Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

“El agua necesita una voz colectiva” contra las fábricas de cerdos en Yucatán   

Ka ́anan Ts ́onot / Guardianes de los Cenotes, testimonio presentado durante el aniversario de los Derechos Humanos de la ONU en 2022

En Yucatán, México, se ha producido una expansión masiva y acelerada de las fábricas de cerdos. Actualmente existen no menos de 274 granjas porcinas en la Península. Se han expandido a pesar de las condiciones medioambientales, sociales y culturales que deberían haber impedido su entrada en la región. Esto afecta a la relación metabólica con los “cenotes”: sumideros que conectan un enorme acuífero en el subsuelo de la Península con sus comunidades.

En la localidad de Homún, los Guardianes de los Cenotes han estado defendiendo su territorio de las granjas porcinas. Como consecuencia de la organización, la protesta y el litigio, en octubre de 2018 la mega-explotación industrial suspendió sus operaciones. Sin embargo, el riesgo seguirá hasta que no se cancele la fábrica de cerdos. Actualmente el caso está pendiente de la sentencia de un tribunal federal, que va a decidir sobre el derecho de los niños mayas a un medio ambiente sano y los derechos de los cenotes.

En la región de Homún, las comunidades mayas luchan contra la expansión de las fábricas de cerdos defendiendo el agua y la vida. En palabras de un defensor local de los derechos humanos: “Estos cenotes son lugares sagrados para nuestro pueblo, son tesoros, lugares donde se puede ver la vida y cómo funciona la naturaleza. La naturaleza trabaja sin voz, sin manos, sin pies. Necesitamos parar, hacer una pausa, ver la generosidad de la naturaleza, incluida el agua limpia. Esta megagranja NO debería perjudicar mi pueblo, NO va a matar la naturaleza de nuestro pueblo… El agua necesita una voz colectiva… Igual que nosotros necesitamos aire y agua para vivir, ellos nos necesitan a nosotros”.

Voces desde el campo 2

Cómo gestionan las enfermedades del ganado los pastores de India occidental  

Documentado por investigadores de Anthra

Hasta hace poco, en el oeste de la India, si un rebaño de ovejas mostraba signos de viruela ovina, los pastores se dejaban barba y rociaban grandes cantidades de cúrcuma por todo el rebaño. Aunque a algunos les parezca absurdo, es una práctica lógica. Al dejarse barba y no afeitarse, el pastor enviaba una señal comprensible para los demás pastores de su comunidad: que sus animales estaban enfermos, que debían mantener los suyos alejados y también comprobar si presentaban signos de enfermedad. Además, se sabe que la cúrcuma en polvo tiene propiedades medicinales y se utiliza mucho en la India, no sólo para cocinar, sino también como antiséptico. Este pastor también se aislaba, aislaba a su familia y a su rebaño, hasta que remitían los síntomas, para limitar la infección.

Los pastores y otros ganaderos de la India llevan años haciendo frente a las enfermedades de su ganado mediante una combinación de prácticas. Han seleccionado especies y razas adecuadas para la región en la que viven, han gestionado los pastos y el agua para sus animales usando migraciones, han utilizado hierbas y especias caseras para tratar a sus animales cuando estaban enfermos y han recurrido a prácticas de “gestión” como las mencionadas para contener y limitar la propagación de enfermedades.

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Mi trabajo se ha vuelto más peligroso  

Bernarda López (seudónimo), testimonio ante el Congreso de EE.UU.

Nací en Guatemala y llevo 24 años viviendo en Estados Unidos, trabajando en diferentes centros cárnicos de Tyson. Mi trabajo se volvió más peligroso durante la pandemia porque trabajo muy   pegada a mis compañeros. Tuvimos que continuar con nuestro trabajo porque nos nombraron “trabajadores esenciales”. Es habitual que los trabajadores vayan a trabajar estando enfermos para evitar puntos disciplinarios por faltar al trabajo. Yo estaba preocupada porque mi marido estaba convaleciente por una operación y no quería que cogiera la Covid-19. La empresa no puso en marcha medidas de seguridad eficaces y no nos dijo nada sobre los casos que empezaron a aparecer.

