Voces desde el campo

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La reforma agraria, una respuesta a la pandemia actual

Jaime Amorim – Miembro de la Coordinación Nacional del Movimiento Sin Tierra de Brasil y de la Comisión Coordinadora Internacional de La Vía Campesina

Hoy las banderas de las luchas históricas como la de la Reforma Agraria se vuelven actuales, urgentes y necesarias. Una Reforma Agraria amplia, popular y profunda que resuelve definitivamente el problema de la concentración de la tierra, dejando a la historia la maldad del latifundio y toda su estructura de poder como remanente feudalista que permanece al servicio del agronegocio. Que resuelve el modelo de desarrollo en el campo basado en el monocultivo de agroexportación.

La pandemia ha demostrado la fragilidad del modelo capitalista de desarrollo, especialmente el modelo actual, conservador neoliberal, que destruye las economías locales, la soberanía nacional, ataca la democracia y los estados de derecho democráticos, promueve guerras contra las naciones, desguaza los servicios públicos, avanza rápidamente sobre los recursos naturales y minerales, la legislación laboral precaria, todo en nombre del desarrollo del capital, todo se convierte en una mercancía en nombre de la globalización de la economía. Como resultado, en tiempos de pandemia, el desempleo, el hambre, la miseria y la violencia aumentan. Según João Pedro Stédile, líder del Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, en una entrevista al periódico Brasil de Fato “La pandemia del coronavirus es la expresión más trágica de la etapa actual del capitalismo y de la crisis de civilización que estamos viviendo.

La amplia y radical Reforma Agraria puede convertirse en una respuesta actual y moderna a las actuales crisis mundiales: crisis política, crisis ambiental, crisis ideológica, crisis social y crisis económica, que es estructural y ya no es capaz de resolver los problemas creados por la propia forma de explotación y acumulación capitalista, pero tampoco es capaz de responder a los desafíos de la sociedad para salvar la supervivencia de los seres humanos, la existencia humana puede estar amenazada y la vida del propio planeta. Reforma agraria con agroecología para la soberanía alimentaria y para salir de la dependencia del mercado y de los grandes distribuidores de alimentos.

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La apropiación de tierras, la justicia agraria y las comunidades pastoriles

Lorenzo Cotula y Ced Hesse, IIED (Instituto Internacional del Medio Ambiente y el Desarrollo, UK)

En los últimos 15 años, el cambio en los precios de los productos básicos y las políticas públicas sesgadas han fomentado un aumento de las inversiones comerciales por parte de los sectores que utilizan recursos naturales, incluyendo la agricultura, la minería y el petróleo. Los gobiernos de diferentes vertientes políticas vieron esta onda de inversiones como una oportunidad económica para promover el desarrollo económico, crear empleo y generar ingresos públicos. Sin embargo, estos negocios también han incitado la preocupación pública con respecto a la trayectoria de desarrollo y a los tipos de inversión que se pretenden, y también a cómo los gastos y beneficios están siendo distribuidos en la práctica.

Muchos trabajos de investigación han documentado que los conflictos de tierras y la desposesión van de la mano de los proyectos de plantación de la agroindustria y las operaciones de las industrias extractivas. Recientemente, los acuerdos de estos negocios se han desacelerado, parcialmente como respuesta a un cambio en los precios de los productos básicos. Pero a nivel local las presiones aún son latentes, particularmente en puntos estratégicos donde se concentran los minerales, el petróleo, los suelos fértiles, el agua dulce y la infraestructura. Muchos de los proyectos abandonados dejaron tras de sí un legado de disputas, y muchos gobiernos siguen considerando hoy en día los sectores de los recursos naturales como la base para el desarrollo nacional.

Las tierras pastoriles que incorrectamente son percibidas como “vacías” o “inactivas”, han sido un objetivo importante para los gobiernos y las empresas. En la región Karamoja en Uganda, por ejemplo, las operaciones mineras han venido afectando a las tierras pastoriles (Leer en inglés). A pesar de que los proyectos prometidos de escolarización, hospitales, empleos y agua nunca se materializaron, las comunidades pastoriles están perdiendo acceso a pastizales y a depósitos mineros, y padeciendo la contaminación del agua. La minería también limita la movilidad de los rebaños y emplea los recursos esenciales durante la temporada seca. Estos eventos no sólo socavan la funcionalidad del pastoreo, sino también su capacidad de mantener los medios de vida locales.

En tales contextos, las leyes sesgadas muchas veces acaban por comprometer los derechos de las comunidades pastoriles y facilitar su desposesión. A pesar de que hay evidencias que muestran que las prácticas de uso de las tierras pastoriles son resilientes y sofisticadas, los derechos a los recursos que disfrutan estas comunidades gozan de una protección legal variable pero a menudo limitada en la práctica, incluso en países donde la legislación o la Constitución formalmente afirma los derechos locales. Por ejemplo, gran parte de las leyes del Suelo condicionan su protección reala la prueba de su “uso productivo”, llevando a que los derechos de los pueblos pastoriles a sus recursos sean socavados debido a las nociones distorsionadas que se tienen sobre la productividad. La falta de prueba legal de propiedad de la tierra de los pastores suele agravar el riesgo de desposesión.

