Destacados

Destacados 1

La Soberanía Alimentaria en vanguardia de un nuevo sistema

Las políticas neoliberales no han cumplido la promesa de crecimiento económico ilimitado, mientras que las inversiones reales han perdido rentabilidad. De ahí la nueva era de financierización de la acumulación de capital, caracterizada por la desmaterialización de la economía, y por las fusiones y adquisiciones de las empresas transnacionales, que ha conducido a una concentración sin precedentes del mercado, para fomentar las nuevas inversiones en I+D (Investigación y Desarrollo) y en (bio)tecnologías. El objetivo es ampliar las fronteras del capitalismo para capturar toda la biodiversidad mundial, hundir los precios de los alimentos y la mano de obra, y reiniciar una expansión económica material.

Para lograr ese objetivo, las empresas transnacionales ejercen una influencia cada vez mayor sobre el sistema de Naciones Unidas para obtener políticas públicas y marcos normativos favorables. El Foro Económico Mundial y las empresas transnacionales están intentando transformar los principios y prácticas de gobernanza de las instituciones de la ONU en la llamada «gobernanza multisectorial», como la esfera de un número reducido de poderosos monopolios privados. La pandemia de la COVID ha puesto de manifiesto el poder de las empresas transnacionales, ya que en muchos países las grandes empresas del sector de la alimentación han recibido apoyo financiero, mientras que lxs productores a pequeña escala se han arruinado y los trabajadores del sector alimentario y agrícola (muchos de ellxs migrantes) se han quedado sin empleo y sin acceso a la alimentación.

El movimiento de la soberanía alimentaria, en el que domina la agroecología, puede estar a la vanguardia, ofreciendo una solución para relanzar la expansión económica material luchando contra el cambio climático, y configurando una nueva sociedad basada en principios igualitarios. De hecho, la FAO reconoció el papel de lxs pequeños productores de alimentos para alimentar al mundo, y están en el centro de las soluciones para mitigar el cambio climático. Hasta ahora, ninguna de las soluciones de mitigación del cambio climático planteadas por el sector empresarial es capaz de afrontar las causas subyacentes y siguen permitiendo que los que más contaminan sigan calentando nuestro planeta. Las raíces de las soluciones reales para acabar con el cambio climático están en el acceso de los pueblos a la tierra, las semillas, y el agua, y su control de las mismas, y la promoción de la agroecología, la restauración de la naturaleza y los paisajes que retienen el agua.

Así pues, tras la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de Roma en 1996, durante la cual La Vía Campesina lanzó su programa en favor de la soberanía alimentaria, se formó el Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria (IPC por sus siglas en inglés) y el Foro Nyéléni en 2007, que reunió a los movimientos sociales para acordar un programa común para la Soberanía Alimentaria; y durante el Foro Nyéléni 2015 se acordó una definición común de agroecología para popularizarla en Naciones Unidas; el movimiento de la soberanía alimentaria, por medio del IPC, solicita que se convoque otra cumbre mundial que ponga en contacto el programa de la soberanía alimentaria con otras luchas convergentes en favor de la justicia climática y el cambio de sistema, presentando las alternativas reales al sistema económico y alimentario actual que ya existen, tanto a escala local como internacional, a través de la agroecología y de un sistema económico que incluya: los mercados territoriales; relación directa entre productores y consumidores; cooperativas y mecanismos y políticas de buen gobierno liderados por la comunidad y participativos.

Destacados 2

Comunicar para alimentar: la urgencia de informar sobre la Soberanía Alimentaria

Para ejercer derechos hay que conocerlos. La comunicación alternativa, popular y comunitaria es clave para este agenciamiento, ya que implica construir mensajes desde las organizaciones y movimientos sociales que fortalecen las narrativas propias, sin intermediarios, transmitiendo desde los territorios las luchas, demandas, denuncias, ideas y propuestas para una vida digna, con justicia social, ambiental, económica y de género.

Entre mensajes monopolizados por el agronegocio -que invierten en campañas publicitarias millonarias para lavar su cara y sus culpas, y maquillan de verde los proyectos extractivos que contaminan suelos y cursos de agua-, la comunicación popular se abre paso.

A través de blogs, mensajes en redes sociales y transmisiones vía streaming, las organizaciones sociales, ambientales, feministas, campesinas, indígenas y afro, viven un nuevo auge de apropiación de los medios de comunicación, con las tecnologías (TIC’s) como grandes aliadas.

Algo que define a esta época es la articulación entre varias organizaciones para construir nuevos canales de comunicación y medios propios. Esa unidad en la diversidad, que propiciamos para llevar adelante una agenda política en común, obtiene en las plataformas transmedia un espacio propio donde disputar el sentido con la hegemonía mediática. Y hay audiencias ávidas de verse reflejadas en esos mensajes frescos, construidos desde abajo y a la izquierda, para inspirarse y encontrar una causa de la que sentirse parte.

Sobre los mensajes que abordan temáticas relativas a la construcción y ejercicio de la Soberanía Alimentaria, sean artículos, posteos, reportajes, fotoreportajes o podcast, es necesario seguir acercando historias que hablen de los proyectos emancipatorios que están en marcha en todo el mundo y afrontan persecuciones políticas, la militarización en los territorios y la imposición de paquetes tecnológicos agroindustriales que, aunque se renombren y apelliden «sostenibles», nunca serán sustentables.

En este mundo capitalista y patriarcal, son las mujeres quienes más viven con hambre y sólo el 13% posee tierras aunque, paradójicamente, sean responsables del 60% de la producción de alimentos. Las narrativas sobre Soberanía Alimentaria deben tener a las mujeres como protagonistas ineludibles de los mensajes, mostrar el trabajo territorial que realizan y estimular sus vocerías, como sujetos políticos de la agroecología.

Comunicar qué es la Soberanía Alimentaria, por qué es importante su defensa y construcción desde los territorios, debe integrar la estrategia de los movimientos. Es una herramienta clave para hacer incidencia, no un elemento accesorio.

Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Trabajadores agroalimentarios 

Extraído de Voces desde los territorios págs. 8-12

Durante la pandemia, las autoridades consideraron a los trabajadores agrícolas y de la alimentación “trabajadores esenciales”, es decir, que tenían que seguir trabajando en condiciones en las que eran tratados como prescindibles, ya que a menudo los empresarios no les facilitaban medidas adecuadas de protección[1]. El trabajo que realizan es esencial; su salud y sus vidas, según parece, no lo son. Esto ocurre con trabajadores de cadenas de suministro alimentario que ayudan a alimentar al mundo, pero que paradójicamente, suelen tener menos capacidad para alimentarse a sí mismos, porque sus salarios o sus ingresos son insuficientes para garantizar la seguridad alimentaria con alimentos suficientes, seguros y nutritivos. Las industrias alimentarias y agrícolas plantean grandes riesgos por deficiencias sistémicas.   Sólo el 5% de los trabajadores de la agricultura tiene acceso a algún tipo de sistema de inspección del trabajo o protección legal de sus derechos a la salud y seguridad. Los brotes de COVID-19 en las plantas de procesamiento de carne de todo el mundo son la mejor ilustración de los elevados riesgos y el precio pagado por los trabajadores cárnicos que aseguran los suministros de alimentos a mercados, comercios, supermercados, cantinas, restaurantes, cafés y bares. Decenas de miles de trabajadores de las plantas cárnicas se han contagiado del virus por una combinación de factores: malas prácticas laborales, muchas veces predominio de trabajadores migrantes, malas condiciones de salud y seguridad en el trabajo y hacinamiento, y en algunos casos, alojamientos inadecuados.[2] Un puñado de grandes empresas controla la industria mundial del procesamiento de carne,  con un gran poder sobre trabajadores y gobiernos. La COVID-19 ha puesto de manifiesto el modo en que las empresas están usando su poder político para influir sobre los gobiernos.[3] Aunque se obtienen ingentes beneficios y se pagan dividendos a los accionistas, la pandemia es utilizada para congelar los salarios y las prestaciones de protección social.

Más información: COVID-19 and the impact on agriculture and food security

Instrumentos y herramientas de la OIT en agricultura:

  • Convenio sobre la Inspección del Trabajo (Agricultura), 1969 (Nº. 129)
  • Convenio sobre el Derecho de Asociación (Agricultura), 1921 (Nº. 11)
  • Convenio sobre las Plantaciones, 1958 (Nº. 110)
  • Convenio sobre las Organizaciones de Trabajadores Rurales, 1975 (Nº. 141)
  • Convenio relativo a la Seguridad y la Salud en Agricultura, 2001 (Nº. 184)
  • Recomendación sobre los pisos de protección social, 2012 (Nº. 202)
  • Código de práctica sobre Seguridad y Salud en Agricultura (2011)

Voces desde el campo 2

Campesinos, campesinas y agricultores familiares a pequeña escala

Extraído de Voces desde los territorios págs. 19-23

Las organizaciones campesinas/de pequeños agricultores familiares señalan que la pandemia ha puesto de manifiesto el carácter insostenible e inadecuado del sistema alimentario mundial controlado por grandes empresas, y las desigualdades y vulnerabilidades que reproduce. Las restricciones del confinamiento han afectado de modo desproporcionado a los campesinos y sus comunidades, y sobre todo a la clase pobre y trabajadora. Los Estados han aprovechado la pandemia para ejercer un mayor control autoritario sobre la gente. Estamos asistiendo a un aumento de casos de expropiación de tierras y de recursos hídricos, asesinatos de líderes sociales, además de violencia doméstica contra las mujeres. La pandemia se está utilizando como una oportunidad de implantar reformas neoliberales, favorables a las grandes empresas en países de todas las regiones.  El cierre de los mercados territoriales (de agricultores, mercados semanales y locales, etc.) manteniendo los supermercados abiertos, ha tenido efectos desastrosos en los medios de vida de los pequeños productores, y no se justifica por exigencias de seguridad.  

Los campesinos y los agricultores familiares han estado a la vanguardia de la organización de iniciativas y mecanismos de solidaridad dirigidos a la gente y las comunidades vulnerables. Las organizaciones campesinas han organizado campañas para difundir la información sobre el modo de prevenir el contagio, han demandado medidas para proteger a los trabajadores agrícolas y de la alimentación y han denunciado la violencia contra los líderes y los pueblos, especialmente las mujeres. Han llamado a una transformación radical de los sistemas alimentarios en aras de una mayor equidad y sostenibilidad, y políticas públicas sociales y mecanismos de protección para los vulnerables. Entre ellos: la producción interna de alimentos para el consumo interno; mercados territoriales con cadenas cortas de suministro y vínculos más eficaces entre las zonas rurales y urbanas; agroecología; regulación de los precios para que favorezcan a los productores y no a los intermediarios; acceso y control de los recursos naturales por parte  de los productores; apoyo para la agricultura familiar y las asociaciones de mujeres y financiación directa de sus organizaciones; medidas financieras adecuadas, entre ellas disminución de los tipos de interés del crédito.

Voces desde el campo 3

Pescadores

Extraído de Voces desde los territorios págs. 13-15

Millones de mujeres y hombres trabajan directamente en la pesca a pequeña escala, incluyendo el procesamiento y la venta de pescado, y dependen del pescado como una proteína saludable y asequible. Los pescadores afirman que los confinamientos indiscriminados son una manifestación de la tendencia anterior a quitar importancia al papel del pescado en los sistemas alimentarios. Mientras tanto, las medidas de distanciación social y el cierre de los mercados locales han impedido a muchos pescadores a pequeña escala salir a faenar.  También ha creado problemas el “estigma del virus” en los mercados húmedos en los que también suele venderse pescado. Las mujeres representan un 80–90% del sector post-extractivo, y trabajan muy cerca de las instalaciones de procesamiento y de venta al por menor, lo cual las sitúa en mayor riesgo frente a la  COVID-19. En las plantas de procesamiento de todo el mundo, las mujeres tienden a ocupar puestos temporales y peor pagados, no tienen acceso a la protección social cuando pierden el empleo, tienen más probabilidades de ser despedidas, y no pueden defender sus derechos laborales. Muchos pescadores migrantes han quedado varados en barcos o en puertos sin poder volver a sus casas, viviendo en condiciones de hacinamiento sin agua o alimentos adecuados. Al mismo tiempo, los grandes pesqueros congeladores en alta mar y los pesqueros dedicados a las harinas de pescado han podido continuar la actividad.

Por otra parte, hay numerosos ejemplos de que los pescadores han contribuido a paliar la inseguridad alimentaria de poblaciones de sus comunidades. En Oaxaca, México, los pescadores locales aportaron su tiempo y sus barcos para proporcionar 50–60 toneladas a la semana de marisco gratuito a sus comunidades. En Kwazulu-Natal, Sudáfrica, se organizaron para proporcionar 100 paquetes de comida para los más necesitados.

Voces desde el campo 4

Pueblos indígenas

Extraído de Voces desde los territorios págs. 16-18

Las organizaciones indígenas han informado de que la COVID 19 ha agravado muchos de sus problemas estructurales anteriores, como la falta de infraestructuras básicas, agua, electricidad, carreteras asfaltadas. Los efectos preexistentes de la contaminación procedente de la minería en sus territorios sobre la salud de los pueblos indígenas los hacen más vulnerables frente a la  COVID 19 y además agudizan la injusticia, la discriminación, las desigualdades, las violaciones del derecho a la alimentación y la nutrición, del derecho a la salud y otros derechos humanos.  La pérdida de biodiversidad y hábitats en los lugares donde viven muchos pueblos indígenas han creado las condiciones para el desarrollo de enfermedades infecciosas como la COVID-19. Todas las actividades principales de los pueblos indígenas – producción agrícola de subsistencia, pesca a pequeña escala, pastoreo, y recolección – se han visto afectadas por los confinamientos.  En algunos lugares no existen condiciones higiénicas, agua ni saneamiento a disposición de las comunidades, lo que aumenta su vulnerabilidad.  Ante esta situación, los pueblos indígenas han generado sus propias iniciativas de control sanitario, a través de prácticas actuales o ancestrales.

Voces de jóvenes indígenas afirman, “la pandemia ha desvelado desigualdades, discriminación, sectorización, división por clase y fundamentalismos” de las sociedades dominantes hacia los pueblos indígenas.” Igualmente, “se está respondiendo con actos de criminalización a la defensa de sus derechos. Eso es también una pandemia”.

De cara al futuro, los pueblos indígenas se ratifican en que seguirán promoviendo la seguridad alimentaria, la soberanía tradicional, la garantía de una vivienda digna, recuperando sus formas   tradicionales de ayuda a la salud, promoviendo acciones para proteger a los mayores poseedores del conocimiento tradicional con un enfoque anti-colonial y de rendición de cuentas. Deben salvaguardar las prácticas comunitarias, las prácticas tradicionales.

Voces desde el campo 5

Pastores

Extraído de Voces desde los territorios págs. 38-39

Las organizaciones de pastores de 12 países de África Occidental han indicado que la COVID 19 está exacerbando las múltiples crisis que sufren los territorios que ya estaban siendo gravemente afectados por la inseguridad que se vive en la región desde hace años. Entre los riesgos están la muerte del ganado por las limitaciones al movimiento y las migraciones estacionales. La migración estacional es una práctica que han desarrollado para afrontar las crisis. Si no pueden practicarla, todos sus mecanismos de resiliencia se verán amenazados y es posible que asistamos a la recurrencia de hambrunas y la ruptura de familias y el éxodo masivo hacia los centros urbanos.  Podrían aumentar los conflictos rurales y va a disminuir de modo significativo la oferta de proteína animal para las poblaciones locales.  Otros pastores de Irán y Mongolia también sufren las repercusiones de los confinamientos. El retraso en la migración estacional podría producir pérdida de peso y enfermedades en el ganado por el aumento de las temperaturas en los pastos invernales, así como gastos extra por la compra de piensos y agua. Los pastores no consiguen vender materias primas como la lana, el cachemir, ni los productos cárnicos, ya que tanto los mercados locales, como las fábricas y los lugares turísticos, están cerrados. 

Voces desde el campo 6

Inseguridad alimentaria urbana

Extraído de Voces desde los territorios págs. 24-26

La incidencia de la infección por COVID-19 es mayor en las ciudades que en ningún otro lugar. En las zonas urbanas, las desigualdades socio-territoriales contribuyen de modo importante a las desigualdades actuales al acceso a alimentos adecuados. Los consumidores que compran sus alimentos en supermercados vieron el suministro de alimentos gravemente alterado, sobre todo en las primeras fases de la  COVID-19. Además, se produjo un aumento del consumo de productos procesados de baja calidad nutricional. En muchas ciudades, se han interrumpido programas públicos de alimentación y seguridad nutricional, entre ellos las cantinas escolares.  De las ciudades que respondieron al estudio de la FAO a partir de encuestas electrónicas, el 88% informó de que habían suspendido la oferta de comida a los estudiantes.  No obstante, en todos los países se han autorizado unilateralmente las entregas a los consumidores de Agricultura Sostenida por la Comunidad, a pesar de la interrupción de otras formas de venta directa, principalmente porque los alimentos no se envasan y son manejados de modo seguro por los productores.

Voces desde el campo 7

Mujeres

Extraído de La cuestiones de género, la COVID-19 y los sistemas alimentarios: impactos, respuestas comunitarias y exigencias políticas feministas.

Consideramos que nunca se alcanzará el derecho a la alimentación, a la seguridad alimentaria y la nutrición, ni la soberanía alimentaria, sin que se garantice el pleno respeto, protección y obtención de los derechos de las mujeres y el desmantelamiento de las relaciones de poder patriarcales, feudales y neoliberales. Queremos ir más allá del objetivo universalmente acordado de igualdad de género y empoderamiento de las mujeres, que no afirma de modo explícito la centralidad de los derechos de las mujeres, el reconocimiento de nuestra autodeterminación, autonomía y poder decisorio en todos los aspectos de nuestras vidas y nuestros cuerpos, incluyendo los alimentos que producimos y consumimos. A la luz de esta pandemia, reconocemos la necesidad de de-construir el relato dominante sobre las mujeres, que suelen ser retratadas como víctimas que necesitan políticas contra la pobreza y asistencia social.

Consideramos que el sistema alimentario mundial actual está construido sobre la discriminación basada en el género y la violación de los derechos de la mujer y las perpetúa. Para lograr una sociedad justa y equitativa, en la cual las mujeres puedan disfrutar plenamente de sus derechos y su autodeterminación, el modelo alternativo de consumo y producción fundado en la agroecología y el paradigma de la soberanía alimentaria debe situarse en el centro. 

Consideramos que todas las demandas políticas deben fundarse en los principios feministas fundamentales, como la justicia, la igualdad y la equidad de género, la no discriminación y la   interseccionalidad, participación y reconocimiento.

Voces desde el campo 8

Jóvenes

Extraído de Reivindicaciones de la juventud para la transformación radical de los sistemas alimentarios.

La Covid-19 y las respuestas de los gobiernos están teniendo repercusiones devastadoras sobre los jóvenes y sobre nuestras comunidades por todo el mundo. Estamos sufriendo los impactos combinados de una crisis sanitaria aguda, una crisis alimentaria actual e inminente y una crisis climática – que son todas ilustrativas de una crisis sistémica más amplia.

En esta época de crisis múltiples, los jóvenes afrontan retos diversos. Con la caída de los mercados, el cierre de las escuelas, y la desaparición de los empleos, vemos como las oportunidades y el futuro se desvanecen. Pero no estamos de brazos cruzados.  Nosotros, como parte de una comunidad diversa de Jóvenes de todo el mundo, estamos activos en el desarrollo de soluciones a los retos que afrontan nuestras comunidades: nos estamos organizando para seguir proporcionando alimentos a nuestras comunidades y cuidando a nuestros mayores y a nuestros niños; estamos acortando las distancias del productor al consumidor; estamos defendiendo los programas escolares de alimentación y los mercados locales; estamos reconstruyendo las economías y los territorios rurales, asegurando que los jóvenes puedan permanecer en el campo y volver al campo; estamos cuidando y curando el planeta al cultivar alimentos nutritivos mediante la agroecología; estamos revelándonos frente a la violencia doméstica contra las mujeres y las niñas, así como contra el racismo, la homofobia, la xenofobia y el patriarcado; y estamos defendiendo los derechos de los trabajadores y los migrantes, al igual que los derechos de los habitantes rurales. También estamos imaginando maneras nuevas de organizar el mundo: visualizando sistemas alimentarios saludables, sostenibles y dignificados, y dando pasos para lograrlos.  


[1] https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=25892&LangID=S

[2] https://www.theguardian.com/environment/2020/may/11/chaotic-and-crazy-meat-plants-around-the-world-struggle-with-virus-outbreaks (caótico y disparatado: lucha de las plantas cárnicas mundiales contra brotes del virus)

[3] https://www.oxfam.org/es/informes/poder-ganancias-y-pandemia

Cuadros

Cuadro 1

La COVID- 19 enfatiza por qué deben desaparecer las cadenas globales de suministro de alimentos controladas por las corporaciones

La pandemia de la COVID-19 ha dejado clara la fragilidad de las cadenas globales de suministro de alimentos que han venido dominando cada vez más la producción y distribución de alimentos tanto en el Norte global como en el Sur global. La cadena ya se está rompiendo por uno de sus eslabones más críticos: la mano de obra migrante.  Las personas trabajadoras están siendo víctimas de la COVID-19 al verse privadas de los equipos de protección más básicos, como las mascarillas, y debido a unas condiciones de trabajo de gran aglomeración, donde las normas de distancia social parecen una simple burla.

No obstante, la cadena global de suministros no sólo se ve amenazada por los problemas de la producción y del procesamiento, sino también por los cuellos de botella del transporte, sobre todo en nodos centrales clave como el de Rosario (Argentina), por el miedo de la gente a los transportes de larga distancia como principales transmisores del virus. La crisis alimentaria global de 2007-2008 debería haber dejado patente la vulnerabilidad de las cadenas globales de suministro controladas por las corporaciones, pero no han hecho sino ampliarse desde entonces.

