Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Trabajadores agroalimentarios 

Extraído de Voces desde los territorios págs. 8-12

Durante la pandemia, las autoridades consideraron a los trabajadores agrícolas y de la alimentación “trabajadores esenciales”, es decir, que tenían que seguir trabajando en condiciones en las que eran tratados como prescindibles, ya que a menudo los empresarios no les facilitaban medidas adecuadas de protección[1]. El trabajo que realizan es esencial; su salud y sus vidas, según parece, no lo son. Esto ocurre con trabajadores de cadenas de suministro alimentario que ayudan a alimentar al mundo, pero que paradójicamente, suelen tener menos capacidad para alimentarse a sí mismos, porque sus salarios o sus ingresos son insuficientes para garantizar la seguridad alimentaria con alimentos suficientes, seguros y nutritivos. Las industrias alimentarias y agrícolas plantean grandes riesgos por deficiencias sistémicas.   Sólo el 5% de los trabajadores de la agricultura tiene acceso a algún tipo de sistema de inspección del trabajo o protección legal de sus derechos a la salud y seguridad. Los brotes de COVID-19 en las plantas de procesamiento de carne de todo el mundo son la mejor ilustración de los elevados riesgos y el precio pagado por los trabajadores cárnicos que aseguran los suministros de alimentos a mercados, comercios, supermercados, cantinas, restaurantes, cafés y bares. Decenas de miles de trabajadores de las plantas cárnicas se han contagiado del virus por una combinación de factores: malas prácticas laborales, muchas veces predominio de trabajadores migrantes, malas condiciones de salud y seguridad en el trabajo y hacinamiento, y en algunos casos, alojamientos inadecuados.[2] Un puñado de grandes empresas controla la industria mundial del procesamiento de carne,  con un gran poder sobre trabajadores y gobiernos. La COVID-19 ha puesto de manifiesto el modo en que las empresas están usando su poder político para influir sobre los gobiernos.[3] Aunque se obtienen ingentes beneficios y se pagan dividendos a los accionistas, la pandemia es utilizada para congelar los salarios y las prestaciones de protección social.

Más información: COVID-19 and the impact on agriculture and food security

Instrumentos y herramientas de la OIT en agricultura:

  • Convenio sobre la Inspección del Trabajo (Agricultura), 1969 (Nº. 129)
  • Convenio sobre el Derecho de Asociación (Agricultura), 1921 (Nº. 11)
  • Convenio sobre las Plantaciones, 1958 (Nº. 110)
  • Convenio sobre las Organizaciones de Trabajadores Rurales, 1975 (Nº. 141)
  • Convenio relativo a la Seguridad y la Salud en Agricultura, 2001 (Nº. 184)
  • Recomendación sobre los pisos de protección social, 2012 (Nº. 202)
  • Código de práctica sobre Seguridad y Salud en Agricultura (2011)

Voces desde el campo 2

Campesinos, campesinas y agricultores familiares a pequeña escala

Extraído de Voces desde los territorios págs. 19-23

Las organizaciones campesinas/de pequeños agricultores familiares señalan que la pandemia ha puesto de manifiesto el carácter insostenible e inadecuado del sistema alimentario mundial controlado por grandes empresas, y las desigualdades y vulnerabilidades que reproduce. Las restricciones del confinamiento han afectado de modo desproporcionado a los campesinos y sus comunidades, y sobre todo a la clase pobre y trabajadora. Los Estados han aprovechado la pandemia para ejercer un mayor control autoritario sobre la gente. Estamos asistiendo a un aumento de casos de expropiación de tierras y de recursos hídricos, asesinatos de líderes sociales, además de violencia doméstica contra las mujeres. La pandemia se está utilizando como una oportunidad de implantar reformas neoliberales, favorables a las grandes empresas en países de todas las regiones.  El cierre de los mercados territoriales (de agricultores, mercados semanales y locales, etc.) manteniendo los supermercados abiertos, ha tenido efectos desastrosos en los medios de vida de los pequeños productores, y no se justifica por exigencias de seguridad.  

