tradicionales de los pueblos locales que almacenan carbono y protegen la biodiversidad son monetizadas, y la mayor parte de los beneficios que se generan van a parar a manos de los inversores. A menudo se recurre a la violencia para imponer el despojo: procedente de milicias privadas de conservación o de policías y ejércitos de Estados que se alían con los especuladores de las empresas transnacionales.
  • Esto refuerza el poder y el alcance de los mismos actores responsables de la destrucción de la Tierra y de las injusticias contra los derechos humanos a través de sus enormes y continuas inversiones en minería, agronegocio y combustibles fósiles. Fomenta la idea de que estas empresas pueden seguir obteniendo beneficios mientras alegan «salvar» el planeta. No hace nada para detener la crisis de control empresarial, extracción, beneficios y consumo excesivo que está impulsando las crisis.
  • Al cambiar la narrativa hacia la «economía verde», la aleja de las disposiciones vinculantes y los cambios políticos por los que nuestros movimientos han estado luchando, que son necesarios para detener el caos climático y el colapso de la biodiversidad. Al promover una falsa narrative de “triple win” que favorece a todos (pesonas, planeta, rentabilidad) despolitiza las cuestiones del acceso democrático y el control de la tierra, el agua, los recursos y los territorios al promover una falsa narrativa de «triple ganancia» (personas, planeta, beneficios), que nos impide preguntarnos quién está pagando el precio y quién está cosechando los beneficios de estas intervenciones.

Debemos frenar el auge del nuevo complejo financiero-empresarial-verde. Los pueblos que viven en, con y de la tierra y los territorios, las comunidades del Sur global y las clases trabajadoras de todo el mundo han soportado el coste de nuestro destructivo sistema económico capitalista/neoliberal actual. Para evitar que esto se repita, deben tener poder y control en la transición. Concretamente, esto significa que debemos exigir el fin de la deuda, el cumplimiento de las promesas de financiación pública para el clima y la biodiversidad, el pleno respeto de los derechos humanos de los campesinos, los pueblos indígenas y otras comunidades afectadas, y que la reparación se lleve a cabo a través de canales populares y democráticos.

Destacados 2

Hacer frente a la «financiación azul”

En la última década, las estrategias internacionales de conservación de los océanos han cambiado radicalmente. Cada vez más, los proyectos de conservación se basan en obtener beneficios a través de los mercados financieros y, por tanto, su objetivo es proporcionar a los inversores rendimientos lucrativos. Muchos se refieren a esto como la «financiación azul», que cuenta con un creciente apoyo internacional, y se considera un modo forma fundamental de salvar un imaginado déficit de financiación para salvar la biodiversidad marina. Lo que puede entenderse como la financiarización de la conservación ha dado lugar a los llamados instrumentos financieros innovadores, como los bonos azules y los canjes de deuda por océano.

Los bonos azules se basan en una serie anterior de los llamados bonos «verdes» o «sociales». La premisa básica es captar capital en el mercado internacional de bonos, pero con la condición de que el dinero se gaste en resultados verdes y/o prosociales. La pregunta obvia es quién define lo que es verde y social, y quién comprueba que el dinero se ha gastado en intervenciones verdes y sociales. Esta cuestión es muy controvertida. En 2018, con ayuda del Banco Mundial, el Gobierno de las Seychelles emitió el primer bono azul del mundo. Se describió como un bono destinado a apoyar la conservación de los océanos y el desarrollo de la economía azul. En realidad, es un ejemplo de lo que se conoce como «financiación mixta», en la que los fondos públicos (es decir, la ayuda al desarrollo) se utilizan para facilitar las inversiones del sector privado.

Un canje de deuda consiste básicamente en que un acreedor (la organización que ha prestado dinero al gobierno de un país en desarrollo) acepte renunciar a una parte de lo que se le adeuda. El ahorro que esto supone para el país en desarrollo se destina a la conservación. Esto parece sencillo. Sin embargo, los mecanismos pueden ser muy complejos y cada canje de deuda por naturaleza es único en su estructura.

Se considera que la financiación azul está empezando. Sin embargo, ya hay organizaciones de conservación estadounidenses, encabezadas por The Nature Conservancy, que han refinanciado más de 2.500 millones de dólares de canjes de deuda por océanos en sólo cinco países. También se está buscando un bono azul para la Iniciativa de la Gran Muralla Azul de la ONU.

A pesar del apoyo internacional a la financiación azúl, que está estrechamente alineada con las aspiraciones globales del objetivo de biodiversidad 30×30, hay varias razones por las que los bonos azules y los canjes de deuda plantean riesgos para los pequeños productores de alimentos. Pueden ser transacciones financieras opacas que manipulan las deudas de los países del Sur, dando lugar a una transferencia de riqueza y poder a organizaciones conservacionistas estadounidenses que no rinden cuentas, y que ahora trabajan en estrecha colaboración con empresas de inversión y el sector bancario. Afianzan aún más la visión temeraria de que salvar la naturaleza debe producir beneficios interminables para el sector privado.

La falta de financiación no es la causa principal de las crisis climática y de biodiversidad, que son crisis de opulencia y de especulación a corto plazo,  problemas existenciales impulsados por unos mercados financieros mundiales escasamente regulados. Así pues, las soluciones duraderas que promuevan los medios de vida y la soberanía alimentaria deben surgir del cambio político y cultural, no de la manipulación de la deuda.

Más información sobre financiación azul aquí.


[1] I. Convenio marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático II. El convenio sobre la diversidad biológica III. La convención de las Naciones Unidas de lucha contra la desertificación.

[2] Un ejemplo en Destacados 2, Boletín núm. 46.

Boletín núm. 56 – Editorial

Cuestionando la financiación del acaparamiento verde y azúl  

Ilustración: Luisa Rivera, www.luisarivera.cl

La movilización de grandes cantidades de financiación privada para suplir la falta de financiación pública se está convirtiendo en un objetivo nuevo en los debates sobre la financiación del clima y la biodiversidad. Pero este empuje implica niveles alarmantes de mercantilización y financiarización de la naturaleza, provoca un nuevo acaparamiento territorial y socava la justicia medioambiental. Los créditos de carbono, los mercados de compensación de biodiversidad, los canjes de deuda por naturaleza, y demás mecanismos de «economía verde» no sólo son erróneos, sino peligrosos.

Esta edición explora algunos de los mecanismos variados y desconcertantes que financiarizan océanos, suelos, algas y bosques, y cuya deficiencia fundamental es un enfoque que da prioridad al beneficio sobre una verdadera gestión medioambiental, y a los dividendos para los inversores, a menudo en detrimento de las comunidades locales. Estos mecanismos conducen con frecuencia al desposeimiento de los pueblos indígenas y los pequeños productores, que se ven obligados a abandonar sus tierras y mares para dejar paso a lucrativos proyectos de conservación. Los beneficios prometidos por estos mecanismos financieros rara vez llegan a quienes soportan la peor parte de sus impactos.

Los testimonios recogidos aquí muestran claramente el contraataque de los movimientos de los pueblos indígenas, pescadores, campesinos, -en las diversas plataformas de la ONU y en sus propios territorios. Nuestros movimientos exigen financiación pública para el clima y la biodiversidad, condonación de la deuda, reparación, respeto por los derechos y conocimientos de los pueblos indígenas y otras comunidades, y una verdadera rendición de cuentas y regulación de las empresas transnacionales que se han beneficiado durante mucho tiempo de la explotación medioambiental.

Sabemos que la fantasía de la ideología neoliberal y sus fracasos han quedado al descubierto. Por eso debemos luchar colectivamente contra su proliferación en la naturaleza y en nuestros territorios.

Amigos de la Terra Internacional, ETC Group, Transnational Institute