¿Qué cambios en el sistema alimentario global nos impulsa a implementar la debacle de la COVID-19? Posiblemente, la medida más importante sea devolver la producción de alimentos a sistemas localizados más sostenibles basados en pequeños productores. Además de la producción localizada, el menor uso de combustibles fósiles que se requiere resultará mucho mejor para el clima que la producción basada en cadenas de suministro.

Es necesario respetar las tecnologías agrarias tradicionales campesinas e indígenas, puesto que constituyen un enorme acervo cultural y de conocimiento, y representan la evolución de un equilibrio beneficioso entre la comunidad y la biosfera.

A menudo se dice que las crisis no deben desaprovecharse. Si puede sacarse algo bueno de la crisis de la COVID-19, es la oportunidad que abre a la soberanía alimentaria.

El artículo completo está disponible en https://www.tni.org/files/publication-downloads/web_covid-19.pdf

Cuadro 2

La relocalización de los sistemas alimentarios y la agroecología: los caminos a seguir

La crisis de la COVID- 19 ha demostrado que los sistemas alimentarios locales y los canales cortos de comercialización son más resilientes y capaces de innovar en tiempos de crisis, así como de alimentar a las personas con alimentos sanos sin depender de un gran número de eslabones de las cadenas de suministro.

Las iniciativas más eficaces para enfrentar las crisis provocadas por la COVID se han producido sobre todo entre distintas comunidades locales organizadas a múltiples niveles, a menudo en colaboración con organismos gubernamentales y poderes públicos receptivos. Éstas han movilizado y apoyado la distribución de paquetes de alimentos y comidas preparadas, productos básicos, materiales de protección sanitaria, semillas, insumos para la producción y otros elementos de apoyo a la subsistencia para familias y comunidades vulnerables tanto dentro de los países como en otros países y regiones.

En cada zona, los agricultores y agricultoras familiares, los pescadores y pescadoras, y las organizaciones de consumidores han generado y reforzado conexiones directas a través de modelos de agricultura sostenida por la comunidad (ASC), pesquerías apoyadas por la comunidad, entregas directas a domicilio, o incluso la expansión de cooperativas alimentarias y de programas sociales. Cuando ha sido posible, los productores y productoras han empleado las plataformas online para comercializar sus productos de forma directa. Los esquemas de apoyo mutuo, desde las cocinas comunitarias hasta las ASC y las clínicas comunitarias, han ayudado a cerrar la brecha del hambre y la pobreza.

Las principales propuestas de cambio sistémico que presentan estas comunidades son la agroecología y la relocalización de los sistemas alimentarios: apoyar la producción agroecológica, las economías sociales y su protección, la comercialización cooperativa, los canales cortos y las cadenas de suministro cortas, así como garantizar unos entornos de trabajo seguros y el correcto funcionamiento de los mercados alimentarios de los territorios, al igual que otras formas de suministro de alimentos producidos por pequeños agricultores y ganaderos locales, incluida la compra pública de alimentos.

Destacados

Destacados 1

Voces desde los territorios: solo con una transformación radical del sistema alimentario se puede atajar la COVID-19

La aparición de la pandemia de COVID- 19, su propagación y el impacto tan devastador que está teniendo empeoran aún más las injusticias ya existentes del sistema. El modo en que construimos, organizamos y controlamos nuestros sistemas alimentarios tiene un papel fundamental en estas injusticias. Las décadas de prácticas neoliberales, la reducción del papel del estado y el favorecimiento de un sistema alimentario de libre mercado, han provocado el desmantelamiento de políticas públicas y de reglamentación, han dado prioridad a las exportaciones de mercancías y a los beneficios de las grandes compañías alimentarias en lugar de proteger el medio de vida de los pequeños productores, los sistemas alimentarios locales y la soberanía alimentaria. La COVID-19 es otra más de una serie de enfermedades infecciosas y crisis vinculadas al sistema alimentario industrializado, y no será la última.

Las personas más afectadas por la pandemia son, entre otras, las mujeres, los y las jóvenes, las personas refugiadas y migrantes, las personas trabajadoras y pequeñas productoras de alimentos, los pueblos sin tierra, las personas urbanas pobres en situación de inseguridad alimentaria, y los pueblos indígenas. Muchas de ellas no tuvieron la posibilidad de confinarse dada su dependencia de un sueldo diario, y tampoco contaron ni con reservas económicas ni con una protección social adecuada o con sistemas de apoyo estatal a los que recurrir en tiempos de crisis. La COVID-19 ha dejado claro que la “competitividad” del modelo agroindustrial se basa en un alto grado de inseguridad y en la explotación de los trabajadores, con sueldos muy bajos y condiciones laborales precarias, y genera riesgos tanto para la salud como para el medioambiente.

Frente a la COVID-19, resulta más necesario que nunca que transformemos el sistema alimentario hacia la soberanía alimentaria, la agroecología, los derechos humanos y la justicia. Esta crisis no puede resolverse con medidas de urgencia y paquetes de incentivos que siguen perpetuando este modelo.

A pesar de ello, muy pocos gobiernos han respondido a la crisis intentando aplicar los derechos humanos o centrarse en las necesidades de las comunidades más desfavorecidas. Las políticas oficiales y el apoyo económico han favorecido sobre todo a las corporaciones, a los grandes productores y a las cadenas de suministro globales, garantizándoles el capital y la mano de obra que necesitan para continuar funcionando. Las respuestas de los gobiernos han venido determinadas por las desigualdades económicas y sociales que históricamente han existido entre países y dentro de cada uno de ellos. Los países que ahora se encuentran en vías de desarrollo se enfrentan a la amenaza de fuga de capitales, a grandes préstamos con condiciones que provocarán un mayor endeudamiento, y a unas políticas inminentes de ajustes estructurales. Los informes locales muestran que las respuestas oficiales presentaron sobre todo enfoques aislados, así como falta de preparación y coordinación. Además, no existió una cooperación internacional suficiente que permitiera atajar los factores que estaban favoreciendo la aparición y la devastadora propagación de la COVID-19, ni que permitiera responder de forma adecuada a las necesidades más inmediatas ni a una recuperación a más largo plazo.

Resulta preocupante que muchos gobiernos recurrieran a poderes de excepción (supuestamente con el fin de controlar la pandemia) que les permitieron controlar todos los aspectos de la gobernanza y la seguridad sin ningún tipo de control democrático. Estos poderes se han utilizado para criminalizar la disidencia y para hacer cumplir por la fuerza confinamientos injustos.

Aunque los gobiernos y las instituciones internacionales emplean la narrativa de “reconstruir mejor”, sus políticas prestan más apoyo a las grandes corporaciones, a la digitalización corporativa y a las nuevas tecnologías. Por el contrario, las respuestas que han puesto en marcha las comunidades han demostrado valores de comunidad, solidaridad, resiliencia, sostenibilidad y dignidad humana. Estos dos planteamientos no pueden coexistir.

Los movimientos de base demandan medidas concretas, basadas en lo que se necesita para una recuperación justa frente a la COVID-19:

1. Romper con los enfoques neoliberales del pasado

2. Poner en práctica la Soberanía alimentaria

3. Situar la prioridad en lo público

4. Reforzar una gobernanza alimentaria global basada en los derechos humanos

Pedimos un cambio de paradigma, donde se recuperen unos sistemas alimentarios entendidos como un patrimonio común que garantice el bienestar de las personas y del planeta, que se fundamenten en los derechos humanos, que pongan en práctica la soberanía alimentaria, que reconozcan el papel prioritario de las políticas públicas y que refuercen un modelo de gobernanza verdaderamente inclusivo, democrático y coherente que haga efectivo el derecho a una alimentación adecuada para todos y todas, tanto ahora como en el futuro.

Destacados 2

¿Puede la agroecología detener la COVID-21, 22 y 23?

El sistema alimentario global, basado en la desigualdad, la explotación laboral y un extractivismo desenfrenado que roba a las comunidades sus recursos naturales y sociales, no deja de ver el surgimiento de patógenos y más patógenos. Como respuesta a esto, algunos representantes del sector proponen una mayor intensificación de la agricultura con el pretexto de “preservar los espacios naturales”, lo que provoca una mayor deforestación y la propagación de enfermedades.

La separación de tierras (land-sparing) omite muchas agriculturas campesinas, indígenas y familiares que se integran en los ecosistemas silvícolas y producen alimentos y fibras para su uso a nivel local y regional. De hecho, la integración (land-sharing) campesina e indígena preserva unos niveles muy altos de agrobiodiversidad y de diversidad silvestre que impide la propagación de agentes patógenos.

Pandemic Research for the People (PReP) es una organización formada por agricultores, investigadores y miembros de comunidades, y se centra en cómo reimaginar la agricultura para frenar desde el principio la aparición de coronavirus y otros agentes patógenos. Defendemos la agroecología, un ambientalismo de los campesinos, los pobres y los indígenas que lleva años en práctica, y trata la agricultura como parte de la ecología, de donde la humanidad obtiene sus alimentos. Una matriz agroecológica diversa, formada por terrenos agrícolas, agroforestales y pastizales integrados en un espacio forestal, puede conservar la diversidad biocultural e impedir que las enfermedades zoonóticas se enlacen en cadenas de infecciones y salten a la red mundial de desplazamientos y transportes. Una diversidad como esta también respalda las condiciones económicas y sociales de las personas que cuidan del campo.

Las agroecologías campesinas no se limitan a la tierra y los alimentos, por muy importante que estos sean. La influencia que ejercen para frenar las pandemias y sobre otros bienes sociales radica en el contexto más amplio en el que se enmarcan. Las agroecologías se basan en políticas prácticas que sitúan la agencia y el poder en manos de las clases trabajadoras y desfavorecidas, en las personas indígenas, negras y mulatas. Sustituyen las dinámicas de urbanización e industrialización agrícola (perjudiciales desde un punto de vista ecológico y epidemiológico) que favorecen el capitalismo racial y patriarcal. Ponen el planeta y a las personas por delante de los beneficios que solo unos pocos disfrutan.

Voces desde el campo

Voces del campo 1 

La vida de los pastores en India durante el bloqueo del COVID19 

Anu Verma, South Asia Pastoralist Alliance & MARAG, India, WAMIP South Asia  

India tiene 34 millones de pastores que gestionan una cabaña ganadera de más de 50 millones de cabezas. La cría de ganado es la segunda ocupación más importante de la India después de la agricultura. Representa una  contribución importante de entre el 8,5% y el 9% al PIB del país. Su contribución es aún más vital ya que el pastoreo es el medio de subsistencia más importante para los pastores sin tierra, así como para los pequeños agricultores marginales y en particular los que viven en zonas montañosas y sujetas a la sequía, donde la producción agrícola no está garantizada. Contribuye significativamente al sustento y la riqueza de las comunidades en cuanto a leche, lana y carne sin necesidad de insumos procedentes del mercado.

En la actualidad, las instituciones pastoriles tradicionales se ven cada vez más amenazadas por los desplazamientos masivos debidos a la intensa competencia de la agricultura, el crecimiento demográfico, el despojo de rebaños y la sequía. Aunque el confinamiento debido al COVID19 ha afectado a todo tipo de gente, el impacto sobre esta población ha sido diferencial. Los pastores del país tienen que enfrentarse a un sistema de control policial muy hostil, incluso de los guardas forestales. En pleno brote, la regulación y el control de sus movimientos se han intensificado durante el momento más crucial, es decir, durante su desplazamiento hacia los pastos de verano. Mientras que algunos gobiernos estatales han permitido sus desplazamientos, como el transporte de productos básicos, los pastores que se fueron a sus granjas quedaron atrapados y sin posibilidad de regresar a sus  rebaños. “No podemos movernos libremente para pastorear con nuestros rebaños ya que la gente teme que seamos portadores del coronavirus.” dice Sumer SIngh Bhatti, propietario de cerca de 200 camellos que pastorean en zonas áridas y desérticas del Rajasthan. 

“A veces nos impiden ir a comprar víveres en las tiendas del pueblo”. Este miedo al coronavirus ha sido fatal para los pastores de camellos, ya que con el calor del verano los pastores perderán la oportunidad de conseguir hierba verde para forraje», dijo Mool Singh, un pastor de la aldea de Nakrasar, en el distrito de Bikaner, en Rajastán. En marzo de cada año, él  emigra al Punjab para pastorear  la paja del trigo.

Voces del campo 2

El futuro de la trashumancia pacífica en África Occidental

Hindou Oumarou Ibrahim, coordinadora de Peul Indigenous Women y People’s Association of Chad, y miembro del comité ejecutivo de Indigenous Peoples of Africa (IPACC), WAMIP África Central

A los gobiernos no les convienen los pueblos nómadas debido a la gran dificultad de controlarlos. Muchos Estados han decidido valorar más la agricultura en detrimento del pastoreo nómada. Sin embargo, en el Sahel la ganadería representa más de un 40% del PIB de todos los países sahelianos y en el Tchad más de un 20%.

En primer lugar, los pueblos como los peuls, los árabes o los tuaregs no han sido considerados pueblos de pleno derecho tras la colonización, puesto que su estilo de vida distaba del imaginario de desarrollo que el Estado había pensado en establecer. Por este motivo, la mayoría de los pueblos nómadas todavía no tienen acceso a la educación, a la sanidad ni al agua potable…

No obstante, la incertidumbre en torno a los recursos forrajeros de los ecosistemas del Sahel impone a los pastores la utilización de técnicas de ganadería especiales para salvaguardar su capital de producción, es decir, el ganado y los ecosistemas. De hecho, el pastoralismo se basa en la gran aptitud de los ganaderos a la hora de dar valor a los recursos forrajeros espontáneos que se encuentran dispersos en medios heterogéneos.

Los Estados deben modificar la manera de ver a los pueblos nómadas y apreciar su valor medioambiental. La mayoría de las especies de ganado ofrecen múltiples servicios como por ejemplo el suministro de alimentos ricos en proteínas, de abono y de energía. Sin la ganadería sería imposible mitigar la inseguridad alimentaria. En todos nuestros hogares se consume carne y la leche es u complemento alimentario. El pastor intercambia el ganado por el mijo de los agricultores. Finalmente, todos estos elementos hacen girar la economía circular en las comunidades.

Los pastores no representan un problema, sino una solución. Son el pasado, el presente y el futuro.

Voces desde el campo 3

Hacia una red de pastores en Norteamérica , una visión desde la Sierra Tarahumara 

Proyecto “ De la Oveja a la Cobija” y Red del Desierto, Campo Adentro, F. Marso

La vida en las comunidades  Raramuri (Tarahumara), Sierra Madre Occidental, Chihuahua, México, está basada en la agricultura y ganadería de autoconsumo. El pueblo Rarámuri, unas 50.000 personas, sobrevivió al colonialismo en parte por situarse en zonas remotas de la Sierra.   La actividad  está estrechamente ligada a ceremonias y festividades y se desarrolla bajo un esquema organizativo del trabajo basado en ciclos naturales llamados Mawechi. Debido a la orografía irregular, con grandes barrancas y suelos muy pobres, predomina en la zona la ganadería de caprino y ovino. Los procesos de descomposición social que los proyectos extractivistas y de explotación turística, así como la inseguridad generalizada debida a la presencia de mafias de narcotráfico, han hecho que esta actividad disminuya en la zona.

Recientemente ha habido una renovada atención y entusiasmo de jóvenes rarámuri, mayoritariamente mujeres, por continuar con el cuidado de cabras y ovejas, a partir de un manejo extensivo que hace uso de los pastos escasos y dispersos, allí donde el vacuno no puede sostenerse, y en rotación con la milpa aprovechando sus rastrojos y el estiércol como abono. A cambio obtienen carne, leche, cuero y lana, además de ser los animales adultos una especie de “hucha” capitalizable para emergencias.

Se ha conformado en esta zona una asociación de pastoras y tejedoras, que agrupa a 30 mujeres rarámuri, lideradas por la pastora Agripina Viniegra, organizadas para el cuidado de ovejas vinculado a su explotación productiva, fundamentalmente para la creación de textiles de lana. Igualmente la joven Asociación de Criadoras de Ovino Raramuri está aproximándose a pastores de comunidades de los estados de Nuevo León, Coahuila y San Luis Potosí, proponiendo la idea de Red del Desierto. Igualmente se está llevando a cabo una toma de contacto con el pueblo Navajo del Suroeste de EEUU, para reactivar la Región de Norteamérica de WAMIP.

Voces del campo 4

El cambio climático y la industria minera amenazan de extinción a los pastores nómadas de Mongolia

Maamankhuu Sodnom, Asociación de Pastores de Mongolia 

Mongolia tiene una superficie de 1.564.116 km2 y una población de 3,4 millones de personas, de las cuales el 30% practica el pastoralismo. Los pastores mongoles crían sobre todo ovejas, camellos, cabras, ganado vacuno (incluidos los yaks) y caballos.  El 70% de la superficie de Mogolia se destina al pastoreo, la mayor parte de este territorio son estepas y desiertos áridos y semiáridos. En la actualidad, muchos de estos nómadas se están trasladando a las ciudades como resultado de una combinación de factores, entre ellos el cambio climático.

El clima de Mongolia puede ser extremadamente duro incluso en condiciones normales. Hay cuatro estaciones; el invierno es extremadamente frío y la temperatura suele bajar a -45oC y el verano puede llegar a los 45oC. Aquí la primavera es siempre ventosa y las tormentas de polvo son la norma. En los últimos treinta años, el desierto de Gobi, en el sur de Mongolia no ha registrado muchas precipitaciones en verano, lo que ha agravado considerablemente la aridez y ha afectado negativamente a la actividad ganadera.

Los niveles de nieve en invierno y las tormentas de arena en primavera, nunca antes vistos, contribuyeron a agravar la situación preexistente, lo que provocó la aceleración de la desertificación en toda la región. Los mongoles están orgullosos de su cultura pastoril y de su capacidad para subsistir con su ganado incluso en condiciones ambientales extremadamente difíciles, sin embargo, hoy en día los pastores nómadas están amenazados de extinción.

El segundo factor importante que amenaza la supervivencia de su estilo de vida es la industria minera, que ha crecido considerablemente en los últimos 20 años. Sólo en mi provincia hay catorce empresas mineras autorizadas, y Tavan Tolgoi y Oyu Tolgoi son las más grandes. Oyu Tolgoi es una empresa minera de cobre y oro, que ha estado utilizando enormes cantidades de agua de las ya agotadas fuentes subterráneas. En el desierto de Gobi no hay ríos ni lagos, lo que obliga a los pastores a cavar pozos para extraer agua subterránea. Muchos de estos pozos ya se han secado por completo, principalmente porque Oyu Tolgoi utiliza 950l. de agua por segundo. La región era semiárida, pero se está convirtiendo en un desierto a un ritmo alarmante. La empresa minera Tavan Tolgoi explota y exporta carbón a China por pistas de tierra sin asfaltar, destruyendo de modo indiscriminado las tierras de los pastores. Los pastores mongoles han comenzado a protestar, pero carecen de recursos, organización y poder para efectuar cambios significativos, ya que la mayor parte de la economía mongola depende de la exportación de cobre y carbón a China. En la actualidad, estamos librando una ardua batalla para salvar nuestros pastos.

Cuadros

Cuadro 1

Pastores por el clima: ¿ la ganadería siempre es nociva para el planeta

El informe anual publicado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático-IPCC, destaca la importancia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La ganadería, perforaciones petrolíferas y de gas, el fracking, los vertederos, etc. son fuentes principales de emisiones de metano según el IPCC. Pero en el debate público/mediático/político, debemos diferenciar las distintas fuentes para alcanzar un debate más informado y justo sobre la necesaria acción climática. Por ello WAMIP ha llevado a cabo un estudio científico junto con el equipo internacional de investigadores de PASTRES y ha publicado el informe “¿Es la ganadería siempre nociva para el planeta?”[1]

No todos los gases de efecto invernadero son iguales. Mientras que el metano tiene un efecto sobre el calentamiento de corta duración, el CO2 permanece para siempre. Además, las emisiones de los sistemas ganaderos son muy variadas y debemos diferenciar entre sistemas intensivos y extensivos. Los sistemas pastoriles móviles y de ganadería extensiva pueden estar en equilibrio de emisiones de CO2, y sus emisiones de metano no son adicionales pues tienen niveles similares a los de los sistemas de vida silvestre que sustituyen. Sin embargo, la ganadería intensiva es contaminante de CO2 y de metano y por ello desde el movimiento pastoralista estamos a favor de su desmantelamiento y penalización.

Es esencial reducir los gases de efecto invernadero, pero no todas las fuentes son iguales, no es igual el pastoreo, la ganadería industrial o el fracking. Los sistemas de ganadería extensiva dan soporte a un gran número de personas, proporcionando productos animales de alta calidad, y pueden ser beneficiosos para el clima (mejorando la fertilidad de los suelos o previniendo incendios) .

Por tanto, apoyamos la reducción de emisiones al tiempo que atendemos las cuestiones de Justicia Climática y reconocemos al pastoreo y la ganadería extensiva no como parte del problema del cambio climático, sino como parte de la solución[2].

Cuadro 2

Reinventando un modo de vida ancestral: Escuelas de pastores

Frente a la amenaza de desaparición del pastoreo en las zonas de montaña de España, la entidad sin ánimo de lucro Campo Adentro-INLAND inicia en 2004 un sistema de formación teórica y práctica dirigida tanto a personas jóvenes interesadas en el pastoreo como a pastores en activo, posibilitando la integración de nuevos pastores/as y garantizando el relevo generacional. Se ha formado a cientos de personas con unos 70 solicitantes cada año .

Por un lado la escuela forma a personas para que inicien su propio proyecto ganadero con orientación agroecológica, y que desarrollen su actividad con nuevos enfoques de viabilidad económica y de valor añadido al producto.

Igualmente las personas que hayan seguido esta formación se dotan de los conocimientos necesarios para trabajar de forma asalariada en aquellas explotaciones ganaderas que demanden trabajadores, o para la ejecución de servicios ambientales tales como mantenimiento de cortafuegos.

Por otro lado se han ofrecido cursos a pastores en activo, de perfeccionamiento en la elaboración quesera u otras cosas que se demanden así como viajes formativos y de intercambio.