Los campesinos y los agricultores familiares han estado a la vanguardia de la organización de iniciativas y mecanismos de solidaridad dirigidos a la gente y las comunidades vulnerables. Las organizaciones campesinas han organizado campañas para difundir la información sobre el modo de prevenir el contagio, han demandado medidas para proteger a los trabajadores agrícolas y de la alimentación y han denunciado la violencia contra los líderes y los pueblos, especialmente las mujeres. Han llamado a una transformación radical de los sistemas alimentarios en aras de una mayor equidad y sostenibilidad, y políticas públicas sociales y mecanismos de protección para los vulnerables. Entre ellos: la producción interna de alimentos para el consumo interno; mercados territoriales con cadenas cortas de suministro y vínculos más eficaces entre las zonas rurales y urbanas; agroecología; regulación de los precios para que favorezcan a los productores y no a los intermediarios; acceso y control de los recursos naturales por parte  de los productores; apoyo para la agricultura familiar y las asociaciones de mujeres y financiación directa de sus organizaciones; medidas financieras adecuadas, entre ellas disminución de los tipos de interés del crédito.

Voces desde el campo 3

Pescadores

Extraído de Voces desde los territorios págs. 13-15

Millones de mujeres y hombres trabajan directamente en la pesca a pequeña escala, incluyendo el procesamiento y la venta de pescado, y dependen del pescado como una proteína saludable y asequible. Los pescadores afirman que los confinamientos indiscriminados son una manifestación de la tendencia anterior a quitar importancia al papel del pescado en los sistemas alimentarios. Mientras tanto, las medidas de distanciación social y el cierre de los mercados locales han impedido a muchos pescadores a pequeña escala salir a faenar.  También ha creado problemas el “estigma del virus” en los mercados húmedos en los que también suele venderse pescado. Las mujeres representan un 80–90% del sector post-extractivo, y trabajan muy cerca de las instalaciones de procesamiento y de venta al por menor, lo cual las sitúa en mayor riesgo frente a la  COVID-19. En las plantas de procesamiento de todo el mundo, las mujeres tienden a ocupar puestos temporales y peor pagados, no tienen acceso a la protección social cuando pierden el empleo, tienen más probabilidades de ser despedidas, y no pueden defender sus derechos laborales. Muchos pescadores migrantes han quedado varados en barcos o en puertos sin poder volver a sus casas, viviendo en condiciones de hacinamiento sin agua o alimentos adecuados. Al mismo tiempo, los grandes pesqueros congeladores en alta mar y los pesqueros dedicados a las harinas de pescado han podido continuar la actividad.

Por otra parte, hay numerosos ejemplos de que los pescadores han contribuido a paliar la inseguridad alimentaria de poblaciones de sus comunidades. En Oaxaca, México, los pescadores locales aportaron su tiempo y sus barcos para proporcionar 50–60 toneladas a la semana de marisco gratuito a sus comunidades. En Kwazulu-Natal, Sudáfrica, se organizaron para proporcionar 100 paquetes de comida para los más necesitados.

Voces desde el campo 4

Pueblos indígenas

Extraído de Voces desde los territorios págs. 16-18

Las organizaciones indígenas han informado de que la COVID 19 ha agravado muchos de sus problemas estructurales anteriores, como la falta de infraestructuras básicas, agua, electricidad, carreteras asfaltadas. Los efectos preexistentes de la contaminación procedente de la minería en sus territorios sobre la salud de los pueblos indígenas los hacen más vulnerables frente a la  COVID 19 y además agudizan la injusticia, la discriminación, las desigualdades, las violaciones del derecho a la alimentación y la nutrición, del derecho a la salud y otros derechos humanos.  La pérdida de biodiversidad y hábitats en los lugares donde viven muchos pueblos indígenas han creado las condiciones para el desarrollo de enfermedades infecciosas como la COVID-19. Todas las actividades principales de los pueblos indígenas – producción agrícola de subsistencia, pesca a pequeña escala, pastoreo, y recolección – se han visto afectadas por los confinamientos.  En algunos lugares no existen condiciones higiénicas, agua ni saneamiento a disposición de las comunidades, lo que aumenta su vulnerabilidad.  Ante esta situación, los pueblos indígenas han generado sus propias iniciativas de control sanitario, a través de prácticas actuales o ancestrales.

