Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

La reforma agraria, una respuesta a la pandemia actual

Jaime Amorim – Miembro de la Coordinación Nacional del Movimiento Sin Tierra de Brasil y de la Comisión Coordinadora Internacional de La Vía Campesina

Hoy las banderas de las luchas históricas como la de la Reforma Agraria se vuelven actuales, urgentes y necesarias. Una Reforma Agraria amplia, popular y profunda que resuelve definitivamente el problema de la concentración de la tierra, dejando a la historia la maldad del latifundio y toda su estructura de poder como remanente feudalista que permanece al servicio del agronegocio. Que resuelve el modelo de desarrollo en el campo basado en el monocultivo de agroexportación.

La pandemia ha demostrado la fragilidad del modelo capitalista de desarrollo, especialmente el modelo actual, conservador neoliberal, que destruye las economías locales, la soberanía nacional, ataca la democracia y los estados de derecho democráticos, promueve guerras contra las naciones, desguaza los servicios públicos, avanza rápidamente sobre los recursos naturales y minerales, la legislación laboral precaria, todo en nombre del desarrollo del capital, todo se convierte en una mercancía en nombre de la globalización de la economía. Como resultado, en tiempos de pandemia, el desempleo, el hambre, la miseria y la violencia aumentan. Según João Pedro Stédile, líder del Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, en una entrevista al periódico Brasil de Fato «La pandemia del coronavirus es la expresión más trágica de la etapa actual del capitalismo y de la crisis de civilización que estamos viviendo.

La amplia y radical Reforma Agraria puede convertirse en una respuesta actual y moderna a las actuales crisis mundiales: crisis política, crisis ambiental, crisis ideológica, crisis social y crisis económica, que es estructural y ya no es capaz de resolver los problemas creados por la propia forma de explotación y acumulación capitalista, pero tampoco es capaz de responder a los desafíos de la sociedad para salvar la supervivencia de los seres humanos, la existencia humana puede estar amenazada y la vida del propio planeta. Reforma agraria con agroecología para la soberanía alimentaria y para salir de la dependencia del mercado y de los grandes distribuidores de alimentos.

Voces desde el campo 2

La apropiación de tierras, la justicia agraria y las comunidades pastoriles

Lorenzo Cotula y Ced Hesse, IIED (Instituto Internacional del Medio Ambiente y el Desarrollo, UK)

En los últimos 15 años, el cambio en los precios de los productos básicos y las políticas públicas sesgadas han fomentado un aumento de las inversiones comerciales por parte de los sectores que utilizan recursos naturales, incluyendo la agricultura, la minería y el petróleo. Los gobiernos de diferentes vertientes políticas vieron esta onda de inversiones como una oportunidad económica para promover el desarrollo económico, crear empleo y generar ingresos públicos. Sin embargo, estos negocios también han incitado la preocupación pública con respecto a la trayectoria de desarrollo y a los tipos de inversión que se pretenden, y también a cómo los gastos y beneficios están siendo distribuidos en la práctica.

Muchos trabajos de investigación han documentado que los conflictos de tierras y la desposesión van de la mano de los proyectos de plantación de la agroindustria y las operaciones de las industrias extractivas. Recientemente, los acuerdos de estos negocios se han desacelerado, parcialmente como respuesta a un cambio en los precios de los productos básicos. Pero a nivel local las presiones aún son latentes, particularmente en puntos estratégicos donde se concentran los minerales, el petróleo, los suelos fértiles, el agua dulce y la infraestructura. Muchos de los proyectos abandonados dejaron tras de sí un legado de disputas, y muchos gobiernos siguen considerando hoy en día los sectores de los recursos naturales como la base para el desarrollo nacional.

