Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

¿Fabricar  o producir alimentos? Europa, nuevos y antiguos OGM, una batalla de más de 30 años

Antonio Onorati, ECVC, Italia

La Unión europea, primer exportador mundial y primer importador mundial de productos agrícolas, posee un sistema agrícola basado en pequeñas explotaciones, de las cuales el 77% tiene un tamaño inferior a 10 hectáreas y el 69% un valor económico de menos de 8000 €. Pero cuatro de las seis empresas que controlan el mercado mundial de semillas son europeas, entre ellas la primera, con un volumen de ventas tres veces mayor que la segunda. El poder de mercado de las empresas en el mercado de las semillas – ya muy concentrado – aumenta cuando pasamos del mercado de semillas  convencionales al de semillas OGM, y de este, al mercado del control de las informaciones genéticas digitalizadas (DSI). En este contexto, la estrategia del movimiento campesino, que comparten igualmente numerosos movimientos medioambientales, no puede sino articularse a varios niveles. Desde la movilización con acciones directas de desobediencia, como la destrucción de las parcelas sembradas de OGM – antiguos o nuevos – hasta la acción jurídica y el recurso a los tribunales, como el recurso ante el Tribunal de Justicia europeo, que actualmente bloquea cualquier intento de no aplicación de la legislación actual sobre los “nuevos”  OGM (NGT, productos con CRISP o mutagénesis asistida in vitro[1]). Pero también la construcción de una legislación útil para proteger el sistema campesino de semillas  e impedir el cultivo de OGM (como en Italia, país cuya agricultura está “desprovista de OGM» desde 2000 o en Francia).

Se trata de una cuestión meramente política: cómo quiere una sociedad que se produzcan sus alimentos. Por eso la movilización debe continuar.

Mas info aquí y aquí.

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Sistemas campesinos de semillas y aplicación de los derechos de los agricultores en el marco jurídico nacional – El caso de Mali

Alimata Traore, COASP – Mali Comité ouest africain semences paysannes, Mali

Nuestras semillas campesinas son reproductibles libremente y gracias a nuestras prácticas y saberes, las seleccionamos y volvemos a sembrar año tras año en nuestros campos. Gracias a su diversidad, las semillas evolucionan y se adaptan a nuestras necesidades, a nuestros campos, a nuestras técnicas. Nuestras semillas campesinas son nuestra identidad,  nuestra vida.

Nuestras organizaciones campesinas han organizado espacios de información y de formación sobre los derechos de los campesinos y campesinas. Tras haber analizado el estado de su incorporación a nuestras leyes nacionales, hemos dialogado con los representantes de nuestro gobierno, con los puntos focales TRFAA (El Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura)y CDB (Convenio sobre Diversidad Biológica).

Conjuntamente creamos en 2017 un marco de concertación nacional con el mandato de que la legislación nacional reconociera los sistemas campesinos de semillas y los derechos de los agricultores y se garantizara su puesta en marcha. Fue presidido por el ministerio de agricultura y con la secretaría de la CNOP (Coordination Nationale des Organisations Paysannes). Las bases de nuestras propuestas eran las siguientes:

1.  Una definición clara de las variedades campesinas (incluidas las tradicionales y locales)

2.  El reconocimiento de las normas específicas que garanticen la calidad de nuestros sistemas campesinos de semillas, y la protección de los saberes campesinos, a través de los derechos colectivos definidos por la comunidad según sus usos y costumbres. 

3.  El derecho de campesinos y campesinas a vender sus semillas campesinas sin obligación de inscripción en el catálogo  oficial.

4.  El derecho de los campesinos y de sus organizaciones a participar en la toma de decisiones con  mecanismos que garanticen la transparencia.

5.  El apoyo y el fortalecimiento de los sistemas campesinos de semillas, de las “casas de las semillas campesinas”[2], de las fiestas y las ferias de las semillas campesinas.  

