Boletín núm. 13 – Editorial

Soberanía alimentaria

Ilustración: Anna Loveday-Brown

«Cada lucha, en cualquier parte del mundo por la soberanía alimentaria es nuestra lucha «. Declaración de Nyéléni

La Via Campesina lanzó durante la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996 un concepto que no solo supuso un desafío al modelo de producción globalizada de alimentos, dominado por las compañías y dirigido por el mercado, sino que también ofreció un nuevo paradigma de lucha contra el hambre y la pobreza a través del desarrollo y el fortalecimiento de las economías locales. Desde entonces, la soberanía alimentaria ha cautivado a gentes de todo el mundo, incluso a muchos gobiernos e instituciones multilaterales, y se ha convertido en la bandera que ha unido a todos los que se comprometen con la justicia social, medioambiental, económica y política en el mundo.

La soberanía alimentaria y la seguridad alimentaria difieren en su enfoque y su política.
La seguridad alimentaria no distingue de dónde proceden los alimentos, o las condiciones en las que se producen y distribuyen. A menudo, los objetivos nacionales en materia de seguridad alimentaria se logran con alimentos producidos bajo condiciones destructivas para el medio ambiente, explotadoras, y con la ayuda de subsidios y
políticas que destruyen la producción local de alimentos, pero benefician a las grandes compañías de la industria del agronegocio. La soberanía alimentaria pone el énfasis en la producción, distribución y consumo adecuados desde el punto de vista ecológico, en la justicia social y económica, y en los sistemas locales de alimentos como vías para
luchar contra el hambre y la pobreza y garantizar la seguridad alimentaria sostenible para todos los pueblos. Defiende un comercio e inversión que trabajan en favor de las aspiraciones sociales colectivas de la sociedad. Promueve el control comunitario de los recursos productivos; la reforma agraria y la seguridad en la tenencia de la tierra para
los pequeños productores; la agroecología; la biodiversidad; el conocimiento local; los derechos de los campesinos y campesinas, las mujeres, los pueblos indígenas y los trabajadores; la protección social y la justicia climática.

En 2001, delegados de organizaciones campesinas, de pescadores artesanales, de la sociedad civil y del sector académico se reunieron en La Habana con motivo del Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria para trabajar sobre los distintos elementos de la soberanía alimentaria.
Desde el año 2000, los activistas contrarios al Acuerdo de la OMC sobre agricultura empezaron a reclamar el apoyo público para una producción de alimentos sostenible de base familiar, haciendo un llamamiento a que se diera prioridad a la Soberanía Alimentaria de los Pueblos, y a que la OMC se mantuviera fuera de la agricultura y la alimentación.
El Foro Internacional sobre Soberanía Alimentaria celebrado en Mali en 2007 representó un hito crucial y reunió a más de 500 personas de 80 países con el fin de agrupar ideas, estrategias y acciones para fortalecer el movimiento global en favor de la soberanía alimentaria.

La Declaración de Nyéléni sintetiza la visión de este movimiento y afirma:
La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. La soberanía alimentaría supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones.

La soberanía alimentaria tiene sentido para los habitantes de las zonas tanto rurales como urbanas, tanto para los países pobres como para los ricos. Representa no solo un espacio de resistencia frente al neoliberalismo, capitalismo de libre mercado, comercio e inversión destructivos, sino un espacio donde construir sistemas alimentarios y económicos democráticos y un futuro justo y sostenible. Su poder transformador ha sido reconocido por los Relatores Especiales para el Derecho a la alimentación, Jean Zeigler y Olivier de Schutter, y en documentos de política fundamentales, como el Informe IAASTD.

Más de mil millones de pequeños productores, muchos de ellos y ellas a su vez trágicamente hambrientos, producen la mayoría de los alimentos del mundo. Si no les damos más voz y más capacidad, no podrán encontrar soluciones duraderas frente al catastrófico cambio climático, la degradación del medio ambiente y las sacudidas de la economía.

La historia de la soberanía alimentaria es una historia de lucha y esperanza. Esta edición del boletín Nyéléni está dedicada a las luchas que nos ayudan a tener esperanza en un mundo mejor. Ahora, más que nunca, ha llegado el momento de la soberanía alimentaria.

Focus on the Global South

Boletín núm. 12 – Editorial

Migración y agricultura

Ilustración: «Con o sin papeles, trabajadores unidos!» – Titom

La alimentación no sólo es esencial para la vida, sino también una expresión de nuestras culturas y sociedades. El sistema alimentario corporativo dominante despoja a los alimentos de su valor vital y social, reduciéndolos a una simple mercancía; el objetivo es poder sacar el máximo beneficio de todas las fases de la producción intensiva, el procesamiento, la distribución y, en última instancia, la especulación con alimentos en los mercados financieros.
Este sistema presiona para separar a quienes consumen alimentos de quienes los producen. Mientras que los pequeños agricultores continúan alimentando a más del 70% de la población mundial, el sistema neoliberal y sus políticas comerciales está obligando a campesinos y campesinas, pescadores artesanales, pastores y pueblos
indígenas a abandonar sus territorios, fomentando el desarrollo de explotaciones intensivas de monocultivo, granjas industriales, instalaciones de procesamiento alimentario y plantas de distribución, empleando a trabajadores agrarios como mano de obra.