Las tierras pastoriles que incorrectamente son percibidas como «vacías» o «inactivas», han sido un objetivo importante para los gobiernos y las empresas. En la región Karamoja en Uganda, por ejemplo, las operaciones mineras han venido afectando a las tierras pastoriles (Leer en inglés). A pesar de que los proyectos prometidos de escolarización, hospitales, empleos y agua nunca se materializaron, las comunidades pastoriles están perdiendo acceso a pastizales y a depósitos mineros, y padeciendo la contaminación del agua. La minería también limita la movilidad de los rebaños y emplea los recursos esenciales durante la temporada seca. Estos eventos no sólo socavan la funcionalidad del pastoreo, sino también su capacidad de mantener los medios de vida locales.

En tales contextos, las leyes sesgadas muchas veces acaban por comprometer los derechos de las comunidades pastoriles y facilitar su desposesión. A pesar de que hay evidencias que muestran que las prácticas de uso de las tierras pastoriles son resilientes y sofisticadas, los derechos a los recursos que disfrutan estas comunidades gozan de una protección legal variable pero a menudo limitada en la práctica, incluso en países donde la legislación o la Constitución formalmente afirma los derechos locales. Por ejemplo, gran parte de las leyes del Suelo condicionan su protección reala la prueba de su «uso productivo», llevando a que los derechos de los pueblos pastoriles a sus recursos sean socavados debido a las nociones distorsionadas que se tienen sobre la productividad. La falta de prueba legal de propiedad de la tierra de los pastores suele agravar el riesgo de desposesión.

Necesitamos políticas que apoyen y no comprometan los sistemas pastoriles, promoviendo la justicia agraria y afrontando la apropiación de tierras. Aunque los rasgos específicos dependerán inevitablemente del contexto, este suele requerir el reconocimiento del pastoreo como una forma de uso de recursos económica y ecológicamente viable; la protección de los derechos colectivos de los pueblos pastoriles a la tierra, el agua y el pastoreo; y facilitar la movilidad de los rebaños cuando esta proporcione la base del sustento a estas comunidades.

Voces desde el campo 3

Mujeres rurales, feminismo de base y derechos agrarios

María Luisa Mendonça, Red Social de Justicia y Derechos Humanos, Brasil

La defensa de los derechos básicos a la tierra y a la alimentación es una lucha constante desde la perspectiva de los movimientos de base de mujeres. En todo el mundo, la expansión de la producción agrícola para la exportación, controlada por grandes terratenientes y empresas, desplaza de modo continuado a las comunidades rurales, que se ven obligadas a dejar sus tierras y medios de subsistencia y convertirse en vulnerables a la explotación laboral en grandes plantaciones o en centros urbanos, afrontando una situación de pobreza y hambre. El monopolio sobre la tierra y la especulación del mercado aumenta el precio de los alimentos y afecta desproporcionadamente a las mujeres de bajos ingresos. El caso de Brasil ilustra esta situación, ya que es uno de los países con más alto nivel de concentración de tierras en el mundo. Actualmente existe una creciente re-concentración debido a la especulación financiera internacional en los mercados de tierras rurales. Esto incrementa el monopolio sobre la tierra y expande el monocultivo de materias primas para la exportación, causando la destrucción del medio ambiente y el desplazamiento de las comunidades rurales que producen la mayoría de alimentos para los mercados internos.

En este contexto, la resistencia de las mujeres rurales es vital para lidiar con las crisis económicas, ambientales y alimentarias, que ocurren simultáneamente. Las mujeres afrontan desafíos específicos en tiempos de crisis, ya que usualmente son ellas quienes asumen la mayor responsabilidad de las tareas sociales en sus hogares, como la provisión de alimentos y cuidados de salud. Por tanto, las políticas neoliberales que hacen recortes al apoyo gubernamental para los programas sociales y que a la vez incrementan los precios de los alimentos, significan una carga adicional para las mujeres trabajadoras. Adicionalmente, el desplazamiento de las comunidades rurales obliga a las mujeres a tomar los peores empleos en las plantaciones y en zonas urbanas.

Los movimientos rurales de mujeres que defienden la reforma agraria y el uso común de los recursos naturales, incluyendo los derechos colectivos de tierra, jugarán un papel importante. Estos movimientos de base comunitaria están promoviendo un nuevo sistema agrario basado en las cooperativas locales y la producción ecológica de los alimentos. A pesar de que existen mecanismos internacionales de derechos humanos, estos también requieren solidaridad.