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Necesitamos diversidad de las razas de ganado para luchar contra futuras pandemias 

Tammi Jonas – Australian Food Sovereignty Alliance

Los agricultores australianos producen el 93% de los alimentos que comemos, a pesar de que exportan alrededor del 70% de lo que cultivan. Se hace hincapié en la exportación en el marco de un discurso moralizante, según el cual la agricultura australiana está “alimentando al mundo”. En cambio, la realidad es que las exportaciones no se dirigen a los países que padecen inseguridad alimentaria generalizada, sino más bien a “los mercados de mayor valor, en economías desarrolladas y a las clases medias de los países en desarrollo”.[3]

Este paradigma productivista ha conducido a una disminución constante de la diversidad de razas en Australia y en el mundo, y en el Norte global, el 90% del ganado pertenece únicamente a seis razas, con un 20% de las razas ganaderas en peligro de extinción.[4] Una disminución de la diversidad de razas implica una pérdida del ganado adaptado a las condiciones locales y a vivir de pastos, pero también el peligro de crear lo que  Rob Wallace llama ‘food for flu’ – porque ‘la cría a gran escala de una sola especie elimina las barreras inmunogénicas que en poblaciones más diversas cortan los focos de transmisión”.[5] La incidencia de la COVID-19 a escala mundial, el virus de la encefalitis japonesa que se extiende hacia el sur de Australia más que nunca, y ahora la amenaza creciente de expansión regional de la fiebre aftosa, hacen más evidente que nunca que debemos dejar de socavar la diversidad genética del ganado y de hacinarlo en condiciones insalubres.   

En Australia hay un movimiento creciente de pequeños ganaderos que crían razas ganaderas raras y tradicionales para invertir esa tendencia, agrupados en la Alianza Australiana de Soberanía Alimentaria (Australian Food Sovereignty Alliance o AFSA) y cuyos esfuerzos de conservación in situ reciben el apoyo del Rare Breeds Trust of Australia. En un mundo pandémico, las iniciativas de conservación y promoción de la diversidad genética, de especies y de ecosistemas, literalmente salvarán vidas.

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Agroecología, agrosilvicultura y el manejo comunitario de bosques: poderosas herramientas de defensa de los derechos de los pueblos, los medios de sustento y los bienes naturales de los bosques.[6]

Nuie anak Sumok – Asociación de Residentes de Sungai Bur, Sarawak, Malasia (300 words)

Conocida por sus amistades como la Mujer Maravilla, por su ética de trabajo, Nuie anak Sumok lucha por su familia, su comunidad y el medio ambiente produciendo en su parcela al lado de la carretera en Sungai Buri, en el noreste de Sarawak, Malasia.

“Con el grupo de mujeres y la Asociación de Residentes de Sungai Buri en la costa noreste de Sarawak hemos ido fortaleciendo nuestra resistencia frente a la imposición del monocultivo de palma aceitera, a través de la agroecología, la agrosilvicultura y el manejo comunitario de bosques. Con estas prácticas también hemos ido revirtiendo los daños provocados por ese monocultivo y la tala de los bosques, y desafiando al modelo de desarrollo destructivo.

No podemos darnos el lujo de plantar solo un cultivo, tenemos que hacer lo que sea más beneficioso para nosotras/os. Y nadie puede decirnos qué hacer.

Tenemos ají, piña, calabacín, bananos, especies forestales nativas, daung long, … y el bosque nos da semillas, árboles frutales, otros alimentos, agua, madera, combustible, refugio, biodiversidad, miel, medicina y alimento para animales. También materiales para hacer nuestras artesanías. Hacemos todo lo posible para ayudar a la comunidad a plantar especies locales de árboles.

Con organizaciones hermanas de Marudi, Long Miri y Long Pilah establecimos un sistema de intercambio de semillas donde distintos grupos recolectan semillas de su localidad -merbau, jelayan, rattan, engkabang, meranti- y árboles frutales como el durian y langsat, y nuestros viveros se enriquecen.

A través de este trabajo también protegemos nuestros derechos y los de todas las comunidades, así como nuestros medios de sustento y los bienes naturales de los bosques.”

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El IALA a construir y el papel de la agroecología

Aldo González, IALA, Mexico

En la actualidad cada vez más jóvenes (hombres y mujeres) de comunidades indígenas y campesinas tienen la oportunidad de estudiar. Muchos reciben becas y salen de la comunidad a alguna universidad, en la mayoría de los casos la idea de progreso se mete en su cabeza, la ciudad les ofrece modernidad y muchos ya no regresan, la escuela les ha quitado identidad.

Frente a ese panorama las organizaciones que integramos La Vía Campesina en México tomamos la decisión de constituir el Instituto Agroecológico Latinoamericano (IALA-México), con el interés de ir más allá de una simple formación técnica. Desde el IALA nos interesa contribuir al fortalecimiento de las luchas en defensa de los territorios, de la identidad cultural y de la soberanía alimentaria.

Para nosotros la agroecología es una forma de hacer la vida, apoyada en principios que parten del reconocimiento de que existe una diversidad de territorios y éstos generan una diversidad de relaciones culturales entre los seres humanos y la naturaleza. Estos cuidados, de raíz campesina ancestral procuran la sobrevivencia pues se fundamentan en principios comunes que deben tomar en cuenta aspectos ecológicos, culturales y económicos que respeten a la Madre Tierra.

Estas relaciones han generado formas de organización familiar y comunitaria que permiten nuestra sobrevivencia. Por ejemplo, la guelaguetza o guzun que se practica entre los zapotecos de Oaxaca, tiene sus símiles entre muchos pueblos de México y el mundo y se fundamenta en la reciprocidad para hacer la milpa (como se le dice en México a la chacra), construir una casa, hacer la fiesta familiar o comunitaria, etcétera. Desde el IALA nos interesa fortalecer esas formas de organización.

Nuestros sistemas de cultivo, como la agricultura itinerante, mal llamada de “roza, tumba y quema”, son formas de hacer agricultura que se construyeron en el pasado y que es importante reivindiquemos desde la agroecología. El sostenimiento de la vida en el suelo, el reciclamiento de nutrientes, la conservación de energía desde lo local hasta lo global son principios que se han practicado en la agricultura tradicional y que seguiremos impulsando.

Somos herederos, herederas, de una gran biodiversidad, así como de múltiples saberes asociados a ella. Sin embargo, la ciencia elaborada por nuestros pueblos es descalificada por los centros de investigación; a pesar de eso es urgente establecer un diálogo desde nuestros rincones con la ciencia occidental que nos permita sumar para bien de la humanidad los saberes que resguardamos y así generar nuevos conocimientos que se pongan al servicio de las campesinas y campesinos de México y del mundo.


[1] Mas info obre los “nuevos”  OGM aquí.

[2] Las casas de las semillas de África Occidental son lugares donde se recogen y seleccionan semillas, se elaboran fichas de identificación, se almacenan y se mejoran las técnicas de conservación, se intercambian prácticas y se da formación.

[3] Muir 2014: 5

[4] FAO 2019

[5] Wallace, et al. 2021: 195

[6] Más información aquí.

Cuadros

Cuadro 1

Manejo comunitario de bosques: práctica histórica para transformar y resistir [1]

El Manejo Comunitario de Bosques (MCB) es una forma de vida y una práctica cultural y espiritual –por lo tanto, histórica–, desarrollada por Pueblos Indígenas y comunidades locales para controlar políticamente y gestionar de forma organizada y planificada el territorio y sus bienes y recursos naturales. Es un proceso político que, a través de mecanismos horizontales en la toma de decisiones, que incluyen la transparencia y la rendición de cuentas al resto de la comunidad, logra la conservación y el uso sustentable de la Naturaleza así como beneficios sociales, medioambientales, culturales y económicos.

El MCB también incluye aspectos de tecnología apropiada, conocimiento ancestral y prácticas comunitarias de planificación y uso ordenado de recursos, pero va más allá́ de un simple manejo técnico, como es el denominado manejo sustentable de bosques (defendido por la ciencia forestal) que muchas veces destruye los bosques y la biodiversidad, favoreciendo a las corporaciones.

El MCB está estrechamente ligado a la Agroecología. Son enfoques amplios, integrales, dinámicos y diversos que responden y se adaptan a las condiciones geográficas, ecológicas y culturales de cada territorio, sus bienes comunes y los conocimientos tradicionales asociados. Mientras la agroecología se enfoca en los elementos centrales de la alimentación, como suelos, semillas, bienes de los que dependen los pueblos recolectores o pescadores artesanales, aguas y zonas pesqueras o de pastoreo, entre otros, el MCB dirige sus acciones hacia los demás bienes naturales y culturales manejados, usados y protegidos en los bosques, como árboles, semillas forestales, madera, fibras, fauna o incluso la salud del ecosistema.

Es necesario dimensionar la ingente cantidad de personas y familias que ponen en práctica la Agroecología en el marco del MCB para reafirmar la importancia de los bosques para el derecho a la alimentación.

Cuadro 2

Digitalización de la agricultura y alimentación

Escuchamos por doquier que la digitalización de todos los aspectos de la vida es un futuro ineludible que debemos aceptar de buen grado. En el caso de la agricultura y la alimentación, se habla de la Cadena Alimentaria Digital como la nueva opción para resolver problemas de hambre y clima. “Lo digital”, dicen, potenciará la agroecología, fortalecerá las comunidades, promoverá la independencia. En realidad, la digitalización de la agricultura abre la puerta a una mercantilización extrema de la naturaleza por parte de las agro-empresas tóxicas de siempre, ahora aliadas en diversas configuraciones con las gigantes de Big Data. El diseño de nuevos transgénicos, la especulación con el carbono de suelos agrícolas y la llamada intensificación sustentable, necesitan herramientas digitales para llevarse a cabo.

La digitalización de los sistemas agroalimentarios se define como “aplicación de herramientas, estrategias y modelos de negocio digitales a la alimentación y la agricultura.” Esta definición no explica que la dependencia con las herramientas digitales de las gigantes tecnológicas exacerba el extractivismo corporativo y desplaza la labor humana, que las estrategias digitales se construyen con saqueo de información, espionaje a las comunidades y manipulación del consumo, y que los modelos de negocio digitales se refieren a lograr más control de la biodiversidad, los sistemas productivos y la  deshabilitación humana mediante tecnologías de automatización, acaparamiento y procesamiento de datos (desde robots a inteligencia artificial), de tal forma que solo  las empresas puedan decidir qué se cultiva, qué se extingue, cómo se procesa lo cosechado, y quién se lo come.


[1] Artículo elaborado a partir de la publicación de Amigos de la Tierra Internacional, Manejo Comunitario de Bosques y Agroecología. Vínculos e Implicaciones.

Destacados

Destacados 1

Biodiversidad agrícola y agroecología: diálogo campesino, familiar, artesanal e indígena con la naturaleza

Campesinas, campesinos, los que cultivan, pastorean, habitan los bosques, pescan artesanalmente, pueblos originarios y más proveedores de alimentos rurales y urbanos a pequeña escala, se consideran parte de la biodiversidad. Según muchas cosmovisiones ancestrales, existe una conexión mutua entre la naturaleza, la Madre Tierra y los seres humanos como familia, no estamos fuera de ella. Esta relación ancestral de interacción mutua configura la existencia de cada cual en una “co-evolución”. Las prácticas campesinas que cuidan la biodiversidad no sólo vienen determinadas por las necesidades alimentarias, materiales; también por la espiritualidad, la cultura, la salud y las emociones.

Pese a las presiones asociadas con la modernización, allá donde las cosmovisiones y prácticas tradicionales siguen vigentes, la biodiversidad sigue respondiendo a esta conexión mutua. En lugares donde estas prácticas se habían perdido y hoy se recuperan, la biodiversidad se regenera en nuevas formas. Estas prácticas y cuidados de comunidades y familias campesinas (sistemas de saberes de quienes proveen alimentos a pequeña escala) son el núcleo de lo que la comunidad internacional denomina “biodiversidad”.

Esta biodiversidad agrícola sustenta las estrategias campesinas ancestrales para la subsistencia, la salud y la autonomía —y es fruto de ellas. Manifiesta la creatividad y los saberes campesinos y su relación con el entorno natural. Siendo un tejido de relaciones dinámicas, la biodiversidad agrícola encarna un mosaico en constante cambio entre personas, plantas, animales, y otros organismos, el agua, el bosque, el “medio ambiente”. La biodiversidad agrícola puede considerarse el resultado de la interacción —en todos los ecosistemas y a lo largo de miles de años—, de la diversidad cultural y la diversidad biológica.

Algunos sistemas de producción muestran una extraordinaria diversidad de cultivos, animales y especies asociadas. Quienes proveen alimentos a pequeña escala no sólo desarrollan y sostienen la mayor parte de la biodiversidad del planeta: también proporcionan la mayoría de sus alimentos.

Pese a los retos que plantea la fuerte tendencia a la homogenización de modos de vida y hábitos alimentarios, y las presiones sobre los territorios, existen importantes acciones locales de resistencia. Hay un amplio abanico de iniciativas,  como la mejora de la diversidad de los huertos domésticos en zonas rurales y urbanas, la promoción de cultivos agroecológicos, la restauración de manglares, el desarrollo de protocolos de pesca sustentable y la gestión del agua. Estas y otras prácticas contribuyen a promover la soberanía alimentaria y nutricional, a conservar y proteger las funciones de los ecosistemas.

La agricultura agroecológica, de base campesina, practicada por quienes producen alimentos a pequeña escala, es una herramienta esencial para construir soberanía alimentaria y defender la      Madre Tierra. Las comunidades comprometidas con producir alimentos para sí mismas y para otros, de un modo independiente, ajeno a las corporaciones, saben que cuidar la biodiversidad y practicar la agroecología es una forma de vida y el lenguaje de la naturaleza. No es un mero conjunto de tecnologías o prácticas de producción y tampoco es aplicable del mismo modo en todos los territorios.

Porque la agroecología se basa en principios semejantes en todas partes pero que requieren particularidades y cuidados respetuosos propios del entorno y la cultura local. Así, la biodiversidad agrícola es fundamental para la autonomía y la agroecología. La autonomía alimentaria que permite una agroecología campesina desplaza el control de los mercados globales y promueve autogobiernos comunitarios.

Así, pueblos originarios y comunidades campesinas disminuyen el uso de insumos comprados, que vienen de fuera. Siendo quienes alimentan al mundo, controlar sus semillas nativas es fundamental para la soberanía alimentaria. Las conversaciones milenarias entre personas y cultivos perpetúan la innovación, la investigación, la selección y cría de cultivos y ganado propios. Esas comunidades no producen materias primas o mercancías para la exportación, sino que son quienes producen la mayoría de alimentos, cuidan la biodiversidad y los territorios.

Para lograrlo es fundamental:

● Respetar los derechos colectivos de lxs que mantienen y mejoran la biodiversidad agrícola y alimentaria campesina, y defienden sus saberes y la integridad de sus cultivos a través de la utilización de los principios agroecológicos y  el intercambio, crianza, y sobre todo la reproducción propia de sus semillas, razas de ganado y peces.

● Reforzar nuestros sistemas y redes alimentarias rurales-urbanas interconectadas y colectivas y los mercados locales, promoviendo la biodiversidad agrícola y la agroecología.

● Promover una reforma agraria integral.

● Lo más importante es fomentar y garantizar la libre determinación de pueblos, comunidades y colectivos rurales y urbanos que cuidan la biodiversidad y la integridad de sus territorios, y a fin de cuentas una vida con justicia y dignidad.

De todo esto dependen la soberanía alimentaria, un medio ambiente sano, pero sobre todo,  nuestro futuro.

Destacados 2 

El despojo planificado de la biodiversidad

La Revolución Verde impulsó a las corporaciones en su control del cultivo de alimentos.

Instó a los campesinos y las campesinas de distintas partes del mundo a buscar “la productividad agrícola en lo que hoy es el Sur global”. Los promotores decían estar preocupados por «llenar los estómagos hambrientos», e insistían en que la agricultura tradicional era redundante.

Los ejecutivos de las empresas y los diseñadores de políticas públicas gubernamentales ignoraron la enorme labor y la continuidad de siglos que supone la cuidadosa relación que los pueblos mantienen con la Naturaleza, con sus tierras, bosques y aguas, con las semillas y su infinita transformación. Esta relación es la responsable de “la increíble biodiversidad y las proezas culturales que nos trajeron cultivos como el trigo, el maíz, el arroz y las papas”.[1]

La Revolución Verde sustituyó lo anterior por “tipos radicalmente estandarizados, supuestamente de alto rendimiento». Las nuevas semillas, como vieron los agricultores, requerían un paquete de fertilizantes químicos, pesticidas y riego para crecer bien”.[2]

Esto “encontró una profunda resistencia por parte del campesinado, las comunidades locales y la sociedad civil en general”.[3]

Pese a la resistencia, el daño estaba hecho. Llegó la era en que los institutos de investigación asumían el papel de desarrolladores internacionales de cultivos y semillas agrícolas, sustituyendo los saberes y estrategias milenarios de las comunidades agrícolas reales del mundo e impulsando una narrativa corporativa que sigue vigente: que los campesinos no saben lo que hacen, que sus estrategias de cultivo son erróneas, que sus rendimientos son realmente pobres. Esto abrió espacio para los híbridos e incluso los OGM. Los efectos fueron devastadores para el campesinado y los pequeños agricultores. Para quienes dependían de semillas nativas y métodos tradicionales de cultivo o cuidado de sus animales.

La agricultura industrial pasó a imponer soluciones tecnológicas para aumentar los rendimientos con gran cantidad de agrotóxicos. Disminuyó variedades y las especies implicadas en el cultivo de alimentos, o las razas de ganado que antes eran normales.

Según la FAO, desde 1900, se ha perdido un 75 % de la diversidad fitogenética “a medida que los agricultores del mundo abandonan sus múltiples variedades locales y razas nativas por variedades genéticamente uniformes de alto rendimiento… Hoy, un 75 % de los alimentos mundiales se genera a partir de sólo 12 plantas y cinco especies animales”.[4]

La Revolución Verde no es la única culpable, aunque hubo enormes pérdidas repentinas durante su aplicación. Los acuerdos de libre comercio, los derechos de propiedad intelectual, la actitud incisiva de la agricultura por contrato, y las modas de los lujosos cultivos para la exportación (bayas o moras o frutas del bosque, aguacates, agaves, tomates y otras variedades de invernadero) son también responsables. Ahora la biología sintética pretende sustituir todo el proceso agrícola.

Resistir a la agricultura industrial y sus monocultivos implica enormes esfuerzos si las comunidades quieren seguir independientes. Pero frenar estos esquemas es crucial para la biodiversidad y la soberanía alimentaria.

Destacados 3

Soluciones Basadas en la Naturaleza: una cortina de humo  de las empresas, que no detendrá la pérdida de  biodiversidad

El concepto de Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN) surgió de grandes organizaciones de conservación como un modo de promover la financiación de su propia visión de las áreas protegidas. Aunque utiliza la palabra naturaleza, la visión de las SBN promueve la idea de “capital natural ” es decir, un enfoque capitalista de pago por los servicios prestados por los ecosistemas. Esto suele ir de la mano con la mercantilización y financiarización de la  naturaleza.

Más recientemente, la fuerza motriz de las SBN procede de la necesidad de hacer que la naturaleza sea una solución climática. Esto está motivado por la escalada de los objetivos climáticos llamados “net-zero” (cero emisiones de carbono netas) donde el “neto” es el carbono emitido, menos el carbono retirado de la atmósfera. Es decir, se necesitan árboles, suelos y tierra que proporcionen compensaciones de carbono y remociones de carbono para permitir a las corporaciones la expansión de sus ingentes planes de emisiones y remoción. Esto conlleva varios peligros: acaparamiento de tierras, mayor mercantilización del carbono y de la naturaleza, cercados de tierras, imposibilidad de detener el caos climático y la destrucción de la naturaleza.  También permite a las corporaciones beneficiarse de los nuevos sistemas de mercado basados en la naturaleza.