Sólo vimos que la gente empezó a faltar al trabajo, pero nunca nos dijeron el motivo. Empecé a tener algunos síntomas de dolor de cabeza y me sentía muy cansada. Cuando informé a mi supervisora, no me dejó marcharme a casa. Me dijo que si me iba me penalizarían con un punto, lo cual acepté porque me sentía mal. Al día siguiente volví al trabajo para no recibir otro punto y arriesgarme al despido. Después del trabajo, fui a una clínica y di positivo en la prueba de Covid-19. Inevitablemente, mi marido se contagió y falleció casi de inmediato.

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La falta de veterinarios no es excusa  

Attila Szőcs, Eco Ruralis, Rumanía[1]

En las zonas rurales de Rumanía, apenas hay veterinarios para los campesinos y los pequeños agricultores, solo uno por cada 1.000 pequeñas explotaciones. Por este motivo no hay capacidad para hacer frente a los brotes de peste porcina africana, que afectan a los ganaderos de cerdos del país desde 2017. Los organismos veterinarios del Gobierno se limitan a ordenar el sacrificio masivo de todos los cerdos en cualquier región donde haya un brote.

En las pequeñas explotaciones, la agencia envía equipos que recorren los pueblos, de granja en granja, disparando a todos los cerdos en la cabeza, y luego dejan los cerdos muertos para que los granjeros se hagan cargo de ellos. Las grandes explotaciones tienen sus propios veterinarios y gestores, y sacrifican a sus propios animales con la supervisión de la agencia. Las grandes explotaciones han recibido millones de euros en indemnizaciones del gobierno. En enero de este año hubo un brote en una granja reproductora de propiedad danesa y se sacrificaron 42.000 cerdos.

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Las normas injustas conducen a la desaparición de los campesinos  

Nicolas Girod, Confederation Paysanne[2], Francia

[Hablando de ganadería] Tenemos normas injustas e inapropiadas, basadas en un modelo que no se ajusta a todos los campesinos y campesinas. Esto está llevando a la desaparición de los pequeños agricultores, al exigir la conformidad o llevar a la exclusión a los que no encajan en el molde. Lo que perseguimos con la agricultura campesina es un enfoque diferente: el objetivo de una norma puede alcanzarse de distintas maneras. Pero esto es algo que las autoridades no están dispuestas a considerar.

Recientemente hemos tenido que hacer frente a un brote de infección por el virus de la lengua azul.  La llamamos “enfermedad de exportación”. Francia la utilizó como excusa para bloquear las importaciones de carne de países infectados, basándose en una clasificación exagerada del riesgo. Cuando la lengua azul llegó a suelo francés, el tiro salió por la culata: otros países la clasificaron de la misma manera y los ganaderos franceses ya no pudieron exportar hasta que todo el territorio estuvo libre de ella. Esto significaba vacunar a todos los animales, incluso a los que no corrían mucho riesgo, como el sector lácteo. Acudimos a los tribunales y fuimos declarados culpables -pero no condenados- porque no queríamos vacunar a nuestros animales. Es el tipo de medida absurda que no encaja en absoluto con nuestros sistemas autónomos de ganadería alimentada con pasto.

Nicolas Girod fue detenido recientemente por su participación en las protestas contra las mega balsas de agua para la agricultura industrial.

Voces desde el campo 6

Revitalizar la producción de carne a escala regional

Julia Smith, Rancho Blue Sky, Columbia Británica, Canadá

En 2008, los cambios en la normativa sobre transformación de carne provocaron la pérdida del 80% de las instalaciones de transformación de carne de Columbia Británica. En lugar de poder comprar una ración de carne de vacuno a su vecino granjero, la gente tenía que ir a la tienda de comestibles y comprar carne de vacuno de la provincia vecina de Alberta. Puede que ese animal hubiera nacido muy cerca, pero la pérdida de instalaciones de transformación significaba que ahora tenía que ser enviado a Alberta para su acabado, donde sería transformado por una de las gigantescas empresas que ahora transforman el 95% de la carne de vacuno de Canadá.