Al módulo teórico le sigue una parte práctica de trabajo con el rebaño-escuela de Campo Adentro INLAND, con una sede en las montañas de Madrid y una en el norte de la península.  Recientemente se han llevado a cabo Escuela de Pastores Junior, para niños/as. Y también un sistema de becas de formación gratuita para migrantes sin papeles interesados en este modo de vida.

 Una vez los alumnos finalizan la teoría y la práctica, han de entregar un proyecto de explotación, que ha sido tutorizado a lo largo del curso.

En este momento, la Escuela pasa a aportar al alumno graduado un acompañamiento y orientación en los trámites y en el posible acceso a la tierra. Es importante tomar un papel activo en la incorporación del estudiante,  promoviendo esquemas de Custodia del Territorio entre los diferentes productores con los que ha ido tomando contacto, fórmulas de transmisión de propiedad bajo arrendamientos etc. en los casos de jubilación anticipada, cesión, formulas de economía social, cooperativismo etc.

Cuadro 3

Género y pastoreo

En 2010, la alianza WAMIP convocó un Encuentro Mundial de Mujeres Pastoras en  Mera (Gujarat), India que reunió a más de 100 mujeres de comunidades pastoriles repartidas por 32 países diferentes para hablar de los miles de problemas que afrontan las pastoras nómadas y semi-nómadas de todo el mundo, y de cómo luchar unidas para solventarlos. 

Las participantes en el Encuentro identificaron cuestiones clave, como los mercados, las normas y los derechos, el medio ambiente; el movimiento social, la educación y la salud, así como una serie de prioridades de actuación, como la representación, la comunicación y la creación de redes, la educación y el desarrollo de capacidades, y la promoción. También seleccionaron representantes para redactar la Declaración de Mera con el fin de informar y apoyar el desarrollo de las políticas de pastoreo, pero también para demostrar el compromiso con la sostenibilidad medioambiental y la protección de la biodiversidad y los recursos comunes para las generaciones futuras.

Desde entonces se ha avanzado en relacionar las luchas de las mujeres pastoras en el seno del marco de las reivindicaciones del movimiento feminista. Las mujeres ganaderas y pastoras en extensivo reivindicamos nuestro valor  dentro del sector y de la sociedad, luchando por ejercer nuestra forma de vida sin desigualdades y constituyen una red de apoyo mutuo como espacio de resistencia y sensibilización. La crisis sanitaria y social producida por la pandemia trajo interminables reflexiones sobre cuidados y trabajos esenciales. Ahora se hace más necesario si cabe reconocer la actividad de las pastoras y ganaderas que desde sus territorios mantienen la vida y ponen en valor el gran potencial y la enorme capacidad de las redes de mujeres para afrontar adversidades. Necesitamos mostrar la labor de estas mujeres de cuidado y reproducción de las bases de la vida, desde el campo y para la sociedad.

Las mujeres ganaderas y pastoras en extensivo defienden, la sororidad exigiendo la abolición de todas las desigualdades sufridas por aquellas que se sienten mujeres en un contexto patriarcal y capitalista. Defienden el derecho a no ser violentadas, agredidas, violadas, asesinadas; a la igualdad salarial, en la toma de decisiones, en el acceso a la tierra, en la distribución de los cuidados; a decidir sobre su forma de vida, sexualidad y reproducción, sea cual sea su edad, origen o ciudadanía; y a ejercer y ser consideradas válidas como agricultoras y ganaderas, y no meras “acompañantes” o “ayudantes” de los hombres con los que trabajan.

Exigimos un medio rural habitable, con servicios básicos garantizados para todxs: salud, educación, transporte público, cultura, atención a personas con dependencia, acceso a la tierra, vivienda digna y servicios de prevención de la violencia de género accesibles.

Como mujeres pastoras reclamamos un ecologismo que nos considere como elementos activos en el territorio, aliadas de la biodiversidad y garantes de los entornos naturales. La ganadería extensiva es esencial para el mantenimiento de los ecosistemas, mantenimiento forestal, prevención de incendios y mejora de pastos, así como para la lucha por la soberanía alimentaria. Todo ello desde una forma feminista de trabajar, poniendo el bienestar de nuestros rebaños y el territorio que habitamos por delante de los resultados económicos, centrando la forma de tratarlos desde el cuidado y el respeto a sus necesidades, una relación de cuidados que se extiende hasta las personas que alimentamos con la carne, la leche o los productos lácteos que producimos.

En un marco capitalista y ultraliberal nos hacen creer que ya no es necesario reclamar derechos, que el mundo rural es un bien de consumo, y que el trabajo en el medio rural y cómo se afronta desde la ganadería y el pastoreo en extensivo no es productivo y no tiene futuro. Las mujeres rurales son el presente, y serán el futuro. Serán cada vez más y más fuertes. Las mujeres estamos y estaremos en primera línea.

Cuadro 4

WAMIP sobre el Año Internacional de los pastos y el pastoreo – (IYRP por sus siglas en inglés)

Hace unos años, algunas entidades que trabajan en la ecología de los pastizales (como la Universidad de Arizona, el ILRI, etc.) lanzaron la idea de hacer una campaña para declarar el Año 2026 como Año de las Naciones Unidas de los Pastos. Más organizaciones se adhirieron y se propuso que el año incluyera también el reconocimiento de los pastores como custodios de los pastos.  Este año, 38 países y 300 organizaciones apoyan el IYRP. El Gobierno de Mongolia presentó la candidatura de declaración del IYRP en una sesión abierta de la reunión del Comité de Agricultura  de la FAO, en octubre de 2018 en Roma y la propuesta fue aprobada sin reservas. Desde entonces, la propuesta también ha sido aprobada por el Consejo y la Conferencia de la FAO.  La votación final se llevará a cabo en la Asamblea General de la ONU en otoño de 2021.

Como organizaciones de base que componen la alianza global de WAMIP, expresamos nuestro apoyo a la iniciativa que reclama un Año Internacional de los Pastos y el Pastoreo como se indica en la carta dirigida al Gobierno de Mongolia.

Desde su lanzamiento en el seno de varias redes, compuestas principalmente por investigadores en praderas y pastizales y entidades medioambientales, hemos acogido con satisfacción la incorporación del elemento crucial de los pueblos pastores como los más afectados por las políticas que rigen los pastos y cuidadores efectivos de los mismos desde hace milenios.

Hemos sido testigos de cómo este llamamiento ha recabado un enorme apoyo por parte de un amplio abanico de organizaciones, como podemos ver en el creciente número de miembros que se han unido a las RISG a nivel mundial y en las regiones definidas.  Para una buena consecución de este esfuerzo sería importante asegurarse de que en todos los materiales y declaraciones se incluya una definición abierta de lo que se considera pastos: no sólo praderas, sino también bosques y tierras de cultivo después de la cosecha.  Tan importante como la definición de los pastos es la conectividad entre ellos: las vías pecuarias y la trashumancia del ganado y los derechos de movilidad efectivos son cruciales para garantizar el uso sostenible de los pastos.

En cuanto a la gobernanza del proceso del IYRP, nos gustaría abrir un proceso y un grupo de trabajo específico para examinar cómo se están constituyendo y funcionan las RISG en cada región, teniendo en cuenta las redes de pastores existentes y su reconocimiento y centralidad en el proceso. Es importante asegurar que los pastores se sitúen en la presidencia y copresidencia de cada RISG regional, pendiente de determinar de acuerdo con WAMIP.

Por ejemplo, que cualquier decisión o medida relacionada con el IYRP se lleve a cabo con un proceso de consultas y acuerdo previo de los representantes de los pastores.

Cuando se apruebe el IYRP, será necesario poner en marcha acciones sobre el mismo desde ahora hasta 2026, acciones que deberían acordarse y estar basadas en las preocupaciones y prioridades de los movimientos pastoriles, puesto que en este momento es crucial el empoderamiento de las capacidades de gestión de la coordinación pastoril a escala regional.


[1]  El informe está disponible en : https://wamipglobal.com/2021/09/26/pastoralist-movements-takes-part-in-the-report-are-livestock-bad-for-the-planet/

[2] WAMIP trasladó una delegación internacional de nómadas a Glasgow para participar en las negociaciones oficiales COP26 así como en las movilizaciones, incluyendo una acción con ovejas, y lanzó un comunicado.

Destacados

Destacados 1

La digitalización, la agroindustria y el movimiento pastoralista

Uno de los principales efectos de la globalización es la pérdida de control local, regional y nacional sobre la toma de decisiones económicas y políticas, un poder que se ha trasladado a manos de actores globalizados. Al mismo tiempo vemos cómo el capital financiero global está cada vez más escondido y clandestino. Dentro de esta misma dinámica de globalización, los factores que afectan a los sistemas alimentarios, tales como la gestión del territorio, la regulación de precios o las normativas fitosanitarias, están siendo determinados cada vez más por actores internacionales. Este proceso de dislocación del poder soberano tiene muchos efectos sobre la ganadería extensiva y el pastoreo.

Los proyectos extractivistas, la privatización de la tierra o la demarcación de áreas naturales excluyendo a comunidades locales, son algunos de los principales problemas para los pequeños productores de alimentos ya que los despojan de sus territorios.

Paralelamente, existe un impulso por parte del mercado de generar economías de escala:  macrogranjas con miles de cabezas de animales, y una gran concentración en la cadena alimentaria en ganadería porcina y avícola. Este modelo de ganadería explota a personas, animales y entorno, transformando la labor de cuidado de la ganadería a pequeña escala, bajo la lógica industrial. La robotización avanza a pasos agigantados: máquinas de ordeño, de alimentación, de limpieza de establos…, todo ello para aumentar el volumen de producción, mientras los precios de productos como la leche o los corderos son cada vez menores e insumos como el pienso, suben. Esta imposición del capitalismo de “crece o muere” acaba con el sector lácteo y la ganadería familiar, y sólo unos pocos pueden sobrevivir.

Organizaciones como el Foro Económico Mundial (FEM) o el Consejo Mundial de Negocios para el Desarrollo Sostenible, que representan intereses corporativos, tienen cada vez más fuerza en la ONU. Esto quiere decir que nos enfrentamos a un escenario donde la gobernanza pública mundial está siendo privatizada. Prueba de ello es como el FEM ha influido en la ONU en tanto que sponsor oficial del Foro de Sistemas Alimentarios de la ONU o UNFFS lo cual ha suscitado el rechazo y boicot por parte de los movimientos de productores del alimento.

Adicionalmente, este poder excesivo que el capital financiero ejerce sobre la economía real se está profundizando con la digitalización. En el ámbito de la alimentación, la digitalización repercute en la gestión del territorio y el manejo de recursos naturales. Las aplicaciones geo-satelitales cada vez tienen un rol más importante en la toma de decisiones. Los nuevos Eco-Esquemas de la PAC obligarán a que cada rebaño tenga GPS en un 30% de los animales. Anteriormente la UE también quiso imponer chips identificativos para cada animal. Estos procesos tienen toda una serie de consecuencias negativas para las organizaciones vinculadas a la soberanía, ya que las excluyen de la toma de decisiones. Cuestiones de manejo territorial pasan a ser digitalizadas mientras, en las zonas rurales, la conectividad es muy precaria. Las implicaciones que tiene este cambio de la matriz tecnológica se unen además a la brecha digital y problemas de financiación.

