Cuadros

Cuadro 1

El internet de las vacas[1]

Suena como una broma, pero es un aspecto más de la invasión de tecnologías digitales en agricultura y alimentación, que se dirige a una agricultura sin agricultores, industrializada desde la semilla al plato o al vaso de leche, y controlada por grandes empresas de agronegocios, maquinaria e informática.

Empresas como IBM, Microsoft y Huawei ofrecen paquetes tecnológicos para lo que llaman «Internet de la vacas». Se trata de dispositivos digitales (collares y/o chips) que se colocan en cada vaca, para medir su pulso, temperatura, pico de fertilidad y otras condiciones de salud y relacionadas al sistema digestivo. Los datos se trasmiten por internet a una nube de las propias compañías, que los almacena en sistemas de Big Data, los analiza con inteligencia artificial y envía los avisos que el programa estime pertinentes a un computador o teléfono de la empresa agrícola, dueño o hacienda. También hay chips interactivos que pueden dirigir al ganado para su ordeñe cuando es hora, conectado a un sistema automatizado de ordeñe instalado previamente a la medida de la vaca en cuestión. Cada dispositivo está asociado a una vaca en particular.

Desde hace una década existen sistemas satelitales de monitoreo de ganado en ciertas áreas. La diferencia ahora es que la recolección de datos es mucho más amplia, los datos son sobre cada animal, y toda la información va a una nube de esas empresas, o según los contratos podrían ser nubes compartidas de Bayer-Monsanto o de maquinaria agrícola como John Deere.

También hay internet de los cerdos y ovejas, con bases similares. La idea no es que el proceso termine en cada finca, sino que el monitoreo siga cada animal en transacciones de ganado en pie, a través del uso de blockchain y criptomonedas, o al matadero, para cadenas de certificación que incluyen seguimiento en procesado, venta al menudeo y hasta el refrigerador.

Tanto IBM como Microsoft han avanzado en sistemas digitales que abarcan toda la producción agropecuaria de una hacienda. El paquete que ofrece Microsoft, llamado «Farmbeats», ofrece un sistema de monitoreo permanente de la condición de suelos, humedad y agua, estado de los cultivos (si necesitan riego, si hay enfermedades, plagas, etc), datos climáticos, datos del tiempo (dirección del viento, lluvias, etc), para avisar desde la nube de Microsoft, cuándo y dónde sembrar, aplicar riego, fertilizantes o agrotóxicos, cuando cosechar, etc.

Para resolver el tema de la conectividad rural, elemento clave del sistema, pero que falta en zonas rurales, Microsoft usa los «espacios blancos de TV», que son bandas de televisión en desuso. Esto permite instalar un router en cada finca, conectando sensores, drones, chips, teléfonos y computadoras con internet en un radio de algunos kilómetros y enviar la información a la nube de la compañía.

Las mayores empresas de agronegocios como Bayer, Syngenta, Corteva y Basf tienen divisiones digitales con proyectos de este tenor y desde 2012 tienen acuerdos de colaboración o empresas conjuntas con las mayores de maquinaria (John Deere, AGCO, CNH, Kubota) en sistemas de big data, nubes para almacenado y computación, y empresas de drones. Por ejemplo, PrecisionHawk, Raven, Sentera y Agribotix son empresas nuevas creadas en colaboración entre las multinacionales de semillas-agrotóxicos y las de maquinaria.

Nuevamente, como con los transgénicos, las empresas alegan que esto es necesario para alimentar a una creciente población mundial, para aumentar la producción, ahorrar agua y ser «sustentables». En realidad se trata de agricultura sin agricultores, orientada al reemplazo de las fincas pequeñas por grandes empresas, donde desde la semillas al plato, el control lo tenga una cadena de trasnacionales que no dejan ninguna opción de decisión a las y los agricultores.

Cada finca aporta además una gran cantidad de datos que las empresas se apropian, construyendo mapas sobre regiones enteras, lo que les permite visualizar y negociar proyectos mucho más allá de cada finca, pasando por arriba de agricultores y campesinos y campesinas.