En 2018, un grupo de granjeros de Columbia Británica formó la Asociación de Pequeños Productores de Carne para luchar por cambios que permitieran a las granjas suministrar carne criada localmente. En 2021 conseguimos una nueva normativa que permite sacrificar hasta 25 animales en la granja al año y ahora estamos desarrollando una “Red de Centros de Carnicería” para apoyar tanto el sacrificio en la granja como otras operaciones regionales de transformación de carne. Esto incluye proyectos como el diseño y la construcción de un matadero portátil en un remolque, que puede ser utilizado por un carnicero profesional para prestar servicios a múltiples ganaderos con autorización para sacrificar en la granja.

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Razas locales de pollos  

Abdramane Zakaria Traoré, Centre Sahélien pour la Biodiversité

Las razas avícolas locales constituyen una fuente vital de proteína animal, huevos e ingresos para muchas comunidades rurales de África. Se crían en sistemas agrícolas familiares, suelen estar al alcance incluso de los agricultores con recursos limitados y su diversidad genética hace que tengan una extraordinaria resistencia a las enfermedades. Las razas autóctonas están adaptadas a su medioambiente específico y son más resistentes a las condiciones ambientales adversas y a las enfermedades que los pollos comerciales importados.

Las enfermedades de las aves de corral pueden causar enormes pérdidas económicas y comprometer la seguridad alimentaria. Sin embargo, las razas africanas de pollos han desarrollado mecanismos naturales de defensa que les ayudan a resistir y recuperarse más rápidamente de las infecciones. Necesitan menos medicación para prevenir y tratar las enfermedades que las razas comerciales, lo que minimiza el riesgo de que se desarrolle una resistencia a los antibióticos que ponga en peligro la salud humana. Si apoyamos la cría de pollos africanos y preservamos su diversidad genética, podemos reforzar la seguridad alimentaria, reducir la dependencia de los antibióticos y mejorar la resistencia de los sistemas de cría de aves de corral, allanando el camino para una auténtica transición a la agroecología en África.


[1]  Peste Porcina Africana: Un futuro cultivado en granjas industriales, una pandemia a la vez.

[2]  Artículo completo en francés aquí.

Cuadros

Cuadro 1

Pandemic Research for the People[1] (PReP)

Las inversiones de capital invaden los espacios forestales fronterizos con fines madereros, urbanísticos, mineros y de agricultura industrial (ganadería, monocultivos y acaparamiento de tierras que desplaza a los campesinos). Estos procesos fragmentan los ecosistemas forestales y amplían el número de interacciones multiespecíficas. Los virus se transfieren a las poblaciones humanas y los mandatos acelerados de los intercambios comerciales y los desplazamientos mundiales dispersan la flora y la fauna (incluidos los humanos infectados) por todo el mundo.

La ciencia dominante reclama una vigilancia cada vez mayor de los bosques, criminalizando a los residentes que viven en ellos y dependen de sus productos. En connivencia con la agroindustria, también promueve la “intensificación sostenible”, cuya lógica subyacente es que el despliegue de las tecnologías de la Revolución Verde en las tierras de cultivo existentes preservará los bosques. Sin embargo, las ganancias derivadas del aumento de la producción impulsan la expansión agrícola.

Por el contrario, los agro-ecólogos promueven un modelo de “matriz forestal” que considera a las personas como componentes integrados y esenciales de sistemas ecológicos en los que la producción de alimentos está vinculada a la conservación. Este marco ecológico encaja con los actuales procesos indígenas, negros y campesinos de defensa de la tierra. La agroecología es un proceso de adaptación y mitigación que produce ecosistemas biodiversos de bajo consumo energético, mucho más susceptibles a ser resilientes ante fenómenos meteorológicos extremos y a regular mejor los ciclos epidemiológicos.

Las respuestas farmacéuticas a los brotes de enfermedades infecciosas impuestas desde arriba tratan la enfermedad como un agente externo aislado que afecta a poblaciones humanas vulnerables. La integración de la agroecología como respuesta a las enfermedades infecciosas aborda la infectividad y la propagación de la enfermedad como un síntoma posible (pero no inevitable) de complejas interfaces entre lo humano y lo no humano estructuradas a través de regímenes raciales-coloniales del capital global. Para el PReP (siglas en inglés de “Investigación pandémica dirigida a las personas”), la agroecología es crucial para luchar contra las enfermedades infecciosas, al tiempo que coloca la autonomía sobre la tierra y los medios de vida en manos del campesinado mundial. 