Especialmente en Europa y en los Estados Unidos existe una creciente conciencia en la opinión pública sobre la necesidad de apoyar la agricultura de pequeña escala, local y ecológica. Para que este movimiento se expanda internacionalmente, es necesario incrementar la solidaridad entre las organizaciones de mujeres en el Norte y el Sur globales, como también en las áreas urbanas y rurales, en apoyo de la producción asequible de alimentos saludables que beneficien a las mujeres de bajos ingresos en las zonas rurales y urbanas. Necesitamos alianzas fuertes para transformar nuestro sistema alimentario.

Abreviado del artículo «Mujeres Rurales y Feminismo de Base» (en inglés).

Voces desde el campo 4

Los y las trabajadoras agrícolas y la tierra

Rosalinda Guillén, Desarrollo de Comunidad a Comunidad, Estados Unidos

Siendo trabajadores agrícolas, el valor de lo que aportamos a una comunidad se desdeña abiertamente. Nuestras aportaciones son invisibles. Esto forma parte de la cultura capitalista en este país. Somos como la escoria de la esclavitud en este país. Aquí se aferran a la mentalidad esclavista para tratar de conseguir valor del trabajo lo más barato que puedan. Si nos mantienen sin tierra, si no tenemos la oportunidad de asentar raíces dentro de las comunidades de la manera que queremos, entonces les es más fácil extraer más valor de nosotros con menos inversión en nosotros. Es así de claro. Necesitamos mirar a los trabajadores agrícolas de este país que son propietarios de tierra donde podamos producir. Este es el cambio dinámico que necesitamos en el sistema alimentario. Todos sabemos que Cesar Chávez habló sobre la posesión de los medios de producción. Pienso que muchos de los trabajadores agrícolas hablan sobre eso.

Ser un pueblo sin tierra en Estados Unidos deja a los trabajadores agrícolas en una posición mucho más vulnerable, y esto es algo que a menudo se ignora en este país. Ni siquiera se discute a nivel político o social. Y podemos remontarnos al tiempo en que cuando nuestras tierras nos fueron arrebatadas en Texas, en Arizona, en Nuevo México y en California. Es un legado de esa conquista, y lo hemos aceptado. No hablamos de cómo dejar de ser un pueblo sin tierra. ¿Cómo sería eso? Fui al Foro Social Mundial en Brasil y conocí a los líderes del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST). Hemos tenido conversaciones continuas desde ese entonces, y ellos han venido a visitarnos.

Lo que hemos aprendido de una visita reciente y de los diálogos con el liderazgo femenino del MST en São Paulo nos hace confiar en que estamos en el camino adecuado. La construcción de una base fuerte y sólida en la comunidad de trabajadores y trabajadoras agrícolas es fundamental para la transformación de la agricultura y el acceso a la tierra en Estados Unidos. Estamos constantemente aprendiendo de los liderazgos indígenas de las Familias Unidas por la Justicia. Los diálogos continuos y el pensamiento estratégico junto con ellos nos ayudarán a crear nuevas vías de relación con los y las consumidores, los mercados y los grupos potentes de presión agrícola.

Otras estrategias como ganar suficiente dinero para comprar tierra no son suficientes. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) tiene unos programas para que los trabajadores agrícolas latinos puedan poseer tierra. Pero el resultado son unos pocos agricultores latinos cultivando de manera convencional. Así, los trabajadores agrícolas latinos se convierten en agricultores latinos que contratan trabajadores agrícolas latinos y los explotan. Eso no está bien. No es lo que queremos. Queremos cambiar todo el sistema. ¿Qué se necesita para ello?

Editado y abreviado de una entrevista con David Bacon en Justicia Agraria: Re-imaginando la Tierra, los Alimentos y el Común en los Estados Unidos.

Voces desde el campo 5

Las alternativas y las oportunidades para la justicia agraria en Detroit

Malik Yakini, Red de Seguridad Alimentaria de la Comunidad Afroestaunidense de Detroit, Estados Unidos

Las comunidades se construyen sobre la tierra, y nosotros –como seres humanos- obtenemos la mayor parte de nuestros alimentos, fibras y materiales de ella. En nuestra sociedad actual, no poseer propiedad de tierras significa estar sin poder. Si anhelamos construir una sociedad con alguna posibilidad de justicia, entonces la cuestión de la distribución de poder y el acceso a la tierra es primordial. La continua acumulación de tierras en manos de los mismos individuos es la antítesis de la libertad y en contra de la cual debemos luchar. La lógica capitalista tradicional desearía la venta de tierras al mejor postor y esperaría a que los impactos «viertan hacia abajo» como única manera para que Detroit salga adelante de sus actuales dificultades económicas. Sin embargo, hay múltiples alternativas y mejores maneras para construir la resiliencia económica y la equidad.

Es difícil imaginarnos cómo puede alcanzarse la justicia agraria en Estados Unidos, considerando su historia de robo de tierras y la desposesión de las mismas. ¿Cómo podemos tener una verdadera justicia sin retornar la tierra a los pueblos indígenas a quienes los colonos europeos la arrebataron? ¿Cómo podríamos encontrar una solución que trajera verdadera justicia a los pueblos afro-descendientes cuyos ancestros fueron esclavizados y traídos a esta tierra en contra de su voluntad? Encontrar una «justicia» verdadera – los pasos que reparan esos actos históricos- es esencialmente imposible en la realidad actual en la que vivimos. Sin embargo, hay pasos que nos pueden servir para avanzar.

Allá donde los tribunales pueden probar que Estados Unidos incumplió los tratados o actuó de manera engañosa, yo creo que el gobierno estadounidense debería devolver la tierra a los Nativos americanos, los pueblos originarios. También estoy a favor de la reparación para los afro-americanos descendientes de aquellos africanos que fueron esclavizados en esta tierra y realizaron gran parte del trabajo que creó la riqueza de esta nación. Adicionalmente, debemos suspender el decomiso de las tierras cuyos propietarios sean productores afro-americanos. En el momento de escribir esto, en 2016, la tierra aún está siendo incautada injustamente a los propietarios de tierra locales y los agentes del gobierno son cómplices en el proceso. Esta situación debe ser investigada y debe acabar.

Además, creo que pueden establecerse fideicomisos de tierras comunitarias para permitir que las comunidades ejerzan su voz colectiva para que ocurra lo que ellos quieren con las tierras en sus comunidades y para que jueguen un papel en las decisiones con respecto a las zonas verdes, los proyectos industriales, vivienda, o cualquier visión que ellos mismos tengan para el bienestar de sus comunidades. Es importante crear políticas que den acceso a la tierra al mayor número de personas, a diferencia de las políticas que concentran la propiedad de tierras en manos de unos pocos, y que apoyen que los fideicomisos de tierras comunitarias puedan jugar un papel significativo en esto.

Para terminar, creo que, para realizar unos buenos análisis sobre las cuestiones territoriales, debemos entender la historia. Una narrativa real de la historia verdadera es importante para que así los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones comunitarias puedan tener un entendimiento de cómo hemos llegado hasta este punto. Para ello, debemos continuar realzando las historias de desposesión, de privación de poderes, de resistencia y de construcción de poder.

Editado y abreviado de Justicia Agraria: Re-imaginando la Tierra, los Alimentos y el Común en los Estados Unidos.

Cuadros

Cuadro 1

Múltiples facetas de los acaparamientos de tierras

El acaparamiento de tierras no es nada nuevo. Lo que sí es nuevo es la escala masiva a la que se ha producido recientemente desde la crisis financiera y alimentaria de 2008.  