Son proyectos que avanzan, pero no quiere decir que funcionen. El verdadero conocimiento sobre campos y animales, que es lo que da alimentación y sustento a la mayoría del planeta, son las formas de vida campesina. Estos paquetes tecnológicos son nuevas formas de ataque contra ella.

Cuadro 2

Acaparamiento digital verde en Brasil

El Cerrado de Brasil, una de las regiones más biodiversas del planeta, ha asistido a la expansión desaforada del agronegocio, especialmente en la región llamada MATOPIBA[[MATOPIBA es el acrónimo de una zona de tierras de 73,173,485 hectáreas que abarca los Estados de Maranhão, Tocantins, Piauí, y Bahia.]], cuyo territorio, formado por altiplanos y tierras bajas de sabanas, matorrales y bosques, la ha convertido en «ideal» para las plantaciones de soja.
Puesto que algunas zonas de la región de MATOPIBA (especialmente las sabanas) conservan la vegetación nativa original del Cerrado, la agricultura industrial y el agronegocio están extendiéndose hacia estas tierras, para cumplir con la legislación brasileña (Ley 12651/2012), que exige que los propietarios mantengan un mínimo del 20% de sus tierras en el bioma de El Cerrado -las llamadas «áreas legales de reserva». Como los altiplanos han sido deforestadas casi por completo para establecer las plantaciones de soja, las empresas del agronegocio están extendiéndose hacia las tierras bajas, donde están situados los poblados locales.

Los acaparadores de tierras utilizan el Cadastro Ambiental Rural, (CAR) como instrumento para formalizar sus alegaciones de propiedad de la tierra. El CAR es un sistema abierto en línea, en el que cualquiera puede registrar información ambiental y de uso del suelo; no se exige prueba de propiedad. Aunque según la legislación el CAR no tiene ningún valor como título de propiedad, las empresas del agronegocio están utilizándolo como prueba de su ocupación y uso de las tierras. Es lo que ocurre con las «áreas legales de reserva» – que en su mayoría están cubiertas de vegetación autóctona, que son registradas como parte de su propiedad, aunque estas tierras han sido utilizadas tradicionalmente por las comunidades locales.

Las comunidades que han intentado registrar sus tierras en el CAR se han encontrado a menudo con que ya habían sido registradas por propietarios de plantaciones. Desgraciadamente, a pesar de los fallos del CAR, ha habido iniciativas que han promovido este sistema, como un proyecto coordinado por el PNUD y Conservation International con el fin de promover la producción «sostenible» de soja en el Cerrado.

Cuadro 3

Digitalización de la pesca

En las últimas décadas se ha desarrollado enormemente el acopio de datos oceánicos, por una serie de razones. Entre ellos están el seguimiento de la carga marítima, la creación de mapas digitales del lecho marino, y el control de los bancos de pesca, del que deriva el desarrollo de las asignaciones de las cuotas de pesca y del sistema de Totales Admisibles de Capturas (TAC). No obstante, la preocupación se centra en qué tipo de prioridades político-económicas va a movilizar el acopio de big data y cuáles pueden ser las consecuencias para las comunidades de pescadores artesanales de todo el mundo. El aumento generalizado del uso de datos y la digitalización del espacio oceánico tienen que considerarse a la luz de las transformaciones político-económicas históricas relativas al uso y control del espacio oceánico y especialmente en el campo de la narrativa de la Economía Azul.


Datos y pesquerías

La utilización de datos en la pesca ha surgido de modo simultáneo a los debates en materia de utilización óptima de las cuotas nacionales de pesca, basada en el discurso de sostenibilidad medioambiental y de eficiencia económica. Estos datos propiciaron el desarrollo del sistema de TAC que los científicos especializados en pesca determinan a través de campañas anuales de recogida de datos sobre los tamaños poblacionales de las especies de especies comerciales de peces. La recogida de estos datos se ha digitalizado progresivamente con el uso de dispositivos GPS a bordo y del almacenamiento automático de la información en ordenadores. La capacidad de registrar las capturas en tiempo real implica que los TAC y cuotas restantes o capturas que excedan las cuotas, pueden ser detectados inmediatamente. Aunque este conocimiento enriquece la comprensión mundial de las poblaciones de especies y su distribución en el océano, la naturaleza cuantitativa y científica de estos datos socava los saberes tradicionales de los pescadores locales que les permiten proteger la sostenibilidad de los ecosistemas oceánicos.