Cuadro 2

La mega-industria del salmón en Chile contamina, afecta a la salud y destruye la pesca local

La industria salmonera en Chile lleva décadas ocupando y destruyendo áreas protegidas y territorios ancestrales Mapuche, Kawesqar y Yagán. El uso abusivo de antibióticos y antiparasitarios por parte de la industria genera resistencias a antibióticos que son vitales para los tratamientos médicos de los seres humanos, al tiempo que afecta a los ecosistemas marinos. Este proceso disminuye la resistencia natural de las especies autóctonas y aumenta las enfermedades que pueden afectarlas.

La mega-industria del salmón ha introducido al menos 20 patógenos virales, bacterianos y parasitarios en los ecosistemas acuáticos del sur de Chile. Estos hechos causan graves impactos sociales y económicos en las comunidades recolectoras costeras, especialmente en el archipiélago de Chiloé. Las almejas y otros bivalvos filtradores son contaminados por toxinas neurotóxicas y gastrointestinales, lo que provoca el cierre sanitario de estas zonas a los pescadores y recolectores locales[2] .

Después de crear zonas de “sacrificio ambiental” y pruebas de ecocidio, las empresas extranjeras y chilenas exportan sus productos de valor multimillonario, certificados como “acordes con el medio ambiente y socialmente responsables”. El problema de fondo es el modelo productivista y extractivista de explotación de la naturaleza, que pone en peligro permanente la vida, la salud y la biodiversidad de nuestros territorios. ¡Nuestras áreas protegidas y territorios ancestrales no serán zonas de sacrificio para el colonialismo salmonero destructivo!

Cuadro 3

Proceso Nyéléni, hacia un foro mundial de la soberanía alimentaria 2025

La voz de los aliados

Claudio Schuftan, Movimiento para la Salud de los Pueblos (PHM por sus siglas en inglés) y Asociación Mundial de Salud Pública y Nutrición (WPHNA por sus siglas en inglés), Ho Chi Minh 

Nyéléni 2007 fue una referencia para las organizaciones de la sociedad civil (OSC) de interés público y los movimientos sociales. Marcó una nueva pauta a la hora de plantear nuestras demandas a los responsables. Quince años después, ha llegado el momento de revitalizar el proceso para afinar nuestras demandas y también reunir nuevas fuerzas para hacerlo – mostrando así la importancia de la reunión de Roma que tuvo lugar el pasado mes de junio (2023).

El PHM está convencido de que el reto no es llegar a una nueva Declaración creada desde arriba. Es el proceso de los próximos 18 meses el que llevará la lucha a las bases, para que el resultado sea verdaderamente representativo a nivel mundial y, con suerte, se cree el contrapoder necesario.  El PHM es una red de redes de activistas por la salud y los derechos humanos, actualmente con presencia electrónica en más de 70 países. Se creó en el año 2000 y se mantiene activa tanto en cuestiones globales como nacionales. Su secretaría actual tiene su sede en Colombia (phmovement.org). La PHM cuenta con un grupo temático de trabajo sobre Alimentación + Nutrición muy en sintonía con los colaboradores y activistas de Nyéléni, dadas las innegables relaciones entre salud y nutrición. En el trabajo de nuestro grupo se vincula la soberanía alimentaria, la agroecología, la justicia climática y el derecho a la alimentación con el derecho a la salud. Llevaremos el proceso de Nyéléni a los 3700 suscriptores del servidor de listas phm-exchange, no solo para informar a nuestros sectores de los avances, sino para recoger sus aportaciones para trabajar colectivamente hacia una Declaración de 2025. Ciertamente, estamos todos en marcha.

Lo mismo puede decirse de la labor de la WPHNA, una asociación profesional de nutricionistas de salud pública. Yo soy miembro de su comité ejecutivo (www.wphna.org). WPHNA adopta plenamente los Principios de Nyéléni. Contamos con unos 500 miembros en todo el mundo. También estamos sin duda alguna en marcha.


[1]   Para más información, Centro Ecoceanos.