Voces de jóvenes indígenas afirman, “la pandemia ha desvelado desigualdades, discriminación, sectorización, división por clase y fundamentalismos” de las sociedades dominantes hacia los pueblos indígenas.” Igualmente, “se está respondiendo con actos de criminalización a la defensa de sus derechos. Eso es también una pandemia”.

De cara al futuro, los pueblos indígenas se ratifican en que seguirán promoviendo la seguridad alimentaria, la soberanía tradicional, la garantía de una vivienda digna, recuperando sus formas   tradicionales de ayuda a la salud, promoviendo acciones para proteger a los mayores poseedores del conocimiento tradicional con un enfoque anti-colonial y de rendición de cuentas. Deben salvaguardar las prácticas comunitarias, las prácticas tradicionales.

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Pastores

Extraído de Voces desde los territorios págs. 38-39

Las organizaciones de pastores de 12 países de África Occidental han indicado que la COVID 19 está exacerbando las múltiples crisis que sufren los territorios que ya estaban siendo gravemente afectados por la inseguridad que se vive en la región desde hace años. Entre los riesgos están la muerte del ganado por las limitaciones al movimiento y las migraciones estacionales. La migración estacional es una práctica que han desarrollado para afrontar las crisis. Si no pueden practicarla, todos sus mecanismos de resiliencia se verán amenazados y es posible que asistamos a la recurrencia de hambrunas y la ruptura de familias y el éxodo masivo hacia los centros urbanos.  Podrían aumentar los conflictos rurales y va a disminuir de modo significativo la oferta de proteína animal para las poblaciones locales.  Otros pastores de Irán y Mongolia también sufren las repercusiones de los confinamientos. El retraso en la migración estacional podría producir pérdida de peso y enfermedades en el ganado por el aumento de las temperaturas en los pastos invernales, así como gastos extra por la compra de piensos y agua. Los pastores no consiguen vender materias primas como la lana, el cachemir, ni los productos cárnicos, ya que tanto los mercados locales, como las fábricas y los lugares turísticos, están cerrados. 

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Inseguridad alimentaria urbana

Extraído de Voces desde los territorios págs. 24-26

La incidencia de la infección por COVID-19 es mayor en las ciudades que en ningún otro lugar. En las zonas urbanas, las desigualdades socio-territoriales contribuyen de modo importante a las desigualdades actuales al acceso a alimentos adecuados. Los consumidores que compran sus alimentos en supermercados vieron el suministro de alimentos gravemente alterado, sobre todo en las primeras fases de la  COVID-19. Además, se produjo un aumento del consumo de productos procesados de baja calidad nutricional. En muchas ciudades, se han interrumpido programas públicos de alimentación y seguridad nutricional, entre ellos las cantinas escolares.  De las ciudades que respondieron al estudio de la FAO a partir de encuestas electrónicas, el 88% informó de que habían suspendido la oferta de comida a los estudiantes.  No obstante, en todos los países se han autorizado unilateralmente las entregas a los consumidores de Agricultura Sostenida por la Comunidad, a pesar de la interrupción de otras formas de venta directa, principalmente porque los alimentos no se envasan y son manejados de modo seguro por los productores.

Voces desde el campo 7

Mujeres

Extraído de La cuestiones de género, la COVID-19 y los sistemas alimentarios: impactos, respuestas comunitarias y exigencias políticas feministas.

Consideramos que nunca se alcanzará el derecho a la alimentación, a la seguridad alimentaria y la nutrición, ni la soberanía alimentaria, sin que se garantice el pleno respeto, protección y obtención de los derechos de las mujeres y el desmantelamiento de las relaciones de poder patriarcales, feudales y neoliberales. Queremos ir más allá del objetivo universalmente acordado de igualdad de género y empoderamiento de las mujeres, que no afirma de modo explícito la centralidad de los derechos de las mujeres, el reconocimiento de nuestra autodeterminación, autonomía y poder decisorio en todos los aspectos de nuestras vidas y nuestros cuerpos, incluyendo los alimentos que producimos y consumimos. A la luz de esta pandemia, reconocemos la necesidad de de-construir el relato dominante sobre las mujeres, que suelen ser retratadas como víctimas que necesitan políticas contra la pobreza y asistencia social.

