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El caos climático, la COVID-19 y los conflictos armados han conmocionado a la economía mundial, y estas crisis superpuestas están afectando a la seguridad alimentaria mundial de una forma nunca vista.

La crisis alimentaria mundial en curso se agravó con la pandemia de la COVID-19. En 2020, cerca de 3.100 millones de personas no podían permitirse una dieta saludable, y unos 2.300 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021.

Según muestran los máximos históricos del índice de precios de los alimentos de la FAO, la crisis alimentaria mundial se agudizó más en marzo de 2022, en gran parte debido a los desequilibrios entre la oferta y la demanda en los mercados de cereales, semillas oleaginosas, carburantes y fertilizantes tras un aluvión de conflictos geopolíticos y guerras.

Con todo, las causas fundamentales de la inseguridad alimentaria están estrechamente vinculadas a la pobreza estructural y a las relaciones comerciales injustas entre los países, y como ocurrió con las crisis de los precios de los alimentos de 2008 y 2011, la especulación financiera y la volatilidad de los precios en los mercados mundiales han influido enormemente en la crisis alimentaria actual.

La Vía Campesina (LVC) junto a nuestros aliados del movimiento global por la soberanía alimentaria sigue oponiéndose al agronegocio industrial y a las falsas soluciones del neoliberalismo. Estamos alerta y organizados para la aplicación de soluciones reales, populares, para un cambio social profundo. ¡Acabemos con la OMC! ¡Construyamos un comercio internacional basado en los derechos de los campesinos, la agroecología y la soberanía alimentaria!

Los jóvenes son protagonistas de la transformación social 

Los y las jóvenes son sujetos políticos que desempeñan un papel singular en el ejercicio del control democrático de los sistemas alimentarios. Ante todo, la tarea que se asigna a los jóvenes es aprender de la historia. Es indispensable analizar los problemas sociales, políticos, económicos y medioambientales con criterios históricos, para coordinar estrategias eficaces y acciones concretas que aborden sus causas profundas.

También se asigna a los jóvenes la tarea de analizar el momento actual con claridad y precisión desde nuestras perspectivas generacionales específicas, utilizando conceptos como la soberanía alimentaria y herramientas como la UNDROP[1] de las que nos hemos dotado a través de los procesos de formación de LVC.

Además, es fundamental que los jóvenes sigan buscando soluciones a los problemas existentes y, al mismo tiempo, se esfuercen por garantizar los derechos y el bienestar de las generaciones futuras. 

Los jóvenes son clave en las luchas por la soberanía alimentaria. Tienen la tarea esencial de ampliar la participación y formar nuevos liderazgos. A lo largo de la última década, diversos miembros de nuestro movimiento mundial por la soberanía alimentaria, que convergieron y se organizaron en la reunión de Nyéléni en 2007 en Mali, han resaltado la necesidad de que los jóvenes campesinos y activistas tomen el relevo de la lucha. Por ello, con los años, a través de espacios como el Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria (CIP) y otros, hemos construido una lucha unificada y hemos creado plataformas de formación y capacitación para los jóvenes del movimiento que venían de comunidades campesinas, indígenas, de pescadores y de pastores.

Las oportunidades significativas de participación de los jóvenes a todos los niveles de la lucha por la soberanía alimentaria nos han permitido integrarnos progresivamente en el movimiento, y a través de nuestros espacios organizados de forma autónoma, hemos ido articulando nuestras prioridades políticas y propuestas de acción.  

Los jóvenes exigen soluciones radicales a la actual crisis alimentaria

En las últimas tres décadas, los movimientos sociales de base han intensificado la presión sobre los gobiernos para lograr la democratización política y económica de los sistemas alimentarios y agrícolas. Desde el principio, hemos luchado para garantizar la participación directa y efectiva de las organizaciones campesinas e indígenas en la elaboración, la aplicación y el seguimiento de las políticas agrarias y los programas de desarrollo rural.