La gobernanza misma de la digitalización es privada, no existe un organismo dedicado a regular este nuevo campo de disputa. El movimiento de soberanía alimentaria está creando alianzas con movimientos que trabajan sobre el tema tecnológico, ya que en el presente y futuro próximo, este es uno de los terrenos donde tenemos que hacer valer nuestros derechos y nuestra soberanía. Sin duda faltan todavía muchos mecanismos y estructuras de democratización. Luchamos por una estructura tecnológica pública internacional.

No basta con ejercer la soberanía a nivel local o nacional, sino que hay que organizarse para actuar también globalmente, con una estrategia política que busca la participación en Instituciones públicas internacionales para democratizar estos espacios y poder influir en ellas. Este proceso permitiría hacer frente a los desafíos de la globalización y la acumulación desaforada de riqueza.

Destacados 2

Ambientalismo y pastoreo, una aparente contraposición

En septiembre de este año se celebró en Marsella el congreso de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), una poderosa organización que reúne a las principales ONGs de conservación del medio ambiente.  Ese mismo mes, indígenas y productores de diferentes lugares del mundo se reunían bajo el lema “Nuestra tierra, nuestra naturaleza, por la descolonización de la conservación de la naturaleza”, representando una reinterpretación alternativa de cómo y por quién se lleva a cabo la custodia del entorno. La UICN no ha estado libre de cuestionamiento. Al igual que organizaciones centrales a la misma, como WWF o Sierra Club, que han sido acusadas de prácticas abusivas sobre pueblos indígenas, y de racismo.

 Hace unos años WAMIP denunciaba como en  un informe de la propia UICN sobre medidas para “ proteger la naturaleza “en la región de Ngorongoro ( Tanzania) , se aconsejaba “ retirar las comunidades pastoriles del lugar”. En pocos días el ejercito desalojaba de forma violenta a miles de personas del entorno que pastorearon durante milenios,  para dejar paso a nuevos hoteles y safaris turísticos.

El modelo de conservación con más poder económico y predominante en el imaginario colectivo es la conservación fortaleza. Este modelo se basa en la creencia errónea y racista de que la mejor manera de proteger la biodiversidad es a través de la creación de áreas protegidas donde se suprima la influencia humana. Su filosofía es que las poblaciones indígenas empeoran la pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental, a pesar de la falta de evidencia científica e histórica y las amplias pruebas en contra.

Este modelo es defendido por algunas ONG internacionales y transnacionales como WWF, WCS o African Parks, se está extendiendo a nivel mundial, y apuntala el argumentario para la creación de parques naturales sin tener en cuenta el conocimiento y experiencia de pastoras/es y ciudadanía rural.

Los orígenes del modelo de conservación fortaleza son coloniales y racistas. Desde 1970 se han creado más de 1900 parques o áreas protegidas, la mayoría de los cuales se encuentran en el Sur Global. Actualmente, se está impulsando desde cumbres como el Congreso de la UICN el llamado 30×30, un plan para convertir el 30% del planeta en Áreas Protegidas.

Desde un posicionamiento crítico dentro del ambientalismo se denuncia y lucha activamente contra estas falsas medidas que lejos de presentar soluciones ante la situación actual de urgencia climática y social, reproducen los intereses del sistema económico imperante, basado en la explotación de recursos finitos de un planeta ya hace tiempo colapsado que, como demuestran la evidencia científica y experiencia humana, no solo es insostenible sino que es culpable directo del caos climático y la injusticia social derivada.

Las únicas soluciones sostenibles, justas y reales no responden a intereses capitalistas, coloniales y racistas. Las soluciones reales ante el caos climático dependen de la humanidad, de nuestra característica diversidad y particularmente de los pueblos indígenas y otras comunidades locales y su derecho a la tierra; dado que son diversos pueblos indígenas quienes protegen en sus territorios el 80% de las zonas más biodiversas del planeta.

Necesitamos un modelo de conservación de la naturaleza que coloque los cuidados, la diversidad y los derechos humanos en el centro, y confronte las verdaderas causas del caos climático: el sobreconsumo y la explotación de recursos liderados por el norte global y su industria mayoritariamente.

Boletín núm. 46 – Editorial

Presentando el mensaje de las comunidades de pastores, una voz del campo

Ilustración de Fernando Garcia Dory, European Shepard Network / WAMIP

Más de la mitad de la superficie de la Tierra son praderas y pastizales. Durante miles de años las comunidades pastoriles han domesticado animales y gestionado el ecosistema de forma sostenible, produciendo diversas culturas y sistemas alimentarios, adaptados y resilientes. Siempre ha habido una coexistencia del pastoralismo y la biodiversidad asociada.

El pastoralismo se basa en un uso extensivo del territorio, a veces de praderas, pero también bosques y tierras de cultivo después de las cosechas, tierras marginales y otros espacios que muchas veces son inadecuados para la agricultura. 

Entre 200 y 500 millones de personas practican el pastoralismo a nivel mundial, en entornos muy variables, en todos los países del mundo, desde las tierras áridas del África subsahariana hasta el Círculo Polar Ártico. 

Nuestro modo de vida ha existido desde tiempos inmemoriales, evolucionando junto con el paisaje. Pero hoy en día, el pastoralismo está más amenazado que nunca por la industrialización forzada de la ganadería. Tenemos que detener la pérdida de tierras de pastoreo, el “acaparamiento de tierras” y las restricciones a la movilidad que impiden mantener un sistema de pastoreo viable. Actualmente estamos definiendo una posible campaña sobre los Derechos de los Pastores. 

Nuestra identidad y nuestra cultura están siendo erosionadas por políticas que no integran, ni entienden, ni siquiera reconocen suficientemente la existencia del pastoralismo. El escaso rendimiento económico y la falta de reconocimiento hacen que en algunas zonas los pastores jóvenes se vean forzados a dejar nuestro modo de vida o cambiar a formas de agricultura más intensivas.  Estamos promoviendo una sección “Jóvenes” del WAMIP (Alianza Mundial de Pueblos Indígenas en movimiento, por sus siglas en inglés), ya que a menudo los jóvenes tienen dificultades para acceder a la tierra.

La adopción de las decisiones políticas se produce tras consultar poco o nada a las comunidades locales. Somos los usuarios tradicionales de la tierra pero se nos excluye sistemáticamente de las decisiones sobre la gestión de las tierras, incluso sobre la reintroducción o la gestión de predadores salvajes o la definición de zonas de conservación de la naturaleza. Las exigencias burocráticas, sesgadas hacia la producción ganadera intensiva, imponen a los pastores un papeleo enorme y poco realista. 

Pero estamos organizándonos en federaciones en Europa y en todo el mundo, desarrollando redes regionales y obteniendo reconocimiento internacional de instituciones importantes.  Nos esforzamos por defender los intereses de los productores locales e incrementar nuestra representación política. Estamos creando centros de investigación en colaboración con instituciones científicas, formando a los jóvenes y reforzando nuestras competencias.  

WAMIP es una alianza de comunidades de pastores y de pueblos indígenas móviles en todo el mundo, y nuestro espacio común para preservar nuestras formas de vida, obtener nuestros medios de subsistencia y nuestra identidad cultural, para gestionar de forma sostenible los recursos de propiedad común y obtener el pleno respeto de nuestros derechos. Como movimiento de base independiente, trabajamos junto con otras organizaciones de la sociedad civil para influir en los responsables políticos a nivel nacional, regional e internacional, y en organismos supranacionales como la ONU y organizaciones subsidiarias como la FAO, el CDB, etc.

Luchamos contra esas tendencias y mantenemos nuestro modo de vida innovando y mejorando continuamente. Usamos razas locales para adaptarnos a un medio ambiente cambiante. Tratamos de aumentar la toma de conciencia de los consumidores y de venderles directamente. Utilizamos los nuevos medios para promover las tradiciones culturales locales y organizamos eventos festivos. Algunos de nosotros han negociado contratos para prevenir incendios, mantener los paisajes patrimoniales, y prestar otros servicios medioambientales. Somos embajadores del patrimonio cultural local, de la producción sostenible y la soberanía alimentaria.

European Shepherds Network

Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

La reforma agraria, una respuesta a la pandemia actual

Jaime Amorim – Miembro de la Coordinación Nacional del Movimiento Sin Tierra de Brasil y de la Comisión Coordinadora Internacional de La Vía Campesina

Hoy las banderas de las luchas históricas como la de la Reforma Agraria se vuelven actuales, urgentes y necesarias. Una Reforma Agraria amplia, popular y profunda que resuelve definitivamente el problema de la concentración de la tierra, dejando a la historia la maldad del latifundio y toda su estructura de poder como remanente feudalista que permanece al servicio del agronegocio. Que resuelve el modelo de desarrollo en el campo basado en el monocultivo de agroexportación.

La pandemia ha demostrado la fragilidad del modelo capitalista de desarrollo, especialmente el modelo actual, conservador neoliberal, que destruye las economías locales, la soberanía nacional, ataca la democracia y los estados de derecho democráticos, promueve guerras contra las naciones, desguaza los servicios públicos, avanza rápidamente sobre los recursos naturales y minerales, la legislación laboral precaria, todo en nombre del desarrollo del capital, todo se convierte en una mercancía en nombre de la globalización de la economía. Como resultado, en tiempos de pandemia, el desempleo, el hambre, la miseria y la violencia aumentan. Según João Pedro Stédile, líder del Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, en una entrevista al periódico Brasil de Fato «La pandemia del coronavirus es la expresión más trágica de la etapa actual del capitalismo y de la crisis de civilización que estamos viviendo.

La amplia y radical Reforma Agraria puede convertirse en una respuesta actual y moderna a las actuales crisis mundiales: crisis política, crisis ambiental, crisis ideológica, crisis social y crisis económica, que es estructural y ya no es capaz de resolver los problemas creados por la propia forma de explotación y acumulación capitalista, pero tampoco es capaz de responder a los desafíos de la sociedad para salvar la supervivencia de los seres humanos, la existencia humana puede estar amenazada y la vida del propio planeta. Reforma agraria con agroecología para la soberanía alimentaria y para salir de la dependencia del mercado y de los grandes distribuidores de alimentos.

Voces desde el campo 2

La apropiación de tierras, la justicia agraria y las comunidades pastoriles

Lorenzo Cotula y Ced Hesse, IIED (Instituto Internacional del Medio Ambiente y el Desarrollo, UK)

En los últimos 15 años, el cambio en los precios de los productos básicos y las políticas públicas sesgadas han fomentado un aumento de las inversiones comerciales por parte de los sectores que utilizan recursos naturales, incluyendo la agricultura, la minería y el petróleo. Los gobiernos de diferentes vertientes políticas vieron esta onda de inversiones como una oportunidad económica para promover el desarrollo económico, crear empleo y generar ingresos públicos. Sin embargo, estos negocios también han incitado la preocupación pública con respecto a la trayectoria de desarrollo y a los tipos de inversión que se pretenden, y también a cómo los gastos y beneficios están siendo distribuidos en la práctica.

