Destacados

Destacados 1

La imposición de los productos comestibles ultraprocesados y qué necesitamos para recuperar la capacidad de elegir lo que comemos

El aumento de los UPP en nuestra dieta no es una cuestión de elección individual, como quiere hacernos creer la industria alimentaria. Se nos obliga a desear estos productos. Los UPP son fórmulas industriales creadas con el fin de ser altamente palatables (sabrosas) e incluso adictivas, especialmente si se introducen a una edad temprana. La industria alimentaria invierte miles de millones en marketing y ventas, utilizando dibujos animados y personajes famosos, obsequios y colocación estratégica en tiendas. Las tiendas pequeñas reciben frigoríficos y carritos publicitarios, y los programas de comidas escolares y ayudas públicas son otros mercados lucrativos.

Numerosas investigaciones demuestran que los UPP perjudican nuestra salud y son una de las principales causas de muertes prematuras.[1]  Cabe citar un mayor riesgo de obesidad y otras enfermedades no transmisibles (ENT), como enfermedades cardiovasculares (corazón), diabetes y cáncer, y también una mayor vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas. A pesar de que las autoridades sanitarias internacionales y regionales han reconocido que esta asociación existe, es ferozmente rebatida por la industria alimentaria, que dedica grandes inversiones a investigación y medios de comunicación públicos para restar importancia a los efectos negativos de su producto más rentable.

Las desigualdades sociales son un factor importante que impulsa el consumo de productos ultraprocesados así como las enfermedades no-transmisibles asociadas a ellos. Especialmente en los países de renta alta y en las zonas urbanas, estos productos suelen ser más fácilmente accesibles que los alimentos frescos y mínimamente procesados, tanto físicamente como por su precio. Esto se debe fundamentalmente a que lo que se paga por ellos no refleja sus costes reales de producción. Aunque la industria de los UPP nos presenta una «apariencia de diversidad» en sus productos, están basados en gran medida en un puñado de cultivos de alto rendimiento y bajo coste: maíz, trigo, soja, azúcar y aceite (de palma). Los costes de las graves repercusiones para el medio ambiente  de los monocultivos y las cadenas comerciales mundiales asociadas a ellos, no se contabilizan. Entre ellos figuran la deforestación, la contaminación del agua, el aire y el suelo con agrotóxicos, el uso excesivo de agua, la pérdida de biodiversidad, las emisiones de CO2 derivadas de la producción, el transporte y el envasado, y los residuos plásticos.

A esto se añaden los inmensos costes sociales: desplazamiento de poblaciones rurales (y de sus formas alternativas de producción e intercambio), dependencia y pago de precios bajos a los productores de alimentos, así como explotación en condiciones de trabajo y salarios de toda la cadena alimentaria industrial. La producción y distribución a escala masiva, así como los beneficios fiscales que obtienen las empresas, contribuyen aún más al coste artificialmente bajo de los UPP.  

Para recuperar el control sobre lo que comemos y tener realmente la capacidad de elegir, debemos frenar el poder empresarial sobre todo el sistema alimentario. Se necesitan urgentemente medidas reguladoras de los UPP, como las etiquetas de advertencia y las normas de comercialización, que constituyen un imperativo de salud pública. Al mismo tiempo, también tenemos que trabajar en alternativas viables. Para que haya diversidad en nuestros platos necesitamos diversidad en nuestros campos; para tener alimentos sanos, necesitamos suelos sanos. Esto requiere políticas públicas para la transición hacia la agroecología, así como apoyo a los mercados de agricultores, cooperativas y otros sistemas de distribución e intercambio basados en la proximidad y la solidaridad. Además, debemos abordar las desigualdades estructurales que impiden el acceso a alimentos reales, entre otras cosas garantizando salarios e ingresos dignos.

Destacados 2

Los alimentos ultraprocesados suponen una enorme amenaza para los sistemas alimentarios africanos y las transiciones agroecológicas

Los sistemas alimentarios están cambiando rápidamente en África, imitando la tendencia mundial de aumento del consumo de alimentos ultraprocesados. Esto se constata en las zonas urbanas y rurales, comenzando en las zonas urbanas costeras y extendiéndose a las regiones interiores. Los alimentos que se consumen en las zonas urbanas son en gran medida comprados, con una cantidad creciente de alimentos ultraprocesados. En las zonas rurales, menos de la mitad de los alimentos son comprados y la mayor parte de ellos siguen estando mínimamente procesados.  Las importaciones de alimentos ultraprocesados también aumentan rápidamente: entre 1995 y 2010, las importaciones de refrescos en la Comunidad de Desarrollo del África Austral aumentaron en un 1200%, mientras que las de snacks aumentaron en un 750%. 

El aumento del consumo de alimentos ultraprocesados en África está vinculado a la evolución de las condiciones socioeconómicas y político-económicas, y a las desigualdades estructurales que contribuyen a que estos productos sean más accesibles, asequibles y deseables tanto en las zonas urbanas como en las rurales. La privatización de las empresas paraestatales relacionadas con la alimentación y la liberalización de la inversión extranjera directa (IED) han facilitado enormemente la entrada de ultraprocesados en África. La inversión en éstos (cervecerías, destilerías, refrescos, productos azucareros) representa el 22% de toda la IED en el sistema alimentario y duplica a la inversión en explotaciones agrícolas y plantaciones.  Los alimentos ultraprocesados son fabricados y suministrados tanto por pequeñas como por grandes empresas, incluso empresas alimentarias transnacionales como Nestlé, Unilever y Danone. El crecimiento de los supermercados en el continente, llenos de procesados, ha sido exponencial. Sin embargo, también son vendidos por vendedores ambulantes locales y pueden encontrarse en pequeños supermercados de barrio de todo el continente.

A medida que se extiende y generaliza el consumo de alimentos ultraprocesados en África, éstos desplazan inevitablemente a los alimentos tradicionales sanos y nutritivos, a la diversidad dietética y agrícola y a los sistemas agrícolas locales. Este fenómeno está estrechamente relacionado con la pandemia de obesidad que se está instalando en la región y con otras enfermedades no transmisibles (ENT) relacionadas con la dieta, como la diabetes tipo 2 y el cáncer. El aumento del sobrepeso y la obesidad se produce en paralelo con altas tasas de desnutrición y carencia de micronutrientes.

En el discurso actual sobre la soberanía alimentaria existe una brecha crítica en cuanto al conocimiento de las interacciones de los consumidores con los sistemas alimentarios. A pesar de que existen vínculos evidentes con las luchas por una transición agroecológica justa del sistema alimentario, el discurso actual tiende a estar sesgado hacia las zonas rurales, y su relevancia para las poblaciones urbanas, los trabajadores agrícolas, los trabajadores industriales de la alimentación y otros actores a lo largo del continuo rural-urbano, es limitada. Hay que profundizar el discurso, abordando los factores estructurales que limitan el acceso a dietas saludables y perpetúan la pobreza, las desigualdades, el hambre y la desnutrición en un ciclo interminable en el continente.

Más información en la serie de fichas informativas del African Centre for Biodiversity (Centro Africano para la Biodiversidad) sobre los alimentos ultraprocesados en África.


[1] Alianza por la Salud Alimentaria, 2022, Planeta Ultraprocesado: Los riesgos para la salud y el medio ambiento de los productos ultraprocesados,  y Ibid. Ver también: Ultra-processed food exposure and adverse health outcomes: umbrella review of epidemiological meta-analyses.

Boletín núm. 55 – Editorial

Alimentos ultraprocesados, una «dieta corporativa»

Illustraciones: Nikau Hindin, Obesity and Junk Food, 2009, @nikaugabrielle

En los últimos 60 años se ha producido un aumento exponencial de la producción y el consumo de «alimentos» -o mejor dicho, productos comestibles- ultraprocesados (UPP por sus siglas en inglés), como patatas fritas envasadas, galletas, bebidas azucaradas y comidas preparadas. Gracias a la expansión del sistema alimentario industrial, y de las estructuras mundiales de abastecimiento y venta al por menor, y a la concentración y el poder de las empresas dentro de este sistema, los UPP están sustituyendo a los alimentos frescos y mínimamente procesados y a las comidas caseras en nuestras dietas.  Los hábitos alimentarios se van haciendo cada vez más homogéneos y las tradiciones culinarias están desapareciendo. Este cambio comenzó en los países de renta alta y ya ha llegado a todos los países, representando en algunos de ellos más del 50% de lo que la gente come.[1]  

Esta edición del boletín de Nyéléni explora el modo en que la «dieta corporativa» basada en los UPP se está imponiendo en diferentes regiones del mundo y lo que esto implica para la salud y la soberanía alimentaria de las personas. Además, ofrece ejemplos de resistencia, desde la recuperación de cultivos tradicionales hasta la lucha por medidas reguladoras eficaces. Lo que está claro es que para recuperar la soberanía sobre nuestra mesa debemos mirar más allá de nuestras cocinas y reformar el sistema alimentario en su conjunto.

FIAN Internacional y AFSA

 


[1] Global Food Research Program, 2023. Ultra-processed foods: a global threat to public health.

Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

IPEF: Negociaciones secretas sobre el futuro de la economía indo-pacífica

Mientras siguen evolucionando los acuerdos comerciales internacionales, el Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF) se negocia entre múltiples naciones de la región Asia-Pacífico. Liderado por Estados Unidos, sus miembros son Australia, Brunéi Darussalam, Fiyi, India, Indonesia, Japón, la República de Corea, Malasia, Nueva Zelanda, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam. A pesar de sus pretensiones de cooperación económica transregional, sus críticos sostienen que el IPEF está diseñado para promover los intereses de las empresas estadounidenses y proporcionarles una vía para influir en la regulación nacional en sectores críticos como la agricultura, el trabajo, el medio ambiente, la industria manufacturera, los servicios y la tecnología digital. Un importante punto de controversia en torno al IPEF (como en otros acuerdos de comercio e inversión) son sus negociaciones secretas, que excluyen el escrutinio público y democrático, los controles y los contrapesos.

Joseph Purugganan, de Focus on the Global South, resumió las preocupaciones de la sociedad civil[1] al afirmar: «El consenso era evidente: El IPEF, aunque se promocione como un nuevo modelo para el comercio, parece estar fuertemente sesgado hacia las megacorporaciones y los gigantes tecnológicos. La falta de transparencia en sus negociaciones y las prisas por finalizarlo, agravadas por la pugna geopolítica entre Estados Unidos y China en Asia-Pacífico, hacen saltar las alarmas. Se insta a los gobiernos a que reflexionen detenidamente, a que antepongan el bienestar de sus ciudadanos a las ganancias empresariales y a que se aseguren de que el IPEF, en esencia, se ajusta a las aspiraciones y los derechos de aquellos a quienes puede afectar.»

Voces del campo 2

Exclusión y discriminación en el Foro Mundial de la Alimentación de la FAO

Melissa Gómez Gil, MAELA, Colombia

En el Foro Mundial de la Alimentación de la FAO se evidenció la exclusión y discriminación de las poblaciones y comunidades históricamente marginadas, como la juventud, las mujeres, las comunidades rurales. Allí se generaron espacios para el diálogo y el compartir de experiencias pero sin las herramientas y mecanismo de interpretación. Las condiciones de alojamiento y alimentación no eran las adecuadas para personas que salimos de nuestros territorios, quizás la primera vez, a un país que triplica el valor de la moneda nacional.

Sentimos como se vulneraba nuestro derecho a la alimentación ofreciéndonos sus migajas porque piensan que estamos acostumbradas a un sistema violento de desigualdad social y claramente esto replica el estado de desigualdad en el que vivimos en nuestros territorios y la xenofobia que se vive en los países de «primer mundo». Quizás la experiencia para algunas fue interesante por el simple hecho de estar en Roma o estar en la sede principal de la FAO, pero lo cierto es que para la juventud del movimiento social fue una experiencia traumática sin garantías ni condiciones dignas para participar.

Voces desde el campo 3

Tsunami digital:  Una tecnología que no se debate con los pueblos, crea exclusión y dependencia

Los siguientes testimonios se obtuvieron durante los dos años de debate, entre diversas organizaciones campesinas, indígenas, comunidades locales y de agricultores familiares, en torno a la digitalización de los sistemas alimentarios, impulsado por el «Data Work Stream» inaugurado por el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) en 2021.

La digitalización en la agricultura y la alimentación se percibe como un motor de beneficios, más que como una serie de herramientas y procesos que pueden facilitar el trabajo en el campo y beneficiar a la mayoría de los agricultores no industriales. Somos conscientes de que esta tecnología no ha sido desarrollada por los pueblos para los pueblos, sino que proviene del mundo empresarial y pretende crear dependencia y exclusión, al igual que otras innovaciones agrícolas a lo largo de la historia.  -Declaración conjunta sobre datos; Mecanismo de la Sociedad Civil y los Pueblos Indígenas (CSIPM)  

«Ahora el agricultor se ve obligado a producir alimentos de otra manera, que no es ni convencional ni  tradicional, sino que depende de la tecnología». Moayyad Bsharad, Región LVC-MENA, trabajador de la tierra.

La selección de ciertos datos, y la ignorancia de otros, se utiliza a veces para justificar un objetivo político o lucrativo. Un ejemplo de objetivo político nos llega de los territorios palestinos ocupados de Gaza. -Declaración conjunta del CSIPM sobre datos

 «Mediante la recopilación de datos sobre los sistemas alimentarios de Gaza y su análisis por parte del ocupante que ostenta el poder, la ocupación israelí pudo calcular una media de calorías que no mata de hambre a la gente, pero hace que nunca se sienta bien alimentada. Mediante esta utilización de los alimentos como armas, basada en datos calculados con gran precisión, la ocupación israelí pretendía ejercer una presión directa sobre la población de Gaza mediante una forma de castigo colectivo para llevarla a abandonar determinadas decisiones políticas que había tomado». Mariam Mohammad, Coalición de la Sociedad Civil Libanesa / Red Árabe para la Soberanía Alimentaria


[1]  https://focusweb.org/press-release-indo-pacific-economic-framework-ipef-under-scrutiny-civil-society-raise-alarms-on-its-potential-consequences/

Cuadros

Cuadro 1

Digitalización de los sistemas alimentarios: los Grandes Datos («Big Data») no nos van a alimentar

Durante su 51ª sesión, el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA), realizó recomendaciones con respecto a la recopilación de datos para la seguridad alimentaria. Desde 2021, el Mecanismo de la Sociedad Civil y los Pueblos Indígenas (CSIPM por sus siglas en inglés) insistió en que la recopilación de datos no va a resolver los problemas históricos y estructurales que están en la base del hambre y la malnutrición. El CSIPM introdujo en las negociaciones aspectos como la gobernanza de la digitalización, los conflictos de intereses (ya que los principales promotores de la «recolección de datos» son los tecno-titanes del mundo), la importancia de otros sistemas de conocimiento, los impactos medioambientales de las herramientas digitales y la necesidad de evaluar la digitalización de los sistemas alimentarios.  Durante la sesión plenaria del 24 de octubre[1] Patti Naylor, miembro de la National Family Farm Coalition y co-coordinadora del Grupo de Trabajo de Datos del CSIPM, dijo:

Estas recomendaciones políticas se quedan cortas en muchos aspectos. No se abordan los peligros para la seguridad alimentaria y el medio ambiente en el futuro, ni tampoco la vigilancia y las violaciones de la privacidad o el control monopolístico de los procesos digitales que permiten el control empresarial del sistema alimentario mundial. El documento insiste en que los «datos» son la herramienta para lograr la seguridad alimentaria, mientras que ya se están recopilando enormes cantidades de datos que no impulsan las políticas necesarias. La extracción de datos se une a la explotación del trabajo humano y a la extracción de recursos naturales. A medida que la gravedad de los riesgos se hace más evidente, deben continuar estos debates en torno a los datos y las tecnologías digitales.