De forma cada vez más frecuente, estos trabajadores agrarios son migrantes obligados a abandonar sus países de origen para escapar de la pobreza y el hambre. Cada vez más, debido a las políticas de inmigración racial y la militarización de las fronteras, los y las migrantes arriesgan sus vidas para cruzar fronteras sin documentación. Cada
vez más, los inmigrantes indocumentados son perseguidos y criminalizados, al mismo tiempo que se les explota (e incluso esclaviza) dentro del sistema de producción alimentaria, para el que resultan indispensables.
La lucha contra el actual sistema alimentario mundial es también una lucha por la defensa de los derechos de las personas migrantes. La lucha por la soberanía alimentaria es también una lucha que pretende devolver a los pueblos la libertad de decidir entre quedarse o dejar sus comunidades y territorios.

Boletín núm. 11 – Editorial

Comida y ciudades

«Si los alimentos naturales son caros entonces se convierten en alimentos de lujo y solamente los ricos pueden comprarlos. […] Los alimentos naturales han de estar disponibles localmente a un precio razonable.»
Masanobu Fukuoka, La Revolución de una Brizna de Paja


Agricultura urbana: ¿un avance hacia la soberanía alimentaria?

Casi una tercera parte de los alimentos frescos del mundo los suministran unas mil millones de personas que cultivan frutas y verduras en granjas y huertos urbanas y periurbanos.

La mayor parte de estos productos los consumen los mismos productores y, una parte importante, se destina a los mercados urbanos a un precio asequible. Debido a que más de la mitad de la población pobre ahora vive en las ciudades y a la peligrosa volatilidad del mercado alimentario global, estos alimentos producidos localmente son cada
vez más importantes para la seguridad alimentaria urbana. La mayor parte de esta producción urbana tiene lugar en el Sur Global (p.ej., Hanoi: 80% de las verduras frescas, Shanghai: 60% de las verduras, 100% de la leche, 90% de los huevos, 50% del cerdo y las aves de corral; Dakar, 60% de las verduras, 65% de las aves de corral y 50% de la leche; Accra, 90% de las verduras frescas; La Habana: 2438,7 hectáreas que producen 25000 toneladas de alimentos cada año); cada vez más, la producción de alimentos urbanos tiene lugar en ciudades en el norte entre grupos marginalizados y desatendidos.

Al producir sus propios productos frescos, las comunidades urbanas mejoran su dieta y sus ingresos. Con la crisis global recurrente en los productos alimentarios, la agricultura urbana está creciendo en proceso, distribución y está experimentando un cambio gradual hacia el control local sobre el sistema alimentario.

Eric Holt-Gimenez, Food First

Boletín núm. 10 – Editorial

Economía «verde»

Ilustración, Anna Loveday-Brow

Al cumplirse dos décadas de la Cumbre de la Tierra, en junio, se celebrará en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, Río +20. La economía «verde» va a ser el tema central de las discusiones y los debates en Río +20, y constituye una forma de transformar la crisis ambiental en un recurso más de acumulación, pues en esta etapa del capital se considera al mercado como principal medio para responder a la crisis ambiental global, y buscan hacerlo de una manera que parezca «sustentable». La presente edición del Boletín Nyéléni, nos invita a animar la discusión en torno a la economía verde proporcionándonos algunos elementos que alimenten el debate y la construcción de alternativas. Lo cierto es, que el capital se está organizando para apropiarse de los territorios, para transformar la naturaleza en una mercancía más, aumentando las bases de explotación y privatización. La economía «verde» antepone el principio del negocio y del lucro por encima de cualquier consideración social, e incluso por encima de la reproducción de la propia vida. De ahí que nuestro reto es ir construyendo una capacidad territorial de movilización basada en la solidaridad, internacionalismo y la integración de los pueblos, para convertir
nuestras luchas en realidades.

Nuestras principales tareas son globalizar la esperanza y la resistencia.

CLOC-VIA CAMPESINA

Boletín núm. 8 – Editorial

Agua

El ruido del agua
El estanque antiguo
Salta una rana
El ruido del agua
Frog Haiku by Matsuo Bashô, traducción de Octavio Paz

¡Aguas para la vida, no para la muerte!
Grito de lucha de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales

Ilustración, Anna Loveday-Brow

Durante siglos, en todo el mundo, el agua ha sido un recurso fundamental para la civilización, la cultura y el progreso. Los itinerarios de los nómadas y los viajeros se vieron guiados por la proximidad a fuentes de agua segura y determinaban donde se establecerían los asentamientos de comunidades y naciones. El agua ha inspirado a la poesía, la música, el arte y la literatura y ha dado forma a dietas, tradiciones culinarias y la salud de nuestras familias y sociedades. Al igual que el aire que respiramos, el agua es la esencia fundamental de la vida y, quizás por esta razón, su uso y gobernanza está llena de conflictos e intereses creados. El agua se ha represado, desviado, embotellado, transportado, contaminado, envenenado y purificado y, además de todo esto, ha sido responsable tanto de la vida como de la muerte.