“El acaparamiento de tierras adopta formas distintas. Puede tratarse de la expulsión de la mujer de sus tierras después del fallecimiento de su marido, la expulsión de campesinos y campesinas por parte de las empresas mineras, así como de plantaciones, bases militares, y proyectos de ecoturismo. Los inversores no solo son empresas multinacionales o instituciones financieras, sino que pueden ser también locales y domésticos.”[1]

El acaparamiento de tierras ocurre tanto en el Sur y Norte Global, impulsado por las élites locales, nacionales, y transnacionales, así como por inversores financieros y gobiernos. En su busca de beneficios nuevos y crecientes, grandes extensiones de terreno se usurpan por la fuerza o se compran a bajo precio con la ayuda de los gobiernos y élites locales y nacionales.

Lo que está en juego es un cambio fundamental en cuanto a quién tiene “el poder de decidir cómo puede utilizarse la tierra y el agua, ahora y en el futuro.”[2] El deseo de remodelar las tierras para obtener beneficios está conduciendo a una expansión mundial de la agricultura industrial, de plantaciones de diversos tipos, minería, proyectos de infraestructuras, y muchos otros tipos de usos. La agricultura campesina y la soberanía alimentaria están siendo continuamente amenazadas por riesgos a medida que se pierde la tierra y los campesinos y campesinas quedan inmersos en las cadenas mundiales de suministro.

Con todo, los agricultores a pequeña escala, los pueblos indígenas y sus comunidades siguen organizándose y movilizándose para defender sus derechos a la tierra y defender una agricultura que antepone los alimentos, las personas y el medio ambiente, sobre los precios.

Cuadro 2

Garantizar los derechos a la tierra de las comunidades de África

En un continente donde el 70% de la población depende de la agricultura, garantizar el acceso a la tierra y a los recursos naturales debería ser un derecho inalienable para todos y todas. Pero esto no es así en absoluto.

La gobernanza tradicional de las tierras agrícolas, bosques y pastos por parte de los líderes comunitarios, ha sido revestida de leyes del suelo coloniales y postcoloniales, creando incertidumbre entre las comunidades rurales con respecto a sus derechos a la tierra de la que dependen para su alimentación, medios de vida e integridad cultural.

Las tendencias recientes de urbanización, crecimiento económico y políticas neoliberales han mercantilizado los recursos naturales, creando mercados para la tierra como activo comercializable. La crisis financiera de 2007/08 y el repentino aumento de precios de los alimentos y del petróleo, produjeron un flujo masivo de capital hacia las tierras. Entre 2000 y 2016, los gobiernos africanos firmaron 422 transacciones a gran escala con inversores que abarcaban diez millones de hectáreas.   Los acaparamientos de tierra se han asociado con múltiples abusos de los derechos humanos e injusticias sociales, con miles de comunidades desalojadas por la fuerza y desposeídas. Los mayores impactos han recaído a menudo sobre mujeres y jóvenes, ya en desventaja en materia de acceso a la tierra y control de esta.

En respuesta a esta crisis se han redactado directrices globales y continentales para establecer principios de buen gobierno de la tierra y se han definido políticas para proteger los derechos tradicionales y comunitarios a la tierra, especialmente el Marco y Directrices sobre Política del Suelo la Unión Africana y las Directrices Voluntarias sobre Gobernanza Responsable de la tenencia de la Tierra, de Naciones Unidas.  Pero estos marcos normativos progresivos han sido ignorados ampliamente a escala nacional y local – donde realmente se toman las decisiones. Así, los derechos de tenencia de los habitantes rurales por toda África, especialmente las mujeres, siguen siendo débiles y plagados de incertidumbres.

Es fundamental que se ejerza una mayor presión política para acelerar la   institucionalización de políticas progresivas que fomenten los derechos comunitarios a la tierra. La promoción por parte de la Sociedad civil debe centrarse en la Unión Africana y las comunidades económicas regionales para presionar a sus Estados miembros para que instauren directrices políticas progresivas. De modo decisivo, dado que las políticas sobre derecho a la tierra solo tienen verdadero empuje a escala nacional y local, es importante que la sociedad civil impulse una legislación nacional más fuerte en materia de derecho a la tierra, y haga que los gobiernos rindan cuentas ante el Tribunal africano de Justicia y Derechos Humanos. 

Debemos promover sistemas comunitarios de gestión del uso de la tierra, recalcando las evidencias crecientes de la capacidad de estos sistemas de mejorar los medios de vida de modo equitativo y sostenible al tiempo que protegen y restauran los  ecosistemas.

Entre los trabajos recientes de AFSA (Alianza para la Soberanía Alimentaria en África) sobre derecho a la tierra se incluyen: un estudio de la política de tenencia en el continente, Policy Trends and Emerging Opportunities for Strengthening Community Land Rights in Africa; talleres de creación de capacidad dirigidos a la sociedad civil y a organizaciones confesionales, una serie de estudios de caso sobre la tierra en África,  y la movilización política a escala continental para promover sistemas comunitarios de  uso y gestión de la tierra.

Debemos aprender de los principios adecuados de gobernanza de nuestros ancestros que nos legaron la tierra. Debemos desarrollar y adoptar sistemas sostenibles de uso y gestión de la tierra que satisfagan las necesidades de todos los usuarios de la tierra: agricultores, pastores, cazadores, pescadores, recolectores de frutos silvestres, y de la fauna salvaje. Para más información visiten: www.afsafrica.org

Cuadro 3

Clima y acaparamiento de tierras

Desde una perspectiva de base, siempre ha existido un vínculo estrecho entre el clima y las crisis ambientales y la apropiación de tierras. Por ejemplo, las causas de las crisis climáticas y las violaciones de los derechos a la tierra son las mismas: un sistema económico basado en la extracción ilimitada de los recursos naturales, donde las industrias extractivas – como la agricultura industrial y las plantaciones –forman parte de las principales causas de ambas crisis. Al mismo tiempo, esta conexión es aún más inmediata debido a que los proyectos empresariales que causan las crisis ambientales – por ejemplo, la minería y la agroindustria – son también los responsables de gran parte de las muertes más documentadas de los defensores del derecho humano a la tierra y al medio ambiente.

Últimamente ha aumentado mucho el interés en las acciones de mitigación y adaptación climáticas basadas en la tierra y la naturaleza.  Sin embargo, desafortunadamente muchas de estas medidas han representado serios peligros a los derechos colectivos de los pueblos sobre sus tierras y territorios, debido a la nueva ola de apropiación de tierras para proyectos de conservación, pero también a la mercantilización e integración de los recursos naturales en los mercados financieros, lo que llamamos la “financialización de la naturaleza”.

Un aspecto fundamental son las llamadas “tecnologías de emisiones negativas” o NET (por sus siglas en inglés), que persiguen retirar el carbono de la atmósfera. Los países industriales y los emisores empresariales actualmente confían en los NET al haber fracasado históricamente en lograr la rápida reducción de emisiones necesaria para alinearse con las exigencias de la justicia climática.

Uno de los sistemas NET empresariales prominente consiste en el cultivo y quema de grandes superficies de árboles y cultivos para bioenergía, y el almacenamiento posterior del carbono emitido en búnkeres bajo tierra. Esto se conoce como bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, o BECCS (por sus siglas en inglés), y según las estimaciones, los BECCS pueden exigir hasta 3000 millones de hectáreas de tierra globalmente. Otras opciones de NET son las llamadas “soluciones climáticas naturales” o “soluciones basadas en la naturaleza” que pueden incluir la restauración forestal, la repoblación forestal y la forestación. Cada una de estas puede tener diferentes impactos sobre el medio ambiente, la tierra y los derechos de los pueblos, dependiendo de quién las controle y cómo se implementen.

Las empresas ya están viendo las soluciones basadas en la naturaleza como una oportunidad para compensar sus emisiones. Estas compensaciones han permitido históricamente que grandes contaminantes, como las empresas petroleras, continúen emitiendo y transfieran su responsabilidad de reducir las emisiones de carbono a proyectos de conservación en comunidades del Sur Global. La compensación de las emisiones de carbono no reduce las emisiones generales y por ello exacerbará los impactos climáticos sobre la tierra. Asimismo la compensación es injusta, puesto que retiene y extiende el control sobre territorios por parte de los que son más responsables del cambio climático.  Por ende, la compensación de carbono se convierte en una doble apropiación de la tierra, porque las empresas terminan controlando el uso de la tierra en dos lugares – el sitio que están destruyendo, y el sitio que demandan para realizar la compensación.

Por otra parte, las soluciones descentralizadas a las crisis ambientales y de apropiación de tierras que se basan en el control y gobernanza ambiental ecológico y autónomo por parte de los pueblos indígenas, pueblos de los bosques, y pequeños productores sobre su propia tierra y territorios, como son la agroecología para la soberanía alimentaria y la gestión colectiva de los bosques, son posibles y están ganando relevancia como soluciones para la justicia ambiental. La gestión colectiva y territorial del bosque es la mejor manera de conservar los ecosistemas como bosques, manglares, humedales y cursos de agua. La agroecología enfría el clima al suprimir la necesidad de combustibles fósiles, reciclando nutrientes en las explotaciones agrícolas, relocalizando los sistemas alimentarios y deteniendo la destrucción del medio ambiente por causa de la producción de bienes agrícolas con fines de lucro. Ahora más que nunca es esencial que los movimientos de justicia agraria y ambiental trabajen conjuntamente para sacar a relucir las soluciones falsas y demostrar nuestra visión colectiva de un futuro justo.




[1] Conferencia Campesina Internacional: ¡Detengamos a los Acaparamientos de Tierras!, LVC 2012

[2] El acaparamiento global de tierras, Guía básica. TNI 2013

Destacados

Los nuevos acaparadores mundiales de tierras: Wall Street

Desde la crisis financiera de 2007-2008 las tierras agrícolas se han convertido progresivamente en un activo financiero importante para los inversores empresariales, desatando no sólo protestas masivas de las organizaciones de agricultores sino una atención significativa de las instituciones internacionales. Pero, mientras que los esfuerzos de mercantilización de las tierras agrícolas no son nuevos, el último capítulo de la historia del acaparamiento de tierras plantea algunas diferencias notables, que suscitan nuevos desafíos, repercuten sobre geografías diferentes, y ofrecen oportunidades a la solidaridad internacional intersectorial.

Nuevas geografías, diferentes tácticas, las mismas empresas

El acaparamiento de tierras, tanto en el Norte como en el Sur Global, está acelerándose y extendiéndose, a menudo con vínculos financieros con inversores institucionales procedentes del Norte Global. Los fondos de pensiones norteamericanos y europeos y los fondos de dotación universitarios están invirtiendo sumas ingentes en proyectos agrícolas a gran escala, en regiones como el Cerrado brasileño, con desplazamientos de comunidades, asesinatos de defensores del derecho a la tierra, y quemas de bosques para la agricultura industrial [«El acaparamiento de tierras agrícolas de Harvard y TIAA en Brasil se hace humo«]. Mientras tanto, los y las agricultores a pequeña escala siguen luchando en Europa y Norteamérica con precios bajísimos y recortes en las redes sociales de seguridad, que les vuelven vulnerables frente al acaparamiento de tierras por parte de muchos de esos mismos inversores institucionales.

Mientras que en lugares como el Cerrado brasileño los factores clave del acaparamiento violento de tierras son la explotación de la debilidad de las instituciones y la corrupción, el acaparamiento de tierras en el Norte Global utiliza el buen funcionamiento de las instituciones para cubrir tácticas de inversión depredadoras. Grupos financieros como el fondo de pensiones americano TIAA y el Fondo de Dotación de la Universidad de Harvard, han gastado decenas de miles de millones de dólares, en su mayoría procedentes de fondos de pensiones de empleados del sector público, como maestros, para adquirir millones de hectáreas de tierras agrícolas en lugares como Illinois y Mississippi en Estados Unidos. Aunque el Fondo TIAA se ha convertido en el mayor propietario institucional de tierras agrícolas del mundo, su negocio no se centra en la producción de alimentos, sino más bien en especular con las tierras y otros insumos agrícolas esenciales. Aunque probablemente no sea explícitamente ilegal, la focalización de las empresas en agricultores con problemas financieros es una táctica predatoria que conduce a la venta por parte de los y las agricultores de su único medio de vida: sus tierras.