Cuadro 2

Financiación para el desarrollo: una perspectiva sistémica[2]

Las luchas por la soberanía alimentaria están totalmente vinculadas a las normas que rigen la economía mundial. No solo por el modo en que la especulación financiera y la inestabilidad afectan a los precios de los alimentos, los combustibles y los fertilizantes;  cómo el endeudamiento insostenible y los acuerdos comerciales injustos, arraigados en la dinámica colonial, han hecho a tantos países dependientes de las importaciones de alimentos y la exportación de productos básicos; o cómo la desregulación de las finanzas mundiales ha ido expulsando a los agricultores y las comunidades rurales de sus tierras a medida que eran adquiridas por actores financieros en busca de inversiones rentables.

Aquí es donde entra en juego el proceso de Financiación para el Desarrollo (FpD) de la ONU como espacio para avanzar en los cambios sistémicos que necesitamos ver con urgencia. Ese proceso es único, ya que es el único espacio democrático en el que se aborda la gobernanza económica mundial, al tiempo que siguen siendo centrales las cuestiones del cambio climático, las desigualdades y los derechos humanos.

Las raíces históricas de la Financiación para el Desarrollo se encuentran en el descontento activo de los países del Sur por los defectos estructurales del diseño de la arquitectura financiera internacional y las desigualdades que la definen.

Está cobrando impulso la cooperación internacional para hacer frente a múltiples crisis. En los últimos meses, el proceso de Financiación para el Desarrollo de la ONU ha recobrado impulso gracias a dos importantes avances: La aprobación por consenso de una resolución presentada por el Grupo Africano para un proceso intergubernamental sobre cooperación fiscal en las Naciones Unidas, y el impulso que está cobrando la cuarta Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo, que tendrá lugar previsiblemente en 2025.

Los problemas de la evasión fiscal y los flujos financieros ilícitos, planteados por los países en desarrollo desde el inicio del proceso de la FpD, suponen un coste anual de cientos de miles de millones de dólares en ingresos fiscales perdidos para los gobiernos de todo el mundo. Décadas de desregulación económica, recortes del impuesto de sociedades y vacaciones fiscales para atraer a inversores extranjeros han propiciado una fiebre mundial por la tierra y la concentración del poder empresarial en los sistemas alimentarios. Estos son recursos que podrían invertirse, por ejemplo,  en compras públicas a productores agroecológicos, o en infraestructuras rurales resilientes al clima y descentralizadas para apoyar los sistemas alimentarios locales.

La cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en 2025, podría ser un momento clave para la movilización mundial y la presión pública en favor de la justicia de la deuda. Apoyar las demandas de cancelación de la deuda y la reforma de la arquitectura de la deuda mundial también sería relevante para los movimientos de soberanía alimentaria, ya que muchos países atrapados en la deuda se han visto obligados a configurar sus economías en torno a exportaciones agroindustriales a gran escala destructivas, con el fin de ganar los dólares necesarios para el pago de la deuda.

En línea con el nuevo proceso Nyéléni y el próximo Foro Global Nyéléni, las estrategias para crear sistemas alimentarios justos y ecológicos sólo pueden reforzarse mediante alianzas con organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales que exijan una transformación sistémica de la arquitectura financiera internacional.

Cuadro 3

Proceso de Nyéléni: hacia un Foro Mundial sobre la Soberanía Alimentaria 2025

Voces de nuestros aliados

Dražen Šimleša, RIPESS Int. www.ripess.org

La Red Intercontinental para la Promoción de la Economía Social y Solidaria (RIPESS Int.) no concibe una economía social y solidaria (ESS) real y viva sin soberanía alimentaria y viceversa: nuestros destinatarios son inseparables y se apoyan mutuamente. Partimos de la posición de que hoy en día las poli-crisis están arraigadas en las reglas y el diseño del sistema económico actual. Por eso apoyamos el potencial transformador en la lucha global por un mundo mejor. El ámbito en el que es más visible este sistema económico y político obsesionado por el crecimiento y destructivo, es nuestro sector alimentario. Podemos verlo desde la posición de los pequeños agricultores y las mujeres en las zonas rurales, pasando por la situación del suelo y la biodiversidad, hasta la salud pública y la monopolización del sector alimentario. Por eso es importante trabajar en torno a la soberanía alimentaria y la agroecología en aras de una economía social y solidaria. Nuestros movimientos son para nosotros como corrientes de un mismo río, como partes de un mismo ecosistema.

En la circunscripción de la economía social y solidaria ya estamos trabajando en muchos puntos de cruce y áreas que se solapan. Nuestros miembros están activos en la promoción y puesta en marcha de sistemas alimentarios territoriales, granjas/tiendas agrícolas colectivas (pequeñas cooperativas locales), producción y procesamiento de alimentos colectivos/compartidos, compras públicas territoriales, salvaguarda de los bienes comunes (tierra, agua, semillas, etc.), solidaridad entre productor y consumidor con riesgos y beneficios compartidos, y mejora general de la salud. En estos campos, entre otros, podemos ver la conexión entre la economía social y solidaria y la soberanía alimentaria.

Nuestra aportación puede apreciarse destacando los programas, proyectos y actividades estrechamente relacionados mencionados más arriba.

Seguiremos trabajando en torno a la solidaridad en el seno de nuestras sociedades y en la necesaria transformación de la economía capitalista neoliberal que está poniendo en peligro al planeta, a los pequeños productores de alimentos, a las mujeres, a las minorías y a todos los demás grupos que no se rigen por el programa del beneficio-por-encima-de-todo. RIPESS Int. también puede proporcionar apoyo para la creación de capacidad y conocimiento con actividades educativas y formaciones sobre economía social y solidaria y soberanía alimentaria.


[1] https://www.csm4cfs.org/es/declaracion-del-grupo-de-trabajo-de-datos-del-mscpi-en-la-plenaria-cfs51/

[2]  Para más información, consulte el artículo de Flora Sonkin e Iolanda Fresnillo.

Destacados

Destacados 1

Alerta roja: ¡Las «SbN” y la «nature tech” (tecnología de la naturaleza) son trampas tecnológicas!

La idea de «soluciones basadas en la naturaleza» (SbN) suena positiva e inocua, pero en realidad no es ni lo uno ni lo otro. Se trata de un término muy ambiguo que se utiliza cada vez más para maquillar de verde la especulación empresarial mediante ámbitos políticos que supuestamente abordan las crisis mundiales del clima, la biodiversidad y la alimentación.

Debido a esta ambigüedad, las soluciones basadas en la naturaleza se están utilizando para promover una variedad ingente de propuestas, desde plantaciones y conservación de humedales hasta ingeniería genética de plantas y microbios del suelo.[1] Están a la orden del día los enfoques técnicos y basados en el mercado, así como el énfasis en «mejorar» la naturaleza (incluso excluyendo a los pueblos de sus tierras).

En 2022, las soluciones basadas en la naturaleza se incorporaron a una serie de acuerdos intergubernamentales, entre ellos catorce resoluciones de la quinta Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente; el Plan de Aplicación de Sharm el-Sheikh de la COP 27 de la CMNUCC; el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica del Convenio de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica; y una resolución de la COP 14 de la Convención de Ramsar sobre los Humedales.[2] Todo ello ha ido acompañado de un aluvión de propuestas empresariales de NBS:

«El número de “compromisos SbN” empresariales se ha disparado. Pero básicamente, no hay suficiente naturaleza para todos. De modo que las empresas están impulsando medios tecnológicos para «mejorar» la naturaleza, como los proyectos de bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS por sus siglas en inglés) y otras tecnologías de geoingeniería.» [3]

El Foro Económico Mundial (FEM) también está consolidando insidiosamente el enfoque de soluciones tecnológicas como algo fundamental para las NBS, argumentando que «las soluciones basadas en la naturaleza pueden transformarse a través de la tecnología de la naturaleza en soluciones ampliables, transparentes y fiables».[4]  Aquí el FEM está hilando una narrativa cuidadosamente redactada sobre la «tecnología de la naturaleza», que suena positiva, para promover las soluciones tecnológicas como el único camino a seguir. Esto no sólo es falso, sino que es una peligrosa distracción de las soluciones reales.

El término inglés «technofix» se entiende popularmente como una solución técnica a un problema urgente. Sin embargo, no suele ser más que un «parche» que aborda los síntomas pero no las causas profundas de un problema (porque los promotores del technofix se quedarían sin negocio).

Las soluciones tecnológicas también pueden aumentar el riesgo de impactos negativos. Por ejemplo, se han propuesto tecnologías de gestión de la radiación solar (SRM por sus siglas en inglés) para reflejar la luz solar hacia el espacio.[5] Esto podría tener repercusiones incalculables en los patrones climáticos y la producción de alimentos, pero una vez puesto en marcha podría ser difícil de detener, debido al riesgo de «frente de choque de terminación» con una rápida aceleración del cambio climático que dificultaría enormemente la adaptación,[6] incluso para los productores de alimentos.

Es alarmante que el programa de soluciones tecnológicas esté ganando terreno tan rápidamente, dada la gravedad de sus posibles consecuencias. Esto puede ser porque se considera al desarrollo tecnológico como políticamente neutral y siempre progresista -aunque no sea así[7] – y en parte porque se confía imprudentemente en que los actores empresariales van a proporcionar tecnologías para el bien público. Estos desequilibrios de poder rara vez se revelan o se contrarrestan.

Los miembros de la sociedad civil debemos cuestionar y desacreditar colectivamente el uso de soluciones tecnológicas en todos los foros políticos.

Destacados 2

El sistema mundial de comercio e inversión: formalizar el robo y la destrucción

El sistema mundial de comercio e inversión se basa en una historia de extractivismo y explotación de la naturaleza, la mano de obra y la riqueza por parte de empresas procedentes en gran medida del Norte, aunque cada vez más también del Sur. Con raíces en la era colonial, este sistema es una poderosa fuerza política y económica que amenaza la soberanía alimentaria de los pueblos, subvierte el multilateralismo democrático y pone en peligro el planeta.  La creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995 marcó un antes y un después en la arquitectura del comercio mundial, y muchos gobiernos la elogiaron por establecer un sistema de comercio multilateral basado en normas. Sin embargo, las normas de la OMC han favorecido los intereses económicos de los países ricos, y el acceso al mercado se situó con firmeza en el centro de todas las negociaciones. Sus numerosos acuerdos sobre agricultura (AoA), derechos de propiedad intelectual (Acuerdo sobre los ADPIC), industria (negociaciones sobre el acceso a los mercados para los productos no agrícolas – NAMA), normas sanitarias y de seguridad (Medidas Sanitarias y Fitosanitarias – MSF), servicios (Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios – AGCS), inversión, contratación pública, facilitación del comercio, pesca, comercio electrónico y servicios medioambientales, están diseñados para garantizar el control de las empresas sobre los bienes y servicios necesarios para la vida cotidiana mediante la liberalización progresiva del comercio.

En las dos últimas décadas, ha acompañado a la OMC un nuevo género de Acuerdos de Libre Comercio (ALC) y asociaciones económicas que pueden ser bilaterales, plurilaterales, regionales y transregionales, por ejemplo, el acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), el Acuerdo Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP por sus siglas en inglés) y, más recientemente, el Marco Económico del Indo-Pacífico para la Prosperidad (IPEF por sus siglas en inglés). Estos acuerdos son más ambiciosos que la OMC en la medida en que permiten a las empresas extranjeras operar en los mercados nacionales, protegen la propiedad intelectual, a los inversores y modelan la normativa nacional. Las disposiciones ADPIC plus de los ALC permiten a las empresas farmacéuticas ser propietarias de los datos sobre la seguridad y la eficacia de los medicamentos, ampliar de facto los periodos de sus patentes y crear monopolios farmacéuticos, y retrasar considerablemente la producción y comercialización de medicamentos genéricos. También exigen a los países participantes que se adhieran y sigan las normas de la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV), que favorecen a las empresas agroalimentarias y biotecnológicas.

Una de las disposiciones más peligrosas de estos acuerdos es la protección de los derechos de los inversores a través de los mecanismos de solución de diferencias entre inversores y Estados (ISDS, por sus siglas en inglés), mediante los cuales los inversores pueden demandar a los gobiernos por las políticas públicas, las leyes y las normativas que limitan sus operaciones y beneficios, incluida, por ejemplo, la legislación fiscal, laboral, medioambiental y contra la contaminación. Los arbitrajes ISDS suponen enormes costes para los contribuyentes en concepto de honorarios de abogados, comparecencias ante los tribunales y pagos por daños, y disuaden a los gobiernos de regular en defensa del interés público.

La OMC y los TLC son facetas de la globalización impulsada por las empresas, y ponen las oportunidades de lucro de las empresas por delante de los derechos y capacidades de los pequeños productores de alimentos, los trabajadores, los pueblos indígenas y las personas. Sustituyen a los convenios multilaterales sobre derechos humanos, medio ambiente y biodiversidad, y distorsionan los conceptos de sostenibilidad, inclusión y rendición de cuentas. Los fallos estructurales de este modelo y su régimen de gobernanza son evidentes en las crisis alimentarias, financieras y de salud pública recurrentes, el colapso de las cadenas de suministro, la desposesión de los pequeños productores de alimentos y la aceleración del cambio climático. Las negociaciones se caracterizan por las asimetrías de poder entre los países, los acuerdos opacos entre bastidores y la coacción disfrazada de consenso. Hay que desmantelar este sistema e integrar la gobernanza del comercio y la inversión en los principios de soberanía alimentaria, derechos de los pueblos, dignidad, solidaridad y respeto por la naturaleza.

Destacados 3

La hidra de las mil cabezas: Cómo las empresas privatizan la toma de decisiones internacional

El poder empresarial, la industrialización de la agricultura, la ganadería, la pesca y la acuicultura, y la concentración del mercado en los sistemas alimentarios, siguen aumentando. Para mantener y aumentar el poder empresarialha sido fundamentalla usurpación de puestos en la mesa de toma de decisiones de diversas instituciones públicas internacionales. ¿Cómo aumentan las empresas su influencia en los organismos de la ONU responsables de cuestiones importantes relacionadas con la soberanía alimentaria?

– El 70% del presupuesto de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) procede de contribuciones voluntarias, incluidas las de organizaciones filantrópicas y empresariales. La FAO no revela cuánto dinero recibe del sector empresarial.

– La FAO ha intensificado su colaboración con el sector empresarial en su marco estratégico para 2022-2031. Además de con Crop-Life International, ha firmado acuerdos con la Asociación Internacional de Fertilizantes, Google y Unilever, entre otros. Fuente.

– Coca-Cola fue uno de los patrocinadores de la COP 28 sobre el clima celebrada en Sharm El Sheikh (Egipto). El director ejecutivo de Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC), es el responsable de supervisar la última ronda de negociaciones mundiales sobre el clima como presidente de la COP28, organizada por los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Fuente: aquí y aquí.

– Crop-Life International participa en grupos de expertos técnicos del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Asociaciones empresariales como el Consejo Empresarial Mundial de Desarrollo Sostenible y el Foro Económico Mundial, que agrupan a las principales empresas agroalimentarias, han establecido coaliciones para promover soluciones sostenibles que protegen los intereses de las empresas pero no hacen nada por el medio ambiente. Entre los ejemplos están los mecanismos de compensación (como «Sin pérdida neta», «Ganancia neta», «Naturaleza positiva» y «Soluciones basadas en la naturaleza»), la autoinformación, la autorregulación y la autocertificación. Fuente.

Otra forma de aumentar la influencia empresarial en las instituciones de la ONU es cambiar la forma de elaborar las políticas. En lugar de basarse en procesos intergubernamentales de negociación con reglas del juego claras, están proliferando iniciativas multilaterales de múltiples formas y con resultados políticos informales y una fuerte presencia de redes favorables a las empresas.

La Cumbre sobre Sistemas Alimentarios de 2021, convocada por el Secretario General de la ONU, ha sido la mayor de estas iniciativas hasta la fecha. A pesar de no contar con un plan de acción acordado por los gobiernos, se creó una estructura paralela a las instituciones existentes, (como el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la ONU):  el Centro de Coordinación de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios,  con sede en la FAO y liderado conjuntamente por: el Secretario General Adjunto de la ONU; los directores de las agencias con sede en Roma (la FAO, el Programa Mundial de Alimentos, PMA y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, FIDA); la OMS; el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Este centro tiene asignado más del doble del presupuesto del CSA, mientras que este último sigue con dificultades de financiación. Los gobiernos nacionales no forman parte de la estructura de gobierno de este Centro. En otras palabras, quien decide de facto qué políticas promover es una burocracia de la ONU favorable a las empresas.

El Foro Mundial de la Alimentación(WFF por sus siglas en inglés) de la FAOes un evento de envergadura cuyo fin es poner en contacto a inversores y países. Se organiza en torno a tres pilares principales: el Foro Mundial de la Juventud, el Foro de la Ciencia y la Innovación y el Foro de Inversión Mano de la Mano. Proporciona una gran plataforma para que los agentes empresariales promuevan sus soluciones empresariales. (Véase el recuadro de lecturas complementarias).

Democratizar la toma de decisiones en torno a los sistemas alimentarios es la esencia del movimiento por la soberanía alimentaria. Debemos contrarrestar la apropiación empresarial de las Naciones Unidas. Partiendo de nuestra visión sobre la soberanía alimentaria y popular y los derechos humanos, debemos seguir desarrollando nuestras propuestas y estrategias para una gobernanza alimentaria mundial inclusiva y la democratización de las Naciones Unidas en un sentido más amplio.


[1] https://www.etcgroup.org/sites/www.etcgroup.org/files/files/geoingenieria_en_las_negociaciones_sobre_el_clima.pdf

[2] https://research-and-innovation.ec.europa.eu/research-area/environment/nature-based-solutions_en

[3]  Cita de la declaración colectiva ¡No a las soluciones los despojos basados en la naturaleza!

[4]  https://www.weforum.org/agenda/2022/12/nature-based-solutions-are-essential-for-tackling-the-climate-and-biodiversity-crises/

[5]  https://es.geoengineeringmonitor.org/cat/radiacion-solar/

[6]  https://www.geoengineeringmonitor.org/2022/03/high-risk-geoengineering-technologies-wont-reverse-climate-breakdown/

[7] https://etcgroup.org/es/content/la-politica-de-la-tecnologia

[8] https://www.csm4cfs.org/es/declaracion-del-grupo-de-trabajo-de-datos-del-mscpi-en-la-plenaria-cfs51/

[9]  https://focusweb.org/press-release-indo-pacific-economic-framework-ipef-under-scrutiny-civil-society-raise-alarms-on-its-potential-consequences/

Boletín núm. 54 – Editorial

Cómo las plataformas multilaterales y otras plataformas internacionales afectan a la soberanía alimentaria 

 Ilustración: Andrea Medina para el Grupo ETC, facebook.com/andreammedinagraphic/

Para muchos gobiernos y responsables políticos, los alimentos ya no se consideran un derecho sino una mercancía. La gobernanza alimentaria mundial sirve cada vez más a los intereses empresariales, mediante acuerdos favorables al mercado y a las empresas que se han normalizado en un amplio abanico de instituciones multilaterales. Se comercia con los medios de vida de las personas y la naturaleza a través de acuerdos económicos y financieros que benefician a las empresas y a las élites de distintos sectores y países, pero que amenazan las condiciones necesarias para la soberanía alimentaria de los pueblos. Esta amenaza se ve ahora agravada por los enfoques basados en soluciones tecnológicas empresariales a las crisis del cambio climático y la biodiversidad.

En este número del boletín Nyéléni, describimos el modo en que las tendencias de las plataformas multilaterales y otras plataformas internacionales están repercutiendo en la soberanía alimentaria, que será decisivo para el futuro de la alimentación y la autodeterminación de los pueblos. Desgranamos los diferentes procesos en los que se están perpetuando intercambios injustos y promoviendo conceptos opacos.

 Mientras los foros de comercio e inversión siguen promoviendo los sistemas alimentarios industriales y las cadenas de suministro mundiales, proliferan las llamadas «soluciones basadas en la naturaleza» (NBS, por sus siglas en inglés), que ocultan nuevas formas de mercantilizar la naturaleza, los territorios y los medios de vida.  Cuando a cambio de una remuneración monetaria se asigna a la tierra, el suelo, el agua, los bosques y la biodiversidad una tarea imposible, como es compensar la contaminación causada por industrias de otros lugares,  se abre un nuevo frente de cercamiento de los bienes comunes, que se hace posible,  se mide y se controla con las nuevas tecnologías. Todas estas situaciones se caracterizan por la apropiación empresarial de los programas políticos y económicos, extendiéndose e incrustándose en las instituciones multilaterales a través del multilateralismo. Un buen ejemplo de ello es la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios de 2021 y la posterior creación de un Centro de Coordinación de Sistemas Alimentarios de la ONU, que pretende apropiarse del proceso de debates sobre gobernanza alimentaria.  El debate en torno a los datos sobre seguridad alimentaria y nutrición en el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) es un ejemplo más, impulsado nada menos que por la Fundación Bill y Melinda Gates.  Está claro que debemos movilizarnos colectivamente y resistir en una escala aún mayor y más coordinada que nunca para hacer frente a estas tendencias y revertirlas en toda una serie de foros multilaterales y de «negociación». 

Grupo ETC, FIAN Internacional, Focus on the Global South

Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

«El agua necesita una voz colectiva» contra las fábricas de cerdos en Yucatán   

Ka ́anan Ts ́onot / Guardianes de los Cenotes, testimonio presentado durante el aniversario de los Derechos Humanos de la ONU en 2022

En Yucatán, México, se ha producido una expansión masiva y acelerada de las fábricas de cerdos. Actualmente existen no menos de 274 granjas porcinas en la Península. Se han expandido a pesar de las condiciones medioambientales, sociales y culturales que deberían haber impedido su entrada en la región. Esto afecta a la relación metabólica con los «cenotes»: sumideros que conectan un enorme acuífero en el subsuelo de la Península con sus comunidades.

En la localidad de Homún, los Guardianes de los Cenotes han estado defendiendo su territorio de las granjas porcinas. Como consecuencia de la organización, la protesta y el litigio, en octubre de 2018 la mega-explotación industrial suspendió sus operaciones. Sin embargo, el riesgo seguirá hasta que no se cancele la fábrica de cerdos. Actualmente el caso está pendiente de la sentencia de un tribunal federal, que va a decidir sobre el derecho de los niños mayas a un medio ambiente sano y los derechos de los cenotes.

En la región de Homún, las comunidades mayas luchan contra la expansión de las fábricas de cerdos defendiendo el agua y la vida. En palabras de un defensor local de los derechos humanos: «Estos cenotes son lugares sagrados para nuestro pueblo, son tesoros, lugares donde se puede ver la vida y cómo funciona la naturaleza. La naturaleza trabaja sin voz, sin manos, sin pies. Necesitamos parar, hacer una pausa, ver la generosidad de la naturaleza, incluida el agua limpia. Esta megagranja NO debería perjudicar mi pueblo, NO va a matar la naturaleza de nuestro pueblo… El agua necesita una voz colectiva… Igual que nosotros necesitamos aire y agua para vivir, ellos nos necesitan a nosotros».

Voces desde el campo 2

Cómo gestionan las enfermedades del ganado los pastores de India occidental  

Documentado por investigadores de Anthra

Hasta hace poco, en el oeste de la India, si un rebaño de ovejas mostraba signos de viruela ovina, los pastores se dejaban barba y rociaban grandes cantidades de cúrcuma por todo el rebaño. Aunque a algunos les parezca absurdo, es una práctica lógica. Al dejarse barba y no afeitarse, el pastor enviaba una señal comprensible para los demás pastores de su comunidad: que sus animales estaban enfermos, que debían mantener los suyos alejados y también comprobar si presentaban signos de enfermedad. Además, se sabe que la cúrcuma en polvo tiene propiedades medicinales y se utiliza mucho en la India, no sólo para cocinar, sino también como antiséptico. Este pastor también se aislaba, aislaba a su familia y a su rebaño, hasta que remitían los síntomas, para limitar la infección.

Los pastores y otros ganaderos de la India llevan años haciendo frente a las enfermedades de su ganado mediante una combinación de prácticas. Han seleccionado especies y razas adecuadas para la región en la que viven, han gestionado los pastos y el agua para sus animales usando migraciones, han utilizado hierbas y especias caseras para tratar a sus animales cuando estaban enfermos y han recurrido a prácticas de «gestión» como las mencionadas para contener y limitar la propagación de enfermedades.

Voces desde el campo 3

Mi trabajo se ha vuelto más peligroso  

Bernarda López (seudónimo), testimonio ante el Congreso de EE.UU.

Nací en Guatemala y llevo 24 años viviendo en Estados Unidos, trabajando en diferentes centros cárnicos de Tyson. Mi trabajo se volvió más peligroso durante la pandemia porque trabajo muy   pegada a mis compañeros. Tuvimos que continuar con nuestro trabajo porque nos nombraron «trabajadores esenciales». Es habitual que los trabajadores vayan a trabajar estando enfermos para evitar puntos disciplinarios por faltar al trabajo. Yo estaba preocupada porque mi marido estaba convaleciente por una operación y no quería que cogiera la Covid-19. La empresa no puso en marcha medidas de seguridad eficaces y no nos dijo nada sobre los casos que empezaron a aparecer.

Sólo vimos que la gente empezó a faltar al trabajo, pero nunca nos dijeron el motivo. Empecé a tener algunos síntomas de dolor de cabeza y me sentía muy cansada. Cuando informé a mi supervisora, no me dejó marcharme a casa. Me dijo que si me iba me penalizarían con un punto, lo cual acepté porque me sentía mal. Al día siguiente volví al trabajo para no recibir otro punto y arriesgarme al despido. Después del trabajo, fui a una clínica y di positivo en la prueba de Covid-19. Inevitablemente, mi marido se contagió y falleció casi de inmediato.

Voces desde el campo 4

La falta de veterinarios no es excusa  

Attila Szőcs, Eco Ruralis, Rumanía[1]

En las zonas rurales de Rumanía, apenas hay veterinarios para los campesinos y los pequeños agricultores, solo uno por cada 1.000 pequeñas explotaciones. Por este motivo no hay capacidad para hacer frente a los brotes de peste porcina africana, que afectan a los ganaderos de cerdos del país desde 2017. Los organismos veterinarios del Gobierno se limitan a ordenar el sacrificio masivo de todos los cerdos en cualquier región donde haya un brote.

En las pequeñas explotaciones, la agencia envía equipos que recorren los pueblos, de granja en granja, disparando a todos los cerdos en la cabeza, y luego dejan los cerdos muertos para que los granjeros se hagan cargo de ellos. Las grandes explotaciones tienen sus propios veterinarios y gestores, y sacrifican a sus propios animales con la supervisión de la agencia. Las grandes explotaciones han recibido millones de euros en indemnizaciones del gobierno. En enero de este año hubo un brote en una granja reproductora de propiedad danesa y se sacrificaron 42.000 cerdos.

Voces desde el campo 5

Las normas injustas conducen a la desaparición de los campesinos  

Nicolas Girod, Confederation Paysanne[2], Francia

[Hablando de ganadería] Tenemos normas injustas e inapropiadas, basadas en un modelo que no se ajusta a todos los campesinos y campesinas. Esto está llevando a la desaparición de los pequeños agricultores, al exigir la conformidad o llevar a la exclusión a los que no encajan en el molde. Lo que perseguimos con la agricultura campesina es un enfoque diferente: el objetivo de una norma puede alcanzarse de distintas maneras. Pero esto es algo que las autoridades no están dispuestas a considerar.

Recientemente hemos tenido que hacer frente a un brote de infección por el virus de la lengua azul.  La llamamos «enfermedad de exportación». Francia la utilizó como excusa para bloquear las importaciones de carne de países infectados, basándose en una clasificación exagerada del riesgo. Cuando la lengua azul llegó a suelo francés, el tiro salió por la culata: otros países la clasificaron de la misma manera y los ganaderos franceses ya no pudieron exportar hasta que todo el territorio estuvo libre de ella. Esto significaba vacunar a todos los animales, incluso a los que no corrían mucho riesgo, como el sector lácteo. Acudimos a los tribunales y fuimos declarados culpables -pero no condenados- porque no queríamos vacunar a nuestros animales. Es el tipo de medida absurda que no encaja en absoluto con nuestros sistemas autónomos de ganadería alimentada con pasto.

Nicolas Girod fue detenido recientemente por su participación en las protestas contra las mega balsas de agua para la agricultura industrial.

Voces desde el campo 6

Revitalizar la producción de carne a escala regional

Julia Smith, Rancho Blue Sky, Columbia Británica, Canadá

En 2008, los cambios en la normativa sobre transformación de carne provocaron la pérdida del 80% de las instalaciones de transformación de carne de Columbia Británica. En lugar de poder comprar una ración de carne de vacuno a su vecino granjero, la gente tenía que ir a la tienda de comestibles y comprar carne de vacuno de la provincia vecina de Alberta. Puede que ese animal hubiera nacido muy cerca, pero la pérdida de instalaciones de transformación significaba que ahora tenía que ser enviado a Alberta para su acabado, donde sería transformado por una de las gigantescas empresas que ahora transforman el 95% de la carne de vacuno de Canadá.

En 2018, un grupo de granjeros de Columbia Británica formó la Asociación de Pequeños Productores de Carne para luchar por cambios que permitieran a las granjas suministrar carne criada localmente. En 2021 conseguimos una nueva normativa que permite sacrificar hasta 25 animales en la granja al año y ahora estamos desarrollando una «Red de Centros de Carnicería» para apoyar tanto el sacrificio en la granja como otras operaciones regionales de transformación de carne. Esto incluye proyectos como el diseño y la construcción de un matadero portátil en un remolque, que puede ser utilizado por un carnicero profesional para prestar servicios a múltiples ganaderos con autorización para sacrificar en la granja.

Voces desde el campo 7

Razas locales de pollos  

Abdramane Zakaria Traoré, Centre Sahélien pour la Biodiversité

Las razas avícolas locales constituyen una fuente vital de proteína animal, huevos e ingresos para muchas comunidades rurales de África. Se crían en sistemas agrícolas familiares, suelen estar al alcance incluso de los agricultores con recursos limitados y su diversidad genética hace que tengan una extraordinaria resistencia a las enfermedades. Las razas autóctonas están adaptadas a su medioambiente específico y son más resistentes a las condiciones ambientales adversas y a las enfermedades que los pollos comerciales importados.