Los temas centrales que condujeron a la formación del movimiento internacional por la soberanía alimentaria siguen siendo muy pertinentes y están en el primer plano de nuestras prioridades políticas actuales, incluyendo: la deuda externa, el comercio internacional, y la protección del medio ambiente, así como la agroecología, la igualdad de género, los derechos de las mujeres y de las personas LGBTTQI+, y los derechos de los campesinos. Los jóvenes están enarbolando estas banderas de lucha en movilizaciones masivas, campañas de comunicación y procesos de educación política. También estamos avanzando en las negociaciones políticas y en los esfuerzos de promoción en los espacios de las Naciones Unidas.

Por ejemplo, entre mayo y octubre de 2022, los y las jóvenes de LVC participaron en consultas organizadas por el Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria (CIP), en colaboración con la FAO y en el marco del Decenio de las Naciones Unidas de la Agricultura Familiar. Las consultas regionales giraron en torno al Pilar 2 del Decenio[2] , abordando temas como la migración de los jóvenes, las desigualdades de género, el acceso a la tierra y al mercado, y la transferencia intergeneracional de recursos productivos y conocimientos. El proceso proporcionó un espacio para identificar problemas comunes y debatir sobre enfoques políticos relacionados con el relevo generacional en la agricultura familiar, y se pretende que sus resultados contribuyan a la aplicación del Plan de Acción Mundial del Decenio. Las consultas pusieron de manifiesto la necesidad urgente de reformas agrarias integrales y auténticas, de formación en agroecología y de planes adecuados de relevo en las explotaciones para que los jóvenes puedan tener un futuro en el campo.

En junio, los jóvenes se sumaron a la movilización contra la 12ª Conferencia Ministerial de la OMC en Ginebra. Participamos en los debates internos para el análisis contextual de la crisis alimentaria mundial, así como durante los diálogos públicos que tuvieron lugar en espacios activistas y en una universidad. Los jóvenes también formaron parte activa de la delegación que permaneció en Ginebra para impulsar la defensa de los derechos de los campesinos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Organizamos y asistimos a reuniones con representantes de los Estados miembros con el fin de calibrar su voluntad política de apoyar una próxima resolución en el Consejo para iniciar un procedimiento especial para la aplicación de la UNDROP.

También hemos contribuido en gran medida a un proceso político en el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) de Naciones Unidas, titulado “Políticas para la promoción de la participación y el empleo de los jóvenes en los sistemas agrícolas y alimentarios”. Llevamos más de dos años, coordinando y participando activamente en el grupo de trabajo sobre la juventud del Mecanismo de la Sociedad Civil y de los Pueblos Indígenas (MSC).

Ahora tenemos oportunidades políticas para organizarnos a escala nacional y presionar a los Estados para que apliquen los aspectos del documento político del CSA que son relativamente buenos,  como las recomendaciones en apoyo de los derechos humanos, los medios de vida dignos, los mercados informales, la contratación pública, la agricultura urbana y las políticas transformadoras en las cuestiones de género, así como el vínculo establecido con la Década de la Agricultura Familiar de Naciones Unidas y la referencia a las reformas redistributivas en el contexto de las Directrices Voluntarias sobre la Tenencia de la Tierra del CSA.  

La sostenibilidad y el impacto a largo plazo de nuestro movimiento colectivo por la soberanía alimentaria radican en la creación y ampliación de nuestras alianzas en todos los sectores aliados, uniendo fuerzas con los movimientos urbanos y rurales, y con los sindicatos de trabajadores. Asimismo, debemos poner el mismo énfasis en los procesos organizativos que dependen en gran medida de la participación significativa y de la formación de los jóvenes a lo largo de todo el movimiento y de todos los sectores aliados. La continuidad, la coherencia y la continua pertinencia del movimiento por la soberanía alimentaria dependen de la renovación generacional por medio de la capacitación de los jóvenes, facilitando el diálogo intergeneracional y movilizando a todos para el cambio social transformador.

[1] Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en las zonas rurales (UNDROP por sus siglas en inglés).

[2] Pilar 2-Transversal. Apoyar a los jóvenes y asegurar la sostenibilidad generacional de la

        agricultura familiar.