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La campaña global «Semillas campesinas, patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad», como refuerzo de la Soberanía Alimentaria

Las semillas campesinas son un patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Las semillas son vida, son la base de la producción alimentos a nivel mundial, permiten que las campesinas y los campesinos produzcan alimentos sanos y adecuados desde un punto de vista cultural, y son cruciales para que los consumidores y ciudadanos puedan encontrar alimentos sanos y diversificados. Las semillas forman parte de la cultura campesina y son nuestra herencia, nuestro patrimonio; nos permiten resistir, conservar nuestra sabiduría ancestral y defender nuestra identidad campesina.

No obstante, bajo el pretexto de la «mejora» de la productividad de las semillas, el agronegocio ha creado un sistema neoliberal de semillas que ha homogeneizado, ha empobrecido y ha monopolizado las semillas; esto ha provocado una pérdida de hasta el 75% de las variedades, así como la desaparición de una diversidad que la labor campesina había generado durante 10.000 años de historia.

Tres compañías (Monsanto-Bayer, Syngenta-ChemChina y Dupont-Dow) controlan más del 50 % de las semillas comerciales del mundo, y continúan incrementando la cantidad de semillas genéticamente modificadas para que ofrezcan resistencia a herbicidas y a insecticidas. Este sistema de semillas cuenta con el beneplácito de la OMC (Organización Mundial del Comercio), el Banco Mundial y el FMI (Fondo Monetario Internacional), y se refleja en los acuerdos de libre comercio y en las leyes modelo de protección de derechos de los obtentores de variedades, como por ejemplo la UPOV (Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales). Dicho sistema solo permite la circulación de estas semillas propietarias, al tiempo que criminaliza la conservación, el intercambio, la utilización, la donación y la venta de semillas locales entre agricultores. La situación ha llegado a tal punto que las campesinas y los campesinos han perdido el control sobre las semillas autóctonas, están siendo penalizados por el uso y el intercambio de sus propias semillas, y a menudo se ven sometidos a registros e incluso a la incautación de sus semillas. El uso de fertilizantes químicos, el empleo de semillas híbridas y el uso de organismos genéticamente modificados está poniendo en peligro la biodiversidad, que también está amenazada por las consecuencias de las nuevas técnicas de obtención de variedades, desarrolladas por corporaciones multinacionales. La ciudadanía tiene dificultades para acceder a alimentos sanos, diversificados y culturalmente adecuados.

La Vía Campesina y sus aliados están luchando para cambiar esta situación. Como parte de su campaña global «Las semillas campesinas, patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad», iniciada en Roma en el año 2001, La Vía Campesina y sus organizaciones asociadas han puesto en marcha capacitaciones, formación, apoyo mutuo e intercambios de semillas. Los movimientos campesinos continuamos luchando para que las leyes nacionales y los tratados internacionales garanticen los derechos de los campesinos y las campesinas a conservar, utilizar, intercambiar, vender y proteger sus semillas contra la biopiratería y contra la contaminación genética; redactamos libros sobre la historia de las semillas, y realizamos estudios y mapeos. La red de escuelas agroecológicas de la Vía Campesina, repartidas por todo el mundo, también organizan ferias de intercambio de semillas campesinas. De este modo, la campaña global fomenta la recuperación de sistemas tradicionales de conservación, mantenimiento e intercambio de semillas autóctonas, así como los derechos colectivos inalienables de los campesinos sobre sus semillas.

El 16 de octubre de 2018, con motivo del Día mundial de acción por la soberanía alimentaria de los pueblos y contra las multinacionales, La Vía Campesina intensificó esta campaña haciendo un llamamiento a la acción organizada, mediante una iniciativa denominada «Adopta una semilla»(Para obtener más información, consultar el Cuadro 1 de esta edición). Esta iniciativa pretende que cada campesino o campesina, cada familia, cada comunidad… se involucren y adopten alguna variedad vegetal, de forma que se conviertan en guardianes de esa semilla y se aseguren de su propagación, reproducción y distribución, comprometiéndose a la defensa colectiva de sus derechos a la utilización, el intercambio, la venta y la protección de estas semillas. Hasta la fecha, en países como Brasil, Palestina, Paraguay, India, Tailandia, Zimbabue, Corea del Sur, Indonesia o Canadá, las campesinas y campesinos se están implicando en la conservación de variedades autóctonas y en transmitir a los demás sus conocimientos sobre agroecología, tanto a través de la acción directa como a través de ferias de intercambio de semillas.

Sin semillas no hay agricultura; sin agricultura, no hay alimento. Y sin alimento, ¡no hay pueblos!

Destacados 2

El llamamiento «Adoptar una semilla» recorre el mundo

Las semillas campesinas son un patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Esta es una de las máximas del movimiento internacional campesino, así como el nombre de la campaña iniciada por La Vía Campesina (LVC) para proteger y conservar las semillas campesinas. En el marco de esta campaña, La Vía Campesina ha puesto en marcha la acción «Adopta una semilla» en varias ocasiones y en distintas partes del mundo, apelando a los campesinos y a sus familias a intercambiar y multiplicar sus semillas.

Con motivo del Día mundial de acción por la soberanía alimentaria, el 16 de octubre de 2018, La Vía Campesina realizó un llamamiento a sus organizaciones integrantes y aliadas, así como a todas las familias campesinas, a participar en la acción «Adopta una semilla» (para obtener más información, consultar el Cuadro 1 de esta publicación). La primera de estas acciones tuvo lugar en Brasil, mediante el Movimiento de pequeños agricultores (MPA), una de sus organizaciones integrantes.

El intercambio mundial tuvo lugar entre el 29 de agosto y el 4 de septiembre de 2018, donde una delegación de La Vía Campesina recorrió 1700 km por todo Brasil visitando a familias campesinas. Los delegados y delegadas asistentes, de Corea, Costa Rica, Palestina, Suiza y Zimbabue, participaron como representantes de organizaciones que ya están conservando semillas en sus países de origen. Durante este intercambio internacional, los delegados y delegadas de LVC prestaron mucha atención a la experiencia del MPA en los estados de Sergipe y Bahía, al noroeste de Brasil. También visitaron las «casas de semillas» fundadas para almacenar semillas de las comunidades campesinas. Estas casas están bajo la supervisión de una «oficina central de semillas», que almacena todas las semillas de la zona y también actúa como espacio de formación y producción agrícola. Durante el intercambio se facilitó información y se generaron debates sobre la legislación de las semillas, así como sobre prácticas agroecológicas y representaciones de arte y cultura rural.

Además de celebrar el Día internacional de acción por la soberanía alimentaria de los pueblos, el 16 de octubre de 2019 tuvo lugar un intercambio internacional de semillas campesinas en Palestina. Este intercambio, organizado por la Unión de Comités de trabajadores agrícolas (UAWC) y por La Vía Campesina, contó con la participación de agricultores y agricultoras de todo el mundo: Honduras, Brasil, Puerto Rico, República Dominicana, Sudáfrica, Países Bajos, Mozambique, Alemania y los Estados Unidos. La UAWC cuenta con una dilatada experiencia en la conservación de semillas campesinas, puesto que abrió su primera casa de semillas hace 17 años en Hebrón. La casa ha permitido salvar de la extinción distintas variedades de semillas, haciendo frente a la ocupación israelí y a sus imposiciones de uso de semillas híbridas comercializadas por Bayer-Monsanto. Todas las semillas del banco de la UAWC provienen de campesinos y campesinas; estas pasan por un proceso de verificación de 2 años en un laboratorio interno, y por último se redistribuyen a los agricultores (para más información, consultar la sección Voz desde el campo 1).

El próximo intercambio internacional de semillas de La Vía Campesina tendrá lugar en Corea en 2020. En distintos lugares del mundo se celebran ferias de intercambio de semillas, gracias al trabajo de miembros del movimiento y de sus alianzas. La acción «Adopta una semilla» es un acto de solidaridad, resistencia y misticismo que debería reproducirse por todo el mundo para poder conservar las semillas campesinas, que son la piedra de toque de nuestra agricultura y de nuestras vidas.

Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Las mujeres juegan un papel fundamental

Evangeline Gonzales, Alianza Progresista de Pescadores in Filipinas (PANGISDA-Women), Filipinas

En la actualidad, un tercio de los agricultores (34,3%) y los pescadores (34%) se consideran pobres. Esta situación se ve agravada por el autoritarismo de la administración Duterte. El gobierno abusa física, emocional y mentalmente de quienes se oponen a las políticas de Duterte, como lo demuestra el número de líderes comunitarios que han sido asesinados, torturados, criminalizados e intimidados durante esta administración. La supresión de nuestro derecho a la alimentación, nuestro derecho a la libertad de expresión y nuestro derecho a una vida pacífica refleja el fascismo de la administración Duterte.

Tenemos que superar el miedo creado por el régimen tiránico del actual gobierno. Las mujeres juegan un papel fundamental. Tienen la habilidad, el saber y la fuerza para contribuir a la lucha contra el autoritarismo y el fascismo. Bajo la dictadura de Marcos, la gente superó su miedo y se unió en la lucha para derrocar al gobierno fascista. Muchos fueron asesinados, encarcelados y fueron víctimas de desaparición forzada. Para luchar contra la dictadura de Marcos, necesitábamos una organización comunitaria hecha de forma paciente, perseverante, prudente y decidida, y concientizar para construir solidaridad y resistencia.

Necesitamos fomentar la solidaridad y la resistencia contra las leyes y políticas contrarias al pueblo, que agravan la pobreza y las dificultades que experimentamos. Una acción concreta para defender la soberanía alimentaria es oponerse a políticas como la Ley de Arancelación del Arroz y a los llamados proyectos de desarrollo como la reclamación de la Bahía de Manila. También deberíamos compartir y popularizar los saberes, prácticas y sistemas de los pueblos sobre la gestión de los recursos naturales. Debemos apoyar la producción local y ayudar a enriquecer los valores y principios de la soberanía alimentaria. Creemos firmemente que las mujeres se pondrán de pie, lucharán y combatirán por comida en la mesa para sus familias, por comida para sus comunidades, por el derecho de los pueblos a la alimentación, por la soberanía alimentaria y por el futuro.

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Caminando la unidad popular para resistir al conservadurismo y construir la soberanía alimentaria

Francisca «Pancha» Rodriguez, ANAMURI, Chile

La Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas de Chile (ANAMURI) ha sido durante décadas parte de la primera línea de la resistencia al neoliberalismo, pero también de la construcción de articulación social y popular para avanzar hacia la soberanía de su pueblo. Décadas de construcción de organización y movimiento, a través de la formación política y la profundización de propuestas en alianza con diversos sectores populares para revertir los desastres del «milagro» chileno.

El «Chile despertó» de hoy no se explica sin el proceso de articulación popular recorrido durante la última década. Desde las movilizaciones estudiantiles de 2011, pasando por la plataforma de resistencia al TPP que permitió transmitir al común de la gente las implicancias del TPP en nuestro derecho a la alimentación y por ende entender que defensa de nuestra Soberanía Alimentaria no solo es un asunto del campesinado sino de todo el pueblo organizado.

La reacción popular tan fuerte a la opresión es hija de ese proceso de acumulación política y la Soberanía Alimentaria, como proyecto anti sistema que confronta al conservadurismo cultural, político y religioso, es una herramienta central para poder trabajar la soberanía popular desde un lugar concreto y diferente para las mayorías.

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Los principios de la democracia, base del derecho de los pueblos a la alimentación

Suraphon Songruk, Federación de Campesinos del Sur de Tailandia (SPFT) – Surat Thani, Tailandia

Los principios de la democracia son la base del derecho de los pueblos a la alimentación. Por el contrario, si un país está gobernado por un régimen autoritario, las personas se ven privadas de las libertades políticas y civiles, así como de los derechos económicos, sociales y culturales, incluido el derecho a la alimentación. En este contexto, los poderes político y económico se concentran en manos de un régimen autoritario u oligárquico que mantiene el monopolio de la producción y los sistemas alimentarios. El autoritarismo corroe los derechos de los pueblos y el control sobre sus tierras, bosques y agua como fuentes de alimentos. Las personas pierden entonces su derecho a acceder a los alimentos y a definir sus propios sistemas alimentarios.

La soberanía alimentaria promueve los derechos humanos y la dignidad. Los movimientos populares pueden utilizar legítimamente este concepto como medio, estrategia y objetivo para reunir a personas y movimientos de ideas afines con el fin de ampliar su poder de negociación. Los pueblos pueden utilizar la soberanía alimentaria para proteger sus territorios y recursos como fuentes de producción de alimentos. Es un concepto progresivo que fortalece las luchas de los pueblos. Asegura que la gente tenga alimentos seguros y crea un sistema respetuoso con el medio ambiente.

La soberanía alimentaria es el principio fundamental de la soberanía del pueblo. La construcción de la soberanía alimentaria es el punto de partida para que la gente se libere del control privado de los alimentos. Finalmente, la soberanía alimentaria permite a los movimientos populares y a los pequeños agricultores resistir al autoritarismo.

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Empresas privadas y ejército trabajan juntos

Sr. Suon Sorn, pueblo Ou Kansaeng, comunidad de Samraong, municipio de Samraong, provincia de Oddar Meanchey, Camboya

La dictadura política ha implementado un orden que permite al ejército asentarse en los bosques comunitarios, usando como justificación el conflicto en la frontera thailandesa-jemer. El ejército despeja los bosques y vende las tierras a oficiales de alto rango del gobierno, empresas privadas y otros grupos privilegiados. Estas personas robal el bosque, las fuentes de agua y los sistemas de alimentación local a las comunidades, menoscabando su derecho a la alimentación. En la estructura de gobierno de Camboya, el poder central y el control reside en el ejército, y es muy difícil para la gente hacer frente a los militares. Los problemas y los asuntos de la comunidad son ignorados por el gobierno y se violan los derechos de los pueblos a la alimentación, la tierra, el agua y los recursos naturales.

Las empresas privadas y el ejército trabajan juntos: las empresas dan dinero a los militares; los militares protegen a las empresas. Si seguimos dependiendo de estas empresas, nos enfrentaremos al desastre. La soberanía alimentaria es importante para apoyar y fortalecer nuestras comunidades, y resistir lo que imponen militares y empresas. Las empresas venden productos agrícolas que no son seguros, como fertilizantes, semillas y otros insumos. Tenemos que volver a la forma natural y ecológica. Si no apoyamos a las empresas, éstas no tendrán beneficios y no podrán apoyar a los militares. Podemos empezar a pequeña escala, construir comunidades basadas en la solidaridad y el intercambio, y contribuir a cambiar el sistema a partir de nuestras comunidades. La sociedad civil y las comunidades camboyanas pueden pensar que «soberanía» es un término complicado de entender al principio, pero la educación popular, la formación, el intercambio de conocimientos y los debates sobre los principios y valores de la soberanía alimentaria atraerán a más personas al movimiento.

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Agricultura en Palestina: pilar de perseverancia y soberanía

Joseph Schechla y Murad al-Husani de la Red por los Derechos a la Vivienda y a la Tierra (HLRN), Palestina

El campesino palestino es la primera línea de resistencia frente la ocupación y la colonización, mucho más efectiva que una pobre negociación. Cabe destacar que la mayoría de las tierras agrícolas (67%) de la Ribera Occidental de Palestina están clasificadas como «área C», según los Acuerdos de Oslo. Esas tierras se encuentran, en su totalidad, bajo el control directo de la ocupación militar. Allí, los ocupantes buscan concentrar a los palestinos en centros urbanos, llamados áreas A (los restos del estado palestino), con el objetivo de evitar su presencia en las tierras.

Las fuerzas israelíes emiten órdenes militares que sustituyen el derecho soberano – violando la Convención de La Haya (Artículo 43) – y obstaculizando todos los aspectos del sector agrícola, evitando que los palestinos tengan acceso a sus tierras y las cultiven. Esto causa la deserción y el abandono de las tierras agrícolas, tras lo cual Israel impone el pretexto «legal» que las tierras están «inexplotadas». Este bloqueo legal provoca que la propiedad de la tierra sea devuelta al «estado» ocupante. Las siguientes estadísticas muestran la magnitud y la intensidad del ataque de la ocupación Israelí contra la agricultura indígena:

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Esto muestra claramente la astucia de la ocupación para suprimir la agricultura como forma eficaz de resistencia contra la colonización. Por lo tanto, son las manos firmes de los campesinos las que plantan las emblemáticas aceitunas en los territorios ocupados de Palestina, y sus pies los que les dan fertilidad a las tierras. El aliento de los campesinos da brillo y sabor a sus frutos, ya que el vínculo simbiótico del agricultor palestino con la tierra le ha conferido su identidad indeleble.

Cuadros

Cuadro 1

Violencia y capitalismo

La violencia y el capitalismo no son dos conceptos ajenos el uno al otro. En realidad, son hermanos gemelos. Las condiciones necesarias para la emergencia del capitalismo de los siglos XV y XVI fueron la expulsión violenta de los campesinos de las tierras comunales de Europa y el saqueo colonial, el genocidio y la esclavitud del Sur global.  Este caldo de cultivo tóxico desembocó en lo que Marx llamó  “acumulación primitiva” de riqueza que produjo el capitalismo.

En la actualidad, en lo que se ha descrito como “acumulación por desposesión,” el afán de lucro a escala global se manifiesta mediante el despliegue de la fuerza  para convertir en materias primas los territorios y recursos comunales, que durante mucho tiempo habían resistido al proceso. Ya sean los pueblos indígenas del Amazonas, los pequeños agricultores de Honduras, el pueblo Maasai protegiendo sus tierras frente al acaparamiento patrocinado por el gobierno en el Serengueti en Tanzania, o los millones de Adivasis o pueblos tribales defendiendo los territorios forestales en India, la combinación devastadora de la expansión  capitalista y la acción de los Estados que la apoyan está desplazando a millones de personas.  

El uso notorio de la fuerza no se produce únicamente cuando el capitalismo se extiende y necesita expulsar a los pequeños agricultores y pueblos indígenas que se encuentran en su camino. Cuando la gente es capaz de  utilizar las instituciones democráticas para obtener reformas de modo pacífico, las élites capitalistas y del Estado suelen recurrir a medios extra-constitucionales para revertir el proceso y preservar su hegemonía económica y política. A menudo, esto desemboca en una masacre: en Indonesia, en 1965-66, los esfuerzos de reforma agraria y el cambio parlamentario pacífico provocaron a las élites que, lideradas por un régimen militar, asesinaron a entre 500.000 y un millón de personas. En Chile, en los años setenta, los militares aplastaron de modo sangriento el avance pacífico hacia el socialismo del gobierno de Unidad Popular, asesinando a miles de personas. Aunque en Chile y en Indonesia la violencia fue terrible tanto en   zonas rurales y urbanas, fue especialmente atroz en el campo, y especialmente en Chile se ensañó con los indígenas Mapuches, que defendían sus tierras comunales.

En la actualidad, la expansión del capitalismo, la mercantilización, y la salvaguarda de los sistemas de hegemonía política capitalista se combinan para promover una nueva oleada de violencia global. En Filipinas, los traficantes de droga se han convertido en el chivo expiatorio de los males del país, derivados de la alianza entre la economía neoliberal y una desigualdad rural extrema, y en los tres años y medio que el gobierno de Duterte lleva en el poder, se han producido 27.000 ejecuciones extrajudiciales. En India, el partido BJP, que ha aliado economía neoliberal y nacionalismo hindú, ha señalado a los musulmanes como los “enemigos” de la “civilización hindú”, desencadenando violencia callejera contra ellos, incluso con casos espantosos de linchamiento. 

Es desafortunado que muchos integrantes de las clases medias hayan comprado la retórica de asignar chivos expiatorios y la ideología de las fuerzas de derechas. También en el Norte global está habiendo un apoyo importante de la clase media, incluso de la clase trabajadora, a fuerzas racistas de derechas, en este caso señalando a los migrantes, a quienes se culpa de la pérdida de empleo, de la desigualdad, y de la pobreza producidas por la globalización impulsada por las compañías. El grave peligro que existe, es que demagogos como Trump, como los partidarios del Brexit, Marine Le Pen en Francia y Viktor Orban en Hungría, puedan transformar el sentimiento masivo anti-migrantes en movimientos como los del fascismo clásico que asoló Europa en los años treinta del siglo pasado.  

Más que nunca, la demanda de justicia y paz precisa de la creación de un frente lo más amplio posible contra el capitalismo y a la violencia fascista.

Cuadro 2

Contra el conservadurismo resistimos para vivir, marchamos para transformar!

El conservadurismo es fundamental para el ascenso de la extrema derecha. Su avance, en los gobiernos autoritarios de todo el mundo, manipula el ideal de la familia heteropatriarcal para reforzar la división sexual del trabajo y la responsabilidad de las mujeres en el trabajo reproductivo de la vida. Las fuerzas de extrema derecha atacan el derecho al aborto, persiguen las sexualidades disidentes, fomentan la violencia y el acoso contra las mujeres, institucionalizan el racismo. Se trata de una agenda antifeminista que, en algunos países y territorios, se asocia con el discurso antioccidental. En otros, clasifica como «desorden» las acciones de las mujeres organizadas en movimientos de base. En común, son regímenes que ejercen una violencia brutal contra las mujeres que lideran procesos de resistencia.

El capitalismo avanza sobre los  cuerpos de las mujeres, sobre su  trabajo y sobre la naturaleza, fortaleciendo el poder corporativo y expandiendo la militarización. En muchas partes del mundo, las mujeres están en la primera línea de la resistencia. Han demostrado una gran capacidad de movilización: el reto es ampliar la organización permanente y popular. Esto requiere enfrentar el capitalismo autoritario y construir procesos capaces de reorganizar la economía, poniendo la sostenibilidad de la vida en el centro. Y para confrontar el nacionalismo con el internacionalismo y la solidaridad entre los pueblos.

Para las mujeres, que hoy están bajo ataque, construir alianzas es más importante que nunca. Pues el neoliberalismo se presenta diverso, fragmentando identidades y despolitizando luchas históricas. El feminismo no es para pocas, es un proyecto de igualdad, libertad y autonomía para todas, lo que solo será posible con una transformación sistémica, con soberanía y autodeterminación de los pueblos. Las mujeres se reconocen en la resistencia que salva vidas y garantiza la comunidad común. Por lo tanto, el lema de la Marcha Mundial de las Mujeres en la 5ª Acción Internacional, en este 2020, es Resistencia para vivir, marchamos para transformar!

Cuadro 3

Redes sociales: promoción de odio y maximización de ganancias y control social

Notícias falsas, manipulación de datos, promoción de odio, racismo y misoginia. Es cada vez más evidente que los usos y abusos de la extrema derecha en las redes sociales digitales forman parte de su estrategia de poder. No solo para ganar elecciones, sino también para fomentar la naturalización de la violencia como parte del sentido común que el capitalismo autoritario necesita para imponerse destruyendo valores democráticos.

Esos usos y abusos tienen lugar en infraestructuras corporativas a las que una parte significativa de la población está conectada, como es el caso de Facebook. No son espacios públicos ni democráticos. Por el contrario, los algoritmos y alcances son definidos por una empresa que tiene como práctica la opacidad y que se enriquece con la recopilación y manipulación de datos. No se divulga, ni está en discusión su funcionamiento, y a los usuários nos resta ‘aceptar’ los términos y condiciones aplicables, aunque sepamos que Facebook hace experimentos, manipulando sentimientos, necesidades y opiniones, y fomentando extremismos.

Los datos se convirtieron en capital. Y los datos no están ahí para ser recolectados, sino que son producto de la vida y las relaciones de la gente. Sea por medio de las aplicaciones de teléfonos o por los sensores en las ciudades, la vigilancia masiva coordinada entre corporaciones y Estados es parte de la maximización de ganancias. Y, como tal, no es aislada sino sistémica.

El racismo y el odio a los pobres y a las mujeres no se multiplican solo como idea, sino que están en el cotidiano generando un fascismo social. Lo virtual se nutre de vidas concretas de personas que a diario batallan contra unas condiciones de vida con creciente precariedad y violencia. Lo virtual tiene una base material, que impulsa y necesita del extractivismo, la energía y los territorios concretos para almacenar y procesar tantos datos.

La construcción de contrahegemonía nos exige mucho más que una buena estratégia de comunicación en redes sociales. Es un desafío de largo aliento que pasa por ampliar nuestras alianzas anticapitalistas con quienes dan la batalla en lo digital, enfrentando la opacidad y construyendo tecnologías libres y no propietarias.[1]

Cuadro 4

La producción campesina de alimentos: la piedra en el zapato del sistema capitalista. Desafíos y potencialidades de la lucha por soberanía alimentaria ante la ola conservadora mundial

Una parte sustancial de la disputa contra el sistema capitalista se libra en el campo, en la producción de alimentos. El avance de la ultraderecha en diversas partes del mundo multiplica las amenazas y las gravísimas violaciones de derechos humanos que ya sufrían quienes trabajan la tierra.

En Brasil, que lidera los índices de violencia contra la población rural, 1.678 campesinos/as fueron asesinados/as de 1985 a 2003, según la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT); Global Witness advirtió que 2017 fue el año más sangriento en el mundo rural -desde que esa ONG tiene registros-: fueron ultimados 207 campesinos/as, activistas comunitarios, indígenas y ecologistas.

En los últimos años, el agronegocio se transformó en la principal causa de los conflictos en el medio rural. Las grandes transnacionales agroindustriales, el débil rol de los Estados (por inacción o connivencia) y los abusos empresariales en cada país, le dieron algunas vueltas de tuerca más a una maquinaria ya sanguinaria, que refuerza el control del capital sobre los bienes naturales con la nueva oleada fascista mundial.

“No podemos lograr soberanía alimentaria si no podemos recuperar el control sobre nuestras comunidades y territorios, y si no podemos arrebatarle a las corporaciones el control que tienen sobre los alimentos”, advirtió el dirigente campesino Carlos Marentes, referente histórico de La Vía Campesina (LVC) y representante de la organización Proyecto de los Trabajadores Agrícolas Fronterizos, en América del Norte.

El neofascismo está representado en la alianza agronegocio-narcotráfico-militarización, que amenaza y despoja constantemente a las comunidades, desmantela políticas públicas y pretende volver al modelo de familia patriarcal para que las mujeres y jóvenes no sean actores claves del cambio de sistema, opinó la agrónoma feminista Miriam Nobre (Marcha Mundial de Mujeres Brasil).

Desde África Meridional, enfrente a  los regímenes represivos, y las autoridades tradicionales, que controlan territorios y toman decisiones que quitan el sustento a la gente, Mercia Andrews (Asamblea de Mujeres Rurales) nos dijo que : “Es importante que las organizaciones, los movimientos campesinos, los movimientos de agricultores, resistan este nivel de violación de sus derechos. La Asamblea de Mujeres Rurales en muchos casos se une a los movimientos de agricultores, a los movimientos campesinos y nos hemos unido a campañas que dicen que tenemos derecho a decir NO”.

En Europa, el movimiento fascista plantea un “falso proteccionismo” y la xenofobia, advirtió Andoni García, del Comité Coordinador ECVC. “La Soberanía Alimentaria (en cambio) supone un freno al movimiento fascista porque habla de derechos, de políticas públicas hechas desde el derecho a proteger las agriculturas locales, las culturas campesinas, respetando los derechos individuales y colectivos, en solidaridad y no con confrontación”, agregó.

A ese falso proteccionismo, que muchas veces remite a nacionalismos exacerbados, también se refirió Roma Malik, que además subrayó la importancia de que la lucha por la soberanía alimentaria de las organizaciones campesinas esté vinculada al derecho a la tierra. “Las compañías [multinacionales] vienen en gran cantidad, construyen represas, centrales eléctricas, privatizan los ríos, talan los bosques, asesinan a la gente, o la expulsan de sus tierras y hogares. Así que en ese sentido la lucha por el derecho a la tierra es una lucha contra los gobiernos fascistas también”, dijo.

Marentes añadió que la soberanía alimentaria “es una de las metas para enfrentar esta guerra que se ha desatado contra los pobres, en un sistema más salvaje y depredador, que sigue empeñado en asegurar que las corporaciones multinacionales controlen la producción de alimentos, los medios de producción y la naturaleza”. La clave está en el trabajo de organización y concientización para defender el derecho a la vida, a la alimentación, a la tierra y a proteger los recursos naturales.


[1] Más información sobre este tema en el boletín Nyéléni núm. 37 sobre La digitalización del sistema alimentario.

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Un vistazo a las tendencias políticas contemporáneas


«No hay ninguna duda de que aumentan por todo el mundo movimientos inflamados, llamémosles fascistas, autoritarios, populistas o contrarrevolucionarios, que desdeñan las ideas y prácticas de las democracias liberales y apoyan el uso de la fuerza para resolver conflictos sociales arraigados.»
Walden Bello, Counter Revolution, the Global Rise of the Far Right (Contrarrevolución, el ascenso mundial de la extrema derecha), Pág. 3. Fernwood Publishing, 2019.

Para muchos de nosotros, hacer frente, resistir y vivir bajo regímenes de autoritarismo extremo no es nada nuevo: las historias de muchas sociedades/naciones están marcadas por periodos en los que los líderes políticos han utilizado una combinación de carisma personal, fervor religioso, inseguridad económica, miedo de «los otros» y promesas de restaurar gloriosos legados (normalmente imaginarios), para imponer regímenes políticos que benefician a determinadas clases, credos y grupos sociales a la vez que reprimen los derechos y libertades fundamentales y la dignidad de otros. En numerosas ocasiones hemos comprobado en regímenes coloniales, de apartheid, fascistas, militares, dictatoriales e incluso en democracias, cómo la sinergia tóxica de intereses promovida por motivos de clase, cultura, religión e ideología puede producir opresión, violencia extrema y terror.

Más recientemente, hemos visto el auge de regímenes autoritarios que parecen ser por un lado consecuencia de las crisis estructurales creadas por el capitalismo neoliberal, y por otro, paradójicamente, de la respuesta de las fuerzas de izquierda y movimientos populares progresistas frente al ataque violento del neoliberalismo. El neoliberalismo y la globalización impulsados por las compañías, no solamente han sido incapaces de proporcionar bienestar social y económico para la mayoría, sino que han destruido el medio ambiente, han debilitado los derechos de los trabajadores y de los pequeños productores de alimentos, han socavado las organizaciones de la clase trabajadora, han afianzado la desigualdad y han aumentado el hambre y la desnutrición. Las clases bajas y medias han visto devaluarse sus ahorros y aumentar sus deudas por la desregulación financiera y la prioridad que se ha dado a los intereses empresariales sobre los públicos. La gente se ha movilizado para demandar cambios, pero ha habido dos tendencias importantes que han permitido que las fuerzas reaccionarias secuestraran esas demandas: 1) las alianzas incómodas selladas en muchos países por fuerzas políticas de izquierda con poderes gobernantes para asegurarse una posición en el sistema político; 2) la utilización de los recursos por parte de las fuerzas de derechas para construir la era de la post-verdad, que distorsiona deliberadamente la realidad para influir sobre la opinión pública y los comportamientos sociales, y reforzar el poder de las élites nacionales-mundiales.

Al aliarse con las fuerzas gobernantes, las fuerzas políticas de izquierdas no han podido mostrar en qué medida sus programas y su visión propia del cambio eran diferentes. Esto ha dejado abiertos los ámbitos político e ideológico para su captura por parte de las fuerzas de la derecha, que han aprovechado la ansiedad, la desilusión, la ira y la desesperación de los millones de personas azotados por las crisis financieras-económicas recurrentes que se han convertido en sello distintivo del capitalismo mundial y la globalización de las compañías.

Aunque las fuerzas de la derecha se presentaban como radicalmente críticas con el sistema dominante, han desviado la responsabilidad de las crisis económicas y sociales, y en lugar de achacarla al neoliberalismo, se la han atribuido a determinados sectores de la sociedad, señalándolos por su clase económica, su grupo social y su religión. Esto ha permitido que estas fuerzas hayan obtenido apoyo de una amplia franja de clases y grupos sociales —incluida la clase media y las clases acomodadas – y hayan construido movimientos en torno a los prejuicios y el odio, mientras que han dejado intacto el sistema económico capitalista. Aunque cada sistema es el producto de las condiciones históricas específicas de su región, las características expuestas anteriormente aparecen, con grados y matices diversos, en todos ellos.

A pesar de su retórica que habla de hacer frente a la degradación de las condiciones sociales y económicas, estos regímenes mantienen su adhesión al capitalismo y el neoliberalismo. Desde que han adquirido poder político, las condiciones de las clases trabajadoras rurales y urbanas no han mejorado, y los ahorros, ingresos y empleos prometidos no se han materializado. Pero las grandes empresas y las élites próximas a los regímenes gobernantes han seguido obteniendo contratos para la extracción de recursos, grandes proyectos de infraestructuras, agricultura industrial y proyectos inmobiliarios.

Muchas fuerzas de la derecha han accedido al poder como consecuencia de elecciones y alegan mandatos democráticos para implantar políticas y leyes que defienden sus propios intereses. No obstante, se oponen a la democracia liberal, en la que todos los ciudadanos, sea cual sea su clase, su cultura o religión, disfrutan de los mismos derechos, libertades e igualdad ante la ley, y en la que una oposición fuerte proporciona mecanismos correctores. Mediante la disolución de unos partidos y las alianzas oportunistas con otros, y la persecución de los discrepantes a través de los medios de comunicación o de los tribunales, neutralizan la amenaza de la oposición política de partidos y organizaciones sociales. Utilizan los procedimientos democráticos para crear sociedades mayoritarias, en las que aquellos que son identificados como minorías se enfrentan a un desapoderamiento, marginalización e inseguridad crecientes.

La reinvención de la verdad y de los hechos – a través de la creación de relatos que presentan realidades ficticias – son estrategias cruciales para los nuevos regímenes. Entre ellas se encuentran: el declive de la nación y la necesidad de líderes fuertes para devolverle su grandeza; la superioridad racial, religiosa y de género; las amenazas a la seguridad, identidad y soberanía nacional; la mejora de las condiciones económico-sociales, etc. Estos relatos son clave para que los regímenes fascistas puedan consolidar el poder, y se presentan al público a través de las noticias, redes sociales, libros de texto, películas, programas de entretenimiento y de servicio público convencionales. Estas narrativas proporcionan una lógica para criminalizar y desatar la violencia contra los que se presentan como enemigos/amenazas (determinadas comunidades de migrantes, activistas defensores de derechos, juristas, periodistas, líderes de movimientos, etc.) y mantienen al pueblo en un estado de incertidumbre y ansiedad, justificando la necesidad de una «mano fuerte» que mantenga la unidad de la nación.

Los regímenes autoritarios/fascistas amenazan la soberanía alimentaria por su oposición a los derechos de los pueblos, la igualdad, la diversidad, la autonomía local, la cooperación y la solidaridad. Apoyan la apropiación y el control de la tierra, del agua, de las semillas, de la riqueza natural, de los recursos públicos y los sistemas alimentarios por parte del capital transnacional. Impiden la intervención de las comunidades locales y suprimen las voces y acciones que tratan de construir la democracia del pueblo desde abajo.

Más información sobre la situación en Asia aquí.

Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Mujeres en la lucha por la soberanía alimentaria:

Queremos seguir desempeñando nuestro papel fundamental: alimentar a la humanidad

Fragmento de una entrevista con Francisca Rodriguez de Anamuri, CLOC-Via Campesina, Chile.

Los campesinos del mundo forman pueblos, comunidades, organizaciones y familias   muy diversos.   Representamos a distintas culturas y visiones del mundo. 

El proceso de conversaciones y debates sobre la soberanía alimentaria nos ha permitido reconocer y valorar nuestras actividades campesinas, es decir, que las mujeres han sido fundamentales en el desarrollo de la agricultura y siguen siendo vitales en la producción de alimentos y en su transformación.   

Hemos promovido a ultranza la cuestión de la agricultura y la agroecología, no como algo nuevo y emergente, sino que más bien hemos recuperado las prácticas agrícolas ancestrales, las que han desarrollado los pueblos originales hasta el día de hoy.    

Nunca en la historia hemos sido más conscientes del valor del campo  para la supervivencia de la propia humanidad, somos los guardianes de la tierra, vivimos donde están los recursos, y nuestra tarea es luchar por ellos y protegerlos pensando en las generaciones futuras.   

Estamos orgullosos de ser lo que somos, no queremos tener que emigrar a las ciudades o al extranjero, queremos seguir desempeñando nuestro papel fundamental: alimentar a la humanidad con nuestro trabajo, nuestro conocimiento y nuestros productos naturales, garantizando que se cumpla el derecho a la alimentación para todos sin excepción, y cuidar a la Madre Tierra al tiempo que obtenemos de ella nuestro sustento.

Voz desde el campo 2

Soberanía alimentaria – desafíos y esperanzas para las comunidades de pescadores

Ibu Zainab, miembro de Solidaritas Perempuan Anging Mammiri –   Sulawesi sudoriental, Indonesia.

El reto  de las pescadoras en nuestra lucha por la soberanía alimentaria es la forma en que las empresas y corporaciones están usurpando el océano que es la fuente de nuestras vidas. Estas corporaciones nos niegan el acceso al océano, contaminan el medio ambiente costero e incluso generan conflictos dentro de las comunidades. Nuestro gobierno nunca ha escuchado nuestras demandas, sino que se ha puesto del lado de estas corporaciones.

Como mujeres, tampoco se reconoce nuestra identidad como pescadoras y a menudo va unida al papel de nuestros maridos como pescadores. Espero que el gobierno proteja nuestro derecho a la alimentación y nuestro acceso a los recursos marinos para que podamos pescar y mantener nuestro medio de vida como productoras de alimentos a pequeña escala. Debe haber una solución de modo que la lucha por el territorio entre los intereses de las empresas, los programas gubernamentales y los derechos de la comunidad no margine a las mujeres pescadoras. Dado que Indonesia es un archipiélago, los pescadores y las pescadoras son héroes de la nación al asegurar una dieta saludable (el pescado como principal fuente de proteínas) y nuestros derechos deben ser respetados, protegidos y  honrados.

Voz desde el campo 3

La importancia de las alianzas para la soberanía alimentaria desde la perspectiva de dos agricultoras estadounidenses

¿Cómo encaja la organización en alianzas intersectoriales en los esfuerzos mundiales para la soberanía alimentaria?

Patti Naylor, Miembro de la USFSA (Alianza estadounidense por la soberanía alimentaria) y del Comité de Coordinación del Mecanismo de Sociedad Civil y Pueblos Indígenas para América del Norte.

Como campesina, veo en mi entorno cómo la agricultura dominada por las empresas no apoya a las comunidades rurales, los medios de subsistencia de los y las agricultores ni las fuentes esenciales de vida de la Madre Tierra. Tampoco produce alimentos saludables, sino que depende de largas y complejas cadenas de suministro que dan como resultado alimentos altamente procesados. La soberanía alimentaria es necesaria para sustituir este sistema desastroso. Es fundamental que nos unamos en organizaciones y construyamos nuestra fuerza colectiva en alianzas, ya que el impulso de la agricultura industrial gana velocidad y poder en todo el mundo, convirtiéndose en una fuerza que podría llegar a ser imposible de frenar. El tiempo es crítico. Las injusticias del capitalismo, los resultados del cambio climático y las perturbaciones de los mercados territoriales debidas a la COVID-19 están poniendo a los productores de alimentos en circunstancias extremas.

Al igual que en las convulsiones del pasado, lxs agricultorxs, pescadorxs, campesinxs y trabajadorxs rurales que no puedan sobrevivir económicamente abandonarán sus explotaciones y comunidades. La producción de alimentos locales e incluso la capacidad de organizarse en la resistencia se verá muy disminuida. Las zonas rurales se despoblarán a medida que la gente se traslade a las ciudades en busca de trabajo. Estos cambios pueden ser irreversibles. Al reconocer la urgencia de estas situaciones, debemos seguir construyendo alianzas que sean fuertes y se basen en objetivos comunes claramente definidos para alcanzar la soberanía alimentaria para todos los pueblos.

¿Puede hablarnos de la Alianza para la Soberanía Alimentaria de Estados Unidos (USFSA)?

Jennifer Taylor, coordinadora nacional de la Alianza para la Soberanía Alimentaria de Estados Unidos.

Como  en el foro Nyéléni 2007 , los miembros de la USFSA son agricultorxs familiares, pescadorxs, ganaderxs, trabajadorxs agrícolas, mujeres, jóvenes, trabajadorxs rurales y urbanos, consumidorxs, etc. que piensan que la alimentación es fundamental para la humanidad y que los alimentos sanos y culturalmente adecuados, producidos mediante métodos agroecológicos son la base para construir sistemas alimentarios sanos, entornos saludables.  Y creemos en los beneficios de las políticas de agroecología y soberanía alimentaria.

La USFSA defiende el derecho a la alimentación como un derecho humano básico. Como pequeña productora agroecológica y BIPOC (por black, indigenous and people of color, o sea personas negras, indígenas y de color), que promueve el bienestar y la calidad de vida, quisiera destacar que nuestro derecho humano es a la disponibilidad y el acceso a alimentos nutritivos y sanos, que beneficie a las explotaciones y los entornos comunitarios sanos, y que fomente las comunidades sanas. Este énfasis crítico defiende el derecho a la soberanía alimentaria a nivel local y global, e incluye a las poblaciones agrícolas desatendidas, a lxs agricultorxs indígenas e afroamericanos así como sus comunidades.  Es fundamental para el fomento de la capacidad participativa de los pequeños agricultores orgánicos agroecológicos locales y mundiales y sus comunidades, y para la habilitación de sistemas alimentarios locales y globales saludables.  La USFSA apoya las estrategias participativas de fomento de la capacidad que permiten el bienestar, los medios de vida y la capacidad de los agricultores indígenas negros locales y mundiales y los agricultores de color y sus comunidades.

Voz desde el campo 4

La agroecología no es sólo un conjunto de prácticas, sino una forma de vida

Anuka Desilva, MONLAR / LVC, Sri Lanka.

La agroecología no es sólo un conjunto de prácticas, sino una forma de vida. Se trata tanto de nutrir nuestro suelo, nuestros campos, como de construir la solidaridad entre nuestros pueblos. Sin solidaridad entre las personas, no hay agroecología.

En Sri Lanka, el joven colectivo de campesinxs de Dikkubura, Ahangama, Galle ha asistido a sesiones de formación agroecológica, se ha reunido con campesinxs de otras regiones y ha estudiado y debatido no sólo las prácticas que seguimos en el campo, sino también la políticas alimentarias en su conjunto.

Durante varias sesiones de formación, nuestro colectivo aprendió e intercambió información sobre las preparaciones de beejamrutha, jeevamrutha, ghana jeevamrutha, agniastra y otras preparaciones utilizadas en la agricultura natural. También aprendimos sobre la horticultura de secano y diferentes técnicas de injerto en los cultivos hortícolas. También se discutieron varias técnicas de salvaguarda de semillas. Estos fueron los aspectos prácticos. Sin embargo, no nos detenemos ahí. También estudiamos la dinámica del sistema alimentario mundial que ahora está en manos de las empresas transnacionales. Analizamos los impactos de los acuerdos de libre comercio sobre la autonomía productiva y del consumo a nivel local. Estudiamos también las disparidades de género y de casta en la propiedad de la tierra en el sur de Asia entre otras cosas. Así que las sesiones de formación tratan tanto aspectos prácticos como políticos en relación al campesinado.

La agroecología está en el centro, dando autonomía a las personas para diseñar sus sistemas alimentarios, basados en los recursos locales y la mano de obra local. Es un sistema que permite producir alimentos, en armonía con la naturaleza, y que da prioridad a la soberanía alimentaria de la comunidad local por encima de todo.

Claramente, sólo adoptar prácticas de producción sostenibles no es suficiente para ayudar al avance de la agroecología. Por lo tanto, las sesiones de formación que tenemos en LVC tratan tanto de los aspectos prácticos como políticos de la agroecología que la convertirán en una herramienta para lograr la soberanía alimentaria.

Voz desde el campo 5

Soberanía alimentaria: desafíos y esperanzas para las comunidades de pastores

Fernando Garcia, Campo Adentro, Red de Pastores Europeos – WAMIP, España.

En abril, cuando la crisis de la Covid estaba en su peor momento, los representantes de diferentes movimientos sociales del movimiento de soberanía alimentaria escribieron una carta titulada «COVID-19 – Los pequeños productores de alimentos se solidarizan y lucharán para llevar alimentos saludables a todos» (https://www.foodsovereignty.org/covid-19/).

Apenas podemos prever el impacto que esta crisis puede tener. Por una parte, existe una creciente preocupación por las pautas insostenibles de nuestros modelos alimentarios, especialmente el peligro de los sistemas de ganadería intensiva y las granjas industriales, que se asocian con la alteración del ecosistema debido a la expansión del agronegocio industrial (como la tala de bosques nativos para plantaciones de aceite de palma).

Por otra parte, el cambio climático está más actual que nunca, y la importancia de los productores de alimentos en pequeña escala es crucial. Esta crisis es una especie de «test de estrés», como dicen los economistas, de todo un sistema alimentario que abastece a una población urbana cada vez más numerosa y que se basa en un transporte y una circulación globalizados. Tal vez las pautas que hemos visto aumentar hasta ahora podrían cambiar.

Sin duda, esta crisis está afectando más a las pequeñas empresas (como tiendas y restaurantes), que por lo general están más estrechamente vinculadas a los pequeños productores locales. Algunos actores – con el comercio electrónico que ahora es el rey – podrían promover una digitalización aún más rápida de los sistemas alimentarios impulsada por los intereses y los beneficios de las empresas.

Lxs pastorxs de Europa y del mundo observan estos supuestos con gran preocupación. Pero también con la confianza que les da saber que son una parte vital de la solución. Esperamos que el movimiento ecologista no simplifique el lema «no más carne» imponiendo una visión del vegetarianismo centrada en el mundo urbano y occidental, sino que promueva un consumo responsable de productos animales de calidad, sanos y locales procedentes de los sistemas pastorales.

Las organizaciones de base, unidas en una renovada Alianza Mundial de Pueblos Indígenas Móviles y Pastores – WAMIP (www.wamipglobal.com) – están ahora activas en diferentes espacios y trabajan para tender un puente entre los debates sobre agroecología y soberanía alimentaria (nacidos en el contexto de las luchas campesinas) y las particularidades del pastoralismo. Juntos redactamos y reconocemos la Declaración de los Derechos de los Campesinos – y de los Pastores – y ahora tenemos que asegurarnos de que los espacios reales de participación y reconocimiento sitúen a los pastores en primer plano – como en el Centro de Conocimiento del Pastoreo de la FAO, o las iniciativas GASL (Programa Mundial para la Ganadería Sostenible) y LEAP (La Alianza sobre la Evaluación Ambiental y el Desempeño Ecológico de la Ganadería).  Hemos logrado que el COAG (Comité de Agricultura) de la FAO apruebe la propuesta de hacer de 2026 el Año Internacional de los Pastizales y el Pastoreo, y confiamos en el IPC (Comité Internacional de Planificación, por sus siglas en inglés) y otros procesos de la sociedad civil.

Lo más difícil es mantenernos en contacto a pesar de las distancias, y hacer tiempo para hacer crecer alianzas además del trabajo cotidiano… pero si no lo hacemos, las políticas contra el pastoralismo y los intereses económicos pondrán en peligro nuestra forma de vida, y los territorios y paisajes que nutrimos con nuestros animales.

Voz desde el campo 6

Los frutos de la soberanía alimentaria – La juventud organizada

David Otieno, Juventud de la Liga de Campesinos de Kenia/LVC, Kenia.

La soberanía alimentaria supone que los productores y consumidores de alimentos asuman el control total del proceso de producción de alimentos a partir de las semillas, la tierra, el agua, los mercados, los insumos y la distribución. Nosotros, lxs jóvenes, somos fundamentales para asegurar que se logre la soberanía alimentaria. Nuestra mayor fortaleza reside en nuestra capacidad colectiva para vivir y construir un mundo más justo y equitativo.

Dentro de LVC, nos hemos estado organizando a través de procesos de formación para establecer brigadas de jóvenes que se esfuerzan por corregir el actual sistema alimentario mundial descompuesto que se basa en la agroindustria, responsable del cambio climático. Nosotros, lxs jóvenes, hemos estado haciendo esto con el fin de colocar a los miembros de LVC que producen, distribuyen y consumen alimentos en el centro de los sistemas y políticas alimentarias,  y no como concibe el agronegocio, según las demandas de los mercados y las empresas.

En África, LVC África meridional y oriental, nuestra organización de jóvenes ha estado a la vanguardia en la recuperación de tierras abandonadas en espacios de producción alimentaria. Un buen ejemplo es el de Sudáfrica, donde lxs jóvenes, los miembros de la Campaña de Soberanía Alimentaria y el Movimiento de los Sin Tierra, todos ellos miembros de LVC, han participado en la campaña de «ocupación» destinada a convertir tierras abandonadas en espacios de producción alimentaria.

En Kenya, el colectivo juvenil de la Liga de Campesinos de Kenia, estamos empeñados en asegurar que se distribuyen semillas y alimentos a los miembros y a otras personas que se encontraban en situación de extrema necesidad durante la pandemia de coronavirus. Nuestros esfuerzos también incluyeron la asistencia a los miembros de mayor edad para cultivar y plantar sus granjas y también documentar todas las semillas entre los miembros para asegurar la facilidad de distribución.

Las brigadas de jóvenes del MST también han participado en los procesos de reconstrucción, especialmente después del ciclón Idai que azotó la mayor parte del África meridional, y también participaron en iniciativas de solidaridad durante la pandemia de coronavirus.

Recordando el foro de Nyéléni sobre soberanía alimentaria celebrado en 2007 en una pequeña aldea de Malí, se observa que la soberanía alimentaria y los jóvenes están estrechamente vinculados: la lucha por la soberanía alimentaria ha ayudado a organizar a los jóvenes, mientras que una juventud organizada garantiza el logro de la soberanía alimentaria

Cuadros

Cuadro 1

¿Por qué se estableció el boletín informativo Nyéléni?

El Foro Internacional sobre Soberanía Alimentaria de 2007 en Mali —Nyéléni—reunió a más de 500 representantes de organizaciones/movimientos de pequeños proveedores de alimentos, consumidores y organizaciones de la sociedad civil, todos ellos comprometidos en reforzar y extender la soberanía alimentaria desde la escala local a la mundial. Durante el Foro, participantes de 80 países compartieron conocimientos, visiones, estrategias y prácticas con las que estaban transformando sus comunidades, sociedades y economías, mediante los principios de la soberanía alimentaria. Estos debates revelaron el proceso de creación continuada de un gran bagaje de conocimientos por parte de los practicantes de la soberanía alimentaria al enfrentarse a los retos sociales, económicos, medioambientales y políticos. También desvelaron la centralidad y la urgencia de la soberanía alimentaria como plataforma para construir alianzas y estrategias de resistencia al neoliberalismo, al capitalismo global, al autoritarismo y a todas las formas de injusticia, desigualdad y violencia. Los participantes se comprometieron a construir solidaridad, unidad y una causa común dentro y entre los movimientos, los interesados, los géneros, las culturas y las regiones, reforzando la comunicación, la educación política, la toma de conciencia y el aprendizaje entre iguales.

El boletín Informativo Nyéléni se creó para responder a estos compromisos: para dar voz a las prioridades, inquietudes, experiencias y conocimientos del movimiento de la soberanía alimentaria, y fomentar el diálogo entre los sectores/actores. El Boletín se concibió como una herramienta informativa y educativa para contextualizar y explicar cuestiones complejas a los actores del movimiento—especialmente a los pertenecientes a los movimientos de base y a la primera línea—y también para poner sus experiencias en primer plano. El Boletín se elabora cuatro veces al año en inglés, español, y francés, y se distribuye por todo el mundo por las vías convencionales y las redes sociales.

Los miembros del movimiento eligen los temas de cada edición del boletín, y los estilos y longitud de los artículos permiten su fácil comprensión y traducción. Además de invitar a investigadores y académicos aliados a que presenten análisis, cada Boletín contiene testimonios de actores de base, e información sobre luchas, iniciativas y materiales de divulgación de movimientos por todo el mundo. El objetivo general del Boletín era y sigue siendo facilitar una pedagogía de los pueblos comprometidos con la construcción y la consecución de la soberanía alimentaria.

Cuadro 2

Canción – La Cumbia del Campesinx

La cumbia del agronegocio, la bailan los asesinos,
La cumbia del agronegocio, la bailan los asesinos,
El pueblo nunca la baila, unidos, jamás vencidos,
El pueblo nunca la baila, unidos, jamás vencidos!

La cumbia del campesino, la baila el pueblo unido,
La cumbia del campesino, la baila el pueblo unido,
Esa sí que la bailamos, porque estamos convencidos,
Esa sí que la bailamos, porque estamos convencidos,

¡Soberanía Alimentaria, queremos Reforma Agraria!
¡Soberanía Alimentaria, queremos Reforma Agraria!

¡Pasito por aquí, pasito por acá, queremos la Reforma Agraria Integral!
¡Pasito por aquí, pasito por acá, queremos la Reforma Agraria Integral!

Destacados

Destacados 1

La Soberanía Alimentaria en vanguardia de un nuevo sistema

Las políticas neoliberales no han cumplido la promesa de crecimiento económico ilimitado, mientras que las inversiones reales han perdido rentabilidad. De ahí la nueva era de financierización de la acumulación de capital, caracterizada por la desmaterialización de la economía, y por las fusiones y adquisiciones de las empresas transnacionales, que ha conducido a una concentración sin precedentes del mercado, para fomentar las nuevas inversiones en I+D (Investigación y Desarrollo) y en (bio)tecnologías. El objetivo es ampliar las fronteras del capitalismo para capturar toda la biodiversidad mundial, hundir los precios de los alimentos y la mano de obra, y reiniciar una expansión económica material.

Para lograr ese objetivo, las empresas transnacionales ejercen una influencia cada vez mayor sobre el sistema de Naciones Unidas para obtener políticas públicas y marcos normativos favorables. El Foro Económico Mundial y las empresas transnacionales están intentando transformar los principios y prácticas de gobernanza de las instituciones de la ONU en la llamada «gobernanza multisectorial», como la esfera de un número reducido de poderosos monopolios privados. La pandemia de la COVID ha puesto de manifiesto el poder de las empresas transnacionales, ya que en muchos países las grandes empresas del sector de la alimentación han recibido apoyo financiero, mientras que lxs productores a pequeña escala se han arruinado y los trabajadores del sector alimentario y agrícola (muchos de ellxs migrantes) se han quedado sin empleo y sin acceso a la alimentación.

El movimiento de la soberanía alimentaria, en el que domina la agroecología, puede estar a la vanguardia, ofreciendo una solución para relanzar la expansión económica material luchando contra el cambio climático, y configurando una nueva sociedad basada en principios igualitarios. De hecho, la FAO reconoció el papel de lxs pequeños productores de alimentos para alimentar al mundo, y están en el centro de las soluciones para mitigar el cambio climático. Hasta ahora, ninguna de las soluciones de mitigación del cambio climático planteadas por el sector empresarial es capaz de afrontar las causas subyacentes y siguen permitiendo que los que más contaminan sigan calentando nuestro planeta. Las raíces de las soluciones reales para acabar con el cambio climático están en el acceso de los pueblos a la tierra, las semillas, y el agua, y su control de las mismas, y la promoción de la agroecología, la restauración de la naturaleza y los paisajes que retienen el agua.

Así pues, tras la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de Roma en 1996, durante la cual La Vía Campesina lanzó su programa en favor de la soberanía alimentaria, se formó el Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria (IPC por sus siglas en inglés) y el Foro Nyéléni en 2007, que reunió a los movimientos sociales para acordar un programa común para la Soberanía Alimentaria; y durante el Foro Nyéléni 2015 se acordó una definición común de agroecología para popularizarla en Naciones Unidas; el movimiento de la soberanía alimentaria, por medio del IPC, solicita que se convoque otra cumbre mundial que ponga en contacto el programa de la soberanía alimentaria con otras luchas convergentes en favor de la justicia climática y el cambio de sistema, presentando las alternativas reales al sistema económico y alimentario actual que ya existen, tanto a escala local como internacional, a través de la agroecología y de un sistema económico que incluya: los mercados territoriales; relación directa entre productores y consumidores; cooperativas y mecanismos y políticas de buen gobierno liderados por la comunidad y participativos.

Destacados 2

Comunicar para alimentar: la urgencia de informar sobre la Soberanía Alimentaria

Para ejercer derechos hay que conocerlos. La comunicación alternativa, popular y comunitaria es clave para este agenciamiento, ya que implica construir mensajes desde las organizaciones y movimientos sociales que fortalecen las narrativas propias, sin intermediarios, transmitiendo desde los territorios las luchas, demandas, denuncias, ideas y propuestas para una vida digna, con justicia social, ambiental, económica y de género.

Entre mensajes monopolizados por el agronegocio -que invierten en campañas publicitarias millonarias para lavar su cara y sus culpas, y maquillan de verde los proyectos extractivos que contaminan suelos y cursos de agua-, la comunicación popular se abre paso.

A través de blogs, mensajes en redes sociales y transmisiones vía streaming, las organizaciones sociales, ambientales, feministas, campesinas, indígenas y afro, viven un nuevo auge de apropiación de los medios de comunicación, con las tecnologías (TIC’s) como grandes aliadas.

Algo que define a esta época es la articulación entre varias organizaciones para construir nuevos canales de comunicación y medios propios. Esa unidad en la diversidad, que propiciamos para llevar adelante una agenda política en común, obtiene en las plataformas transmedia un espacio propio donde disputar el sentido con la hegemonía mediática. Y hay audiencias ávidas de verse reflejadas en esos mensajes frescos, construidos desde abajo y a la izquierda, para inspirarse y encontrar una causa de la que sentirse parte.

Sobre los mensajes que abordan temáticas relativas a la construcción y ejercicio de la Soberanía Alimentaria, sean artículos, posteos, reportajes, fotoreportajes o podcast, es necesario seguir acercando historias que hablen de los proyectos emancipatorios que están en marcha en todo el mundo y afrontan persecuciones políticas, la militarización en los territorios y la imposición de paquetes tecnológicos agroindustriales que, aunque se renombren y apelliden «sostenibles», nunca serán sustentables.

En este mundo capitalista y patriarcal, son las mujeres quienes más viven con hambre y sólo el 13% posee tierras aunque, paradójicamente, sean responsables del 60% de la producción de alimentos. Las narrativas sobre Soberanía Alimentaria deben tener a las mujeres como protagonistas ineludibles de los mensajes, mostrar el trabajo territorial que realizan y estimular sus vocerías, como sujetos políticos de la agroecología.

Comunicar qué es la Soberanía Alimentaria, por qué es importante su defensa y construcción desde los territorios, debe integrar la estrategia de los movimientos. Es una herramienta clave para hacer incidencia, no un elemento accesorio.

Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Trabajadores agroalimentarios 

Extraído de Voces desde los territorios págs. 8-12

Durante la pandemia, las autoridades consideraron a los trabajadores agrícolas y de la alimentación “trabajadores esenciales”, es decir, que tenían que seguir trabajando en condiciones en las que eran tratados como prescindibles, ya que a menudo los empresarios no les facilitaban medidas adecuadas de protección[1]. El trabajo que realizan es esencial; su salud y sus vidas, según parece, no lo son. Esto ocurre con trabajadores de cadenas de suministro alimentario que ayudan a alimentar al mundo, pero que paradójicamente, suelen tener menos capacidad para alimentarse a sí mismos, porque sus salarios o sus ingresos son insuficientes para garantizar la seguridad alimentaria con alimentos suficientes, seguros y nutritivos. Las industrias alimentarias y agrícolas plantean grandes riesgos por deficiencias sistémicas.   Sólo el 5% de los trabajadores de la agricultura tiene acceso a algún tipo de sistema de inspección del trabajo o protección legal de sus derechos a la salud y seguridad. Los brotes de COVID-19 en las plantas de procesamiento de carne de todo el mundo son la mejor ilustración de los elevados riesgos y el precio pagado por los trabajadores cárnicos que aseguran los suministros de alimentos a mercados, comercios, supermercados, cantinas, restaurantes, cafés y bares. Decenas de miles de trabajadores de las plantas cárnicas se han contagiado del virus por una combinación de factores: malas prácticas laborales, muchas veces predominio de trabajadores migrantes, malas condiciones de salud y seguridad en el trabajo y hacinamiento, y en algunos casos, alojamientos inadecuados.[2] Un puñado de grandes empresas controla la industria mundial del procesamiento de carne,  con un gran poder sobre trabajadores y gobiernos. La COVID-19 ha puesto de manifiesto el modo en que las empresas están usando su poder político para influir sobre los gobiernos.[3] Aunque se obtienen ingentes beneficios y se pagan dividendos a los accionistas, la pandemia es utilizada para congelar los salarios y las prestaciones de protección social.

Más información: COVID-19 and the impact on agriculture and food security

Instrumentos y herramientas de la OIT en agricultura:

  • Convenio sobre la Inspección del Trabajo (Agricultura), 1969 (Nº. 129)
  • Convenio sobre el Derecho de Asociación (Agricultura), 1921 (Nº. 11)
  • Convenio sobre las Plantaciones, 1958 (Nº. 110)
  • Convenio sobre las Organizaciones de Trabajadores Rurales, 1975 (Nº. 141)
  • Convenio relativo a la Seguridad y la Salud en Agricultura, 2001 (Nº. 184)
  • Recomendación sobre los pisos de protección social, 2012 (Nº. 202)
  • Código de práctica sobre Seguridad y Salud en Agricultura (2011)

Voces desde el campo 2

Campesinos, campesinas y agricultores familiares a pequeña escala

Extraído de Voces desde los territorios págs. 19-23

Las organizaciones campesinas/de pequeños agricultores familiares señalan que la pandemia ha puesto de manifiesto el carácter insostenible e inadecuado del sistema alimentario mundial controlado por grandes empresas, y las desigualdades y vulnerabilidades que reproduce. Las restricciones del confinamiento han afectado de modo desproporcionado a los campesinos y sus comunidades, y sobre todo a la clase pobre y trabajadora. Los Estados han aprovechado la pandemia para ejercer un mayor control autoritario sobre la gente. Estamos asistiendo a un aumento de casos de expropiación de tierras y de recursos hídricos, asesinatos de líderes sociales, además de violencia doméstica contra las mujeres. La pandemia se está utilizando como una oportunidad de implantar reformas neoliberales, favorables a las grandes empresas en países de todas las regiones.  El cierre de los mercados territoriales (de agricultores, mercados semanales y locales, etc.) manteniendo los supermercados abiertos, ha tenido efectos desastrosos en los medios de vida de los pequeños productores, y no se justifica por exigencias de seguridad.  

Los campesinos y los agricultores familiares han estado a la vanguardia de la organización de iniciativas y mecanismos de solidaridad dirigidos a la gente y las comunidades vulnerables. Las organizaciones campesinas han organizado campañas para difundir la información sobre el modo de prevenir el contagio, han demandado medidas para proteger a los trabajadores agrícolas y de la alimentación y han denunciado la violencia contra los líderes y los pueblos, especialmente las mujeres. Han llamado a una transformación radical de los sistemas alimentarios en aras de una mayor equidad y sostenibilidad, y políticas públicas sociales y mecanismos de protección para los vulnerables. Entre ellos: la producción interna de alimentos para el consumo interno; mercados territoriales con cadenas cortas de suministro y vínculos más eficaces entre las zonas rurales y urbanas; agroecología; regulación de los precios para que favorezcan a los productores y no a los intermediarios; acceso y control de los recursos naturales por parte  de los productores; apoyo para la agricultura familiar y las asociaciones de mujeres y financiación directa de sus organizaciones; medidas financieras adecuadas, entre ellas disminución de los tipos de interés del crédito.

Voces desde el campo 3

Pescadores

Extraído de Voces desde los territorios págs. 13-15

Millones de mujeres y hombres trabajan directamente en la pesca a pequeña escala, incluyendo el procesamiento y la venta de pescado, y dependen del pescado como una proteína saludable y asequible. Los pescadores afirman que los confinamientos indiscriminados son una manifestación de la tendencia anterior a quitar importancia al papel del pescado en los sistemas alimentarios. Mientras tanto, las medidas de distanciación social y el cierre de los mercados locales han impedido a muchos pescadores a pequeña escala salir a faenar.  También ha creado problemas el “estigma del virus” en los mercados húmedos en los que también suele venderse pescado. Las mujeres representan un 80–90% del sector post-extractivo, y trabajan muy cerca de las instalaciones de procesamiento y de venta al por menor, lo cual las sitúa en mayor riesgo frente a la  COVID-19. En las plantas de procesamiento de todo el mundo, las mujeres tienden a ocupar puestos temporales y peor pagados, no tienen acceso a la protección social cuando pierden el empleo, tienen más probabilidades de ser despedidas, y no pueden defender sus derechos laborales. Muchos pescadores migrantes han quedado varados en barcos o en puertos sin poder volver a sus casas, viviendo en condiciones de hacinamiento sin agua o alimentos adecuados. Al mismo tiempo, los grandes pesqueros congeladores en alta mar y los pesqueros dedicados a las harinas de pescado han podido continuar la actividad.

Por otra parte, hay numerosos ejemplos de que los pescadores han contribuido a paliar la inseguridad alimentaria de poblaciones de sus comunidades. En Oaxaca, México, los pescadores locales aportaron su tiempo y sus barcos para proporcionar 50–60 toneladas a la semana de marisco gratuito a sus comunidades. En Kwazulu-Natal, Sudáfrica, se organizaron para proporcionar 100 paquetes de comida para los más necesitados.

Voces desde el campo 4

Pueblos indígenas

Extraído de Voces desde los territorios págs. 16-18

Las organizaciones indígenas han informado de que la COVID 19 ha agravado muchos de sus problemas estructurales anteriores, como la falta de infraestructuras básicas, agua, electricidad, carreteras asfaltadas. Los efectos preexistentes de la contaminación procedente de la minería en sus territorios sobre la salud de los pueblos indígenas los hacen más vulnerables frente a la  COVID 19 y además agudizan la injusticia, la discriminación, las desigualdades, las violaciones del derecho a la alimentación y la nutrición, del derecho a la salud y otros derechos humanos.  La pérdida de biodiversidad y hábitats en los lugares donde viven muchos pueblos indígenas han creado las condiciones para el desarrollo de enfermedades infecciosas como la COVID-19. Todas las actividades principales de los pueblos indígenas – producción agrícola de subsistencia, pesca a pequeña escala, pastoreo, y recolección – se han visto afectadas por los confinamientos.  En algunos lugares no existen condiciones higiénicas, agua ni saneamiento a disposición de las comunidades, lo que aumenta su vulnerabilidad.  Ante esta situación, los pueblos indígenas han generado sus propias iniciativas de control sanitario, a través de prácticas actuales o ancestrales.

Voces de jóvenes indígenas afirman, “la pandemia ha desvelado desigualdades, discriminación, sectorización, división por clase y fundamentalismos” de las sociedades dominantes hacia los pueblos indígenas.” Igualmente, “se está respondiendo con actos de criminalización a la defensa de sus derechos. Eso es también una pandemia”.

De cara al futuro, los pueblos indígenas se ratifican en que seguirán promoviendo la seguridad alimentaria, la soberanía tradicional, la garantía de una vivienda digna, recuperando sus formas   tradicionales de ayuda a la salud, promoviendo acciones para proteger a los mayores poseedores del conocimiento tradicional con un enfoque anti-colonial y de rendición de cuentas. Deben salvaguardar las prácticas comunitarias, las prácticas tradicionales.

Voces desde el campo 5

Pastores

Extraído de Voces desde los territorios págs. 38-39

Las organizaciones de pastores de 12 países de África Occidental han indicado que la COVID 19 está exacerbando las múltiples crisis que sufren los territorios que ya estaban siendo gravemente afectados por la inseguridad que se vive en la región desde hace años. Entre los riesgos están la muerte del ganado por las limitaciones al movimiento y las migraciones estacionales. La migración estacional es una práctica que han desarrollado para afrontar las crisis. Si no pueden practicarla, todos sus mecanismos de resiliencia se verán amenazados y es posible que asistamos a la recurrencia de hambrunas y la ruptura de familias y el éxodo masivo hacia los centros urbanos.  Podrían aumentar los conflictos rurales y va a disminuir de modo significativo la oferta de proteína animal para las poblaciones locales.  Otros pastores de Irán y Mongolia también sufren las repercusiones de los confinamientos. El retraso en la migración estacional podría producir pérdida de peso y enfermedades en el ganado por el aumento de las temperaturas en los pastos invernales, así como gastos extra por la compra de piensos y agua. Los pastores no consiguen vender materias primas como la lana, el cachemir, ni los productos cárnicos, ya que tanto los mercados locales, como las fábricas y los lugares turísticos, están cerrados. 

Voces desde el campo 6

Inseguridad alimentaria urbana

Extraído de Voces desde los territorios págs. 24-26

La incidencia de la infección por COVID-19 es mayor en las ciudades que en ningún otro lugar. En las zonas urbanas, las desigualdades socio-territoriales contribuyen de modo importante a las desigualdades actuales al acceso a alimentos adecuados. Los consumidores que compran sus alimentos en supermercados vieron el suministro de alimentos gravemente alterado, sobre todo en las primeras fases de la  COVID-19. Además, se produjo un aumento del consumo de productos procesados de baja calidad nutricional. En muchas ciudades, se han interrumpido programas públicos de alimentación y seguridad nutricional, entre ellos las cantinas escolares.  De las ciudades que respondieron al estudio de la FAO a partir de encuestas electrónicas, el 88% informó de que habían suspendido la oferta de comida a los estudiantes.  No obstante, en todos los países se han autorizado unilateralmente las entregas a los consumidores de Agricultura Sostenida por la Comunidad, a pesar de la interrupción de otras formas de venta directa, principalmente porque los alimentos no se envasan y son manejados de modo seguro por los productores.

Voces desde el campo 7

Mujeres

Extraído de La cuestiones de género, la COVID-19 y los sistemas alimentarios: impactos, respuestas comunitarias y exigencias políticas feministas.

Consideramos que nunca se alcanzará el derecho a la alimentación, a la seguridad alimentaria y la nutrición, ni la soberanía alimentaria, sin que se garantice el pleno respeto, protección y obtención de los derechos de las mujeres y el desmantelamiento de las relaciones de poder patriarcales, feudales y neoliberales. Queremos ir más allá del objetivo universalmente acordado de igualdad de género y empoderamiento de las mujeres, que no afirma de modo explícito la centralidad de los derechos de las mujeres, el reconocimiento de nuestra autodeterminación, autonomía y poder decisorio en todos los aspectos de nuestras vidas y nuestros cuerpos, incluyendo los alimentos que producimos y consumimos. A la luz de esta pandemia, reconocemos la necesidad de de-construir el relato dominante sobre las mujeres, que suelen ser retratadas como víctimas que necesitan políticas contra la pobreza y asistencia social.

Consideramos que el sistema alimentario mundial actual está construido sobre la discriminación basada en el género y la violación de los derechos de la mujer y las perpetúa. Para lograr una sociedad justa y equitativa, en la cual las mujeres puedan disfrutar plenamente de sus derechos y su autodeterminación, el modelo alternativo de consumo y producción fundado en la agroecología y el paradigma de la soberanía alimentaria debe situarse en el centro. 

Consideramos que todas las demandas políticas deben fundarse en los principios feministas fundamentales, como la justicia, la igualdad y la equidad de género, la no discriminación y la   interseccionalidad, participación y reconocimiento.

Voces desde el campo 8

Jóvenes

Extraído de Reivindicaciones de la juventud para la transformación radical de los sistemas alimentarios.

La Covid-19 y las respuestas de los gobiernos están teniendo repercusiones devastadoras sobre los jóvenes y sobre nuestras comunidades por todo el mundo. Estamos sufriendo los impactos combinados de una crisis sanitaria aguda, una crisis alimentaria actual e inminente y una crisis climática – que son todas ilustrativas de una crisis sistémica más amplia.

En esta época de crisis múltiples, los jóvenes afrontan retos diversos. Con la caída de los mercados, el cierre de las escuelas, y la desaparición de los empleos, vemos como las oportunidades y el futuro se desvanecen. Pero no estamos de brazos cruzados.  Nosotros, como parte de una comunidad diversa de Jóvenes de todo el mundo, estamos activos en el desarrollo de soluciones a los retos que afrontan nuestras comunidades: nos estamos organizando para seguir proporcionando alimentos a nuestras comunidades y cuidando a nuestros mayores y a nuestros niños; estamos acortando las distancias del productor al consumidor; estamos defendiendo los programas escolares de alimentación y los mercados locales; estamos reconstruyendo las economías y los territorios rurales, asegurando que los jóvenes puedan permanecer en el campo y volver al campo; estamos cuidando y curando el planeta al cultivar alimentos nutritivos mediante la agroecología; estamos revelándonos frente a la violencia doméstica contra las mujeres y las niñas, así como contra el racismo, la homofobia, la xenofobia y el patriarcado; y estamos defendiendo los derechos de los trabajadores y los migrantes, al igual que los derechos de los habitantes rurales. También estamos imaginando maneras nuevas de organizar el mundo: visualizando sistemas alimentarios saludables, sostenibles y dignificados, y dando pasos para lograrlos.  


[1] https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=25892&LangID=S

[2] https://www.theguardian.com/environment/2020/may/11/chaotic-and-crazy-meat-plants-around-the-world-struggle-with-virus-outbreaks (caótico y disparatado: lucha de las plantas cárnicas mundiales contra brotes del virus)

[3] https://www.oxfam.org/es/informes/poder-ganancias-y-pandemia

Cuadros

Cuadro 1

La COVID- 19 enfatiza por qué deben desaparecer las cadenas globales de suministro de alimentos controladas por las corporaciones

La pandemia de la COVID-19 ha dejado clara la fragilidad de las cadenas globales de suministro de alimentos que han venido dominando cada vez más la producción y distribución de alimentos tanto en el Norte global como en el Sur global. La cadena ya se está rompiendo por uno de sus eslabones más críticos: la mano de obra migrante.  Las personas trabajadoras están siendo víctimas de la COVID-19 al verse privadas de los equipos de protección más básicos, como las mascarillas, y debido a unas condiciones de trabajo de gran aglomeración, donde las normas de distancia social parecen una simple burla.

No obstante, la cadena global de suministros no sólo se ve amenazada por los problemas de la producción y del procesamiento, sino también por los cuellos de botella del transporte, sobre todo en nodos centrales clave como el de Rosario (Argentina), por el miedo de la gente a los transportes de larga distancia como principales transmisores del virus. La crisis alimentaria global de 2007-2008 debería haber dejado patente la vulnerabilidad de las cadenas globales de suministro controladas por las corporaciones, pero no han hecho sino ampliarse desde entonces.

¿Qué cambios en el sistema alimentario global nos impulsa a implementar la debacle de la COVID-19? Posiblemente, la medida más importante sea devolver la producción de alimentos a sistemas localizados más sostenibles basados en pequeños productores. Además de la producción localizada, el menor uso de combustibles fósiles que se requiere resultará mucho mejor para el clima que la producción basada en cadenas de suministro.

Es necesario respetar las tecnologías agrarias tradicionales campesinas e indígenas, puesto que constituyen un enorme acervo cultural y de conocimiento, y representan la evolución de un equilibrio beneficioso entre la comunidad y la biosfera.

A menudo se dice que las crisis no deben desaprovecharse. Si puede sacarse algo bueno de la crisis de la COVID-19, es la oportunidad que abre a la soberanía alimentaria.

El artículo completo está disponible en https://www.tni.org/files/publication-downloads/web_covid-19.pdf

Cuadro 2

La relocalización de los sistemas alimentarios y la agroecología: los caminos a seguir

La crisis de la COVID- 19 ha demostrado que los sistemas alimentarios locales y los canales cortos de comercialización son más resilientes y capaces de innovar en tiempos de crisis, así como de alimentar a las personas con alimentos sanos sin depender de un gran número de eslabones de las cadenas de suministro.

Las iniciativas más eficaces para enfrentar las crisis provocadas por la COVID se han producido sobre todo entre distintas comunidades locales organizadas a múltiples niveles, a menudo en colaboración con organismos gubernamentales y poderes públicos receptivos. Éstas han movilizado y apoyado la distribución de paquetes de alimentos y comidas preparadas, productos básicos, materiales de protección sanitaria, semillas, insumos para la producción y otros elementos de apoyo a la subsistencia para familias y comunidades vulnerables tanto dentro de los países como en otros países y regiones.

En cada zona, los agricultores y agricultoras familiares, los pescadores y pescadoras, y las organizaciones de consumidores han generado y reforzado conexiones directas a través de modelos de agricultura sostenida por la comunidad (ASC), pesquerías apoyadas por la comunidad, entregas directas a domicilio, o incluso la expansión de cooperativas alimentarias y de programas sociales. Cuando ha sido posible, los productores y productoras han empleado las plataformas online para comercializar sus productos de forma directa. Los esquemas de apoyo mutuo, desde las cocinas comunitarias hasta las ASC y las clínicas comunitarias, han ayudado a cerrar la brecha del hambre y la pobreza.

Las principales propuestas de cambio sistémico que presentan estas comunidades son la agroecología y la relocalización de los sistemas alimentarios: apoyar la producción agroecológica, las economías sociales y su protección, la comercialización cooperativa, los canales cortos y las cadenas de suministro cortas, así como garantizar unos entornos de trabajo seguros y el correcto funcionamiento de los mercados alimentarios de los territorios, al igual que otras formas de suministro de alimentos producidos por pequeños agricultores y ganaderos locales, incluida la compra pública de alimentos.

Destacados

Destacados 1

Voces desde los territorios: solo con una transformación radical del sistema alimentario se puede atajar la COVID-19

La aparición de la pandemia de COVID- 19, su propagación y el impacto tan devastador que está teniendo empeoran aún más las injusticias ya existentes del sistema. El modo en que construimos, organizamos y controlamos nuestros sistemas alimentarios tiene un papel fundamental en estas injusticias. Las décadas de prácticas neoliberales, la reducción del papel del estado y el favorecimiento de un sistema alimentario de libre mercado, han provocado el desmantelamiento de políticas públicas y de reglamentación, han dado prioridad a las exportaciones de mercancías y a los beneficios de las grandes compañías alimentarias en lugar de proteger el medio de vida de los pequeños productores, los sistemas alimentarios locales y la soberanía alimentaria. La COVID-19 es otra más de una serie de enfermedades infecciosas y crisis vinculadas al sistema alimentario industrializado, y no será la última.

Las personas más afectadas por la pandemia son, entre otras, las mujeres, los y las jóvenes, las personas refugiadas y migrantes, las personas trabajadoras y pequeñas productoras de alimentos, los pueblos sin tierra, las personas urbanas pobres en situación de inseguridad alimentaria, y los pueblos indígenas. Muchas de ellas no tuvieron la posibilidad de confinarse dada su dependencia de un sueldo diario, y tampoco contaron ni con reservas económicas ni con una protección social adecuada o con sistemas de apoyo estatal a los que recurrir en tiempos de crisis. La COVID-19 ha dejado claro que la “competitividad” del modelo agroindustrial se basa en un alto grado de inseguridad y en la explotación de los trabajadores, con sueldos muy bajos y condiciones laborales precarias, y genera riesgos tanto para la salud como para el medioambiente.

Frente a la COVID-19, resulta más necesario que nunca que transformemos el sistema alimentario hacia la soberanía alimentaria, la agroecología, los derechos humanos y la justicia. Esta crisis no puede resolverse con medidas de urgencia y paquetes de incentivos que siguen perpetuando este modelo.

A pesar de ello, muy pocos gobiernos han respondido a la crisis intentando aplicar los derechos humanos o centrarse en las necesidades de las comunidades más desfavorecidas. Las políticas oficiales y el apoyo económico han favorecido sobre todo a las corporaciones, a los grandes productores y a las cadenas de suministro globales, garantizándoles el capital y la mano de obra que necesitan para continuar funcionando. Las respuestas de los gobiernos han venido determinadas por las desigualdades económicas y sociales que históricamente han existido entre países y dentro de cada uno de ellos. Los países que ahora se encuentran en vías de desarrollo se enfrentan a la amenaza de fuga de capitales, a grandes préstamos con condiciones que provocarán un mayor endeudamiento, y a unas políticas inminentes de ajustes estructurales. Los informes locales muestran que las respuestas oficiales presentaron sobre todo enfoques aislados, así como falta de preparación y coordinación. Además, no existió una cooperación internacional suficiente que permitiera atajar los factores que estaban favoreciendo la aparición y la devastadora propagación de la COVID-19, ni que permitiera responder de forma adecuada a las necesidades más inmediatas ni a una recuperación a más largo plazo.

Resulta preocupante que muchos gobiernos recurrieran a poderes de excepción (supuestamente con el fin de controlar la pandemia) que les permitieron controlar todos los aspectos de la gobernanza y la seguridad sin ningún tipo de control democrático. Estos poderes se han utilizado para criminalizar la disidencia y para hacer cumplir por la fuerza confinamientos injustos.

Aunque los gobiernos y las instituciones internacionales emplean la narrativa de “reconstruir mejor”, sus políticas prestan más apoyo a las grandes corporaciones, a la digitalización corporativa y a las nuevas tecnologías. Por el contrario, las respuestas que han puesto en marcha las comunidades han demostrado valores de comunidad, solidaridad, resiliencia, sostenibilidad y dignidad humana. Estos dos planteamientos no pueden coexistir.

Los movimientos de base demandan medidas concretas, basadas en lo que se necesita para una recuperación justa frente a la COVID-19:

1. Romper con los enfoques neoliberales del pasado

2. Poner en práctica la Soberanía alimentaria

3. Situar la prioridad en lo público

4. Reforzar una gobernanza alimentaria global basada en los derechos humanos

Pedimos un cambio de paradigma, donde se recuperen unos sistemas alimentarios entendidos como un patrimonio común que garantice el bienestar de las personas y del planeta, que se fundamenten en los derechos humanos, que pongan en práctica la soberanía alimentaria, que reconozcan el papel prioritario de las políticas públicas y que refuercen un modelo de gobernanza verdaderamente inclusivo, democrático y coherente que haga efectivo el derecho a una alimentación adecuada para todos y todas, tanto ahora como en el futuro.

Destacados 2

¿Puede la agroecología detener la COVID-21, 22 y 23?

El sistema alimentario global, basado en la desigualdad, la explotación laboral y un extractivismo desenfrenado que roba a las comunidades sus recursos naturales y sociales, no deja de ver el surgimiento de patógenos y más patógenos. Como respuesta a esto, algunos representantes del sector proponen una mayor intensificación de la agricultura con el pretexto de “preservar los espacios naturales”, lo que provoca una mayor deforestación y la propagación de enfermedades.

La separación de tierras (land-sparing) omite muchas agriculturas campesinas, indígenas y familiares que se integran en los ecosistemas silvícolas y producen alimentos y fibras para su uso a nivel local y regional. De hecho, la integración (land-sharing) campesina e indígena preserva unos niveles muy altos de agrobiodiversidad y de diversidad silvestre que impide la propagación de agentes patógenos.

Pandemic Research for the People (PReP) es una organización formada por agricultores, investigadores y miembros de comunidades, y se centra en cómo reimaginar la agricultura para frenar desde el principio la aparición de coronavirus y otros agentes patógenos. Defendemos la agroecología, un ambientalismo de los campesinos, los pobres y los indígenas que lleva años en práctica, y trata la agricultura como parte de la ecología, de donde la humanidad obtiene sus alimentos. Una matriz agroecológica diversa, formada por terrenos agrícolas, agroforestales y pastizales integrados en un espacio forestal, puede conservar la diversidad biocultural e impedir que las enfermedades zoonóticas se enlacen en cadenas de infecciones y salten a la red mundial de desplazamientos y transportes. Una diversidad como esta también respalda las condiciones económicas y sociales de las personas que cuidan del campo.

Las agroecologías campesinas no se limitan a la tierra y los alimentos, por muy importante que estos sean. La influencia que ejercen para frenar las pandemias y sobre otros bienes sociales radica en el contexto más amplio en el que se enmarcan. Las agroecologías se basan en políticas prácticas que sitúan la agencia y el poder en manos de las clases trabajadoras y desfavorecidas, en las personas indígenas, negras y mulatas. Sustituyen las dinámicas de urbanización e industrialización agrícola (perjudiciales desde un punto de vista ecológico y epidemiológico) que favorecen el capitalismo racial y patriarcal. Ponen el planeta y a las personas por delante de los beneficios que solo unos pocos disfrutan.