Las enfermedades de las aves de corral pueden causar enormes pérdidas económicas y comprometer la seguridad alimentaria. Sin embargo, las razas africanas de pollos han desarrollado mecanismos naturales de defensa que les ayudan a resistir y recuperarse más rápidamente de las infecciones. Necesitan menos medicación para prevenir y tratar las enfermedades que las razas comerciales, lo que minimiza el riesgo de que se desarrolle una resistencia a los antibióticos que ponga en peligro la salud humana. Si apoyamos la cría de pollos africanos y preservamos su diversidad genética, podemos reforzar la seguridad alimentaria, reducir la dependencia de los antibióticos y mejorar la resistencia de los sistemas de cría de aves de corral, allanando el camino para una auténtica transición a la agroecología en África.


[1]  Peste Porcina Africana: Un futuro cultivado en granjas industriales, una pandemia a la vez.

[2]  Artículo completo en francés aquí.

Cuadros

Cuadro 1

Pandemic Research for the People[1] (PReP)

Las inversiones de capital invaden los espacios forestales fronterizos con fines madereros, urbanísticos, mineros y de agricultura industrial (ganadería, monocultivos y acaparamiento de tierras que desplaza a los campesinos). Estos procesos fragmentan los ecosistemas forestales y amplían el número de interacciones multiespecíficas. Los virus se transfieren a las poblaciones humanas y los mandatos acelerados de los intercambios comerciales y los desplazamientos mundiales dispersan la flora y la fauna (incluidos los humanos infectados) por todo el mundo.

La ciencia dominante reclama una vigilancia cada vez mayor de los bosques, criminalizando a los residentes que viven en ellos y dependen de sus productos. En connivencia con la agroindustria, también promueve la «intensificación sostenible», cuya lógica subyacente es que el despliegue de las tecnologías de la Revolución Verde en las tierras de cultivo existentes preservará los bosques. Sin embargo, las ganancias derivadas del aumento de la producción impulsan la expansión agrícola.

Por el contrario, los agro-ecólogos promueven un modelo de «matriz forestal» que considera a las personas como componentes integrados y esenciales de sistemas ecológicos en los que la producción de alimentos está vinculada a la conservación. Este marco ecológico encaja con los actuales procesos indígenas, negros y campesinos de defensa de la tierra. La agroecología es un proceso de adaptación y mitigación que produce ecosistemas biodiversos de bajo consumo energético, mucho más susceptibles a ser resilientes ante fenómenos meteorológicos extremos y a regular mejor los ciclos epidemiológicos.

Las respuestas farmacéuticas a los brotes de enfermedades infecciosas impuestas desde arriba tratan la enfermedad como un agente externo aislado que afecta a poblaciones humanas vulnerables. La integración de la agroecología como respuesta a las enfermedades infecciosas aborda la infectividad y la propagación de la enfermedad como un síntoma posible (pero no inevitable) de complejas interfaces entre lo humano y lo no humano estructuradas a través de regímenes raciales-coloniales del capital global. Para el PReP (siglas en inglés de “Investigación pandémica dirigida a las personas”), la agroecología es crucial para luchar contra las enfermedades infecciosas, al tiempo que coloca la autonomía sobre la tierra y los medios de vida en manos del campesinado mundial. 

Cuadro 2

La mega-industria del salmón en Chile contamina, afecta a la salud y destruye la pesca local

La industria salmonera en Chile lleva décadas ocupando y destruyendo áreas protegidas y territorios ancestrales Mapuche, Kawesqar y Yagán. El uso abusivo de antibióticos y antiparasitarios por parte de la industria genera resistencias a antibióticos que son vitales para los tratamientos médicos de los seres humanos, al tiempo que afecta a los ecosistemas marinos. Este proceso disminuye la resistencia natural de las especies autóctonas y aumenta las enfermedades que pueden afectarlas.

La mega-industria del salmón ha introducido al menos 20 patógenos virales, bacterianos y parasitarios en los ecosistemas acuáticos del sur de Chile. Estos hechos causan graves impactos sociales y económicos en las comunidades recolectoras costeras, especialmente en el archipiélago de Chiloé. Las almejas y otros bivalvos filtradores son contaminados por toxinas neurotóxicas y gastrointestinales, lo que provoca el cierre sanitario de estas zonas a los pescadores y recolectores locales[2] .

Después de crear zonas de «sacrificio ambiental» y pruebas de ecocidio, las empresas extranjeras y chilenas exportan sus productos de valor multimillonario, certificados como «acordes con el medio ambiente y socialmente responsables». El problema de fondo es el modelo productivista y extractivista de explotación de la naturaleza, que pone en peligro permanente la vida, la salud y la biodiversidad de nuestros territorios. ¡Nuestras áreas protegidas y territorios ancestrales no serán zonas de sacrificio para el colonialismo salmonero destructivo!

Cuadro 3

Proceso Nyéléni, hacia un foro mundial de la soberanía alimentaria 2025

La voz de los aliados

Claudio Schuftan, Movimiento para la Salud de los Pueblos (PHM por sus siglas en inglés) y Asociación Mundial de Salud Pública y Nutrición (WPHNA por sus siglas en inglés), Ho Chi Minh 

Nyéléni 2007 fue una referencia para las organizaciones de la sociedad civil (OSC) de interés público y los movimientos sociales. Marcó una nueva pauta a la hora de plantear nuestras demandas a los responsables. Quince años después, ha llegado el momento de revitalizar el proceso para afinar nuestras demandas y también reunir nuevas fuerzas para hacerlo – mostrando así la importancia de la reunión de Roma que tuvo lugar el pasado mes de junio (2023).

El PHM está convencido de que el reto no es llegar a una nueva Declaración creada desde arriba. Es el proceso de los próximos 18 meses el que llevará la lucha a las bases, para que el resultado sea verdaderamente representativo a nivel mundial y, con suerte, se cree el contrapoder necesario.  El PHM es una red de redes de activistas por la salud y los derechos humanos, actualmente con presencia electrónica en más de 70 países. Se creó en el año 2000 y se mantiene activa tanto en cuestiones globales como nacionales. Su secretaría actual tiene su sede en Colombia (phmovement.org). La PHM cuenta con un grupo temático de trabajo sobre Alimentación + Nutrición muy en sintonía con los colaboradores y activistas de Nyéléni, dadas las innegables relaciones entre salud y nutrición. En el trabajo de nuestro grupo se vincula la soberanía alimentaria, la agroecología, la justicia climática y el derecho a la alimentación con el derecho a la salud. Llevaremos el proceso de Nyéléni a los 3700 suscriptores del servidor de listas phm-exchange, no solo para informar a nuestros sectores de los avances, sino para recoger sus aportaciones para trabajar colectivamente hacia una Declaración de 2025. Ciertamente, estamos todos en marcha.

Lo mismo puede decirse de la labor de la WPHNA, una asociación profesional de nutricionistas de salud pública. Yo soy miembro de su comité ejecutivo (www.wphna.org). WPHNA adopta plenamente los Principios de Nyéléni. Contamos con unos 500 miembros en todo el mundo. También estamos sin duda alguna en marcha.


[1]   Para más información, Centro Ecoceanos.

[2]   Más información  aquí o envíe un correo electrónico a rwallace24@gmail.com y alexliebman@gmail.com

Destacados

Destacados 1

Enfermedades emergentes y ganadería industrial

En 2008, mientras seguíamos la desastrosa respuesta internacional a la epidemia de gripe aviar H5N1 que asolaba Asia, escribimos: «El mundo está inmerso en grandes cambios con respecto a las enfermedades globales. Estamos abocados […] a tipos de enfermedades más mortíferas y con mayor capacidad de propagación. También hay más probabilidades de que surjan enfermedades zoonóticas y pandemias globales. Sin embargo, la respuesta internacional a esta situación no ha conseguido hasta ahora […] reflejar la gravedad de la crisis[1]«.