Consideramos que el sistema alimentario mundial actual está construido sobre la discriminación basada en el género y la violación de los derechos de la mujer y las perpetúa. Para lograr una sociedad justa y equitativa, en la cual las mujeres puedan disfrutar plenamente de sus derechos y su autodeterminación, el modelo alternativo de consumo y producción fundado en la agroecología y el paradigma de la soberanía alimentaria debe situarse en el centro. 

Consideramos que todas las demandas políticas deben fundarse en los principios feministas fundamentales, como la justicia, la igualdad y la equidad de género, la no discriminación y la   interseccionalidad, participación y reconocimiento.

Voces desde el campo 8

Jóvenes

Extraído de Reivindicaciones de la juventud para la transformación radical de los sistemas alimentarios.

La Covid-19 y las respuestas de los gobiernos están teniendo repercusiones devastadoras sobre los jóvenes y sobre nuestras comunidades por todo el mundo. Estamos sufriendo los impactos combinados de una crisis sanitaria aguda, una crisis alimentaria actual e inminente y una crisis climática – que son todas ilustrativas de una crisis sistémica más amplia.

En esta época de crisis múltiples, los jóvenes afrontan retos diversos. Con la caída de los mercados, el cierre de las escuelas, y la desaparición de los empleos, vemos como las oportunidades y el futuro se desvanecen. Pero no estamos de brazos cruzados.  Nosotros, como parte de una comunidad diversa de Jóvenes de todo el mundo, estamos activos en el desarrollo de soluciones a los retos que afrontan nuestras comunidades: nos estamos organizando para seguir proporcionando alimentos a nuestras comunidades y cuidando a nuestros mayores y a nuestros niños; estamos acortando las distancias del productor al consumidor; estamos defendiendo los programas escolares de alimentación y los mercados locales; estamos reconstruyendo las economías y los territorios rurales, asegurando que los jóvenes puedan permanecer en el campo y volver al campo; estamos cuidando y curando el planeta al cultivar alimentos nutritivos mediante la agroecología; estamos revelándonos frente a la violencia doméstica contra las mujeres y las niñas, así como contra el racismo, la homofobia, la xenofobia y el patriarcado; y estamos defendiendo los derechos de los trabajadores y los migrantes, al igual que los derechos de los habitantes rurales. También estamos imaginando maneras nuevas de organizar el mundo: visualizando sistemas alimentarios saludables, sostenibles y dignificados, y dando pasos para lograrlos.  


[1] https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=25892&LangID=S

[2] https://www.theguardian.com/environment/2020/may/11/chaotic-and-crazy-meat-plants-around-the-world-struggle-with-virus-outbreaks (caótico y disparatado: lucha de las plantas cárnicas mundiales contra brotes del virus)

[3] https://www.oxfam.org/es/informes/poder-ganancias-y-pandemia

Cuadros

Cuadro 1

La COVID- 19 enfatiza por qué deben desaparecer las cadenas globales de suministro de alimentos controladas por las corporaciones

La pandemia de la COVID-19 ha dejado clara la fragilidad de las cadenas globales de suministro de alimentos que han venido dominando cada vez más la producción y distribución de alimentos tanto en el Norte global como en el Sur global. La cadena ya se está rompiendo por uno de sus eslabones más críticos: la mano de obra migrante.  Las personas trabajadoras están siendo víctimas de la COVID-19 al verse privadas de los equipos de protección más básicos, como las mascarillas, y debido a unas condiciones de trabajo de gran aglomeración, donde las normas de distancia social parecen una simple burla.

No obstante, la cadena global de suministros no sólo se ve amenazada por los problemas de la producción y del procesamiento, sino también por los cuellos de botella del transporte, sobre todo en nodos centrales clave como el de Rosario (Argentina), por el miedo de la gente a los transportes de larga distancia como principales transmisores del virus. La crisis alimentaria global de 2007-2008 debería haber dejado patente la vulnerabilidad de las cadenas globales de suministro controladas por las corporaciones, pero no han hecho sino ampliarse desde entonces.