Esta publicación del boletín Nyéléni describe las presiones y las demandas que existen sobre los recursos hídricos de nuestro planeta; los intentos de controlar el acceso a través de privatización y mercantilización y los crecientes intentos que llevan a cabo personas extraordinarias para defender su derecho al agua y para protegerla de la captura elitista. No se puede permitir que los gobiernos den a las empresas y a las clases adineradas acceso preferente para que controlen el agua. Es imperativo y urgente que unamos nuestras fuerzas para defender el agua como bien común, como riqueza colectiva y compartida de la generación presente y las generaciones venideras.

Shalmali Guttal, Focus on the Global South

Boletín núm. 7 – Editorial

Pesca y cambio climático

Ilustración, Anna Loveday-Brown

Pescando por el futuro – las comunidades pesqueras artesanales luchan por su modo de vida.

Generalmente, los países en desarrollo son más vulnerables frente a los efectos del cambio climático que los países más desarrollados, debido a su escasa capacidad para adaptarse al cambio y la variabilidad del clima. El aumento de las temperaturas de superficie en los mares del mundo, el aumento del nivel del mar, los cambios irregulares en las precipitaciones medias anuales y la mayor variabilidad e intensidad de los fenómenos climáticos extremos plantea una amenaza grave para las comunidades costeras e insulares, que dependen fuertemente de los recursos pesqueros para su bienestar – comunidades donde la pobreza está extendida y hay pocos medios alternativos de subsistencia disponibles. En medio de la destrucción que ha provocado la falta de una gobernanza responsable en el uso de la tierra y los recursos naturales, los pescadores artesanales luchan para recuperar sus zonas de pesca; ven que los gobiernos y los responsables de los planes de utilización del suelo están aprovechando la catástrofe como una oportunidad para acabar con las actividades de pesca artesanal en esas zonas y destinarlas al desarrollo de infraestructuras turísticas y a otros usos. La pesca no supone solamente una fuente de empleo, renta y alimentos para el sector pesquero artesanal; es un modo de vida basado en la armonia social y medioambiental que fortalece a las comunidades y proporciona apoyo a las medidas de adaptación especialmente para los más vulnerables, sobre todo las mujeres. Los pescadores artesanales pueden construir y reforzar su capacidad de adaptación si se les ayuda, y no se les obliga a abandonar las aguas en los que pescan.

Margaret Nakato, Co- Presidente del World Forum of Fish Harvesters & Fish Workers

Boletín núm. 6 – Editorial

Mujeres y soberanía alimentaria

Ilustración, Anna Loveday-Brown

¿Cuál es la estrategia necesaria para cambiar la situación de las mujeres en todo el mundo?
Algunas feministas piensan que se tiene que reconocer lo que es propio de las mujeres y que es invisibilizado y/o considerado inferior por una sociedad machista y patriarcal. Otras dicen que hay que luchar por la redistribución de la riqueza entre mujeres y hombres, superando las bases de su desigualdad, que resulta de una división sexual del trabajo y del poder. Pero muchas ya se han dado cuenta de que este es un falso dilema; para seguir adelante es necesario articular acciones aparentemente contradictorias de reconocimiento y al mismo tiempo de redistribución. El principio de la Soberanía Alimentaria cada vez más reconoce la contribución de las mujeres en la producción de alimentos, desde la agricultura hasta la elaboración de comidas para su familia, o en las cantinas escolares y otros locales comunitarios. Contempla asimismo la necesidad de redistribución de tierras y condiciones de producción de manera igualitaria entre mujeres y hombres. Es necesario dar un paso adelante en el reconocimiento de la necesidad de redistribuir el trabajo realizado por las mujeres en el cuidado de toda la familia – incluso en la preparación de los alimentos – entre todos los que conviven. En todo el mundo, sea en el campo o en la ciudad, las mujeres y las niñas realizan jornadas de trabajo más extensas que los hombres, cuando se toma en cuenta la suma de las horas dedicadas por ellas al trabajo remunerado y a las tareas domésticas. Ellas son las primeras en levantarse y las últimas en acostarse. Tener Soberanía Alimentaria implica cambiar no sólo el modelo de producción de alimentos, sino también el de consumo. Eso implica tener tiempo para preparar, comer, compartir y también tener tiempo para sí mismas. Este cambio no puede tener como base el aumento del trabajo de las mujeres. Para tener más tiempo, no necesitamos ni fast-food, ni enlatados, necesitamos sí de políticas públicas de apoyo a la reproducción, como alimentación en las escuelas y restaurantes populares, y… ¡compartir el trabajo entre todas y todos!

Miriam Nobre, Coordinadora del Secretariado Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres