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Enfermedades emergentes y ganadería industrial
En 2008, mientras seguíamos la desastrosa respuesta internacional a la epidemia de gripe aviar H5N1 que asolaba Asia, escribimos: «El mundo está inmerso en grandes cambios con respecto a las enfermedades globales. Estamos abocados […] a tipos de enfermedades más mortíferas y con mayor capacidad de propagación. También hay más probabilidades de que surjan enfermedades zoonóticas y pandemias globales. Sin embargo, la respuesta internacional a esta situación no ha conseguido hasta ahora […] reflejar la gravedad de la crisis[1]«.
La causa del problema era evidente: la rápida expansión de un modelo de ganadería en el que miles de animales genéticamente uniformes son amontonados y empujados a crecer lo más rápido posible. Estas granjas industriales son caldo de cultivo para que cepas letales de enfermedades evolucionen y se amplifiquen, con la posibilidad de infectar a los humanos -ya que la gran mayoría de las nuevas enfermedades que afectan a los humanos proceden de los animales (se conocen como «zoonosis»). La estructura globalizada de la industria, con su gran concentración de zonas de producción (incluso en zonas deforestadas donde existe riesgo de contacto con animales salvajes) y su orientación a la exportación de piensos, carne y animales a grandes distancias, crea las condiciones para que las enfermedades se propaguen amplia y rápidamente.
La epidemia de gripe aviar H5N1 debería haber puesto en duda el fomento de la ganadería industrial y de la carne industrial. Pero ocurrió todo lo contrario. Los gobiernos y los organismos internacionales culparon a los pequeños agricultores y a los mercados tradicionales. Pusieron en marcha una serie de medidas para proteger al sector cárnico industrial, y utilizaron la epidemia como una oportunidad para crecer y concentrarse aún más, mientras dejaban la supervisión de estas mortíferas explotaciones y plantas cárnicas en manos de corporaciones y magnates corruptos.
En 2009 se declaró una gripe porcina pandémica en la industria porcina globalizada de Méjico. Le siguió una pandemia de peste porcina africana devastadora que mató a cientos de miles de cerdos en zonas de expansión de la ganadería industrial: Rusia, China y otras partes de Asia. Luego llegó la Covid-19, y aunque aún se desconoce su origen animal exacto, las instalaciones de transformación de carne de las grandes empresas fueron una importante fuente de transmisión, con cientos de miles de trabajadores afectados, además de sus familias y amigos. La gripe aviar afortunadamente no se ha transformado aún en una cepa pandémica, pero una nueva variante está matando a millones de aves silvestres y se está extendiendo sin control por las granjas avícolas industriales más herméticas de Norteamérica, Japón y Europa.
Bajo el pretexto de la «bioseguridad», gobiernos y organismos como la FAO y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) siguen promoviendo medidas para industrializar aún más la ganadería con el control de las grandes empresas. Los enfoques basados en la diversidad animal, los conocimientos tradicionales y la producción y los mercados a pequeña escala y localizados, son ignorados e incluso criminalizados.
Para poner fin a esta insensatez y mantener al mundo a salvo de nuevas pandemias, debemos acabar con la ganadería industrial y defender y reconstruir sistemas de cría de animales que sean diversos, a pequeña escala y localizados.
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La resistencia contra la expansión de las mega-explotaciones porcinas y la defensa de los territorios indígenas, el agua, el aire y la naturaleza en América Latina[2]
A pesar de los graves perjuicios que causan, las fábricas de cerdos se están extendiendo desde Estados Unidos por toda América Latina. Estas fábricas de carne forman parte del régimen alimentario dominante (y en expansión) actual, el complejo cereal-oleaginoso-ganadero[3] mediante el cual se utilizan cereales y oleaginosas (principalmente maíz y soja modificados genéticamente) para alimentar al creciente número de animales de abasto. Desgraciadamente, si las cosas no cambian, en 2029 la producción de carne aumentará en 40 millones[4] y gran parte de esta carne se producirá en América Latina. Como la mayor parte de la carne se destina a la exportación, existe un claro intercambio desigual entre quienes se benefician de la explotación de los seres humanos, los animales no humanos y la naturaleza (las empresas cárnicas) y las comunidades -generalmente indígenas, campesinas y afro- que sufren los múltiples impactos negativos de la industria.
Las fábricas de cerdos son instalaciones industriales de producción de carne que confinan a miles de cerdos en espacios cerrados, para concentrar su energía en la producción de carne. La producción de carne con esta lógica capitalista contamina el agua, el aire y el suelo. Está asociada al acaparamiento de tierras y a peligros para la salud (incluidas pandemias), es una de las que más contribuye al cambio climático y a la deforestación, implica crueldad contra los animales y desplaza a otras formas de alimentación más sostenibles y justas. También se relaciona a las fábricas de cerdos con múltiples violaciones de derechos, incluidos los derechos a la tierra y al territorio, a un medio ambiente sano, al agua, a la alimentación, los derechos de la naturaleza, de los defensores de los derechos humanos y de los pueblos indígenas[5] .
No es de extrañar que haya una creciente resistencia contra la expansión de la agroindustria y, en concreto, de las fábricas de cerdos. En 2022 se reunieron en Yucatán comunidades afectadas, activistas, organizaciones y académicos para debatir el creciente problema de las fábricas de cerdos en la región. La declaración de América sin mega granjas porcinas[6] consolida la demanda de promover la soberanía alimentaria, la agroecología y la producción ancestral de alimentos, en lugar de subvencionar y apoyar el agroextractivismo, así como la necesidad de acabar con las fábricas de carne.
Se han llevado a cabo múltiples acciones colectivas para acabar con las fábricas de carne, incluyendo, entre otras, consultas ciudadanas, auto-consultas indígenas, campañas, protestas, ocupaciones y litigios[7]. Muchos campesinos y pueblos indígenas que han alzado la voz han sufrido intimidación, criminalización y represión. A nivel regional, múltiples organizaciones han solicitado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que realice una audiencia temática para abordar los casos de violaciones de derechos humanos en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México y Estados Unidos relacionados con la industria cárnica.
[1] Viral times – The politics of emerging global animal diseases (La política de las enfermedades animales globales emergentes) en inglés.
[2] Hay muchos documentos elaborados por el grupo que produce este artículo. Véase aquí y aquí.
[3] Weis, T. (2013). The ecological hoofprint: The global burden of industrial livestock (La huella ecológica: La carga global de la ganadería industrial). Bloomsbury.
[4] Stiftung, H. B. Meat Atlas (Atlas de la carne) 2021.
[5] Para más información sobre la industria cárnica y las violaciones de los derechos humanos, puede ver la solicitud de audiencia temática presentada por 20 organizaciones y apoyada por 243 en 2022, y después en 2023, disponible aquí.
[6] La Declaración está disponible aquí.
[7] Para más información sobre Yucatán y otros lugares, véase el storymap.