[2]   Más información  aquí o envíe un correo electrónico a rwallace24@gmail.com y alexliebman@gmail.com

Destacados

Destacados 1

Enfermedades emergentes y ganadería industrial

En 2008, mientras seguíamos la desastrosa respuesta internacional a la epidemia de gripe aviar H5N1 que asolaba Asia, escribimos: “El mundo está inmerso en grandes cambios con respecto a las enfermedades globales. Estamos abocados […] a tipos de enfermedades más mortíferas y con mayor capacidad de propagación. También hay más probabilidades de que surjan enfermedades zoonóticas y pandemias globales. Sin embargo, la respuesta internacional a esta situación no ha conseguido hasta ahora […] reflejar la gravedad de la crisis[1]“.

La causa del problema era evidente: la rápida expansión de un modelo de ganadería en el que miles de animales genéticamente uniformes son amontonados y empujados a crecer lo más rápido posible. Estas granjas industriales son caldo de cultivo para que cepas letales de enfermedades evolucionen y se amplifiquen, con la posibilidad de infectar a los humanos -ya que la gran mayoría de las nuevas enfermedades que afectan a los humanos proceden de los animales (se conocen como “zoonosis”). La estructura globalizada de la industria, con su gran concentración de zonas de producción (incluso en zonas deforestadas donde existe riesgo de contacto con animales salvajes) y su orientación a la exportación de piensos, carne y animales a grandes distancias, crea las condiciones para que las enfermedades se propaguen amplia y rápidamente.

La epidemia de gripe aviar H5N1 debería haber puesto en duda el fomento de la ganadería industrial y de la carne industrial. Pero ocurrió todo lo contrario. Los gobiernos y los organismos internacionales culparon a los pequeños agricultores y a los mercados tradicionales. Pusieron en marcha una serie de medidas para proteger al sector cárnico industrial, y utilizaron la epidemia como una oportunidad para crecer y concentrarse aún más, mientras dejaban la supervisión de estas mortíferas explotaciones y plantas cárnicas en manos de corporaciones y magnates corruptos.

En 2009 se declaró una gripe porcina pandémica en la industria porcina globalizada de Méjico. Le siguió una pandemia de peste porcina africana devastadora que mató a cientos de miles de cerdos en zonas de expansión de la ganadería industrial: Rusia, China y otras partes de Asia. Luego llegó la Covid-19, y aunque aún se desconoce su origen animal exacto, las instalaciones de transformación de carne de las grandes empresas fueron una importante fuente de transmisión, con cientos de miles de trabajadores afectados, además de sus familias y amigos. La gripe aviar afortunadamente   no se ha transformado aún en una cepa pandémica, pero una nueva variante está matando a millones de aves silvestres y se está extendiendo sin control por las granjas avícolas industriales más herméticas de Norteamérica, Japón y Europa.

Bajo el pretexto de la “bioseguridad”, gobiernos y organismos como la FAO y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) siguen promoviendo medidas para industrializar aún más la ganadería con el control de las grandes empresas.  Los enfoques basados en la diversidad animal, los conocimientos tradicionales y la producción y los mercados a pequeña escala y localizados, son ignorados e incluso criminalizados.

Para poner fin a esta insensatez y mantener al mundo a salvo de nuevas pandemias, debemos acabar con la ganadería industrial y defender y reconstruir sistemas de cría de animales que sean diversos, a pequeña escala y localizados.

Destacados 2

La resistencia contra la expansión de las mega-explotaciones porcinas y la defensa de los territorios indígenas, el agua, el aire y la naturaleza en América Latina[2]

A pesar de los graves perjuicios que causan, las fábricas de cerdos se están extendiendo desde Estados Unidos por toda América Latina. Estas fábricas de carne forman parte del régimen alimentario dominante (y en expansión) actual, el complejo cereal-oleaginoso-ganadero[3] mediante el cual se utilizan cereales y oleaginosas (principalmente maíz y soja modificados genéticamente) para alimentar al creciente número de animales de abasto. Desgraciadamente, si las cosas no cambian, en 2029 la producción de carne aumentará en 40 millones[4] y gran parte de esta carne se producirá en América Latina. Como la mayor parte de la carne se destina a la exportación, existe un claro intercambio desigual entre quienes se benefician de la explotación de los seres humanos, los animales no humanos y la naturaleza (las empresas cárnicas) y las comunidades -generalmente indígenas, campesinas y afro- que sufren los múltiples impactos negativos de la industria.