Muchos trabajos de investigación han documentado que los conflictos de tierras y la desposesión van de la mano de los proyectos de plantación de la agroindustria y las operaciones de las industrias extractivas. Recientemente, los acuerdos de estos negocios se han desacelerado, parcialmente como respuesta a un cambio en los precios de los productos básicos. Pero a nivel local las presiones aún son latentes, particularmente en puntos estratégicos donde se concentran los minerales, el petróleo, los suelos fértiles, el agua dulce y la infraestructura. Muchos de los proyectos abandonados dejaron tras de sí un legado de disputas, y muchos gobiernos siguen considerando hoy en día los sectores de los recursos naturales como la base para el desarrollo nacional.

Las tierras pastoriles que incorrectamente son percibidas como «vacías» o «inactivas», han sido un objetivo importante para los gobiernos y las empresas. En la región Karamoja en Uganda, por ejemplo, las operaciones mineras han venido afectando a las tierras pastoriles (Leer en inglés). A pesar de que los proyectos prometidos de escolarización, hospitales, empleos y agua nunca se materializaron, las comunidades pastoriles están perdiendo acceso a pastizales y a depósitos mineros, y padeciendo la contaminación del agua. La minería también limita la movilidad de los rebaños y emplea los recursos esenciales durante la temporada seca. Estos eventos no sólo socavan la funcionalidad del pastoreo, sino también su capacidad de mantener los medios de vida locales.

En tales contextos, las leyes sesgadas muchas veces acaban por comprometer los derechos de las comunidades pastoriles y facilitar su desposesión. A pesar de que hay evidencias que muestran que las prácticas de uso de las tierras pastoriles son resilientes y sofisticadas, los derechos a los recursos que disfrutan estas comunidades gozan de una protección legal variable pero a menudo limitada en la práctica, incluso en países donde la legislación o la Constitución formalmente afirma los derechos locales. Por ejemplo, gran parte de las leyes del Suelo condicionan su protección reala la prueba de su «uso productivo», llevando a que los derechos de los pueblos pastoriles a sus recursos sean socavados debido a las nociones distorsionadas que se tienen sobre la productividad. La falta de prueba legal de propiedad de la tierra de los pastores suele agravar el riesgo de desposesión.

Necesitamos políticas que apoyen y no comprometan los sistemas pastoriles, promoviendo la justicia agraria y afrontando la apropiación de tierras. Aunque los rasgos específicos dependerán inevitablemente del contexto, este suele requerir el reconocimiento del pastoreo como una forma de uso de recursos económica y ecológicamente viable; la protección de los derechos colectivos de los pueblos pastoriles a la tierra, el agua y el pastoreo; y facilitar la movilidad de los rebaños cuando esta proporcione la base del sustento a estas comunidades.

Voces desde el campo 3

Mujeres rurales, feminismo de base y derechos agrarios

María Luisa Mendonça, Red Social de Justicia y Derechos Humanos, Brasil

La defensa de los derechos básicos a la tierra y a la alimentación es una lucha constante desde la perspectiva de los movimientos de base de mujeres. En todo el mundo, la expansión de la producción agrícola para la exportación, controlada por grandes terratenientes y empresas, desplaza de modo continuado a las comunidades rurales, que se ven obligadas a dejar sus tierras y medios de subsistencia y convertirse en vulnerables a la explotación laboral en grandes plantaciones o en centros urbanos, afrontando una situación de pobreza y hambre. El monopolio sobre la tierra y la especulación del mercado aumenta el precio de los alimentos y afecta desproporcionadamente a las mujeres de bajos ingresos. El caso de Brasil ilustra esta situación, ya que es uno de los países con más alto nivel de concentración de tierras en el mundo. Actualmente existe una creciente re-concentración debido a la especulación financiera internacional en los mercados de tierras rurales. Esto incrementa el monopolio sobre la tierra y expande el monocultivo de materias primas para la exportación, causando la destrucción del medio ambiente y el desplazamiento de las comunidades rurales que producen la mayoría de alimentos para los mercados internos.

En este contexto, la resistencia de las mujeres rurales es vital para lidiar con las crisis económicas, ambientales y alimentarias, que ocurren simultáneamente. Las mujeres afrontan desafíos específicos en tiempos de crisis, ya que usualmente son ellas quienes asumen la mayor responsabilidad de las tareas sociales en sus hogares, como la provisión de alimentos y cuidados de salud. Por tanto, las políticas neoliberales que hacen recortes al apoyo gubernamental para los programas sociales y que a la vez incrementan los precios de los alimentos, significan una carga adicional para las mujeres trabajadoras. Adicionalmente, el desplazamiento de las comunidades rurales obliga a las mujeres a tomar los peores empleos en las plantaciones y en zonas urbanas.

Los movimientos rurales de mujeres que defienden la reforma agraria y el uso común de los recursos naturales, incluyendo los derechos colectivos de tierra, jugarán un papel importante. Estos movimientos de base comunitaria están promoviendo un nuevo sistema agrario basado en las cooperativas locales y la producción ecológica de los alimentos. A pesar de que existen mecanismos internacionales de derechos humanos, estos también requieren solidaridad.

Especialmente en Europa y en los Estados Unidos existe una creciente conciencia en la opinión pública sobre la necesidad de apoyar la agricultura de pequeña escala, local y ecológica. Para que este movimiento se expanda internacionalmente, es necesario incrementar la solidaridad entre las organizaciones de mujeres en el Norte y el Sur globales, como también en las áreas urbanas y rurales, en apoyo de la producción asequible de alimentos saludables que beneficien a las mujeres de bajos ingresos en las zonas rurales y urbanas. Necesitamos alianzas fuertes para transformar nuestro sistema alimentario.

Abreviado del artículo «Mujeres Rurales y Feminismo de Base» (en inglés).

Voces desde el campo 4

Los y las trabajadoras agrícolas y la tierra

Rosalinda Guillén, Desarrollo de Comunidad a Comunidad, Estados Unidos

Siendo trabajadores agrícolas, el valor de lo que aportamos a una comunidad se desdeña abiertamente. Nuestras aportaciones son invisibles. Esto forma parte de la cultura capitalista en este país. Somos como la escoria de la esclavitud en este país. Aquí se aferran a la mentalidad esclavista para tratar de conseguir valor del trabajo lo más barato que puedan. Si nos mantienen sin tierra, si no tenemos la oportunidad de asentar raíces dentro de las comunidades de la manera que queremos, entonces les es más fácil extraer más valor de nosotros con menos inversión en nosotros. Es así de claro. Necesitamos mirar a los trabajadores agrícolas de este país que son propietarios de tierra donde podamos producir. Este es el cambio dinámico que necesitamos en el sistema alimentario. Todos sabemos que Cesar Chávez habló sobre la posesión de los medios de producción. Pienso que muchos de los trabajadores agrícolas hablan sobre eso.

Ser un pueblo sin tierra en Estados Unidos deja a los trabajadores agrícolas en una posición mucho más vulnerable, y esto es algo que a menudo se ignora en este país. Ni siquiera se discute a nivel político o social. Y podemos remontarnos al tiempo en que cuando nuestras tierras nos fueron arrebatadas en Texas, en Arizona, en Nuevo México y en California. Es un legado de esa conquista, y lo hemos aceptado. No hablamos de cómo dejar de ser un pueblo sin tierra. ¿Cómo sería eso? Fui al Foro Social Mundial en Brasil y conocí a los líderes del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST). Hemos tenido conversaciones continuas desde ese entonces, y ellos han venido a visitarnos.

Lo que hemos aprendido de una visita reciente y de los diálogos con el liderazgo femenino del MST en São Paulo nos hace confiar en que estamos en el camino adecuado. La construcción de una base fuerte y sólida en la comunidad de trabajadores y trabajadoras agrícolas es fundamental para la transformación de la agricultura y el acceso a la tierra en Estados Unidos. Estamos constantemente aprendiendo de los liderazgos indígenas de las Familias Unidas por la Justicia. Los diálogos continuos y el pensamiento estratégico junto con ellos nos ayudarán a crear nuevas vías de relación con los y las consumidores, los mercados y los grupos potentes de presión agrícola.

Otras estrategias como ganar suficiente dinero para comprar tierra no son suficientes. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) tiene unos programas para que los trabajadores agrícolas latinos puedan poseer tierra. Pero el resultado son unos pocos agricultores latinos cultivando de manera convencional. Así, los trabajadores agrícolas latinos se convierten en agricultores latinos que contratan trabajadores agrícolas latinos y los explotan. Eso no está bien. No es lo que queremos. Queremos cambiar todo el sistema. ¿Qué se necesita para ello?

Editado y abreviado de una entrevista con David Bacon en Justicia Agraria: Re-imaginando la Tierra, los Alimentos y el Común en los Estados Unidos.

Voces desde el campo 5

Las alternativas y las oportunidades para la justicia agraria en Detroit

Malik Yakini, Red de Seguridad Alimentaria de la Comunidad Afroestaunidense de Detroit, Estados Unidos

Las comunidades se construyen sobre la tierra, y nosotros –como seres humanos- obtenemos la mayor parte de nuestros alimentos, fibras y materiales de ella. En nuestra sociedad actual, no poseer propiedad de tierras significa estar sin poder. Si anhelamos construir una sociedad con alguna posibilidad de justicia, entonces la cuestión de la distribución de poder y el acceso a la tierra es primordial. La continua acumulación de tierras en manos de los mismos individuos es la antítesis de la libertad y en contra de la cual debemos luchar. La lógica capitalista tradicional desearía la venta de tierras al mejor postor y esperaría a que los impactos «viertan hacia abajo» como única manera para que Detroit salga adelante de sus actuales dificultades económicas. Sin embargo, hay múltiples alternativas y mejores maneras para construir la resiliencia económica y la equidad.

Es difícil imaginarnos cómo puede alcanzarse la justicia agraria en Estados Unidos, considerando su historia de robo de tierras y la desposesión de las mismas. ¿Cómo podemos tener una verdadera justicia sin retornar la tierra a los pueblos indígenas a quienes los colonos europeos la arrebataron? ¿Cómo podríamos encontrar una solución que trajera verdadera justicia a los pueblos afro-descendientes cuyos ancestros fueron esclavizados y traídos a esta tierra en contra de su voluntad? Encontrar una «justicia» verdadera – los pasos que reparan esos actos históricos- es esencialmente imposible en la realidad actual en la que vivimos. Sin embargo, hay pasos que nos pueden servir para avanzar.

Allá donde los tribunales pueden probar que Estados Unidos incumplió los tratados o actuó de manera engañosa, yo creo que el gobierno estadounidense debería devolver la tierra a los Nativos americanos, los pueblos originarios. También estoy a favor de la reparación para los afro-americanos descendientes de aquellos africanos que fueron esclavizados en esta tierra y realizaron gran parte del trabajo que creó la riqueza de esta nación. Adicionalmente, debemos suspender el decomiso de las tierras cuyos propietarios sean productores afro-americanos. En el momento de escribir esto, en 2016, la tierra aún está siendo incautada injustamente a los propietarios de tierra locales y los agentes del gobierno son cómplices en el proceso. Esta situación debe ser investigada y debe acabar.