¿Qué cambios en el sistema alimentario global nos impulsa a implementar la debacle de la COVID-19? Posiblemente, la medida más importante sea devolver la producción de alimentos a sistemas localizados más sostenibles basados en pequeños productores. Además de la producción localizada, el menor uso de combustibles fósiles que se requiere resultará mucho mejor para el clima que la producción basada en cadenas de suministro.

Es necesario respetar las tecnologías agrarias tradicionales campesinas e indígenas, puesto que constituyen un enorme acervo cultural y de conocimiento, y representan la evolución de un equilibrio beneficioso entre la comunidad y la biosfera.

A menudo se dice que las crisis no deben desaprovecharse. Si puede sacarse algo bueno de la crisis de la COVID-19, es la oportunidad que abre a la soberanía alimentaria.

El artículo completo está disponible en https://www.tni.org/files/publication-downloads/web_covid-19.pdf

Cuadro 2

La relocalización de los sistemas alimentarios y la agroecología: los caminos a seguir

La crisis de la COVID- 19 ha demostrado que los sistemas alimentarios locales y los canales cortos de comercialización son más resilientes y capaces de innovar en tiempos de crisis, así como de alimentar a las personas con alimentos sanos sin depender de un gran número de eslabones de las cadenas de suministro.

Las iniciativas más eficaces para enfrentar las crisis provocadas por la COVID se han producido sobre todo entre distintas comunidades locales organizadas a múltiples niveles, a menudo en colaboración con organismos gubernamentales y poderes públicos receptivos. Éstas han movilizado y apoyado la distribución de paquetes de alimentos y comidas preparadas, productos básicos, materiales de protección sanitaria, semillas, insumos para la producción y otros elementos de apoyo a la subsistencia para familias y comunidades vulnerables tanto dentro de los países como en otros países y regiones.

En cada zona, los agricultores y agricultoras familiares, los pescadores y pescadoras, y las organizaciones de consumidores han generado y reforzado conexiones directas a través de modelos de agricultura sostenida por la comunidad (ASC), pesquerías apoyadas por la comunidad, entregas directas a domicilio, o incluso la expansión de cooperativas alimentarias y de programas sociales. Cuando ha sido posible, los productores y productoras han empleado las plataformas online para comercializar sus productos de forma directa. Los esquemas de apoyo mutuo, desde las cocinas comunitarias hasta las ASC y las clínicas comunitarias, han ayudado a cerrar la brecha del hambre y la pobreza.

Las principales propuestas de cambio sistémico que presentan estas comunidades son la agroecología y la relocalización de los sistemas alimentarios: apoyar la producción agroecológica, las economías sociales y su protección, la comercialización cooperativa, los canales cortos y las cadenas de suministro cortas, así como garantizar unos entornos de trabajo seguros y el correcto funcionamiento de los mercados alimentarios de los territorios, al igual que otras formas de suministro de alimentos producidos por pequeños agricultores y ganaderos locales, incluida la compra pública de alimentos.

Destacados

Destacados 1

Voces desde los territorios: solo con una transformación radical del sistema alimentario se puede atajar la COVID-19

La aparición de la pandemia de COVID- 19, su propagación y el impacto tan devastador que está teniendo empeoran aún más las injusticias ya existentes del sistema. El modo en que construimos, organizamos y controlamos nuestros sistemas alimentarios tiene un papel fundamental en estas injusticias. Las décadas de prácticas neoliberales, la reducción del papel del estado y el favorecimiento de un sistema alimentario de libre mercado, han provocado el desmantelamiento de políticas públicas y de reglamentación, han dado prioridad a las exportaciones de mercancías y a los beneficios de las grandes compañías alimentarias en lugar de proteger el medio de vida de los pequeños productores, los sistemas alimentarios locales y la soberanía alimentaria. La COVID-19 es otra más de una serie de enfermedades infecciosas y crisis vinculadas al sistema alimentario industrializado, y no será la última.

