Bosques, recolectar comida y los comunales
Ilustración: Iwasaki Kan’en, Herbario, 1830
Entorno al 75% de la población pobre mundial vive en áreas rurales de países en desarrollo. La mayoría sobrevive gracias a la agricultura de subsistencia, la pesca artesanal y/o al pastoreo nómada y muchos no tienen tierras, trabajan como mano de obra temporera en granjas, plantaciones, piscifactorías y la industria. Sus necesidades alimentarias diarias se cubren principalmente con la producción local, la recolección de comida, la caza y la pesca – a menudo realizada por mujeres—en pequeñas granjas, zonas de pastoreo comunales, y en bosques, arroyos, ríos y lagos. El acceso reducido a estos ecosistemas o el descenso en la cantidad comida que se reúne en estos ambientes conducen al hambre y a la malnutrición aguda.
Bosques, campos, laderas de colinas/montañas, humedales y masas de agua —que comprenden ríos, arroyos, lagos y mares- son fundamentales para las vidas, las culturas y la economía de las comunidades rurales de todo el mundo. Hay fondos fundamentales de la biodiversidad y literalmente preservan la vida. La comida, el agua, la fibra, el combustible, las plantas medicinales y las raíces, la madera, la hierba, las hojas, la resina y otros materiales que proporcionan son las únicas redes de seguridad con las que cuentan las poblaciones rurales en los tiempos de adversidad. E incluso en los tiempos de bonanza, en las comunidades rurales que no son pobres, los alimentos silvestres -que se recolectan, cazan y pescan– suponen un componente importante de las dietas locales y tradicionales; los productos forestales no madereros (PFNM) y los recursos marinos son importantes fuentes de ingresos suplementarios.
Muchas comunidades —especialmente de pueblos indígenas- tienen bosques sagrados o espirituales, que también albergan las fuentes de los ríos y arroyos locales. Proteger el bosque significa, por tanto, proteger las fuentes acuíferas de las comunidades. Los bosques son espacios relevantes para la educación y el conocimiento local: los niños y niñas aprenden cuál es el valor de las plantas, los animales, los venenos y las medicinas al ir junto a los mayores al bosque.
La demarcación entre bosque y tierras agrícolas a menudo está difusa por los cultivos itinerantes: campos que no están plantados se convierten en bosques, jardines vegetales y huertos de árboles frutales a menudo se plantan e los bosques pues aseguran condiciones de crecimiento propicias. Se asemeja a lo que sucede en las comunidades costeras y marinas, que veneran el mar como fuente de toda la vida y tiene elaboradas reglas socioeconómicas para proteger los ecosistemas sensibles. En este caso también lo niños aprenden el valor de los distintos tipos de peces y de los recursos marinos y cómo tienen que aprovisionarse de ellos, con respeto y de manera sostenible. Las cosmovisiones de los pueblos indígenas en todo el mundo respetan la naturaleza como a los padres que dan y alimentan la vida, y enseñas a los pueblos y a las comunidades a vivir en armonía con la naturaleza.
Estas prácticas y los propios ecosistemas a los que dan forma se encuentran cada vez más en peligro porque los inversores, las empresas y los especuladores intensifican de la demanda en las tierras de cultivo, los bosques y las fuentes de agua y, también, por los cambios en tiempo y los patrones de precipitaciones debido al cambio climático. La conversión de paisajes naturales distintos en agricultura industrial y acuicultura, y el consumo intensivo de energía de los asentamientos humanos destruyen las funciones cruciales de los ecosistemas, como la de recargar acuíferos, mantener los nutrientes del suelo, la captura de carbono y compensar los ciclos naturales, y esto acelera el cambio climático. Exacerban la desigualdad de acceso a las tierras y a los recursos naturales tanto entre las comunidades como entre hombres y mujeres. Las comunidades locales se ven reducidas a parcelas de tierra más pequeñas y menos fértiles y se ven obligadas a confiar en una base menor que explotar para obtener comida e ingresos. Las reservas de agua dulce se ven monopolizadas por la industria y los ricos, lo que crea y aumenta la escasez de agua, generando conflictos entre la población local con relación al agua, los productos forestales y los comunales. En concreto afecta a los derechos de los pueblos indígenas para controlar, usar, administrar y preservar territorios ancestrales.
Proteger y regenerar entornos naturales diversos y las distintas formas de alimentarse y vivir en armonía con estos entornos son elementos esenciales de la soberanía alimentaria. Resulta igualmente relevante que son una forma directa de resistencia a la mercantilización y la financialización de la naturaleza y ante los mercados capitalistas.
Shalmali Guttal, Focus on the Global South