La digitalización de los datos sobre las poblaciones de peces ha posibilitado los sistemas de gestión basados en cuotas y los modelos de reparto de capturas como el de Cuotas Individuales Transferibles (CIT). Las organizaciones medioambientales apoyan estos tipos de sistemas de gestión, abogando por la aplicación de estos modelos para la mejora de los esfuerzos de conservación en los océanos. No obstante, a menudo son modelos controvertidos, porque son el resultado de la privatización de recursos públicos y van asociados a una distribución desigual de los recursos pesqueros.

Datos y Economía Azul

La importancia cada vez mayor de los datos en la gestión de los océanos se subraya como parte de la presión creciente que se ejerce sobre los océanos y los recursos oceánicos, convertidos en la frontera económica para resolver una multitud de crisis, como la de la alimentación, la energética y la climática. La expansión del big data convierte al océano en un activo financiero para la rentabilidad económica, en lugar de un punto de acceso a una alimentación variada y nutritiva. Las prioridades de una economía azul basada en el mercado se centran en la implicación del sector privado en el desarrollo extractivo de base oceánica. Según el discurso de la economía azul, las industrias emergentes basadas en los océanos tienen un gran potencial de crecimiento, innovación, y creación de empleo, y pueden contribuir a la seguridad energética, la gestión del cambio climático y la seguridad alimentaria. No obstante, estos discursos también van asociados a la desposesión y apropiación de los recursos y los espacios oceánicos.

El acopio creciente de datos para la gestión de los océanos, para el crecimiento de la economía azul, se ha visto facilitado por acontecimientos diversos. El aumento de los datos transmitidos por los satélites, que está previsto que se duplique para 2020. Con una resolución espectral y espacial cada vez mayor, se van a recoger más datos por instrumento con menos limitaciones para la observación. Los drones y aviones no tripulados facilitan una recogida de datos a menor coste. Con el fin de que el big data contribuya al crecimiento de un ecosistema rico en información, se están desarrollando interfaces avanzados de programación de aplicaciones, que posibilitan el tratamiento rápido y barato de las enormes cantidades de datos que se recogen.


Impactos

Los pescadores poseen un conocimiento profundamente arraigado de las poblaciones de las especies de peces, de sus ciclos reproductivos, de sus patrones migratorios, y de las técnicas de pesca que utilizan para proteger las poblaciones de peces. Los cálculos de los TAC, por su naturaleza cuantitativa y científica, ignoran estos saberes, reduciendo la información a datos científicos en lugar de combinar de modo holístico estos datos con el conocimiento tradicional existente. La visión de la nutrición ha adquirido una naturaleza técnica, y los alimentos se consideran cada vez más una mercancía en lugar de parte de los bienes comunes. Esta visión reductora, fragmentaria e individualista de los alimentos carece de una perspectiva de derechos humanos.

La digitalización agranda la brecha entre productores y consumidores; desemboca en una automatización y deslocalización creciente de los procesos de la producción de alimentos, y desposee a los pescadores de sus saberes y su acceso a los recursos de los océanos. Esto implica una transferencia de poder, desde los sistemas físicos de producción de alimentos y las actividades pesqueras hacia actores financieros a menudo desconocidos que tienen acceso a estas tecnologías y las controlan. Esto concentra el poder político y económico en las manos de actores remotos que operan en el reino inmaterial de la información y los medios financieros, reafirmando luchas de clases y una desigualdad opresora. Además, todo esto alimenta decisiones políticas, como la determinación del uso del espacio oceánico con herramientas técnicas como la planificación espacial de zonas marinas. Estos datos se movilizan en apoyo de un determinado tipo de prioridades político-económicas, y cuando se añade a esto el discurso cada vez más dominante de la economía azul, las consecuencias para los pescadores artesanales, cuyo poder político es marginal en todo mundo, pueden ser devastadoras.

[1] Contribución del ETC Group, para saber mas ETC group (2018) Blocking the Chain. Industrial food chain concentration, Big Data platforms and food sovereignty solutions, Informe, 2018. Próximamente en castellano.