Necesitamos políticas que apoyen y no comprometan los sistemas pastoriles, promoviendo la justicia agraria y afrontando la apropiación de tierras. Aunque los rasgos específicos dependerán inevitablemente del contexto, este suele requerir el reconocimiento del pastoreo como una forma de uso de recursos económica y ecológicamente viable; la protección de los derechos colectivos de los pueblos pastoriles a la tierra, el agua y el pastoreo; y facilitar la movilidad de los rebaños cuando esta proporcione la base del sustento a estas comunidades.

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Mujeres rurales, feminismo de base y derechos agrarios

María Luisa Mendonça, Red Social de Justicia y Derechos Humanos, Brasil

La defensa de los derechos básicos a la tierra y a la alimentación es una lucha constante desde la perspectiva de los movimientos de base de mujeres. En todo el mundo, la expansión de la producción agrícola para la exportación, controlada por grandes terratenientes y empresas, desplaza de modo continuado a las comunidades rurales, que se ven obligadas a dejar sus tierras y medios de subsistencia y convertirse en vulnerables a la explotación laboral en grandes plantaciones o en centros urbanos, afrontando una situación de pobreza y hambre. El monopolio sobre la tierra y la especulación del mercado aumenta el precio de los alimentos y afecta desproporcionadamente a las mujeres de bajos ingresos. El caso de Brasil ilustra esta situación, ya que es uno de los países con más alto nivel de concentración de tierras en el mundo. Actualmente existe una creciente re-concentración debido a la especulación financiera internacional en los mercados de tierras rurales. Esto incrementa el monopolio sobre la tierra y expande el monocultivo de materias primas para la exportación, causando la destrucción del medio ambiente y el desplazamiento de las comunidades rurales que producen la mayoría de alimentos para los mercados internos.

En este contexto, la resistencia de las mujeres rurales es vital para lidiar con las crisis económicas, ambientales y alimentarias, que ocurren simultáneamente. Las mujeres afrontan desafíos específicos en tiempos de crisis, ya que usualmente son ellas quienes asumen la mayor responsabilidad de las tareas sociales en sus hogares, como la provisión de alimentos y cuidados de salud. Por tanto, las políticas neoliberales que hacen recortes al apoyo gubernamental para los programas sociales y que a la vez incrementan los precios de los alimentos, significan una carga adicional para las mujeres trabajadoras. Adicionalmente, el desplazamiento de las comunidades rurales obliga a las mujeres a tomar los peores empleos en las plantaciones y en zonas urbanas.

Los movimientos rurales de mujeres que defienden la reforma agraria y el uso común de los recursos naturales, incluyendo los derechos colectivos de tierra, jugarán un papel importante. Estos movimientos de base comunitaria están promoviendo un nuevo sistema agrario basado en las cooperativas locales y la producción ecológica de los alimentos. A pesar de que existen mecanismos internacionales de derechos humanos, estos también requieren solidaridad.

Especialmente en Europa y en los Estados Unidos existe una creciente conciencia en la opinión pública sobre la necesidad de apoyar la agricultura de pequeña escala, local y ecológica. Para que este movimiento se expanda internacionalmente, es necesario incrementar la solidaridad entre las organizaciones de mujeres en el Norte y el Sur globales, como también en las áreas urbanas y rurales, en apoyo de la producción asequible de alimentos saludables que beneficien a las mujeres de bajos ingresos en las zonas rurales y urbanas. Necesitamos alianzas fuertes para transformar nuestro sistema alimentario.

Abreviado del artículo “Mujeres Rurales y Feminismo de Base” (en inglés).

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Los y las trabajadoras agrícolas y la tierra

Rosalinda Guillén, Desarrollo de Comunidad a Comunidad, Estados Unidos

Siendo trabajadores agrícolas, el valor de lo que aportamos a una comunidad se desdeña abiertamente. Nuestras aportaciones son invisibles. Esto forma parte de la cultura capitalista en este país. Somos como la escoria de la esclavitud en este país. Aquí se aferran a la mentalidad esclavista para tratar de conseguir valor del trabajo lo más barato que puedan. Si nos mantienen sin tierra, si no tenemos la oportunidad de asentar raíces dentro de las comunidades de la manera que queremos, entonces les es más fácil extraer más valor de nosotros con menos inversión en nosotros. Es así de claro. Necesitamos mirar a los trabajadores agrícolas de este país que son propietarios de tierra donde podamos producir. Este es el cambio dinámico que necesitamos en el sistema alimentario. Todos sabemos que Cesar Chávez habló sobre la posesión de los medios de producción. Pienso que muchos de los trabajadores agrícolas hablan sobre eso.

Ser un pueblo sin tierra en Estados Unidos deja a los trabajadores agrícolas en una posición mucho más vulnerable, y esto es algo que a menudo se ignora en este país. Ni siquiera se discute a nivel político o social. Y podemos remontarnos al tiempo en que cuando nuestras tierras nos fueron arrebatadas en Texas, en Arizona, en Nuevo México y en California. Es un legado de esa conquista, y lo hemos aceptado. No hablamos de cómo dejar de ser un pueblo sin tierra. ¿Cómo sería eso? Fui al Foro Social Mundial en Brasil y conocí a los líderes del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST). Hemos tenido conversaciones continuas desde ese entonces, y ellos han venido a visitarnos.

Lo que hemos aprendido de una visita reciente y de los diálogos con el liderazgo femenino del MST en São Paulo nos hace confiar en que estamos en el camino adecuado. La construcción de una base fuerte y sólida en la comunidad de trabajadores y trabajadoras agrícolas es fundamental para la transformación de la agricultura y el acceso a la tierra en Estados Unidos. Estamos constantemente aprendiendo de los liderazgos indígenas de las Familias Unidas por la Justicia. Los diálogos continuos y el pensamiento estratégico junto con ellos nos ayudarán a crear nuevas vías de relación con los y las consumidores, los mercados y los grupos potentes de presión agrícola.

Otras estrategias como ganar suficiente dinero para comprar tierra no son suficientes. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) tiene unos programas para que los trabajadores agrícolas latinos puedan poseer tierra. Pero el resultado son unos pocos agricultores latinos cultivando de manera convencional. Así, los trabajadores agrícolas latinos se convierten en agricultores latinos que contratan trabajadores agrícolas latinos y los explotan. Eso no está bien. No es lo que queremos. Queremos cambiar todo el sistema. ¿Qué se necesita para ello?

Editado y abreviado de una entrevista con David Bacon en Justicia Agraria: Re-imaginando la Tierra, los Alimentos y el Común en los Estados Unidos.

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Las alternativas y las oportunidades para la justicia agraria en Detroit

Malik Yakini, Red de Seguridad Alimentaria de la Comunidad Afroestaunidense de Detroit, Estados Unidos

Las comunidades se construyen sobre la tierra, y nosotros –como seres humanos- obtenemos la mayor parte de nuestros alimentos, fibras y materiales de ella. En nuestra sociedad actual, no poseer propiedad de tierras significa estar sin poder. Si anhelamos construir una sociedad con alguna posibilidad de justicia, entonces la cuestión de la distribución de poder y el acceso a la tierra es primordial. La continua acumulación de tierras en manos de los mismos individuos es la antítesis de la libertad y en contra de la cual debemos luchar. La lógica capitalista tradicional desearía la venta de tierras al mejor postor y esperaría a que los impactos “viertan hacia abajo” como única manera para que Detroit salga adelante de sus actuales dificultades económicas. Sin embargo, hay múltiples alternativas y mejores maneras para construir la resiliencia económica y la equidad.

Es difícil imaginarnos cómo puede alcanzarse la justicia agraria en Estados Unidos, considerando su historia de robo de tierras y la desposesión de las mismas. ¿Cómo podemos tener una verdadera justicia sin retornar la tierra a los pueblos indígenas a quienes los colonos europeos la arrebataron? ¿Cómo podríamos encontrar una solución que trajera verdadera justicia a los pueblos afro-descendientes cuyos ancestros fueron esclavizados y traídos a esta tierra en contra de su voluntad? Encontrar una “justicia” verdadera – los pasos que reparan esos actos históricos- es esencialmente imposible en la realidad actual en la que vivimos. Sin embargo, hay pasos que nos pueden servir para avanzar.

Allá donde los tribunales pueden probar que Estados Unidos incumplió los tratados o actuó de manera engañosa, yo creo que el gobierno estadounidense debería devolver la tierra a los Nativos americanos, los pueblos originarios. También estoy a favor de la reparación para los afro-americanos descendientes de aquellos africanos que fueron esclavizados en esta tierra y realizaron gran parte del trabajo que creó la riqueza de esta nación. Adicionalmente, debemos suspender el decomiso de las tierras cuyos propietarios sean productores afro-americanos. En el momento de escribir esto, en 2016, la tierra aún está siendo incautada injustamente a los propietarios de tierra locales y los agentes del gobierno son cómplices en el proceso. Esta situación debe ser investigada y debe acabar.

Además, creo que pueden establecerse fideicomisos de tierras comunitarias para permitir que las comunidades ejerzan su voz colectiva para que ocurra lo que ellos quieren con las tierras en sus comunidades y para que jueguen un papel en las decisiones con respecto a las zonas verdes, los proyectos industriales, vivienda, o cualquier visión que ellos mismos tengan para el bienestar de sus comunidades. Es importante crear políticas que den acceso a la tierra al mayor número de personas, a diferencia de las políticas que concentran la propiedad de tierras en manos de unos pocos, y que apoyen que los fideicomisos de tierras comunitarias puedan jugar un papel significativo en esto.

Para terminar, creo que, para realizar unos buenos análisis sobre las cuestiones territoriales, debemos entender la historia. Una narrativa real de la historia verdadera es importante para que así los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones comunitarias puedan tener un entendimiento de cómo hemos llegado hasta este punto. Para ello, debemos continuar realzando las historias de desposesión, de privación de poderes, de resistencia y de construcción de poder.

Editado y abreviado de Justicia Agraria: Re-imaginando la Tierra, los Alimentos y el Común en los Estados Unidos.