Es posible que el acaparamiento de tierras en Norteamérica aumente drásticamente en los próximos años. Tras décadas de discriminación institucional continuada, muchos agricultores negros han quedado con títulos de propiedad oficiosos y condiciones inseguras de propiedad de la tierra, que los hacen especialmente vulnerables frente a los que especulan con la tierra y los inversores [En inglés, Atlantic]. Las tierras indígenas siguen estando bajo amenaza constante. En general, los campesinos y las campesinas están en apuros en Norteamérica, conforme las empresas del agronegocio crecen y se hacen más poderosas, y se espera que la mitad de todas las tierras agrícolas de Estados Unidos y Canadá va a cambiar de manos en los 15 próximos años, tras la jubilación de los agricultores. Si no se actúa, la mayoría de estas tierras puede terminar en manos de inversores y grandes empresas.

Líneas de trabajo futuras

Durante décadas, las organizaciones de agricultores y los aliados han abogado por reformas políticas clave para afrontar el acaparamiento de tierras en el Norte y Sur Global, entre ellas: promoción del derecho a la tierra de las comunidades marginalizadas (como la propiedad de herederos en Estados Unidos, junto con el derecho a la tierra de las comunidades indígenas y los y las trabajadores rurales sin tierra); restricción de la propiedad empresarial de tierras; e implantación de políticas para garantizar que los pequeños agricultores reciban precios justos para que se mantengan en sus tierras. Los trabajadores que tengan fondos de pensiones, particularmente en Norteamérica y Europa, pueden actuar solidariamente con los agricultores y campesinos y campesinas a escala mundial asegurándose de que su dinero no está alimentando el acaparamiento de tierras y la especulación de riesgo. Esos esfuerzos reunidos reforzarán las comunidades rurales y protegerán la estabilidad financiera de los trabajadores.

Más información sobre el acaparamiento de tierras por parte de los inversores institucionales (en inglés).

Boletín núm. 40 – Editorial

Acaparamiento de tierras y justicia agraria

Ilustración: Boy Dominguez, Journal of Peasant Studies edición sobre Green Grabbing (Acaparamiento Verde), 2012

La tierra es la base de la vida social. Es la base de la producción agrícola, pero también configura la dinámica política, económica, y cultural de la sociedad y es configurada por ellas: el poder influye sobre el acceso a la tierra, y el acceso a la tierra otorga poder.

Considerando el papel fundamental de la tierra para la sociedad humana, es lógico que también haya sido fundamental para la acumulación de ganancias en la expansión del capitalismo mundial. Los acaparamientos de tierras a larga distancia –la expropiación, mercantilización y privatización de tierras alejadas – han sido una característica fundamental de la historia mundial durante 500 años. Los gobiernos han intentado siempre controlar la tierra, pero desde que en Inglaterra se vallaron las tierras campesinas y desde la conquista europea de las tierras indígenas que comenzó en 1492, el acaparamiento de tierras ha formado parte del entramado de intereses coloniales e imperiales del capital privado junto con los Estados. El resultado: oleadas continuadas de desposesión, genocidio y esclavización de pueblos Indígenas, Negros, y Mestizos. Así pues, si bien el acaparamiento de tierras refleja la continuidad, las fuerzas motrices y los impactos contemporáneos deben entenderse también en su contexto actual.

Este número de Nyéléni es la primera parte de dos ediciones (junio y septiembre) dedicadas al tema de la tierra. Este número examina los problemas de la actual carrera por la tierra de los actores financieros y empresariales, desde locales a globales. Estudia las oportunidades actuales y cartografía las estrategias y soluciones para promover el cambio. La tierra es un sitio de disputas e injusticia; también es un sitio de luchas, y avance hacia la soberanía alimentaria y la justicia.

Food First