Además, creo que pueden establecerse fideicomisos de tierras comunitarias para permitir que las comunidades ejerzan su voz colectiva para que ocurra lo que ellos quieren con las tierras en sus comunidades y para que jueguen un papel en las decisiones con respecto a las zonas verdes, los proyectos industriales, vivienda, o cualquier visión que ellos mismos tengan para el bienestar de sus comunidades. Es importante crear políticas que den acceso a la tierra al mayor número de personas, a diferencia de las políticas que concentran la propiedad de tierras en manos de unos pocos, y que apoyen que los fideicomisos de tierras comunitarias puedan jugar un papel significativo en esto.

Para terminar, creo que, para realizar unos buenos análisis sobre las cuestiones territoriales, debemos entender la historia. Una narrativa real de la historia verdadera es importante para que así los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones comunitarias puedan tener un entendimiento de cómo hemos llegado hasta este punto. Para ello, debemos continuar realzando las historias de desposesión, de privación de poderes, de resistencia y de construcción de poder.

Editado y abreviado de Justicia Agraria: Re-imaginando la Tierra, los Alimentos y el Común en los Estados Unidos.

Cuadros

Cuadro 1

Múltiples facetas de los acaparamientos de tierras

El acaparamiento de tierras no es nada nuevo. Lo que sí es nuevo es la escala masiva a la que se ha producido recientemente desde la crisis financiera y alimentaria de 2008.  

“El acaparamiento de tierras adopta formas distintas. Puede tratarse de la expulsión de la mujer de sus tierras después del fallecimiento de su marido, la expulsión de campesinos y campesinas por parte de las empresas mineras, así como de plantaciones, bases militares, y proyectos de ecoturismo. Los inversores no solo son empresas multinacionales o instituciones financieras, sino que pueden ser también locales y domésticos.”[1]

El acaparamiento de tierras ocurre tanto en el Sur y Norte Global, impulsado por las élites locales, nacionales, y transnacionales, así como por inversores financieros y gobiernos. En su busca de beneficios nuevos y crecientes, grandes extensiones de terreno se usurpan por la fuerza o se compran a bajo precio con la ayuda de los gobiernos y élites locales y nacionales.

Lo que está en juego es un cambio fundamental en cuanto a quién tiene “el poder de decidir cómo puede utilizarse la tierra y el agua, ahora y en el futuro.”[2] El deseo de remodelar las tierras para obtener beneficios está conduciendo a una expansión mundial de la agricultura industrial, de plantaciones de diversos tipos, minería, proyectos de infraestructuras, y muchos otros tipos de usos. La agricultura campesina y la soberanía alimentaria están siendo continuamente amenazadas por riesgos a medida que se pierde la tierra y los campesinos y campesinas quedan inmersos en las cadenas mundiales de suministro.

Con todo, los agricultores a pequeña escala, los pueblos indígenas y sus comunidades siguen organizándose y movilizándose para defender sus derechos a la tierra y defender una agricultura que antepone los alimentos, las personas y el medio ambiente, sobre los precios.

Cuadro 2

Garantizar los derechos a la tierra de las comunidades de África

En un continente donde el 70% de la población depende de la agricultura, garantizar el acceso a la tierra y a los recursos naturales debería ser un derecho inalienable para todos y todas. Pero esto no es así en absoluto.

La gobernanza tradicional de las tierras agrícolas, bosques y pastos por parte de los líderes comunitarios, ha sido revestida de leyes del suelo coloniales y postcoloniales, creando incertidumbre entre las comunidades rurales con respecto a sus derechos a la tierra de la que dependen para su alimentación, medios de vida e integridad cultural.

Las tendencias recientes de urbanización, crecimiento económico y políticas neoliberales han mercantilizado los recursos naturales, creando mercados para la tierra como activo comercializable. La crisis financiera de 2007/08 y el repentino aumento de precios de los alimentos y del petróleo, produjeron un flujo masivo de capital hacia las tierras. Entre 2000 y 2016, los gobiernos africanos firmaron 422 transacciones a gran escala con inversores que abarcaban diez millones de hectáreas.   Los acaparamientos de tierra se han asociado con múltiples abusos de los derechos humanos e injusticias sociales, con miles de comunidades desalojadas por la fuerza y desposeídas. Los mayores impactos han recaído a menudo sobre mujeres y jóvenes, ya en desventaja en materia de acceso a la tierra y control de esta.

En respuesta a esta crisis se han redactado directrices globales y continentales para establecer principios de buen gobierno de la tierra y se han definido políticas para proteger los derechos tradicionales y comunitarios a la tierra, especialmente el Marco y Directrices sobre Política del Suelo la Unión Africana y las Directrices Voluntarias sobre Gobernanza Responsable de la tenencia de la Tierra, de Naciones Unidas.  Pero estos marcos normativos progresivos han sido ignorados ampliamente a escala nacional y local – donde realmente se toman las decisiones. Así, los derechos de tenencia de los habitantes rurales por toda África, especialmente las mujeres, siguen siendo débiles y plagados de incertidumbres.

Es fundamental que se ejerza una mayor presión política para acelerar la   institucionalización de políticas progresivas que fomenten los derechos comunitarios a la tierra. La promoción por parte de la Sociedad civil debe centrarse en la Unión Africana y las comunidades económicas regionales para presionar a sus Estados miembros para que instauren directrices políticas progresivas. De modo decisivo, dado que las políticas sobre derecho a la tierra solo tienen verdadero empuje a escala nacional y local, es importante que la sociedad civil impulse una legislación nacional más fuerte en materia de derecho a la tierra, y haga que los gobiernos rindan cuentas ante el Tribunal africano de Justicia y Derechos Humanos. 

Debemos promover sistemas comunitarios de gestión del uso de la tierra, recalcando las evidencias crecientes de la capacidad de estos sistemas de mejorar los medios de vida de modo equitativo y sostenible al tiempo que protegen y restauran los  ecosistemas.

Entre los trabajos recientes de AFSA (Alianza para la Soberanía Alimentaria en África) sobre derecho a la tierra se incluyen: un estudio de la política de tenencia en el continente, Policy Trends and Emerging Opportunities for Strengthening Community Land Rights in Africa; talleres de creación de capacidad dirigidos a la sociedad civil y a organizaciones confesionales, una serie de estudios de caso sobre la tierra en África,  y la movilización política a escala continental para promover sistemas comunitarios de  uso y gestión de la tierra.

Debemos aprender de los principios adecuados de gobernanza de nuestros ancestros que nos legaron la tierra. Debemos desarrollar y adoptar sistemas sostenibles de uso y gestión de la tierra que satisfagan las necesidades de todos los usuarios de la tierra: agricultores, pastores, cazadores, pescadores, recolectores de frutos silvestres, y de la fauna salvaje. Para más información visiten: www.afsafrica.org

Cuadro 3

Clima y acaparamiento de tierras

Desde una perspectiva de base, siempre ha existido un vínculo estrecho entre el clima y las crisis ambientales y la apropiación de tierras. Por ejemplo, las causas de las crisis climáticas y las violaciones de los derechos a la tierra son las mismas: un sistema económico basado en la extracción ilimitada de los recursos naturales, donde las industrias extractivas – como la agricultura industrial y las plantaciones –forman parte de las principales causas de ambas crisis. Al mismo tiempo, esta conexión es aún más inmediata debido a que los proyectos empresariales que causan las crisis ambientales – por ejemplo, la minería y la agroindustria – son también los responsables de gran parte de las muertes más documentadas de los defensores del derecho humano a la tierra y al medio ambiente.

Últimamente ha aumentado mucho el interés en las acciones de mitigación y adaptación climáticas basadas en la tierra y la naturaleza.  Sin embargo, desafortunadamente muchas de estas medidas han representado serios peligros a los derechos colectivos de los pueblos sobre sus tierras y territorios, debido a la nueva ola de apropiación de tierras para proyectos de conservación, pero también a la mercantilización e integración de los recursos naturales en los mercados financieros, lo que llamamos la “financialización de la naturaleza”.

Un aspecto fundamental son las llamadas “tecnologías de emisiones negativas” o NET (por sus siglas en inglés), que persiguen retirar el carbono de la atmósfera. Los países industriales y los emisores empresariales actualmente confían en los NET al haber fracasado históricamente en lograr la rápida reducción de emisiones necesaria para alinearse con las exigencias de la justicia climática.

Uno de los sistemas NET empresariales prominente consiste en el cultivo y quema de grandes superficies de árboles y cultivos para bioenergía, y el almacenamiento posterior del carbono emitido en búnkeres bajo tierra. Esto se conoce como bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, o BECCS (por sus siglas en inglés), y según las estimaciones, los BECCS pueden exigir hasta 3000 millones de hectáreas de tierra globalmente. Otras opciones de NET son las llamadas “soluciones climáticas naturales” o “soluciones basadas en la naturaleza” que pueden incluir la restauración forestal, la repoblación forestal y la forestación. Cada una de estas puede tener diferentes impactos sobre el medio ambiente, la tierra y los derechos de los pueblos, dependiendo de quién las controle y cómo se implementen.

Las empresas ya están viendo las soluciones basadas en la naturaleza como una oportunidad para compensar sus emisiones. Estas compensaciones han permitido históricamente que grandes contaminantes, como las empresas petroleras, continúen emitiendo y transfieran su responsabilidad de reducir las emisiones de carbono a proyectos de conservación en comunidades del Sur Global. La compensación de las emisiones de carbono no reduce las emisiones generales y por ello exacerbará los impactos climáticos sobre la tierra. Asimismo la compensación es injusta, puesto que retiene y extiende el control sobre territorios por parte de los que son más responsables del cambio climático.  Por ende, la compensación de carbono se convierte en una doble apropiación de la tierra, porque las empresas terminan controlando el uso de la tierra en dos lugares – el sitio que están destruyendo, y el sitio que demandan para realizar la compensación.

Por otra parte, las soluciones descentralizadas a las crisis ambientales y de apropiación de tierras que se basan en el control y gobernanza ambiental ecológico y autónomo por parte de los pueblos indígenas, pueblos de los bosques, y pequeños productores sobre su propia tierra y territorios, como son la agroecología para la soberanía alimentaria y la gestión colectiva de los bosques, son posibles y están ganando relevancia como soluciones para la justicia ambiental. La gestión colectiva y territorial del bosque es la mejor manera de conservar los ecosistemas como bosques, manglares, humedales y cursos de agua. La agroecología enfría el clima al suprimir la necesidad de combustibles fósiles, reciclando nutrientes en las explotaciones agrícolas, relocalizando los sistemas alimentarios y deteniendo la destrucción del medio ambiente por causa de la producción de bienes agrícolas con fines de lucro. Ahora más que nunca es esencial que los movimientos de justicia agraria y ambiental trabajen conjuntamente para sacar a relucir las soluciones falsas y demostrar nuestra visión colectiva de un futuro justo.




[1] Conferencia Campesina Internacional: ¡Detengamos a los Acaparamientos de Tierras!, LVC 2012

[2] El acaparamiento global de tierras, Guía básica. TNI 2013