Simplemente la superficie necesaria para que las SBN sean una solución para el clima constituye un peligro para la biodiversidad. El informe más influyente sobre ‘Natural climate solutions’[5] alegaba que las «soluciones basadas en la naturaleza»[6] podrían ayudar a mitigar hasta un 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030. Una inspección más detallada de los cálculos de ese documento desvela que son técnicamente problemáticos, nada plausibles, y políticamente irrealistas.[7] Por ejemplo, sugiere que habría una superficie de  678 millones de hectáreas   potencialmente disponibles para reforestación. ¡Esto es el doble de la extensión de  India, o más de dos tercios de la de Estados Unidos! El estudio sugiere también que harían falta hasta 10 millones de hectáreas de nuevas plantaciones de árboles para hacer que las SBN fueran rentables y por consiguiente, merecedoras de que las empresas las promovieran.  

Aunque solo se lograra una pequeña parte de los compromisos de emisiones netas cero de las corporaciones por medio de “soluciones basadas en la naturaleza”, eso implicaría una expansión y profundización significativa del control corporativo de la tierra.  Esto se debe a que las emisiones de las corporaciones son tan ingentes que necesitan imperiosamente encontrar bosques y tierras para alegar que están compensando sus emisiones.

La definición del concepto de SBN  es ambigua, con muy poco análisis político detrás. Por consiguiente, cualquier cosa puede definirse como soluciones basadas en la naturaleza, desde plantaciones en monocultivo hasta agroecología. La empresa brasileña Suzano, el primer productor de pulpa de madera, es por ejemplo una de las que están beneficiándose de la imprecisión en la definición de las SBN, para promover que sus plantaciones genéticamente modificadas son soluciones basadas en la naturaleza que combaten el cambio climático.

Las organizaciones conservacionistas y las corporaciones también están renovando la desacreditada imagen de marca del régimen REDD+ que desdeña el papel de las comunidades locales y los pueblos indígenas  en el manejo de los bosques y ha provocado enormes divisiones y el desplazamiento de las comunidades forestales, llamándolo SBN.


[1] GRAIN, Financiar la agricultura industrial o financiar la agroecología? Una disyuntiva nada simple

[2] and [3] Ibidem

[4] FAO, Qué está pasando con la agrobiodiversidad en inglés.

[5]  Griscom et al, Soluciones climáticas naturales, PNAS, Octubre  2017. vol. 114. no. 44. 11645–11650, en inglés.

[6]  La organización Nature Conservancy los llama Soluciones climáticas naturales.

[7] REDD-Monitor. Compensar las emisiones de combustibles fósiles con la plantación de árboles y las “soluciones climáticas naturales”: ciencia, pensamiento mágico o simplemente publicidad? 2019, en inglés.

Boletín núm. 49 – Editorial

Soberanía alimentaria y agrobiodiversidad

Ilustración: Dibujo a color en papel amate del artista Abraham Mauricio Salazar. Tomado con ánimo de difusión del libro El ciclo mágico de los días de Abraham Mauricio Salazar y Antonio Saldívar. CONAFE, México, 1979.

En un momento en que los medios hacen correr la alarma acerca de la carestía de precios y la escasez provocada por la guerra en Europa, aunque no siempre haya una correlación exacta, volvemos a cuestionar las informaciones que sitúan a las grandes corporaciones como proveedoras de la mayor parte de nuestros alimentos. Anclado a esta imagen fabricada, el sistema agroalimentario industrial impulsa un renovado asalto a la agricultura con la digitalización de sus procesos. Promueve la “captura de carbono” a partir de las llamadas “soluciones basadas en la naturaleza”. Continúa su empuje por controlar y someter a normas a las cadenas de suministro para privilegiar sus intereses, e incluso busca suplantar los esfuerzos de campesinas y campesinos en muchas partes del mundo, abanderando una “agroecología” que ahora promueven las mismas empresas y fondos de inversión que durante siglos han despojado al campesinado de las posibilidades de ejercer una agricultura independiente.

Así pues, es crucial defender nuestra soberanía alimentaria: la posibilidad de poder reproducir nuestras semillas en nuestros términos y espacios, es decir, con plena libertad, y mantener nuestra independencia total para producir nuestros propios alimentos. Para esto sigue siendo crucial impugnar el acaparamiento de tierras e insistir en la autonomía y en la defensa de los territorios campesinos, indígenas e incluso de los espacios urbanos de autogestión popular en los barrios.

CIP para la Soberanía Alimentaria, Amigos de la Tierra Internacional y GRAIN