Las personas más afectadas por la pandemia son, entre otras, las mujeres, los y las jóvenes, las personas refugiadas y migrantes, las personas trabajadoras y pequeñas productoras de alimentos, los pueblos sin tierra, las personas urbanas pobres en situación de inseguridad alimentaria, y los pueblos indígenas. Muchas de ellas no tuvieron la posibilidad de confinarse dada su dependencia de un sueldo diario, y tampoco contaron ni con reservas económicas ni con una protección social adecuada o con sistemas de apoyo estatal a los que recurrir en tiempos de crisis. La COVID-19 ha dejado claro que la “competitividad” del modelo agroindustrial se basa en un alto grado de inseguridad y en la explotación de los trabajadores, con sueldos muy bajos y condiciones laborales precarias, y genera riesgos tanto para la salud como para el medioambiente.

Frente a la COVID-19, resulta más necesario que nunca que transformemos el sistema alimentario hacia la soberanía alimentaria, la agroecología, los derechos humanos y la justicia. Esta crisis no puede resolverse con medidas de urgencia y paquetes de incentivos que siguen perpetuando este modelo.

A pesar de ello, muy pocos gobiernos han respondido a la crisis intentando aplicar los derechos humanos o centrarse en las necesidades de las comunidades más desfavorecidas. Las políticas oficiales y el apoyo económico han favorecido sobre todo a las corporaciones, a los grandes productores y a las cadenas de suministro globales, garantizándoles el capital y la mano de obra que necesitan para continuar funcionando. Las respuestas de los gobiernos han venido determinadas por las desigualdades económicas y sociales que históricamente han existido entre países y dentro de cada uno de ellos. Los países que ahora se encuentran en vías de desarrollo se enfrentan a la amenaza de fuga de capitales, a grandes préstamos con condiciones que provocarán un mayor endeudamiento, y a unas políticas inminentes de ajustes estructurales. Los informes locales muestran que las respuestas oficiales presentaron sobre todo enfoques aislados, así como falta de preparación y coordinación. Además, no existió una cooperación internacional suficiente que permitiera atajar los factores que estaban favoreciendo la aparición y la devastadora propagación de la COVID-19, ni que permitiera responder de forma adecuada a las necesidades más inmediatas ni a una recuperación a más largo plazo.

Resulta preocupante que muchos gobiernos recurrieran a poderes de excepción (supuestamente con el fin de controlar la pandemia) que les permitieron controlar todos los aspectos de la gobernanza y la seguridad sin ningún tipo de control democrático. Estos poderes se han utilizado para criminalizar la disidencia y para hacer cumplir por la fuerza confinamientos injustos.

Aunque los gobiernos y las instituciones internacionales emplean la narrativa de “reconstruir mejor”, sus políticas prestan más apoyo a las grandes corporaciones, a la digitalización corporativa y a las nuevas tecnologías. Por el contrario, las respuestas que han puesto en marcha las comunidades han demostrado valores de comunidad, solidaridad, resiliencia, sostenibilidad y dignidad humana. Estos dos planteamientos no pueden coexistir.

Los movimientos de base demandan medidas concretas, basadas en lo que se necesita para una recuperación justa frente a la COVID-19:

1. Romper con los enfoques neoliberales del pasado

2. Poner en práctica la Soberanía alimentaria

3. Situar la prioridad en lo público

4. Reforzar una gobernanza alimentaria global basada en los derechos humanos

Pedimos un cambio de paradigma, donde se recuperen unos sistemas alimentarios entendidos como un patrimonio común que garantice el bienestar de las personas y del planeta, que se fundamenten en los derechos humanos, que pongan en práctica la soberanía alimentaria, que reconozcan el papel prioritario de las políticas públicas y que refuercen un modelo de gobernanza verdaderamente inclusivo, democrático y coherente que haga efectivo el derecho a una alimentación adecuada para todos y todas, tanto ahora como en el futuro.

Destacados 2

¿Puede la agroecología detener la COVID-21, 22 y 23?

El sistema alimentario global, basado en la desigualdad, la explotación laboral y un extractivismo desenfrenado que roba a las comunidades sus recursos naturales y sociales, no deja de ver el surgimiento de patógenos y más patógenos. Como respuesta a esto, algunos representantes del sector proponen una mayor intensificación de la agricultura con el pretexto de “preservar los espacios naturales”, lo que provoca una mayor deforestación y la propagación de enfermedades.