La causa del problema era evidente: la rápida expansión de un modelo de ganadería en el que miles de animales genéticamente uniformes son amontonados y empujados a crecer lo más rápido posible. Estas granjas industriales son caldo de cultivo para que cepas letales de enfermedades evolucionen y se amplifiquen, con la posibilidad de infectar a los humanos -ya que la gran mayoría de las nuevas enfermedades que afectan a los humanos proceden de los animales (se conocen como «zoonosis»). La estructura globalizada de la industria, con su gran concentración de zonas de producción (incluso en zonas deforestadas donde existe riesgo de contacto con animales salvajes) y su orientación a la exportación de piensos, carne y animales a grandes distancias, crea las condiciones para que las enfermedades se propaguen amplia y rápidamente.

La epidemia de gripe aviar H5N1 debería haber puesto en duda el fomento de la ganadería industrial y de la carne industrial. Pero ocurrió todo lo contrario. Los gobiernos y los organismos internacionales culparon a los pequeños agricultores y a los mercados tradicionales. Pusieron en marcha una serie de medidas para proteger al sector cárnico industrial, y utilizaron la epidemia como una oportunidad para crecer y concentrarse aún más, mientras dejaban la supervisión de estas mortíferas explotaciones y plantas cárnicas en manos de corporaciones y magnates corruptos.

En 2009 se declaró una gripe porcina pandémica en la industria porcina globalizada de Méjico. Le siguió una pandemia de peste porcina africana devastadora que mató a cientos de miles de cerdos en zonas de expansión de la ganadería industrial: Rusia, China y otras partes de Asia. Luego llegó la Covid-19, y aunque aún se desconoce su origen animal exacto, las instalaciones de transformación de carne de las grandes empresas fueron una importante fuente de transmisión, con cientos de miles de trabajadores afectados, además de sus familias y amigos. La gripe aviar afortunadamente   no se ha transformado aún en una cepa pandémica, pero una nueva variante está matando a millones de aves silvestres y se está extendiendo sin control por las granjas avícolas industriales más herméticas de Norteamérica, Japón y Europa.

Bajo el pretexto de la «bioseguridad», gobiernos y organismos como la FAO y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) siguen promoviendo medidas para industrializar aún más la ganadería con el control de las grandes empresas.  Los enfoques basados en la diversidad animal, los conocimientos tradicionales y la producción y los mercados a pequeña escala y localizados, son ignorados e incluso criminalizados.

Para poner fin a esta insensatez y mantener al mundo a salvo de nuevas pandemias, debemos acabar con la ganadería industrial y defender y reconstruir sistemas de cría de animales que sean diversos, a pequeña escala y localizados.

Destacados 2

La resistencia contra la expansión de las mega-explotaciones porcinas y la defensa de los territorios indígenas, el agua, el aire y la naturaleza en América Latina[2]

A pesar de los graves perjuicios que causan, las fábricas de cerdos se están extendiendo desde Estados Unidos por toda América Latina. Estas fábricas de carne forman parte del régimen alimentario dominante (y en expansión) actual, el complejo cereal-oleaginoso-ganadero[3] mediante el cual se utilizan cereales y oleaginosas (principalmente maíz y soja modificados genéticamente) para alimentar al creciente número de animales de abasto. Desgraciadamente, si las cosas no cambian, en 2029 la producción de carne aumentará en 40 millones[4] y gran parte de esta carne se producirá en América Latina. Como la mayor parte de la carne se destina a la exportación, existe un claro intercambio desigual entre quienes se benefician de la explotación de los seres humanos, los animales no humanos y la naturaleza (las empresas cárnicas) y las comunidades -generalmente indígenas, campesinas y afro- que sufren los múltiples impactos negativos de la industria.

Las fábricas de cerdos son instalaciones industriales de producción de carne que confinan a miles de cerdos en espacios cerrados, para concentrar su energía en la producción de carne. La producción de carne con esta lógica capitalista contamina el agua, el aire y el suelo. Está asociada al acaparamiento de tierras y a peligros para la salud (incluidas pandemias), es una de las que más contribuye al cambio climático y a la deforestación, implica crueldad contra los animales y desplaza a otras formas de alimentación más sostenibles y justas. También se relaciona a las fábricas de cerdos con múltiples violaciones de derechos, incluidos los derechos a la tierra y al territorio, a un medio ambiente sano, al agua, a la alimentación, los derechos de la naturaleza, de los defensores de los derechos humanos y de los pueblos indígenas[5]

No es de extrañar que haya una creciente resistencia contra la expansión de la agroindustria y, en concreto, de las fábricas de cerdos. En 2022 se reunieron en Yucatán comunidades afectadas, activistas, organizaciones y académicos para debatir el creciente problema de las fábricas de cerdos en la región. La declaración de América sin mega granjas porcinas[6] consolida la demanda de promover la soberanía alimentaria, la agroecología y la producción ancestral de alimentos, en lugar de subvencionar y apoyar el agroextractivismo, así como la necesidad de acabar con las fábricas de carne.

Se han llevado a cabo múltiples acciones colectivas para acabar con las fábricas de carne, incluyendo, entre otras, consultas ciudadanas, auto-consultas indígenas, campañas, protestas, ocupaciones y litigios[7]. Muchos campesinos y pueblos indígenas que han alzado la voz han sufrido intimidación, criminalización y represión. A nivel regional, múltiples organizaciones han solicitado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que realice una audiencia temática para abordar los casos de violaciones de derechos humanos en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México y Estados Unidos relacionados con la industria cárnica.


[1]   Viral times – The politics of emerging global animal diseases (La política de las enfermedades animales globales emergentes) en inglés.

[2]   Hay muchos documentos elaborados por el grupo que produce este artículo. Véase aquí y aquí.

[3]  Weis, T. (2013). The ecological hoofprint: The global burden of industrial livestock (La huella ecológica: La carga global de la ganadería industrial). Bloomsbury.  

[4] Stiftung, H. B. Meat Atlas (Atlas de la carne) 2021.

[5] Para más información sobre la industria cárnica y las violaciones de los derechos humanos, puede ver la solicitud de audiencia temática presentada por 20 organizaciones y apoyada por 243 en 2022, y después en 2023, disponible aquí.

[6] La Declaración está disponible aquí.

[7] Para más información sobre Yucatán y otros lugares, véase el storymap.

Boletín núm. 53 – Editorial

Enfermedades emergentes y ganadería industrial

Ilustración: Rini Templeton, www.riniart.com

¿Qué hace que los alimentos sean seguros?

Para el sistema alimentario industrial, la «seguridad» consiste en gestionar los elevados riesgos que genera este modelo de producción de alimentos. Los alimentos se producen en campos de monocultivo o granjas industriales, con cultivos uniformes de plantas y animales muy vulnerables a plagas y enfermedades. En este contexto, las enfermedades pueden crecer o mutar hacia formas más letales y las enfermedades animales pueden transferirse al ser humano y propagarse por las cadenas de suministro de las empresas. Para paliar su vulnerabilidad, los cultivos se modifican genéticamente o se rocían con plaguicidas tóxicos, y los animales reciben antibióticos y medicamentos, lo cual genera más peligros para la salud. Después, la mayoría de los alimentos son procesados y se venden en supermercados, causando daños como la diabetes y el cáncer.

Para paliar esos riesgos, los gobiernos y las empresas imponen cada vez más reglamentos y normas. Pero lo normal es que limiten únicamente los excesos más graves, sin amenazar los beneficios empresariales, y resultan ajenos a los sistemas alimentarios basados en la ganadería tradicional, los mercados y la agroecología, cuyos riesgos son bajos gracias a la diversidad, los conocimientos locales, la confianza y los circuitos a pequeña escala. Esas normas se han convertido en una herramienta para ampliar el control empresarial y socavar los sistemas alimentarios saludables que siguen alimentando a la mayoría de la población mundial y son la única solución real a los perjuicios del sistema alimentario industrial.

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