Las fábricas de cerdos son instalaciones industriales de producción de carne que confinan a miles de cerdos en espacios cerrados, para concentrar su energía en la producción de carne. La producción de carne con esta lógica capitalista contamina el agua, el aire y el suelo. Está asociada al acaparamiento de tierras y a peligros para la salud (incluidas pandemias), es una de las que más contribuye al cambio climático y a la deforestación, implica crueldad contra los animales y desplaza a otras formas de alimentación más sostenibles y justas. También se relaciona a las fábricas de cerdos con múltiples violaciones de derechos, incluidos los derechos a la tierra y al territorio, a un medio ambiente sano, al agua, a la alimentación, los derechos de la naturaleza, de los defensores de los derechos humanos y de los pueblos indígenas[5]

No es de extrañar que haya una creciente resistencia contra la expansión de la agroindustria y, en concreto, de las fábricas de cerdos. En 2022 se reunieron en Yucatán comunidades afectadas, activistas, organizaciones y académicos para debatir el creciente problema de las fábricas de cerdos en la región. La declaración de América sin mega granjas porcinas[6] consolida la demanda de promover la soberanía alimentaria, la agroecología y la producción ancestral de alimentos, en lugar de subvencionar y apoyar el agroextractivismo, así como la necesidad de acabar con las fábricas de carne.

Se han llevado a cabo múltiples acciones colectivas para acabar con las fábricas de carne, incluyendo, entre otras, consultas ciudadanas, auto-consultas indígenas, campañas, protestas, ocupaciones y litigios[7]. Muchos campesinos y pueblos indígenas que han alzado la voz han sufrido intimidación, criminalización y represión. A nivel regional, múltiples organizaciones han solicitado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que realice una audiencia temática para abordar los casos de violaciones de derechos humanos en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México y Estados Unidos relacionados con la industria cárnica.


[1]   Viral times – The politics of emerging global animal diseases (La política de las enfermedades animales globales emergentes) en inglés.

[2]   Hay muchos documentos elaborados por el grupo que produce este artículo. Véase aquí y aquí.

[3]  Weis, T. (2013). The ecological hoofprint: The global burden of industrial livestock (La huella ecológica: La carga global de la ganadería industrial). Bloomsbury.  

[4] Stiftung, H. B. Meat Atlas (Atlas de la carne) 2021.

[5] Para más información sobre la industria cárnica y las violaciones de los derechos humanos, puede ver la solicitud de audiencia temática presentada por 20 organizaciones y apoyada por 243 en 2022, y después en 2023, disponible aquí.

[6] La Declaración está disponible aquí.

[7] Para más información sobre Yucatán y otros lugares, véase el storymap.

Boletín núm. 53 – Editorial

Enfermedades emergentes y ganadería industrial

Ilustración: Rini Templeton, www.riniart.com

¿Qué hace que los alimentos sean seguros?

Para el sistema alimentario industrial, la “seguridad” consiste en gestionar los elevados riesgos que genera este modelo de producción de alimentos. Los alimentos se producen en campos de monocultivo o granjas industriales, con cultivos uniformes de plantas y animales muy vulnerables a plagas y enfermedades. En este contexto, las enfermedades pueden crecer o mutar hacia formas más letales y las enfermedades animales pueden transferirse al ser humano y propagarse por las cadenas de suministro de las empresas. Para paliar su vulnerabilidad, los cultivos se modifican genéticamente o se rocían con plaguicidas tóxicos, y los animales reciben antibióticos y medicamentos, lo cual genera más peligros para la salud. Después, la mayoría de los alimentos son procesados y se venden en supermercados, causando daños como la diabetes y el cáncer.

Para paliar esos riesgos, los gobiernos y las empresas imponen cada vez más reglamentos y normas. Pero lo normal es que limiten únicamente los excesos más graves, sin amenazar los beneficios empresariales, y resultan ajenos a los sistemas alimentarios basados en la ganadería tradicional, los mercados y la agroecología, cuyos riesgos son bajos gracias a la diversidad, los conocimientos locales, la confianza y los circuitos a pequeña escala. Esas normas se han convertido en una herramienta para ampliar el control empresarial y socavar los sistemas alimentarios saludables que siguen alimentando a la mayoría de la población mundial y son la única solución real a los perjuicios del sistema alimentario industrial.

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