La separación de tierras (land-sparing) omite muchas agriculturas campesinas, indígenas y familiares que se integran en los ecosistemas silvícolas y producen alimentos y fibras para su uso a nivel local y regional. De hecho, la integración (land-sharing) campesina e indígena preserva unos niveles muy altos de agrobiodiversidad y de diversidad silvestre que impide la propagación de agentes patógenos.

Pandemic Research for the People (PReP) es una organización formada por agricultores, investigadores y miembros de comunidades, y se centra en cómo reimaginar la agricultura para frenar desde el principio la aparición de coronavirus y otros agentes patógenos. Defendemos la agroecología, un ambientalismo de los campesinos, los pobres y los indígenas que lleva años en práctica, y trata la agricultura como parte de la ecología, de donde la humanidad obtiene sus alimentos. Una matriz agroecológica diversa, formada por terrenos agrícolas, agroforestales y pastizales integrados en un espacio forestal, puede conservar la diversidad biocultural e impedir que las enfermedades zoonóticas se enlacen en cadenas de infecciones y salten a la red mundial de desplazamientos y transportes. Una diversidad como esta también respalda las condiciones económicas y sociales de las personas que cuidan del campo.

Las agroecologías campesinas no se limitan a la tierra y los alimentos, por muy importante que estos sean. La influencia que ejercen para frenar las pandemias y sobre otros bienes sociales radica en el contexto más amplio en el que se enmarcan. Las agroecologías se basan en políticas prácticas que sitúan la agencia y el poder en manos de las clases trabajadoras y desfavorecidas, en las personas indígenas, negras y mulatas. Sustituyen las dinámicas de urbanización e industrialización agrícola (perjudiciales desde un punto de vista ecológico y epidemiológico) que favorecen el capitalismo racial y patriarcal. Ponen el planeta y a las personas por delante de los beneficios que solo unos pocos disfrutan.

Boletín núm. 43 – Editorial

Soberanía alimentaria en tiempos de pandemia

Ilustración: Trabajadores y trabajadoras agrícolas – Recolectores de frutas y verduras – Retrato de trabajadores esenciales #6, por Carolyn Olson.

Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la COVID-19 como emergencia de salud pública de importancia internacional el 30 de enero de 2020, pocas personas imaginaban el grado de devastación que la enfermedad iba a provocar en todo el mundo, o cuánto tiempo duraría. A medida que el rumbo mortal de la COVID-19 pasaba de un país a otro, quedó patente que las acciones o inacciones de los gobiernos, así como los contextos sociales, políticos y económicos eran tan responsables como el virus del impacto que desencadenaban.

La pandemia de la COVID-19 no da muestra alguna de desaparecer: los contagios siguen en aumento en numerosos países, y están surgiendo nuevas cepas más contagiosas del virus SARS-COV-2. Las ansiadas vacunas han comenzado ya a distribuirse, aunque posiblemente queden fuera del alcance de la mayoría de los países durante meses o incluso años, debido al “apartheid de vacunas”. A pesar de las limitaciones en la disponibilidad de las vacunas, provocada por los plazos que son necesarios para los ensayos y la producción, muchos países ricos han adquirido suministros suficientes de vacunas para inmunizar a sus poblaciones al menos dos veces, y están respaldando el control monopolístico de las vacunas por parte de las empresas farmacéuticas a través de derechos de propiedad intelectual legalmente exigibles en la Organización Mundial del Comercio.

En esta edición del Boletín Nyéléni presentamos extractos de documentación e investigaciones realizadas por profesionales y defensores de la soberanía alimentaria, sobre todo la sección Voces desde los Territorios: de la COVID-19 a la transformación radical de nuestros sistemas alimentarios, preparada por el Mecanismo de la Sociedad Civil y de los Pueblos Indígenas (MSC) para las relaciones con el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial. En cada extracto se incluyen los enlaces a los informes/artículos completos correspondientes.

Focus on the Global South y Amigos de la Tierra Internacional.